Volar, volar, volar…

Dedicado a los familiares, amigas y amigos de las personas que fallecieron en el accidente del avión de Spanair, de 20 de agosto de 2008. Para construir, en medio de una ceremonia de confusión de opiniones de todo tipo que saturan la inteligencia humana y digital.


Paisaje con la caída de Ícaro, Pieter Brueghel el Viejo, c.1558, Museos reales de Bellas Artes de Bélgica, Bruselas.

Desde hace millones de años, el ser humano ha visto volar a los pájaros y esa imagen se ha grabado en el cerebro de cada mujer, de cada hombre, de nuestros antepasados, formando un archivo documental de millones de imágenes que se han perpetuado en la genética neuronal, creando millones de archivos en hipocampos humanos, en caballos encorvados que se asemejan a los que surcan las profundidades submarinas. Un día, el ser humano quiso volar, surcar los cielos y se puso a ello. Podía ser.

Quizá, a través del pintor Brueghel, el Viejo, tenemos noticias de diversos momentos de la historia en que las personas quisieron estar cerca de los cielos, de Dios, echando a volar su imaginación, pasando en primer lugar, históricamente, por la tradición oral sobre los acontecimientos de Babel, donde se quiso tocar el cielo escalando hacia él. Y no se sabía volar, aunque hoy volvamos a Brueghel, desesperadamente: “La pasión por el cuadro de Brueghel [La construcción de la Torre de Babel (1563)] comienza a complicarse. Mucho más cuando entramos de lleno en el texto bíblico del libro del Génesis, 11, 1-9, del que extractamos pasajes que no tienen desperdicio para nuestra finalidad digital. El versículo de arranque es una realidad parcial hoy: “Todo el mundo era de un mismo lenguaje e idénticas palabras (…) Entonces se dijeron el uno al otro: “Ea, vamos a fabricar ladrillos y cocerlos al fuego” (…). Después dijeron: “Ea, vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en los cielos, y hagámonos famosos por si nos desperdigamos por toda la haz de la tierra”. Pero Dios decidió darse una vuelta por el mundo y, en concreto, por aquel sitio y dijo: “He aquí que todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje, y este es el comienzo de su obra. Ahora nada de cuanto se propongan les será imposible. Ea, pues, bajemos y una vez allí confundamos su lenguaje, de modo que no entienda cada cual el de su prójimo. Y desde aquel punto los desperdigó Yahvéh por toda la haz de la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por eso se la llamó Babel; porque allí embrolló Yahvéh el lenguaje de todo el mundo, y desde allí los desperdigó Yahvéh por toda la haz de la tierra”. No pudo ser.

Quizá sea el mito de Ícaro y Dédalo, desde la visión escéptica de Brueghel en su cuadro “Paisaje con la caída de Ícaro” (porque las personas tienen que seguir viviendo [arando y pescando…] a pesar de un acontecimiento tan importante como la caída de Ícaro al mar), el que resume de forma más profunda el fracaso humano de experimentar el vuelo libre por imitación, llegando al siglo XXI con necesidad de apoyos metálicos y electrónicos para alcanzar ese sueño. Ícaro, hijo del arquitecto Dédalo, fue encarcelado junto a su padre en Creta: “Dédalo consiguió escapar de su prisión, pero no podía abandonar la isla por mar, ya que el rey mantenía una estrecha vigilancia sobre todos los veleros, y no permitía que ninguno navegase sin ser cuidadosamente registrado. Dado que Minos controlaba la tierra y el mar, Dédalo se puso a trabajar para fabricar alas para él y su joven hijo Ícaro. Enlazó plumas entre sí empezando por las más pequeñas y añadiendo otras cada vez más largas, para formar así una superficie mayor. Aseguró las más grandes con hilo y las más pequeñas con cera, y le dio al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro. Ícaro, su hijo, observaba a su padre y a veces corría a recoger del suelo las plumas que el viento se había llevado, y tomando cera la trabajaba con sus dedos, entorpeciendo con sus juegos la labor de su padre. Cuando al fin terminó el trabajo, Dédalo batió sus alas y se halló subiendo y suspendido en el aire. Equipó entonces a su hijo de la misma manera, y le enseñó cómo volar. Cuando ambos estuvieron preparados para volar, Dédalo advirtió a Ícaro que no volase demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y no podría volar. Entonces padre e hijo echaron a volar. Pasaron Samos, Delos y Lebintos, y entonces el muchacho comenzó a ascender como si quisiese llegar al paraíso. El ardiente sol ablandó la cera que mantenía unidas las plumas y éstas se despegaron. Ícaro agitó sus brazos, pero no quedaban suficientes plumas para sostenerlo en el aire y cayó al mar. Su padre lloró y lamentando amargamente sus artes, llamó a la tierra cercana al lugar del mar en el que Ícaro había caído Icaria en su memoria. Dédalo llegó sano y salvo a Sicilia bajo el cuidado del rey Cócalo, donde construyó un templo a Apolo en el que colgó sus alas como ofrenda al dios”. No pudo ser.

