La esfera de la inteligencia (Noosfera)

En un libro recopilatorio de artículos de Tom Wolfe, El periodismo canalla y otros artículos, encontré en 2001 una referencia a Teilhard de Chardin (a quien debo mi interés manifiesto por el cerebro desde 1964), que tiene una actualidad y frescura sorprendentes: “Con la evolución del hombre –escribió-, se ha impuesto una nueva ley de la naturaleza: la convergencia”. Gracias a la tecnología, la especie del Homo sapiens, “hasta ahora desperdigada”, empezaba a unirse en un único “sistema nervioso de la humanidad”, una “membrana viva”, una “estupenda máquina pensante”, una conciencia unificada capaz de cubrir la Tierra como una “piel pensante”, o una “noosfera”, por usar el neologismo favorito de Teilhard. Pero ¿cuál era exactamente la tecnología que daría origen a esa convergencia, esa noosfera? En sus últimos años, Teilhard respondió a esta pregunta en términos bastante explícitos: la radio, la televisión, el teléfono y “esos asombrosos ordenadores electrónicos, que emiten centenares de miles de señales por segundo”. La cita es lo suficientemente expresiva de lo que Teilhard intentó transmitir a la humanidad a pesar del maltrato que sufrió por la Autoridad competente del momento, tanto científica, como ética y, por supuesto religiosa.

Desde 1964 no he parado de trabajar sobre la Noosfera (del griego “nóos” inteligencia y “sfaíra” (1), esfera: conjunto de los seres inteligentes con el medio en que viven, de acuerdo con la definición de la Real Academia Española, aceptada desde 1984), como tercer nivel o tercera capa envolvente (piel pensante) de las otras dos: la geosfera y la biosfera. Y en esta etapa actual de investigación, que deseo compartir con la malla pensante de la Web, he comprendido muchas claves que la difícil historia de España, en el siglo pasado, no permitían vislumbrar. Teilhard había construido su teoría de la Noosfera, sobre las corrientes científicas de su época. Y era un secreto a voces, desconocido en esta parte de Europa, que su fuente secreta estaba en el científico ruso-ucraniano Vladimir I. Vernadsky: “En mi disertación en la Sorbona de París en 1922–23, acepté la fenomenología biogeoquímica como la base de la biosfera. El contenido de parte de estas disertaciones salió publicado en mi libro Estudios de Geoquímica, que apareció primero en francés en 1924, y luego en una traducción rusa en 1927. El matemático francés y filósofo bergsoniano Le Roy aceptó el fundamento biogeoquímico de la biosfera en tanto punto de partida, y en sus disertaciones en el Collège de Francia en París, introdujo en 1927 el concepto de la noosfera como la fase geológica por la cual atraviesa la biosfera ahora. Él destacaba que llegó a semejante noción en colaboración de su amigo Teilhard de Chardin, un gran geólogo y paleontólogo que ahora trabaja en China. La noosfera es un fenómeno geológico nuevo en nuestro planeta. En él, por primera vez el Hombre deviene en una fuerza geológica a gran escala. Puede y debe reconstruir la esfera de su vida mediante su trabajo y pensamiento, reconstruirla de forma radical en comparación con el pasado. Se abren ante él posibilidades creativas cada vez más amplias. Puede que la generación de nuestros nietos se acercará a su florecimiento.” (fragmento del artículo que escribió Verdnasky en diciembre de 1943. Originalmente lo publicó la revista American Scientist en inglés en enero de 1945, de acuerdo con una investigación recopilada por el Instituto Schiller).

Esta investigación permite deducir que la reinterpretación católica de Teilhard sobre el punto equidistante del creacionismo y evolucionismo, se decantaba por este último avalado por sus descubrimientos del pitecantropus erectus (hombre-mono, erguido) en Pekín. Con una visión deslumbrante acerca de la inmensa tarea que quedaba para descubrir la importancia, por ejemplo, de la revolución digital.

Y esta revolución consiste en agrandar el cerebro de la sociedad, de la humanidad, en clave Teilhardiana. Por ello la inteligencia digital tiene un futuro muy prometedor: “¿No podrían los cerebros individuales conectarse unos con otros, en este caso a través del lenguaje digital de la Web, y formar algo mayor que la suma de las partes, lo que el filósofo y sacerdote Teilhard de Chardin llamó la “noosfera”? Wright no está convencido de que la respuesta sea sí, pero sostiene que la pregunta no es disparatada: “Hablar hoy de la existencia de un cerebro global gigante sigue siendo un disparate. Pero hay una diferencia. Actualmente las personas que hablan del tema lo hacen libremente. Tim Berners-Lee, el inventor de la World Wide Web, ha señalado paralelismos entre la Web y la estructura del cerebro, pero insiste en que el cerebro global no es más que una metáfora. Teilhard de Chardin, por el contrario, afirmó que la humanidad está constituyendo un cerebro real, como el de nuestras cabezas, pero de mayor tamaño” (2).

