Imaginarium, un juguete roto

Sevilla, 14/IV/2024

El pasado 2 de abril cerró definitivamente Imaginarium, una aventura empresarial en torno al mundo imaginario de los juguetes y derivados, después de 32 años de vida empresarial, tras una quiebra que ha sido la crónica de un cierre anunciado durante los últimos diez años, por causas múltiples, llevando al paro a más de cien trabajadores en su última etapa, en una organización que llegó a contar con más de 800 empleados y 420 tiendas repartidas por más de 20 países, alcanzando en el momento de máximo esplendor una facturación anual que sobrepasaba los 100 millones de euros. El símbolo más doloroso es que sus puertas azules, icónicas de la marca, diferenciando a adultos y niños o niñas, han echado también el cierre, casi sin decirnos adiós.

Su despedida en las redes es bastante demostrativa de lo ocurrido: “Queridas familias, mamás, papás, abuelas… Hemos aguantado hasta el último momento, hasta nuestro último aliento, para pulsar el botón y decir adiós. Con el corazón lleno de emociones encontradas y después de muchos años, nos entristece informaros que Imaginarium llega a su fin”. Siento de verdad esta situación, porque siempre he admirado la intrahistoria imaginaria de sus juguetes y porque he sido un cliente asiduo de estas tiendas azules, plagadas de estrellas, donde me asesoraban bien a la hora de comprar el mejor regalo posible para niñas y niños queridos.

Hoy, en plena pesadumbre, he recordado, respetando la denominación del proyecto, Imaginarium, a un poeta, Nicanor Parra, que cantó al hombre imaginario o, quizás, a la niña o niño imaginarios que todos llevamos dentro: Sombras imaginarias / vienen por el camino imaginario / entonando canciones imaginarias / a la muerte del sol imaginario. En una palabra, del sol de Imaginarium.

Juguetes también imaginarios, niñas y niños imaginarios, entre los que estaba Pablo Neruda. Él disfrutaba de sus juguetes preferidos, Mascarones de proa, porque les tenía un cariño especial y muchas veces soñaba con ellos y con sus barcos, imaginando que navegaban en mar abierto a pesar de su espacio reducido a unas botellas imposibles. Es curioso constatar que hay una tradición multisecular de que los juguetes son un asunto, sobre todo, de cumpleaños, Primeras Comuniones, sobre todo de la Navidad, de los Reyes Magos de Oriente, hasta que vinieron los americanos de Berlanga y establecieron la competencia con Papá Noel, como nos lo ha recordado en alguna ocasión Gabriel García Márquez dado que los niños del mundo pueden terminar “[…] por creer de verdad que el niño Jesús no nació en Belén, sino en Estados Unidos”, a modo de aviso para navegantes extraviados en la navidad actual. Más aún, los juguetes son, si queremos, un asunto de todos los días, de cada carpe diem particular.

En conclusión, el niño que llevo dentro sufre por el cierre de Imaginarium, por los sueños que trunca y por el paro que ocasiona a protagonistas de tantos sueños imaginarios, cada uno en su papel imaginario. Neruda sabía que sus mascarones, los juguetes más grandes de su casa, le acompañaban siempre para seguir contándoles historias increíbles vividas durante sus singladuras azarosas: “El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta. He edificado mi casa también como un juguete y juego en ella de la mañana a la noche”.

Espero seguir jugando con los juguetes imaginarios en el mundo imaginario que diseñó Nicanor Parra, el poeta imaginario. Al menos, para que ante este cierre anunciado, podamos seguir jugando, a veces, a vivir en una mansión imaginaria / rodeada de árboles imaginarios / a la orilla de un río imaginario / De los muros que son imaginarios / penden antiguos cuadros imaginarios / irreparables grietas imaginarias / que representan hechos imaginarios / ocurridos en mundos imaginarios / en lugares y tiempos imaginarios.

El ejemplo de Neruda puede ser también un regalo de palabras ante este acontecimiento triste de Imaginarium, que nos hagan reflexionar sobre su sentido y lo que transmitimos a quienes seguiremos regalando juguetes pequeños o grandes, aunque lo importante es seguir siendo niños o niñas, porque si no seguimos jugando perdemos para siempre la niña o el niño que vive en nosotros o que quizá se fue. Es lo que también expresa maravillosamente Pablo Neruda en un poema, Al pie de su niño, que puede ser un auténtico regalo para este momento triste en nuestras almas de niñas y niños dentro: “El pie del niño aún no sabe que es pie, / y quiere ser mariposa o manzana. / Pero luego los vidrios y las piedras, / las calles, las escaleras, / y los caminos de la tierra dura / van enseñando al pie que no puede volar, / que no puede ser fruto redondo en una rama. / El pie del niño entonces / fue derrotado, cayó / en la batalla, / fue prisionero, / condenado a vivir en un zapato […] (Estravagario, 1958).

No olvido hoy lo que aprendí de él hace ya muchos años: «el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta«. Incluso para comprender hoy este triste cierre anunciado.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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