Ahora, sabemos ya cómo se puede volar, nuestro cerebro permite elegir, pero solo “pareciéndonos” a las aves del Cielo, aquellas que vio Dios como “bueno” cuando las creó, a diferencia de la creación del ser humano. Aunque nunca hemos podido volar por nosotros mismos, el acto creador de la inteligencia humana, aquél que ya nos permite volar a nuestra manera, ser inteligentes para seguir viviendo, dice el cronista histórico que proporcionó una gran satisfacción al Creador (para cada una, para cada uno, dondequiera que esté ó quienquiera que sea): y vio Dios que muy bueno… (no solamente bueno). Pudo ser, aunque no conozcamos todavía el Paraíso que al fin y al cabo también buscaban Ícaro y los constructores de Babel, apasionadamente.

Sevilla, 27/VIII/2008

E la nave va…


Milo Manara (E la nave va…)

El pasado 24 de agosto inserté una nota final en el post dedicado al proceso de duelo, Duelo y cerebro, con ocasión del accidente del avión de Spanair, de 20 de agosto de 2008, en el que pedía disculpas por no poder insertar imágenes en los post. Hoy, cumpliendo con mi compromiso, comunico que ya se ha solucionado el problema existente, que se debía a una serie de permisos que no se habían activado por el proveedor después del cambio de versión del programa que sustenta este cuaderno de derrota… (¿recuerdas?). Y la nave, Isla desconocida, va…

Sevilla, 26/VIII/2008

Duelo y cerebro

El núcleo accumbens, principal estructura cerebral que interviene en el proceso de duelo (imagen recuperada, de http://thebrain.mcgill.ca/flash/i/i_03/i_03_cr/i_03_cr_que/i_03_cr_que.html, el 23 de agosto de 2008)

Desde el 20 de agosto, estamos asistiendo a un proceso de duelo permanente por las víctimas del accidente sufrido por el avión de la compañía Spanair, en el vuelo JK 5022. Todas las interpretaciones en torno al desgraciado suceso están rodeando los mecanismos de defensa del ser humano, centrados en el fenómeno de duelo, fundamentalmente el que protagonizan los principales afectados, es decir, los familiares y principales allegados de las personas que han fallecido en el mismo. También, el que desarrollan los profesionales que intervienen en grandes catástrofes, porque tienen que elaborar de alguna forma el retorno a lo vivido tan próximo y dar rienda suelta a los sentimientos y emociones que han experimentado y grabado en cada hipocampo personal e intransferible de forma tan dramática. El duelo es un proceso muy desconocido, con sede en una estructura cerebral, el núcleo accumbens, responsable de nuestras formas de reaccionar ante la separación radical, arraigadas en el cerebro primitivo desde hace millones de años, que en estos momentos, puede ayudar a todas y todos, conocerlo en profundidad, al identificarlo como cauce fisiológico del malestar y bienestar personal paradójico, al obtener la persona afectada determinadas recompensas físicas y psíquicas mientras que estamos instalados en él.

¿Por qué vivimos y experimentamos el duelo? Parto de la definición de duelo como proceso psicológico ante la pérdida de una persona, objeto o evento significativo, emocional y comportamental, en forma de sufrimiento y aflicción, cuando el vínculo afectivo se rompe (1). Este proceso psicológico, que se desencadena a raíz de un acontecimiento vital de muerte y desaparición, de separatidad, en definitiva, tiene una base cerebral de gran importancia para desentrañar su base neuronal en el núcleo accumbens que actúa a modo de interruptor cognitivo, sentimental y emocional para desencadenar una serie de comportamientos que se han descrito en la literatura neurocientífica actual del duelo.