Se abre una esperanza nueva para la investigación. En las claves de Vernadsky (¿el primer ecologista?), Le Roy, Bergson y Teilhard, hay mucho que investigar. Lo que parece innegable es la capacidad del ser humano actual para constituir una malla humana excelente para intercambiar las grandes preguntas sobre la vida y la muerte, eso sí, mirando solo hacia adelante y extendiendo las redes neuronales desde la emergencia del ser humano al comienzo de cada vida.

Sevilla, 15/IV/2006

(1) Es muy interesante la quinta acepción de “esfera” aceptada por la Real Academia Española: “5. fig. Ámbito, espacio a que se extiende o alcanza la virtud de un agente, las facultades y cometido de una persona”, RAE, Diccionario de la Lengua española, 2001.
(2) Johnson, S. (2003).Sistemas emergentes, Madrid: Turner-FCE, 103s.

Soleá de la ciencia

Esta mañana, cuando preparaba un artículo sobre la esfera de la inteligencia, para publicarlo dentro de una horas, me acordé de una soleá preciosa, Soleá de la ciencia, cantada por Enrique Morente, que forma parte de su disco “Morente sueña la Alambra”, que te transcribo como homenaje a un poeta de vida, padre de Estrella, cantaora sublime en los atardeceres de Granada, y … para bajar nuestros humos. Sus palabras son fiel reflejo de lo que supone la dialéctica del conocimiento de base y el de laboratorio.

Dicen los estudiosos que este palo debió originarse durante el primer tercio del siglo XIX, para acompañar el baile por jaleos, aunque con posterioridad se convirtió en cante para escuchar, hasta llegar a ser considerado uno de los pilares básicos del flamenco. ¿Soleá: soledad o poner al sol? Las letras tocan muchos temas, desde lo intranscendente a lo trágico. Destacan las alusiones a la vida, el amor y la muerte. En rigor, no debe hablarse de la soleá, sino del cante por soleá, o por soleares, dada la cantidad de variantes y matices que posee. Si esta prueba digital te convence, podemos seguir avanzando en nuestra aventura particular de cerebros pensantes, ilusionándonos con el saber compartido sobre la esencia de esta palo: interpretar los puntos cardinales de la existencia: la vida, el amor y la muerte, desde la inteligencia del Sur:

Presumes que eres la ciencia
Yo no lo comprendo así
Cómo siendo tú la ciencia
No me has comprendido a mí

Sale el sol y da en el cristal
Cuando no quebranta el vidrio
¿Qué es lo que va a quebrantar?

Los pajarillos y yo
Nos levantábamos a un tiempo
Ellos le cantan al alba
Y yo alegro mis sentimientos

Para que tanto llover
Mis ojitos tengo secos
De sembrar y no coger

Letra y Música: Popular adaptadas por Enrique Morente
Voz: Enrique Morente
Guitarra: Tomatito
Producido por: Enrique Morente
Tomatito aparece por cortesía de Universal Music Spain, SL.

Sevilla, 14/IV/2006

Semana Laica

Estamos viviendo la denominada Semana Santa en el calendario de las fiestas religiosas cristianas, en lenguaje Microsoft. Así aparece en los asistentes personales digitales (PDA), para programar con tiempo las fiestas correspondientes a las tres religiones monoteístas. No podemos negar que la ingeniería digital está en todo. Los sistemas emergentes ratifican a diario, que incluso en las semanas laicas (cualquiera del año) la sociedad se organiza habitualmente en torno a lo que le interesa, es decir, dan lugar a comportamientos inteligentes. Sevilla se organiza durante todos los días de las semanas “laicas” con las miras puestas en la “Semana Santa”, la única, la principal del año, la definitiva, la que propicia cartelería indicativa como la que conocí hace muchos años en un pueblo del Aljarafe, en una pizarra “dedicada”, que decía: “faltan 264 días para el Rocío”.  Y cada día, con tiza y borrador, se diseñaba de forma humilde la cuenta atrás de la alegría…

