No necesitan los negros hablar como los blancos. En todo caso, tenemos que estar agradecidos los blancos porque fueron ellos, los negros, los que nos enseñaron a hablar hace ya 50.000 años. He leído con atención una noticia sobre un hashtag que ha revolucionado las redes sociales, #Silosnegroshablasencomolosblancos,(Jade (@supremenyx) que me ha recordado un proceso científico que sigo muy de cerca: el lenguaje nació en África, confirmándose por el descubrimiento del hueso hioides que facilita hablar, habiéndose dado este paso tan importante de la evolución humana en ese continente tan desconocido y al que tanto debemos: «Hoy comienza a saberse que a través del ADN de determinados pueblos distribuidos por los cinco continentes, el rastro de los humanos inteligentes está cada vez más cerca de ser descifrado. Los africanos, que brillaban por ser magníficos cazadores-recolectores, decidieron hace 50.000 años, aproximadamente, salir de su territorio y comenzar la aventura jamás contada. Aprovechando, además, un salto cualitativo, neuronal, que permitía articular palabras y expresar sentimientos y emociones. Había nacido la corteza cerebral de los humanos modernos, de la que cada vez tenemos indicios más objetivos de su salto genético, a la luz de los últimos descubrimientos de genes diferenciadores de los primates, a través de una curiosa proteína denominada “reelin”.
Por esta razón, he recuperado un artículo que mantiene su frescura, Inteligencia africana: una deuda histórica mundial, a pesar del tiempo transcurrido desde que lo escribí. Me sumo al movimiento social a través de las redes que ha propiciado el tuit de esta estudiante francesa de 19 años. Necesito explicarlo con más palabras que las que permite un tuit, pero cada uno tiene su compromiso en el mundo Internet. En mi caso, a través de este post, con más palabras, en un blog que desea ser consecuente con su compromiso intelectual descrito en su título: el mundo sólo tiene interés hacia adelante, pronunciada por Pierre Teilhard de Chardin, un descubridor de otra forma de explicar el punto alfa y omega de la aparición del ser humano en el mundo.
Sevilla, 24/II/2016
NOTA: imagen recuperada de El País, el 24 de febrero de 2016: http://elpais.com/elpais/2016/02/22/planeta_futuro/1456143517_583170.html
Inteligencia africana: una deuda histórica mundial
He leído con atención científica la controversia que ha surgido en torno a las manifestaciones recientes de James Watson, codescubridor de la estructura del ADN y premio Nobel, en The Sunday Times: «Todas nuestras políticas sociales se basan en el hecho de que su inteligencia [de los africanos] es igual que la nuestra, cuando todas las pruebas indican que realmente no es así». Y sabemos que ante el clamor mundial, se ha disculpado, en esta ocasión, en The Independent diciendo: «No es un debate acerca de la superioridad o inferioridad, sino acerca de la búsqueda y comprensión de las diferencias, de por qué algunos son grandes músicos y otros grandes ingenieros».
Estas palabras se han pronunciado en los prolegómenos de la presentación de su último libro de memorias en el Reino Unido, “Evitar aburrir a la gente: lecciones de una vida de ciencia”, donde se manifiesta en torno a la relación inteligencia-raza y hace un guiño a la célebre conferencia del ex presidente de la Universidad de Harvard, “Larry” Summers, en la que sugería que la escasa presencia femenina en las carreras de ciencias se debía a diferencias innatas entre ambos sexos, algo que Watson califica como “una teoría impopular pero no infundada”. Este hecho lo recogía también, personalmente, en un post que a tal efecto escribí en este cuaderno el 28 de enero de 2007, Cerebro y género: materia blanca contra materia gris, con una interpretación que puede ser de gran interés recuperar en esta ocasión: “Es una verdad histórica, pero no científica que los hombres tienen más materia blanca que las mujeres, porque “ellas” tienen más materia gris. Y eso “los hombres” no lo pueden aguantar: cómovaasereso, todo seguido, como dando más fuerza al grito de desesperación biológica, sobre algo aprendido desde la tierna infancia para gran desconsuelo de la realidad humana de todos los días. Pero, ¿qué se quiere decir con manifestaciones grotescas de la materia gris, algo más conocida, o sobre la supremacía de la materia blanca? Y Lawrence “Larry” Summers, el Presidente de la Universidad de Harvard, vino el 14 de enero de 2005 a reforzar estas ideas, echando leña al fuego, cuando aportó reflexiones científicas en relación con el progreso más lento de las mujeres en las ciencias y las matemáticas, en la conferencia titulada «Remarks at NBER Conference on Diversifying the Science and Engineering Workforce» (1), porque “podría deberse a diferencias innatas entre los sexos”. Vemos que el horno cerebral, en definitiva, no está para bollos.