Se han estudiado de forma muy rigurosa las diferentes fases del proceso que desencadena el duelo y su elaboración posterior, destacando personalmente el esquema de Bowlby, autor al que he seguido a lo largo de cuarenta años desde que estudié su concepto de “separatidad” (2):

“La fase 1, “fase de entumecimiento o shock”, es la fase temprana de intensa desesperación, caracterizada por el aturdimiento, la negación, la cólera y la no aceptación. Puede durar un momento o varios días y la persona que experimenta el duelo puede recaer en esta fase varias veces a lo largo del proceso de luto.
– La fase 2, “fase de anhelo y búsqueda”, es un periodo de intensa añoranza y de búsqueda de la persona fallecida, caracterizada por inquietud física y pensamientos permanentes sobre el fallecido. Puede durar varios meses e incluso años de una forma atenuada.
– La fase 3 o “fase de desorganización y desesperanza”, en la que la realidad de la pérdida comienza a establecerse, la sensación de sentirse arrastrado por los acontecimientos es la dominante y la persona en duelo parece desarraigada, apática e indiferente, suele padecer insomnio, experimentar pérdida de peso y sensación de que la vida ha perdido sentido. La persona en duelo revive continuamente los recuerdos del fallecido; la aceptación de que los recuerdos son sólo eso provoca una sensación de desconsuelo.
– La fase 4, “fase de reorganización”, es una etapa de reorganización en la que comienzan a remitir los aspectos más dolorosamente agudos del duelo y el individuo empieza a experimentar la sensación de reincorporarse a la vida, la persona fallecida se recuerda ahora con una sensación combinada de alegría y tristeza y se internaliza la imagen de la persona perdida”.

Indiscutiblemente, lo sucedido en el avión de Spanair, de nombre Sunbreeze (Brisa del Sol), ha contado con variables intervinientes que agudizan estos procesos por reunir factores múltiples de desconcierto centrados en el desconocimiento real de lo que ocurrió, cuestión que adquiere una importancia transcendental en estos procesos y que debe ser atendido con prioridad absoluta.

Desde el proceso de inteligencia digital, se ha descubierto recientemente, una base científica para “alojar” (valga la expresión) el duelo, en su fase complicada, en el núcleo accumbens, al llevar a cabo un estudio comparativo entre el duelo no complicado y el complicado (3), utilizando imágenes de Resonancia Magnética Funcional: “Hasta ahora, poco se sabía de los mecanismos neurales que distinguen ambos tipos de duelo, explican los investigadores en la revista especializada Neuroimage [(4)], pero se habían considerado algunos mecanismos hipotéticos, como la actividad relacionada con el dolor (con la angustia social por la pérdida) y la actividad relacionada con la recompensa (con los comportamientos de apego). Una de las investigadoras, la doctora Mary-Frances O’Connor, declaró para la publicación de la UCLA que, en lo que se refiere al mecanismo de recompensa, la idea es que, mientras nuestros seres queridos están vivos, obtenemos señales gratificantes cuando los vemos o cuando vemos objetos que nos los recuerdan. Tras la muerte de un ser allegado, los que se adaptan a la pérdida dejan de obtener esta recompensa neural. Por el contrario, los que no consiguen adaptarse, continúan anhelándola, porque cada vez que ven una señal del ser querido aún obtienen la recompensa neural correspondiente. Todo este mecanismo sucede a nivel inconsciente, es decir que el doliente no pone en ello ninguna intención. El estudio se centró en analizar si las personas que sufren de duelo complicado presentan una mayor actividad tanto en el circuito de recompensa del cerebro como en el circuito del dolor. Para ello, fueron analizadas 23 mujeres que habían sufrido la pérdida de sus madres o de alguna hermana como consecuencia del cáncer de mama”.