El mundo solo tiene interés hacia adelante y los sistemas emergentes, de abajo hacia arriba siguen marcando las pautas de comportamiento colectivo. Cada uno sabe de lo suyo. Las agencias de viaje, atómicas ó digitales, organizan también esta semana a lo laico, es decir, sin ferias ni festejos cristianos, judíos y musulmanes, preparando una escapada para compensar la fuerza de lo santo. El azahar de Sevilla actúa como feromona atrayente para distribuir trabajos muy bien estandarizados. Sin tocar a quien organiza el mayor espectáculo del mundo, porque los de abajo conocen su misión. Tienen oficio. La música sacra de las bandas que han estado preparando sus salidas en semanas laicas, para la semana santa, actúa de catalizador para conducir a las masas que se trasladan en clave de “bulla” hacia alguna parte. Familias enteras de los barrios deshechos por el boom inmobiliario que vuelven en esta Semana Santa a su lugar de origen para recuperar las señas de identidad que les arrancó la especulación y su mejor nivel de vida, aunque hayan perdido el valor del contacto familiar y de la vida compartida en las aceras, porque viven en estado de alerta en los nuevos adosados que ni siquiera tienen parroquia al lado, blindados por la inseguridad ciudadana. Con la excusa de la “Semana Santa”, de su cofradía de toda la vida, de su “Señor ó Señora de Sevilla”, vuelven para recuperar aunque solo sean unas horas, sus tiendas, sus colegios, sus plazas, sus aceras de siempre, donde se hacía eso, la vida. Es decir, sus días laicos, sus semanas laicas, donde solo tiene sentido ese Jesús de la agonía que era la fe de sus mayores, como decía Antonio Machado. Las aceras existen, en definitiva, para crear el “orden complejo” de la ciudad, como afirma Steven Jonson en el libro que comento más adelante.

Hoy, las aceras de Andalucía, funcionan como soporte de interacciones sociales viendo las procesiones. Aunque desde la inteligencia digital siempre me ha encantado saber que Jesús de Nazareth, en su ataque continuo de humanidad, se cansaba y se dormía, porque estaba hecho polvo, en el cabezal del barco (Mc 8,23). En silencio. Comprendiendo el valor de cada día laico y lo que cuesta vivir tranquilo con uno mismo. El que permite que juntos, desde la base, sigamos construyendo una nueva forma de ser en el mundo, en cada segundo, minuto, hora, día, semana y acera, laicos.

Continúo con la lectura de mi libro de cabecera en esta Semana: “Sistemas emergentes”, de  Steven Jonson (Turner-Fondo de Cultura Económica). Se me han ocurrido muchas cosas tras la reflexión a la que me han llevado sus primeras páginas. Y con motivo de esta cita puntual, deseaba transformar la realidad del Miércoles Santo en un día normal, laico, reinterpretando lo que ocurre a mi alrededor. Es que el subtítulo es para no dejar tranquilo a nadie: “O qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software”. Casi nada: inteligencia digital compartida.

Sevilla, 12/IV/2006

El siglo del cerebro

El domingo pasado estuve leyendo un reportaje fantástico sobre el cerebro en la revista dominical “Magazine”. El 7 de abril se inaugura la exposición “Paisajes neuronales” en CosmoCaixa, Museo de la Ciencia de Barcelona (http://www.neuroart2006.com/). Va a ser una oportunidad de admirarse de una caja fantástica de 700 gramos de peso, aproximadamente, rememorando a Aristóteles cuando definió la filosofía: capacidad que tiene el ser humano (el decía el hombre y por eso no nos debemos enfadar…) de admirarse de todas las cosas. Les aseguro que en griego suena precioso (inténtelo conmigo leyéndolo tal cual): jó ánzropos estín zaumáxein panta (sic).

Este cuaderno, que poco a poco se va configurando, tiene su razón de ser en el cerebro, donde se instala la inteligencia digital y donde está su primer motor inmóvil que permite desde la preconcepción desarrollar capacidades fabulosas de ser en el mundo. Lo que pasa es que siempre se trabaja en la actualidad con una mala noticia: no sabemos casi nada de lo que pasa en la caja fantástica a la que llamamos “cerebro”. De todas formas, hemos comenzado una aventura fascinante porque en este rincón del mundo vamos a hacer un esfuerzo por democratizar lo que vamos sabiendo del mismo y lo vamos a poner a disposición de la comunidad red. Seguro que entre todos vamos a tejer una malla de conocimiento en todas sus posibles manifestaciones. Llegará el día que podamos abrir categorías y páginas (en lenguaje bloguero) divulgativas, especializadas, de investigación democratizada y no solo de la élite del poder que da siempre el conocimiento, con objeto de hacer un homenaje permanente al auténtico patrimonio de la humanidad todavía por descubrir. Cien mil millones de posibilidades (neuronas) para grabar acontecimientos vitales, diferentes, que caracterizan a cada ser humano, me parece algo sorprendente. También, ilusionante.