Y en el mismo post, relacionado en ese momento con la problemática de género, señalaba la importancia también de los contextos sociales que de forma muy pormenorizada trato en mi libro sobre “Inteligencia digital”, en una dialéctica tan radical como establecer comparaciones fuera de contexto del paradigma “nacer blanco ó nacer negro, esa es la cuestión”: “Es muy difícil, en el contexto enunciado, echar culpas a las diferentes sustancias presentes en el cerebro humano, para identificar comportamientos que están cargados muchas veces de meras ideologías. Es verdad que nacemos con determinación sexual y con componentes que están asociados a una configuración corporal derivada de sustancias químicas que llegan a conformar una forma de ser en el mundo. Pero la necesidad de mantener en buen estado el cableado del cerebro es fruto de la conjunción indisoluble e interactiva de la sustancia gris y blanca en cada ser humano, con posibilidades ingentes de que la vida proporcione o no las posibilidades ocultas del carné genético. Y de ello sabemos todavía más bien poco. Ahí radica la belleza de la investigación: porque sabemos que está todo en la sede de la corteza cerebral, aunque todavía no lo hayamos descubierto. Y eso que todavía no hemos explicado la función de una tercera sustancia de funciones atractivas: la sustancia negra. Para algunos, “la que faltaba”, porque sabemos que como parte de la sustancia gris, con aspecto de media luna, contiene melanina, que le proporciona el color oscuro, siendo responsable de neuronas donde juega un papel fundamental un neurotransmisor, la dopamina, cuyo déficit o hiperactividad nos hace enfermar siendo jóvenes ó mayores, a través de la esquizofrenia o el Parkinson”.
Y ante los interrogantes y justificaciones de Watson para recoger los platos rotos de sus desafortunadas manifestaciones en la prensa británica, sobre el debate que desea plantear acerca de “la búsqueda y comprensión de las diferencias, de por qué algunos son grandes músicos y otros grandes ingenieros», la respuesta no está en el viento: las posibilidades de las inteligencias múltiples son una realidad científica en el cerebro humano, respetando los contextos en los que se crea, desarrolla, vive, sufre y ama un ser humano. He estudiado a fondo la teoría de Howard Gardner, conozco bien sus éxitos y sus limitaciones, pero es muy convincente desde la investigación humana en el laboratorio de la vida, el más complejo. Así lo escribí en mi Tesis Doctoral (no publicada): “Howard Gardner, el precursor de las inteligencias múltiples que nos abre hoy las puertas a un nuevo planteamiento de inteligencia digital, de gran impacto social, hizo una manifestación en su presentación de la teoría científica de las inteligencias múltiples en los siguientes términos: “Es de la máxima importancia que reconozcamos y alimentemos toda la variedad de inteligencias humanas y todas las combinaciones de inteligencias. Somos tan diferentes entre nosotros, en gran parte, porque todos tenemos diferentes combinaciones de inteligencias. Si llegamos a reconocer esto, pienso que, como mínimo, tendremos una oportunidad mejor de enfrentarnos adecuadamente a los muchos problemas que se nos presentan en el mundo. Si podemos movilizar toda la gama de habilidades humanas, no sólo las personas se sentirán más competentes y mejor consigo mismas, sino que incluso es posible que también se sientan más comprometidas y más capaces de colaborar con el resto de la comunidad mundial en la consecución del bien general. Tal vez, si podemos movilizar todas las inteligencias humanas y aliarlas a un sentido ético, podamos ayudar a incrementar la posibilidad de supervivencia en este planeta, e incluso contribuir a nuestro bienestar”.
Mi visión de la inteligencia digital, como “capacidad de las personas para resolver problemas utilizando los sistemas y tecnologías de la información y comunicación cuando están al servicio de la ciudadanía”, viene a corroborar esta visión de las inteligencias múltiples del profesor Gardner, que he recogido expresamente en mi libro anteriormente citado: “La teoría de las inteligencias múltiples nace en el contexto de la crisis conceptual, teórica y práctica del uniformismo inteligente y de su correspondiente evaluación. Para Gardner, la inteligencia es un conjunto de habilidades, talentos o capacidades mentales, que se organiza a la luz de los orígenes biológicos de cada capacidad para resolver problemas, en un determinado entorno cultural, con una operación nuclear identificable (sensibilidad para entonar bien, por ejemplo) y que se debe codificar en un sistema simbólico (el lenguaje, la pintura y las matemáticas, entre otros). A través de las investigaciones llevadas a cabo, Gardner propone la taxonomía de ocho inteligencias diferentes (últimamente afirma que ya se debería hablar de ocho inteligencias y media, al incluir la supranatural como la capacidad de los seres humanos de hacer preguntas fundamentales acerca de la existencia. La razón por la cual yo considero que ésta es una media inteligencia es porque aún no tenemos evidencia desde el punto de vista neurológico de su existencia (Gardner, 1996), no aisladas entre sí, trabajando