El resultado ha ayudado a localizar bien la reacción cerebral ante imágenes de los seres queridos que han fallecido, activándose de forma sustancial el núcleo accumbens, es decir, se ha demostrado que el dolor crea adicción porque esta estructura se activa al visualizar o recordar a los seres que se querían y que han fallecido. Se necesita en definitiva este recuerdo porque es lo “único gratificante”, aunque “El estudio respalda por tanto la hipótesis de que los apegos activan los circuitos de recompensa y pueden por tanto convertirse en una interferencia para la adaptación a las pérdidas. Es decir que, aunque la activación del núcleo accumbens no satisfaga emocionalmente a los dolientes, señala O’Connor, se convierte en una respuesta que hace aún más difícil de superar la realidad del fallecimiento”. Y la adicción al dolor “puede llegar a generar el anhelo recurrente de emociones dolorosas como la ansiedad intensa o el deseo de morir. Ahora, este síndrome ha sido definido por un conjunto de criterios empíricos y se está considerando su inclusión en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la American Psychiatric Association (Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos), el DSM-IV. Este manual consiste en una clasificación de los trastornos mentales con el propósito de proporcionar descripciones claras de éstos para facilitar sus diagnósticos”.

Ya sabemos la importancia de estos estudios de laboratorio con personas afectadas por procesos de duelo. El conjunto de neuronas que se recuestan cerca del sistema límbico, implicando la amígdala, el hipocampo y la corteza cerebral, se conoce como el “núcleo accumbens” (del verbo latino “accumbo”: recostarse, tenderse). Este núcleo cumple también una misión importante en el cerebro: obtener placer y mantenerlo el mayor tiempo posible, gracias a un neurotransmisor, la dopamina, que produce sentimientos y emociones de gozo como refuerzo ante determinados problemas que elabora la corteza prefrontal, con los que se encuentra en una experiencia tan traumática como la ocurrida en Barajas, llevándola a una proactividad encaminada a buscar continuamente actividades que permitan bienestar, bien-ser, en definitiva.

Una maravillosa función de esta estructura cerebral que nos hace más vulnerables ante desórdenes de la vida y de la muerte de seres queridos, pero que también está preparada desde hace millones de años para interactuar con otras estructuras y buscar quizá, desesperadamente, la felicidad robada en la propia vida.

Sevilla, 24/VIII/2008

(1) Navarro Serer, Mariano (2006). La muerte y el duelo como experiencia vital: acompañando el proceso de morir. Informació Psicològica (88), pág. 17.
(2) Flórez, S.D. (2002). Duelo. Anales del Sistema Sanitario de Navarra, 25 (3), 77-86.
(3) Martínez, Y. (2008). El duelo por la muerte de un ser querido puede volverse adictivo. Los recuerdos tristes activan las neuronas de los centros de recompensa del cerebro (recuperado de http://www.tendencias21.net/El-duelo-por-la-muerte-de-un-ser-querido-puede-volverse-adictivo_a2380.html, el 23 de agosto de 2008).
(4) O’Connor, M.F., Wellisch, D.K., Stanton, A., Eisenberger, N.I., Irwin, M.R. & Lieberman, M.D. (2008). Craving love? Enduring grief activates brain’s reward center. NeuroImage, Volume 42, Issue 2, 15 August 2008, p. 969-972.

NOTA: por problemas técnicos derivados de un cambio de versión en el programa sobre el que está soportado este blog, no es posible insertar imágenes, temporalmente, hasta su resolución. Pido disculpas sinceras a todas las personas que se aproximan a esta «Isla Desconocida», porque en un post como el que antecede es más fácil conocer la estructura cerebral correspondiente a través de la imagen adecuada, aunque los enlaces que introduzco en el texto puede ser una solución provisional. Informaré puntualmente cuando atiendan la solicitud que he formulado al proveedor de servicios de Internet donde tengo alojado el blog. Gracias.

El aquí y ahora del agua

“El progreso humano no es ni automático ni inevitable. El futuro ya está aquí y debemos enfrentar la cruda urgencia del ahora. En este acertijo constante que implica la vida y la historia, la posibilidad de llegar tarde existe. Podemos rogarle desesperadamente al tiempo que detenga su paso, pero el tiempo es sordo a nuestras súplicas y seguirá su curso. Sobre montañas de blancas osamentas y desperdicios de múltiples civilizaciones se observan las terribles palabras: Demasiado tarde”.