El reportaje arrancaba con una historia sublime: “Hay en el centro del cerebro, dos pequeños grupos de células que se vuelven hiperactivas en personas que consumen cocaína: el área tegmental ventral y el núcleo caudado. Estas dos áreas que procesan gran cantidad de información a nivel subconsciente, se hiperactivan también en personas recién enamoradas, según una investigación de la Universidad del Estado de Nueva York” (Josep Corbella, Magazine, 2 de abril de 2006). Y se explica cómo a través de la resonancia nuclear magnética de esta zona del cerebro se ha podido  comprobar  que el enamoramiento se experimenta de una forma similar a una adicción. Es más, otra región cerebral, el pálido ventral se activa y permite que las parejas estabilicen su amor. Pero poco a poco el área tegmental y el núcleo caudado dejan de tener actividad  y quedan en estado latente hasta una nueva ocasión de enamoramiento… Apasionante. Luego hay que analizar el contexto humano y social que acaban controlando, al menos hoy, a esos dos motores de lo que llamamos amor, cuando quizá queremos decir otra cosa. Ética de situación, lo llamo yo. Lo que es sobrecogedor se centra en la razón de ser de todas las personas, la igualdad en la realidad de la posibilidad de ser en el mundo. El cerebro nos va a dar muchas sorpresas. Por eso insisto en que este siglo va a ser muy importante para la historia de la humanidad. La inteligencia se va a abrir paso en un mundo hostil que, por ahora, no le interesa mucho descubrir la magia del cerebro, porque dejaría al descubierto la gran mentira de los desajustes sociales, de la indecencia de la pobreza sublime que, por mucho que lo neguemos, la tenemos más cerca de lo que parece. Pobreza mental, sin ir más lejos. La gran lección de los subsaharianos radica en que quieren ser felices, enamorarse de una vida que les permita ser personas. Posiblemente porque quien nos creó ó puso en marcha el primer motor inmóvil, la razón de la evolución, tuvo en cuenta que la maravilla del cerebro era una tarea multisecular. Por los siglos de los siglos. Creo que por el área tegmental ventral y el núcleo caudado anda la cosa. Y esto no ha hecho nada más que empezar.

Sevilla, 4/IV/2006

28.535 niños, niñas y jóvenes de Marbella

De acuerdo con los datos facilitados por el Sistema de Información Multiterritorial de Andalucía, el 22,95% de la población total de Marbella (124.333 habitantes, 2005) supone un proyecto de vida impresionante: 28.535 niños, niñas y jóvenes menores de 20 años, sobre los que debemos confiar el futuro de esta ciudad, tan mal parada en los últimos días por las noticias de corrupción y malversación de dinero público. Siendo una verdad clamorosa, me gustaría construir signos de credibilidad sobre los cimientos de la propia ciudad que, sin lugar a dudas, son las niñas y niños, los jóvenes, a los que debemos confiar la verdad de que otro mundo es posible.

Actualmente, Marbella cuenta con 33 Centros de enseñanza básica, 16 Centros de enseñanza secundaria, 2 Centros de educación de adultos y 6 Bibliotecas públicas en cuanto equipamiento educativo, según datos oficiales de 2003. Las posibilidades que se abren desde esta perspectiva son extraordinarias. Los claustros de profesores tienen un reto muy difícil. Tendrán que abrir un hueco de vital importancia a la asignatura de “Ética del municipio” (http://www.joseantoniocobena.com/?p=24), donde tendrán que hacer malabarismos para conjugar la dialéctica de la honradez versus corrupción, haciendo ver a las niñas, niños y jóvenes marbellíes o residentes en Marbella que otro mundo es posible, que otro municipio es posible, que otro gobierno y clase política son posibles. Los 8.987 inmigrantes (2004), abren unas posibilidades extraordinarias. Sus hijas e hijos nos pueden enseñar que la imaginación y la realidad son verdades reconciliables. Así lo aprendí no hace muchos años de Augusto Monterroso, en una memorable intervención muy crítica con la petulancia de los nuevos conquistadores sociales, como podrían ser los actualmente encausados en Marbella, sabiendo que ellos –los inmigrantes- nos pueden dar muchas lecciones de creencia en las personas y en los valores de su verdad histórica (http://www.literaturaguatemalteca.org/monterroso9.html). Ya lo decía también en el siglo XII, el historiador Al Idrisi, al definir Marbella como «una ciudad pequeña pero bien habitada».

Asimismo, la ciudad cuenta con 43.268 trabajadores activos y con un paro registrado en 2005 de 5.100 trabajadores. Realidad y deseo, fuera de los estereotipos al uso. Son muchas posibilidades actuales también de crear riqueza digna y éticamente admisible.

Estas palabras son un pequeño ejercicio responsable para construir una nueva creencia en esta ciudad entre tanta derrota e ilusión maltrecha. Esta visión positiva de lo posible (seamos realistas: exijamos lo imposible, que decía el “Ché”), justifica por sí mismo el título adaptado de este blog: Marbella solo tiene interés hacia adelante. Hoy, con la ayuda de los jueces y del Estado de derecho, que también se enseña, del que también se aprende. Indudablemente.

Sevilla, 1/IV/2006

Y van 21 mujeres muertas…

La noticia es escalofriante. Quería finalizar el mes de Marzo con unas palabras sobre la inteligencia digital aplicada y me he dado de bruces con esta noticia: 21 mujeres muertas en el primer trimestre de 2006, el más sangriento de las estadísticas. Además, Andalucía ocupa desgraciadamente el primer lugar. Y a la hora de comparar siempre surge la respuesta facilona: ocupamos ese lugar porque somos muchos. Así. La fría estadística. Es impresionante asistir a este rosario de acontecimientos que, lamentablemente, han dejado de ser noticia. La realidad es que en estas tierras del Sur, a la hora de hacer este difícil recuento de habitantes, hay que aceptar de forma inexorable que cinco mujeres ya no cuentan desde Andalucía para España y la Humanidad. La auténtica noticia ha cambiado: hay que anunciar a los cuatro vientos (del Sur) que hoy, esta semana, este mes no ha muerto ninguna mujer por violencia de género.

