A quién le puedo preguntar
Qué vine a hacer en este mundo?
Pablo Neruda, Libro de las preguntas (XXXI)
En este país hace falta publicar noticias positivas sobre mujeres, a los cuatro vientos. Es lo que ha hecho Ainhoa Arteta a través del disco que ha publicado recientemente con 11 canciones de espíritu y sobrenombre de mujer, Mayi, diosa de la mitología vasca. Figura en primer lugar una canción preciosa, La canción de Annie (John Denver), como homenaje a un amigo personal que murió hace dos años y que creyó en su voz cuando solo tenía dieciocho años, entregándole su dinero ahorrado para que pudiera aprender técnica de voz en Italia, sin contraprestación alguna. Un hombre bueno que la acompaña siempre en su persona de secreto.
Son pequeñas historias que ennoblecen el alma humana y el de la mujer, como en este caso concreto. Ainhoa es un ejemplo de superación continua que nos enseña cómo nos podemos levantar cuando caemos, con la ayuda de personas que existen a nuestro alrededor. A ella le pasó hace unos años, cuando en el mercado de la ópera perdió la voz en su alma de secreto, por las múltiples Traviatas, entre otras óperas, que tuvo que cantar por el imperativo categórico del mercado. Así de triste.
Estas situaciones conmueven los cimientos de la vida, su suelo firme, su ética. Lo aprendí hace muchos años en un libro muy recomendable de lectura de cabecera, el Eclesiastés, cuando se hace un homenaje al tiempo de vivir y de morir, sobre todo ante las tres grandes preguntas de la vida:
– ¿Qué gana el que trabaja con fatiga? o en otra variación sobre el mismo tema: ¿Qué saca cualquier persona de todo su fatigoso afán bajo el sol?
– ¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de vida de los animales desciende hacia abajo, a la tierra?
– ¿Quién le guiará a contemplar lo que ha de suceder después del tiempo de vivir?
O, simplemente, cuando como Ainhoa tienes que preguntarte cosas sobre el dilema del tiempo de cantar o del tiempo de silencio impuesto por la crueldad de la sociedad de mercado donde la voz se puede convertir también en mercancía.
Les dejo con John Denver y con Ainhoa Arteta, porque en la canción de Annie podemos entender bien que cuando un hombre y una mujer no se comprenden, puede surgir el diálogo a través de la palabra hecha música, con expresiones tan bellas como las que contiene esta canción, tal y como la compuso Denver en 1974 y la siente todavía hoy Arteta: Ven y déjame amarte / deja que te ofrezca mi vida. / Déjame ahogarme en tu sonrisa, / déjame morir en tus brazos. / Déjame reposar a tu lado, / déjame estar siempre contigo. / Ven, déjame amarte, / ven y ámame otra vez.
Es posible que comprendamos mejor que nunca el mensaje del Eclesiastés en tiempo de crisis y de preguntas sin respuesta, porque siempre es mejor hacerlas a otra persona, que fundamentalmente sea amiga o a maestros y maestras de la vida. La historia del ser humano ha demostrado que lo mejor es caminar juntos para avanzar en progreso personal y social cuando no entendemos nada de lo que está ocurriendo, cuando no encontramos respuestas a nuestras múltiples preguntas, porque si caemos o nos frustramos diariamente, siempre tendremos alguien al lado que nos levante cuando compartamos nuestro desconcierto en el terreno de las grandes preguntas. ¿Saben por qué? Porque la amistad es como la cuerda de tres hilos, que difícilmente se puede romper. El amor, igual. Es lo único que quizá pueda dar respuesta a los 74 capítulos de preguntas inquietantes que un día ya lejano hizo Pablo Neruda en un precioso libro póstumo sobre ellas.
Sevilla, 26/XII/2015