Martin Luther King Jr. (1967) “¿Qué rumbo tomamos ahora: el del caos o el de la comunidad?”

Con esta rotunda frase comienzo a desgranar el contenido aleccionador del último “Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008. La lucha contra el cambio climático: Solidaridad frente a un mundo dividido”, como corolario personal a mi visita a la Exposición de Zaragoza, con el eje temático de «Agua y desarrollo sostenible», dedicada a este recurso de indudable impacto en las vidas de las personas. Todavía más, en sus cerebros, tal y como lo desarrollé en un post específico, Agua y cerebro, que publiqué en este cuaderno digital en 2006 y en el que resaltaba un hilo conductor de especial relevancia para la inteligencia humana: “Existe una realidad irrefutable en el ser humano: su cuerpo está compuesto en un 60 por ciento de agua, el cerebro de un 70 por ciento, la sangre en un 80 por ciento y los pulmones en un 90 por ciento. Si se provocara un descenso de tan sólo un 2% de agua en el cuerpo se comenzaría a perder momentáneamente la memoria y de forma general se descompensaría el mecanismo de relojería corporal. Todo lleva a una reflexión muy importante: el agua nos permite ser inteligentes. Y la disponibilidad del líquido elemento en el planeta que habitamos es la siguiente: hay 1.400 millones de kilómetros cúbicos de agua, de los cuales el 97 por ciento es agua salada. Del 3 por ciento restante de agua dulce, tres cuartas partes corresponden a agua congelada en los Polos o a recursos inaccesibles que, por lo tanto, tampoco se pueden beber. Eso nos deja a los humanos cerca de un uno por ciento del total de agua en la Tierra para usar. Es decir, existe una descompensación en la situación y disponibilidad del uno por ciento mágico que permite desarrollar la inteligencia, todos los días”.

A propósito de esta reflexión, me llena de orgullo digital y compartido en la Noosfera, saber que esta cita se ha recogido en la Propuesta de reforma de la Constitución Nacional de Colombia para consagrar el derecho al agua potable como fundamental, mediante la convocatoria de un referendo, promovida por Ecofondo, “fondo ambiental democrático y participativo, sin ánimo de lucro, que canaliza recursos de cooperación internacional para medio ambiente. Conformado por un total de 152 organizaciones no gubernamentales, organizaciones comunitarias de base, instituciones de investigación, centros universitarios y organismos gubernamentales que desarrollan trabajo ambiental en Colombia, es la organización de organizaciones ambientales más grande del continente”.

Siendo esta realidad así, el Informe 2007-2008 alerta de nuevo sobre cuestiones sobre el agua que nos parecen lejanas pero que algún día no lejano, posiblemente en el aquí y ahora (el clásico hic et nunc) de cada una, de cada uno, pueden hacer muy próximas la sentencia de Martin Luther King, Jr.: ya es demasiado tarde: “Mientras los pobres viven en la Tierra dejando una huella ecológica apenas perceptible, soportan el grueso de las consecuencias de la gestión no sostenible de nuestra interdependencia ecológica. Hasta la fecha, los habitantes de los países desarrollados se han limitado a ajustar los termostatos, soportar veranos más largos y calurosos y observar cambios en las estaciones para hacer frente al cambio climático. Además, a medida que aumenta el nivel del mar, ciudades como Londres y Los Ángeles pueden enfrentar el riesgo de inundaciones, pero sus habitantes están protegidos por modernos sistemas de defensa. Por el contrario, cuando el calentamiento global altera los patrones climáticos en el Cuerno de África, significa la pérdida de cosechas y hambruna, o que las mujeres y las jóvenes deban dedicar largas horas del día a buscar agua”.

Y todo esto nos parece ruido de tambores lejanos, tomando conciencia del problema cuando en nuestras viviendas falta agua o se nos avisa que estamos en época de sequía. En la identificación de los cinco mecanismos clave de transmisión a través de los cuales el cambio climático puede paralizar y luego revertir el desarrollo humano, el agua es protagonista principal de la siguiente forma:

Producción agrícola y seguridad alimentaria.

El cambio climático afectará las precipitaciones, las temperaturas y el agua disponible para actividades agrícolas en zonas vulnerables.

Estrés por falta de agua e inseguridad de agua.