Es urgente buscar alternativas. Es muy importante que hablemos de estas cuestiones. Hay que desenmascarar a los presuntos maltratadores en el silencio. A los que no se ven a diario. A los que conviven en la doble cara y en el desenfado del machismo más denostado. Fíjense en el comentario que aparecía en el diario “El País” del pasado 25 de marzo, en un artículo extraordinario de Mariano Maresca: “Maldita la gracia”. Se quejaba amargamente de la bajeza que muestra la televisión pública andaluza en un apartado tan sensible como el del entretenimiento: “Vean si no el programa de Canal Sur Hagamos el humor, un concurso de gente que cuenta chistes. Esta semana lo he visto dos veces. El sábado al mediodía repitieron una semifinal. Y el domingo, de noche, dieron una nueva fase. En las dos ocasiones los chistes pasaron con creces los límites de lo que una persona con una educación decente se atrevería a contar más allá del ámbito de una reunión reservada. No faltaron los chistes sobre mariquitas, cojos y gangosos, ninguno de ellos reproducible, excepción hecha de Canal Sur, que con una mano quita lo que da con la otra: el respeto más elemental a cualquier persona o colectivo que inspira otros programas de la cadena, como Frontera social o Solidarios. La cima se alcanzó con el chiste ganador, acerca del olor de imaginen qué parte del cuerpo femenino. Y Canal Sur premió con dinero al sujeto que lo contó”.

Hace años leí en un libro de José Antonio Marina, a quien profeso admiración, un texto de un graffiti anónimo que hoy me gustaría adaptar a esta situación: Dios ha muerto, 21 mujeres han muerto  y, la verdad, yo no me encuentro nada bien.

La inteligencia de lo ultramoderno se rebela con estas situaciones. Sobran los comentarios. Pero lo que no se puede entender de ninguna forma es que un canal público no cuide hasta la saciedad cualquier atisbo de falta de respeto a la mujer, con la que está cayendo. Tolerancia cero, decimos para cualquier terrorismo. También debería ser un lema aplicable al terror contra la mujer, desde cualquier ámbito, desde cualquier esfera, incluso desde esa “grasia que no se pué aguantá”. Incluso ante la chabacanería más soez. Porque por ahí se empieza, cuando se falta al respeto y a todos nos parece que es para partirse de risa. Yo diría: para morirse de pena…

Sevilla, 31/III/2006

Género y vida (http://www.joseantoniocobena.com/?p=31)

64 veces, gracias.

He finalizado la lectura del libro de Mario Kogan y José Ochoa, “¿Dónde está mi equipo?”. Una vez empezada esta aventura, subido al canon de lectura que preconizaba en 1995 el profesor Gustavo Bueno, en su propuesta desde España para el próximo milenio (http://www.fgbueno.es/gbm/gb1995di.htm), ha sido apasionante leer página a página (hasta 64 ocasiones –páginas en papel estucado mate de 115 gramos- de encontrar sentido a la vida), la experiencia que ya había marcado un momento muy importante de mi largo y cálido viaje por la vida. Por eso quise recordar el encuentro de Octubre de 2003, al que accedí para compartir con mi equipo de trabajo una nueva forma de ser en el mundo. Ahora, a través de Internet, la isla desconocida de Saramago (así lo he presentado en muchas ocasiones), me ha parecido un deber de ética digital comunicar la bondad de una experiencia aparentemente sencilla, realmente fascinante.

El libro es una oportunidad para buscar el interés de vivir en el pequeño mundo de cada uno, con una condición: hay que compartir la existencia porque estamos obligatoriamente obligados a entendernos, porque la vida es un asunto de viaje, eso sí, a alguna parte. Esta última idea no es mía. La aprendí, como siempre, de un poeta andaluz, en este caso de Rafael Ballesteros, malagueño, de un poema suyo: “Ni yo tampoco entiendo”, al que puso música un conjunto vocal “Aguaviva” (Pepe Nieto), que también suena a premonición:

De este mundo los dos sabemos poco.
Y sin embargo, estamos aquí, obligatoriamente obligados a entenderlo
.

Quizá, obligatoriamente obligados a viajarlo (perdón por el neologismo), porque la vida es una invitación a subirnos a trenes (reflexión muy popular), aviones y barcos, que casi siempre tiene fecha de caducidad.

