¡Es el diálogo (y el interés general)!

RESULTADO ELECCIONES-EL PAIS

Estamos viviendo días apasionantes en nuestro país, sobre todo con la percepción de que la democracia ha sido la gran triunfadora en las pasadas elecciones generales, que llegó a España con la Constitución de 1978 para quedarse definitivamente, aunque no para instalarse en ella sino adaptarse a lo que sea más conveniente para el interés general y así se decida por parte de todos. Pero ha llegado la hora del diálogo, porque el resultado de las citadas elecciones ha generado un mosaico o caleidoscopio de partidos y siglas que deben ponerse de acuerdo para gobernar decentemente y respondiendo a las diversas ideologías implícitas y explícitas de cada programa de partido al haberse acabado las mayorías absolutas y estar abocados a un Congreso de consenso.

En este marco comparable, he recordado algo que se decía de forma machacona en la campaña presidencial de Clinton, de 1992, para que se instalara en los cerebros de la ciudadanía americana y, por extensión, mundial: “es la economía, estúpido” (the economy, stupid), esa es la solución. Nada más. Y a estas alturas de la última película de la traída y llevada crisis, que tuvo un comienzo de infeliz recuerdo en 2008, a la americana, estamos todavía en el filo cortante de la navaja, de la existencia, sin saber a estas alturas si hay camino hacia alguna parte, desconcertados a nivel mundial, europeo y español. Por este motivo, no quiero callarme en estos tiempos difíciles, de tanta desazón, como los lugareños de las últimas escenas de una película extraordinaria, La lengua de las mariposas, presa del terror de la indecencia, con silencio cómplice, ante la cordada de personas dignas, que piensan de forma diferente, que creen por encima de todo en el diálogo y en el interés público, general, en lenguaje constitucional que tanto nos une.

Creo que sobre todo, la solución pasa por respetar el interés general de la ciudadanía, del pueblo, de la gente. Y con la sombra de aquella enigmática frase de Lenin, ¿qué hacer?, en la que crecí en tiempos de una España difícil, creo que cada líder político llamado a poder presidir este país, como símbolo de la auténtica democracia, debe iniciar y mantener diálogos permanentes para llegar a consensos que permita iniciar la legislatura con acuerdos viables y representativos de una España diferente, que ya no es de dos sino de muchos. De esta forma, cada persona, sola o acompañada, siguiendo el ejemplo de sus políticos de cabecera o sensatos hasta límites insospechados, podrá trabajar por otro mundo mejor, porque es posible, dialogando sin límite alguno, sin esperar que el telediario, las noticias a través de diferentes medios, o las opiniones de barra de café, vengan a solucionar los problemas acuciantes que atraviesan España, Andalucía, las familias andaluzas, por hablar de lo más próximo en el espacio y tiempo postelectoral. Pero ¿qué hacer?

Lo escribí ya en 2012, casi antes de ayer, al comienzo de la crisis que estamos arrastrando hasta hoy: “Lo primero, tomar conciencia de que no existen recetas maravillosas, ni bálsamos de Fierabrás, para luchar contra los molinos de viento que azotan la economía doméstica, para empezar, pero no de la misma forma a todos, es decir, hay que tomar conciencia de que universalizar la bondad o la maldad, la riqueza o la pobreza, no es el camino a andar. Nunca, nunca, porque la realidad es personal e intransferible, siendo la responsabilidad personal primero y la colectiva después, en todos los casos, la que nos permitirá salir del fango económico y financiero en el que estamos instalados. Hay que recuperar de forma urgente, casi crítica, la lucha por los valores fundamentales de las personas, cada uno en su sitio, ya seamos ciudadanos de a pie o administradores públicos, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, con ejemplos muy sencillos, de las pequeñas cosas de cada día: honradez en el cumplimiento de los deberes personales, familiares y laborales, hasta en sus últimas consecuencias, los deberes derivados del cumplimiento del trabajo bien hecho, no chapucero, tan habitual ya; los deberes fiscales, plantando cara ante el escaqueo fiscal, colectivo, como por ejemplo el fraude del IVA, en una pregunta instalada en la sociedad civil y admitida como normal: ¿factura con IVA o sin IVA?; plantar cara a los alardes de cómo engañar a la Hacienda Pública, porque la sangría del empleo sumergido hunde de forma comparativa a las personas dignas, que trabajan muy bien todos los días, pero que asisten a un continuo espectáculo de café para todos y de servicios sociales, sanitarios y educativos que no se financian de aire sino que necesitan de la participación económica ciudadana, cuando algunas personas no los merecen, porque no participan para nada en la construcción social de una familia, trabajo, barrio o comunidad mejor, a través de los impuestos, sino que asiste desde su sillón particular al diseño de un mundo imposible, sencillamente porque no existe. Eso sí, porque solucionarlo es la responsabilidad de otros, siempre”.

Y ante un programa de gobierno de consenso, tal y como lo han ordenado las urnas, surge una pregunta obvia: ¿tengo yo que hacer algo en esta situación o sigo confiando en que esta situación la resuelvan solo los políticos, los de arriba?, ¿no tendré yo alguna parte de esa responsabilidad en lo que está pasando por acción u omisión? ¿Qué hacer? Para empezar, exigir este diálogo, pero de forma celular, activa y ejemplar, con generosidad absoluta y amplitud de miras hacia los que tienen la mayor pobreza que existe: no ser dueños de su inteligencia para pedir, denunciar y obtener lo que es legítimo para ser personas, para exigir ese diálogo de nuestros mayores políticos a los que hemos confiado nuestro voto. Porque si hay dignidad personal y colectiva, pública y privada, habrá trabajo, control de la corrupción, programas políticos sensatos y que den respuesta a las problemáticas sociales actuales, dado que las ideologías y las economías no son inocentes y los Gobiernos tampoco. Hay que tener claro también y defenderlo a los cuatro vientos que no todos somos o son iguales en el Gobierno en la calle más próxima y que no se debe confundir valor y precio, como hace todo necio. Lo que hay que hacer con urgencia es desenmascarar a las personas indignas, cualquiera que sea el lugar que ocupen en la sociedad, arriba o abajo, en la derecha, en el centro o en la izquierda de cada persona.

¿Qué hacer? Creer en el interés público, el general, en el que tanto insiste la Constitución actual, por encima del personal o el de partido con siglas concretas: es la única solución, aunque haya que cambiar cuestiones vitales en el desarrollo actual de la misma, porque si nos podemos salvar todos, siempre será mejor que uno solo, o unos pocos, sobre todo aquellos que mueven los hilos de la marioneta mundial de la economía de mercado, a través del rating, de las primas de riesgo, de los bancos malos de remate, etcétera, etcétera. Solidaridad frente a codicia. Interés público, general, para salvar la situación del empleo, de la educación, salud y servicios sociales para todos los que lo necesiten, no solo para los que puedan acceder a ellos con privilegios o porque puedan pagarlos.

En definitiva, frente a los mercados implacables, simbolizado en aquellas palabras de la campaña de Clinton y sus adláteres actuales, hay que gritar muy fuerte: “Es el diálogo, el interés público”. Sin más. Y sin insultar como lo hicieron ellos, como lo hacen todavía en el momento actual, creyendo que la malla mundial de personas que habitan el planeta Tierra o, por extensión, España, es tonta. O estúpida, como creían en 1992 y creen muchos todavía hoy.

Sevilla, 24/XII/2015

NOTA: la imagen se ha tomado de El País, el 21 de diciembre de 2015: http://resultados.elpais.com/elecciones/generales.html

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