Los cambios en los patrones de escorrentía y el derretimiento de glaciares aumentarán el estrés ecológico, comprometiendo con ello el agua para fines de riego y asentamientos humanos. Otros 1.800 millones de personas podrían habitar en zonas con escasez de agua en 2080.

Aumento en el nivel del mar y exposición a desastres meteorológicos.

Los niveles del mar podrían aumentar rápidamente con la acelerada desintegración de los mantos de hielo. El aumento de la temperatura mundial en 3ºC o 4°C podría desembocar en el desplazamiento permanente o transitorio de 330 millones de personas a causa de las inundaciones. Este fenómeno podría afectar a más de 70 millones de habitantes de Bangladesh, seis millones en el Bajo Egipto y 22 millones en Viet Nam.

Ecosistemas y biodiversidad.

El cambio climático ya está transformando los sistemas ecológicos. Alrededor de la mitad de los sistemas de arrecifes de coral del mundo han sufrido “descoloramiento” como resultado del calentamiento de los mares. La creciente acidez del océano es otra amenaza a largo plazo de los ecosistemas marinos.

Salud humana.

Los países desarrollados ya están preparando sus sistemas de salud pública para enfrentar futuras crisis climáticas, tal como lo sucedido durante la ola de calor de 2003 en Europa y las condiciones más extremas durante los veranos e inviernos.


Escultura móvil de garrafas de plástico de la cúpula central. Expo Zaragoza 2008 – Pabellón El Faro, de iniciativas ciudadanas (Fotografía del autor)

Creo que he regresado de Zaragoza con alguna lección aprendida y aprovechando la oportunidad que nos brinda la Noosfera, sigo defendiendo en este medio la capacidad que nos brinda la inteligencia digital para tomar conciencia del doble uso del agua por la educación lamentable que se recibe sobre las realidades enunciadas anteriormente, tal como lo exponía en el post citado: “Hay que pensar fríamente que algo hay que hacer en relación con este fenómeno silente, en el que la inteligencia humana sufre sus consecuencias. Creo que a partir de la lectura de los datos facilitados por el documento citado [Informe sobre Desarrollo Humano 2006. Más allá de la escasez: Poder, pobreza y la crisis mundial del agua], puede ayudarnos saber que el agua tiene más valor que precio. Y la inteligencia digital puede hacer un hueco para abordar este problema si estamos de acuerdo en construir juntos una definición sobre la que estoy trabajando últimamente: capacidad y habilidad de las personas para resolver problemas utilizando los sistemas y tecnologías de la información y comunicación cuando están al servicio de la ciudadanía, es decir, cuando han superado la dialéctica infernal del doble uso”.

Utilizando un paralelismo, en este aquí y en este ahora, deberíamos desarrollar una actitud comprometida, unas habilidades responsables y un conocimiento adecuado de la realidad del agua en nuestro entorno más próximo, utilizando la inteligencia digital, es decir, los sistemas y tecnologías de la información y comunicación cuando están al servicio de la ciudadanía, es decir, cuando han superado la dialéctica infernal del doble uso, ofreciéndonos información adecuada y legítima, compartida, sobre el agua que diariamente se nos escapa entre nuestros dedos a pesar de su necesaria e imprescindible presencia en nuestros cerebros, en nuestra inteligencia personal e intransferible, que nos obliga a valorarla de una forma muy especial por ser una excelente fuente de vida.

Sevilla, 17/VIII/2008


Expo Zaragoza 2008 – Pabellón El Faro, de iniciativas ciudadanas (Fotografía del autor)

Nota: deseo dedicar este post, de forma especial, a todas las organizaciones no gubernamentales, personas, empresas, instituciones y asociaciones en general, que han hecho posible la construcción física y ética del Pabellón El Faro, de iniciativas ciudadanas, en Expo Zaragoza 2008. Una auténtica lección de oportunidad solidaria y de inteligencia digital, recordando todavía el momento emocionante de mi participación personal en el Proyecto Implícate, campaña para recoger firmas con destino al Presidente Zapatero, el Secretario General de ONU, Ban Ki Moon y el Presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, que exige hacer efectivo el derecho humano al agua potable y el saneamiento y la defensa de los ecosistemas.

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