Gracias, Mario Kogan. Gracias, José Ochoa. Por vuestro regalo personalizado. Por vuestra dedicatoria. Por vuestra invitación. Desde Internet. Por la red de redes. Como diría Martín, uno de los protagonistas del libro: al fin y al cabo, solo nos separan de nuestros antepasados 25 milímetros, algo más que el centímetro del fresco de Miguel Ángel, la distancia entre el dedo de Dios y del hombre (o de la mujer) en la Capilla Sixtina, que tantas veces admiré en las tardesnoches de Roma, en una parada existencial obligada por un viaje colectivo, en grupo, hacia la persona de secreto.

Sevilla, 29/III/2006

Lo pequeño que es el mundo

Esta frase simboliza siempre, de forma positiva, lo que no sabemos explicar de forma racional. Nos encanta pronunciarla para hacer valer el relativismo ético de la sociedad. Nos deja literalmente mudos. El 7 de marzo escribí un artículo sobre Mario Kogan: http://www.joseantoniocobena.com/?p=63. Era una forma de entregar a la sociedad red, que tantas veces ha explicado el profesor Castells, una forma de aprendizaje autónomo de una nueva forma de vivir en grupo, en equipo, una nueva forma de vivir en el mundo. Ayer, recibí un mensaje, como si de botella en el mar se tratase, de Mario, comunicándome que había leído el artículo (gracias a Internet, a la sociedad red) y que le había emocionado, sobre todo –y entre otras razones- porque coincidía con la publicación de un libro que ha escrito junto a José Ochoa: “Dónde está mi equipo”: http://www.dondeestamiequipo.net, en referencia a esta experiencia que, de forma sencilla y accesible, quise poner a disposición de toda aquella persona que lo quisiera leer y comprender, en una lección ultrarrápida de inteligencia social y digital, como si habláramos en clave de conocimiento compartido y, sobre todo, distribuido.

Es la nueva visión de la democratización del saber, que obliga a adoptar nuevas formas de aprendizaje. Internet es una escuela de alta disponibilidad, no cierra nunca, y aquí no es posible reeditar la famosa frase de Larra. ““vuelva usted mañana”, que tanto caracteriza la formación e información trasnochada. Es verdad también que podemos digitalizar el desorden y el caos, en una nueva visión de caos digital, más propio de las tesis de los tecnófobos. La semana pasada leí un artículo extraordinario sobre Michel Onfray, sobre todo porque planteaba una nueva forma de hacer accesible e interesante el conocimiento sobre los asuntos que verdaderamente preocupan a las personas, fuera del academicismo al uso, dando auténtica respuesta a interrogantes que aparentemente son de difícil comprensión: “Pero Onfray es también atípico porque hace ya algunos años decidió abandonar la carrera académica y el prestigio de las cátedras para filosofar en pantuflas desde su Université Populaire, en Caen. «Imparto dos horas de clase todos los martes, de seis a ocho de la tarde, ante 600 personas. Entrada libre, sin matrícula ni título a la salida», nos explica Onfray. «Cuando empecé lo hice ante 50 personas. Solo. Sin presupuesto. Ahora somos nueve profesores. Ofrecemos cursos de cine, de filosofía para niños, de psicología, de arte contemporáneo, de historia» (Babelia, 18/III/2006).

El conocimiento y su gestión adecuada (?) es tan complejo en sí, tan inabarcable, hablando con humildad existencial, que tratarlo con fórmulas tradicionales es una tarea imposible. El mismo Onfray lo resume de forma espléndida: «Si siguiera trabajando dentro del Ministerio de Educación debería respetar un programa, unos autores, unos conceptos, preparar a los alumnos para superar unos exámenes de acuerdo con unas determinadas fórmulas… todo eso está bien pero hay mucha gente que satisface esa demanda, que se adapta al molde. En el Ministerio te dejan enseñar la filosofía como quieres, pero sólo oficialmente porque hay que hablar de Platón, de Aristóteles, de todos los grandes autores, antiguos y modernos… no queda tiempo para adentrarse en otros terrenos».  Si a esto agregamos la realidad de la Universidad digital que es en sí mismo Internet, a las que puedes asistir con pantuflas también, desde tu casa, podemos atisbar que el gran reto del siglo actual es trabajar al servicio del cerebro, gran desconocido desde el punto de vista científico. El siglo XX fue un siglo dedicado al corazón. El actual debería ser el “siglo del cerebro”. Es decir, estamos en pañales respecto del conocimiento humano, de su estructura, de su razón ser, de su enfermedad. Solo nos ha preocupado la locura, pero estar locos por saber ha sido cosa de unos pocos privilegiados. Solo atisbamos que nos desborda en la actualidad. El médico, por ejemplo, se sorprende porque el enfermo ha cambiado de rol: cuando se presenta en la consulta puede que lleve las últimas investigaciones sobre el diagnóstico que le comunicó la semana pasada. Los maestros están desbordados porque cuando encargan un trabajo a sus alumnos, rápidamente recurren a Internet, a las enciclopedias digitales, a las galerías de imágenes y les presentan unos trabajos excelentes, ellos dicen que “copiados”, sin que se estimule la inteligencia clásica (que se lo digan a Onfray). Los trabajadores son acusados de “hurto” del tiempo laboral porque envían correos no deseados para la “empresa”, para la “Administración”, chatean, entran en los buscadores, en sus bancos, en sus intereses… durante la jornada laboral. Los hijos más despabilados dejan cautivos y desarmados a los padres de segunda y tercera generación con las capacidades que desarrollan mediante Internet: chats, foros, videoconferencias, mensajería, etc. Y dicen.: “¡si es que yo no sé lo que hace mi hijo con el ordenador, si no sé manejar el Internet ése!”. Es decir, estamos ante el mayor espectáculo del mundo y sin entradas.

