Tal es mi búsqueda / Seguir la estrella / Poco me importan mis posibilidades / Poco me importa el tiempo / O mi desesperación / Y luego luchar siempre / Sin preguntas ni descanso / Condenarse / Por el oro de una palabra de amor
Jacques Brel, La quête (La búsqueda)
Se celebra este año el cuarto centenario de la muerte de Cervantes y es un clamor unánime la frialdad institucional ante esta celebración que debería ser un referente mundial de la cultura de nuestro país. Es un ejemplo palpable de la consideración política de la cultura enmarcada en el macrocosmos del recorte, donde una vez más se confunde valor y precio.
No quiero participar de este silencio cómplice y he decidido tomar una iniciativa que tendré presente a lo largo del año. Consiste en volver a leer El Quijote, de principio a fin, en una edición muy cuidada que se publicó en 2004 por la Real Academia Española, con motivo del IV Centenario de su primera impresión en Madrid, por Juan de la Cuesta. De esta lectura surgirán reflexiones en este blog que sigue buscando siempre islas desconocidas. Asimismo, pasando por el túnel del tiempo, voy a viajar en esta aventura a través de Twitter con el hashtag #EnUnLugarDe, en el que cada persona que lo etiquete podrá comprometerse a estar cerca de Cervantes desde su lugar de descubrimiento del mismo, en la forma que mejor estime, pero participando en la universidad popular que lee en zapatillas a este gran maestro de la literatura universal, tal y como le gusta concebirla a Michel Onfray.
Hoy vuelvo a leer las primeras palabras del prólogo del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha: «Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse», escuchando de fondo a Jacques Brel, en una actuación memorable encarnando a Don Quijote en el Teatro de los Campos Elíseos de París, en el contexto social de mayo del 1968, cantando La quête. Hizo una interpretación muy personal de la comedia musical El Hombre de la Mancha, donde dejó muy claro que aún es posible soñar cabalgando en un rocinante muy particular, quizá la carabela de Saramago en La Isla Desconocida, que nos conduce todavía hoy a buscar caminos o surcar mares en el terreno de la pregunta. Probablemente, en una sana locura quijotesca de compromiso social, porque a pesar de todo hay que seguir la estrella, el oro de una palabra de amor, como le ocurría a Alonso Quijano, el Quijote que puede nacer hoy en el lugar en el que cada uno vive.
Sevilla, 26/II/2016