en concierto: musical, cinético-corporal, lógico-matemática, lingüística, espacial, naturalista, la interpersonal e intrapersonal, siendo estas dos últimas las que propongo de un marcado interés para el análisis de las habilidades sociales en el mundo actual: la inteligencia interpersonal es la capacidad para entender a las otras personas: lo que les motiva, cómo trabajan, cómo trabajar con ellos de forma cooperativa… La inteligencia intrapersonal, el séptimo tipo de inteligencia, es una capacidad correlativa, pero orientada hacia dentro. Es la capacidad de formarse un modelo ajustado, verídico, de uno mismo y de ser capaz de usar este modelo para desenvolverse eficazmente en la vida. La inteligencia interpersonal permite comprender y trabajar con los demás, mientras que la inteligencia intrapersonal permite comprenderse y trabajar con uno mismo. No es ajena a esta investigación la problemática derivada de la continua búsqueda de la mejor definición de inteligencia, cuestión que no se puede simplificar y que supone pronunciarse sobre unas formas de entender la investigación y que pueda servir de contexto a este libro. En algo si se está de acuerdo en la comunidad científica ante un término tan complejo: la inteligencia es la capacidad de captar relaciones complejas y de resolver problemas en un contexto útil… Las demás cuestiones relacionadas con ella –sus bases neuronales y de cálculo, su origen, su cuantificación- siguen estando abiertas, son discutibles y en algunos casos tienen ramificaciones incluso políticas (Yam, 1999)” (2)
Hechas estas reflexiones y poniendo a cada persona en su sitio (diversas asociaciones científicas y de derechos humanos ya lo han hecho), quiero manifestar que no me gusta criminalizar las situaciones de debilidad de los seres humanos, como la manifestada por Watson en esta entrevista, a pesar de sus provocaciones históricas, detestables y muy controvertidas. Su inteligencia, compartida con Crick y Wilkins, al recibir el Premio Nobel en 1962, por sus aportaciones trascendentales sobre el ADN, como larga molécula formada por dos hélices enrolladas sobre sí mismas, en la que moléculas de azúcar y fosfato forman las hélices, y pares de bases nitrogenadas enfrentadas y unidas por dos puentes de hidrógeno mantienen unida la estructura, ha permitido conocer a fondo, también, las bases moleculares de la inteligencia. Y es justo reconocer que su descubrimiento aportó una de las grandes tesis para nuestra investigación compartida con otros científicos: la biología se puede explicar de un modo químico estándar, situando a la biología molecular como el centro en la explicación de los sistemas vivos, es decir, hay que concluir definitivamente en que casi todos los aspectos de la vida están gestionados a nivel molecular: «El ADN es una molécula mucho menos sofisticada que una proteína evolucionada y por esta razón revela sus secretos más fácilmente. No podíamos saberlo por adelantado: sólo fue cuestión de suerte tropezar con una estructura tan bella» (Qué loco propósito. Francis Crick, 1988).
La inteligencia, hoy por hoy, no tiene color. La conjunción de blancos, grises y algunas veces, negros, atribuida a las materias que conforman el cerebro, sigue dándonos muchos quebraderos de cabeza. Sobre todo, porque tenemos que estar muy agradecidos al continente africano y doloridos al mismo tiempo por la muerte letal que les rodea entre enfermedades (sida), esclavitud histórica y de nuevo cuño en pateras, guerras fratricidas y con una deuda histórica mundial: “hace doscientos mil años que la inteligencia humana comenzó su andadura por el mundo. Los últimos estudios científicos nos aportan datos reveladores y concluyentes sobre el momento histórico en que los primeros humanos modernos decidieron abandonar África y expandirse por lo que hoy conocemos como Europa y Asia. Hoy comienza a saberse que a través del ADN de determinados pueblos distribuidos por los cinco continentes, el rastro de los humanos inteligentes está cada vez más cerca de ser descifrado. Los africanos, que brillaban por ser magníficos cazadores-recolectores, decidieron hace 50.000 años, aproximadamente, salir de su territorio y comenzar la aventura jamás contada. Aprovechando, además, un salto cualitativo, neuronal, que permitía articular palabras y expresar sentimientos y emociones. Había nacido la corteza cerebral de los humanos modernos, de la que cada vez tenemos indicios más objetivos de su salto genético, a la luz de los últimos descubrimientos de genes diferenciadores de los primates, a través de una curiosa proteína denominada “reelin” (3).
Sevilla, 22/X/2007
NOTA: la imagen es un fotograma de la película española “El negro que tenía el alma blanca”, 1927 (dir. Benito Perojo), muda. Fuente: Gubern, Román: Benito Perojo. Pionerismo y supervivencia. Madrid: Filmoteca Española, 1994. Pág. 127.
(1) Las siglas NBER corresponden a The National Bureau of Economic Research, con sede en Cambridge, Massachusetts MA.
(2) Cobeña Fernández, J.A. (2007). Inteligencia digital. Introducción a la Noosfera digital, p. 115s.
(3) Cobeña Fernández, J.A. (2007), ibídem, p. 15-28.
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