¿Qué podemos hacer ante tanto desconcierto?. Lo primero asumirlo. Después habrá que empezar a hablar de una estrategia digital del conocimiento en todas sus posibles manifestaciones. La educación, la cultura, la sociedad, las empresas y la clase política, tienen mucho que decir. Incluso el Estado. Lo que es verdad es que no podemos poner puertas al campo. Lo que decíamos al principio: ¡qué pequeño es el mundo!. Yo añadiría, ¡pero que grande es lo que nos ofrece el mundo digital!. Nos ayuda a conocer la realidad de las personas, de todo lo que ocurre incluso en el rincón más pequeño del mundo. En definitiva, se ha abierto la veda de conocer, es decir, de ser más libres. Recuerda: la inteligencia es la capacidad para resolver problemas. Y de esto tenemos que seguir hablando porque creo que es lo que verdaderamente nos preocupa a todos, sin distinción de creencia, raza ó color, con la ayuda de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación: telefonía móvil, televisión, cámaras digitales, Internet, ADSL y cualquier máquina de juego, con tecnología digital, por muy inocente que parezca. Sorprendente.

Sevilla, 26/III/2006

El alto el fuego de ETA

Cuando escribo estas líneas, quedan solo cuatro horas para que se haga efectivo el alto el fuego de ETA anunciado ayer. Desde que tuve conocimiento de la noticia he sentido la necesidad de aprovechar este foro para contribuir, con mi ilusión personal y mi creencia en el ser humano como factor determinante, a que la paz sea posible en Euskadi y en los sentimientos y emociones del pueblo español en general y vasco, en particular. A pesar del sufrimiento de casi 900 víctimas, a lo largo de 38 años de desesperanza real, dura, triste, desgarradora, espantosa, en todos sus términos. A pesar de los que han tenido que incorporar a su vida diaria la rutina de cualquier protección, incluso la más dura: la de sacar fuerzas de flaqueza para seguir viviendo.

Desde ayer, en el momento de la difusión del primer comunicado, he escuchado voces de toda procedencia y color, posicionándose sobre el anuncio de ETA. En casi todas las intervenciones he podido apreciar una tímida creencia sobre la auténtica razón de ser del comunicado. Y también he escuchado, en todas las acepciones posibles, el término esperanza. Efectivamente, es tiempo de esperanza. Aprendí de Ernst Bloch y así lo escribí hace muchos años, que el gran valor de la esperanza es el ofrecimiento de ser activos en la búsqueda de lo que deseamos, porque lo que esperamos todavía no ha llegado y, además, nos interesa, nos hace libres. En cualquier nivel, en cualquier proyecto, en cualquier deseo: frente al principio materialista de Marx de que la realidad social determina la conciencia del hombre, Bloch presenta a la conciencia individual de cada persona como determinante de la historia y de su historia, enfrentándose cotidianamente con la insatisfacción humana vivida en necesidad y negación. Por ello, cada persona lucha por alcanzar su plenitud. El hecho es que todavía no la ha alcanzado. Esta «hambre cósmica» se experimenta en el deseo de alcanzar un sentido pleno de la vida. Es como la ilusión que yo tenía cuando era niño y construía los juguetes en mi pensamiento hasta que llegaba el día señalado y lo alcanzaba. Más o menos igual: “La superación del conflicto, aquí y ahora, es posible” (a partir de aquí voy a citar entrecomilladas y en cursiva palabras literales de los dos comunicados de ETA, anunciado el alto el fuego, en clave real y positiva). Hambre de paz.

Mientras que sepamos, como diría Bloch, que ya es una realidad la voluntad de construir un “nuevo marco” de relación, pero que todavía no es posible cantar a los cuatro vientos que las paz es real, es decir, mientras que sigamos soñando con el juguete completo de nuestra infancia, no roto, podemos estar seguros que los responsables de que nos lo traigan, siendo personas buenas, como se nos pedía entonces, cumplirán su palabra. ¿Por qué?. Porque la decisión de cómo queremos ser y estar en el territorio vasco, español, europeo, mundial, debe corresponder a la ilusión de cada ciudadana y ciudadano: “La decisión que los ciudadanos vascos adoptemos sobre nuestro futuro deberá ser respetada”. 

Un escritor del que aprendo permanentemente el lenguaje de la concisión, autor del cuento más breve del mundo, Augusto Monterroso, lo diría así: cuando despertamos, después de entrar en vigor el alto el fuego de ETA, la esperanza todavía estaba allí… En definitiva, algo expresado en el comunicado: “superando el conflicto de largos años y construyendo una paz basada en la justicia”. Aunque hiciera, por esta vez, más largo el cuento, pero basado en una realidad que nos permite creer en que la paz, ahora, sí es posible.

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En Sevilla, cerca del pueblo vasco y de las víctimas de cualquier terrorismo, a 23 de marzo de 2006, cuando ya solo faltan tres horas para que se cumpla la primera parte de un sueño legítimo en beneficio de la humanidad y de los que creen en el “principio esperanza”.

Los ultrasociales

Desde el miércoles estoy buscando razones de ser a esta afirmación del primatólogo Josep Call, experto español en estudios comparados entre los simios y los seres humanos: “Los chimpancés son muy sociales, pero los humanos se distinguen de otros primates en que son ultrasociales”. Sin embargo, también había manifestado en la misma conferencia pronunciada en Barcelona, el 14 de marzo, que cuando se realizó una prueba de conversación hace unos años en el Centro de Investigación del Lenguaje de Atlanta (EE UU) con un simio que se comunicaba a través de un ordenador, el resultado fue decepcionante: «Se vio que a los chimpancés no les interesa para nada conversar y sólo usan el modo imperativo, para pedir zumo o comida».

La verdad es que de nuevo salta a la opinión pública la eterna dialéctica del creacionismo y el evolucionismo. Siempre me ha interesado sobremanera el estudio del ser humano. Soy antropólogo por vocación, aunque también ha sobrevolado sobre mi cabeza la eterna duda –más bien afirmación- del rabino jasidista Bunam de Przysucha: pensaba escribir un libro cuyo título seria «Adán», que habría de tratar del hombre entero. Pero luego reflexioné y decidí no escribirlo. Estas experiencias del profesor Call me han llenado la vida de nuevo, me han pre-ocupado (el guión no es inocente) con nuevos interrogantes y me ponen sobre la mesa las eternas preguntas sobre la primera maravilla del mundo: el cerebro humano. Los humanoides, que son legión, siguen sorprendiéndonos con reacciones de comprensión inmediatamente anteriores al “salto” del lenguaje. La mano abierta, con la palma hacia arriba, es un gesto de hambre, necesidad de comer algo, en el mundo de los primates. Pero la cognición voluntaria, es decir, la decisión de cómo voy a pedir de comer es una superestructura del conocimiento que solo corresponde a la especie humana. Es más, la construcción mental de qué va a ocurrir con la comida, la decisión de comer solo o acompañado, poner la mesa, rodear de encanto personal con objetos y palabras el acto de comer es lo que nos sigue volviendo locos a los que nos gusta investigar su por qué.

Agradezco a Josep Call que siga trabajando en el Instituto Max Planck de Antropología de la Evolución de Leipzig. Está demostrando a través del lenguaje cómo desde España y desde Cataluña, su país natal, un ser humano puede volver a su territorio natural a contarnos cómo a los chimpancés, por mucho que nos empeñemos, no les gusta conversar. Pasa como en los tiempos que corren, donde en todos los terrenos sociales, políticos, empresariales, universitarios, familiares, nos esforzamos en hablar porque nos aterra la soledad. Quizá porque cuando el chimpancé dio el salto a la humanización se dio cuenta de que después de tantos años era necesario un primer motor inmóvil (Aristóteles), algunos lo llaman Dios ó deidad, que justificara la puesta en marcha de la maquinaria del mundo y que permitiera a las células controladas por el cerebro articular sonidos estructurados de necesidad y deseo consciente para que nos entendiéramos. La experiencia de Atlanta refuerza una tesis emocionante. Si algo califica de humanidad a la mujer y al hombre es la capacidad de comunicarse. A pesar de los tiempos que corren que incluso nos impiden mirarnos a la cara para decirnos algo.

Mientras, voy a leer de nuevo un libro de mi mesilla de noche que recomiendo: “El arte de callar”, del abate Dinouart (Editorial Siruela). Se llamaba exactamente José Antonio Toussaint Dinouart (¡qué casualidad!). Quizá entienda mejor ahora al chimpancé de Atlanta que a los que, a menudo, me tiran de la lengua porque no respetan a las personas. Como se dice en Andalucía: “tú ya sabes…”. Claro, es que no son ultrasociales.

Nota: El título original del libro es “El arte de callar, principalmente en materia de religión” (1771). Inteligente aclaración del editor.

Sevilla, 18/III/2006