La mejor historia

Vivimos entretenidos en pequeños mundos desconcertantes en los que muchas veces necesitamos descubrir las mejores historias para comprender la forma de ser y estar en el mundo. En el siglo de la hiperinformación, en el que vivimos a diario, no es fácil encontrar relatos que nos conmuevan, una palabra llena de sentido porque cuando nos enfrentamos a esta realidad descubrimos que las mejores historias nos perturban, inquietan, alteran; nos provocan situaciones placenteras que consuelan a la persona de secreto con fuerza y eficacia, afectando de lleno los sentimientos y emociones.

Me ha ocurrido con el descubrimiento de un relato precioso, Su mejor historia, de la directora británica Lone Scherfig, una película que no pasa desapercibida para quien sigue y persigue la función social del cine. Su sinopsis oficial deja claro su objetivo: durante la II Guerra Mundial, una compañía de cine de Londres recibe el encargo de hacer una película optimista para levantar la moral de la población, con objeto de contrarrestar la presión de la propaganda alemana y la ausencia de hombres, porque están en el frente. Necesitan que la historia tenga un «toque femenino» y deciden incorporar a una mujer al extravagante grupo de guionistas. Así llega la gran oportunidad para Catrin Cole, una joven secretaria que se convierte en una pieza esencial para crear una gran película e inspirar a toda una nación.

He leído en una crítica reciente algo que caracteriza el canto a la mujer diferente que se muestra en el hilo conductor de esta excelente película, en un mundo diseñado siempre por hombres: “No se trata de una película a la que podamos calificar de manera rotunda como feminista, pero sí que en ella la directora nos ofrece perspectivas que no suelen ser habituales cuando las historias están en manos masculinas. En este sentido, cabe señalar la mirada crítica y hasta irónica que realiza sobre los héroes masculinos de la pantalla, las reivindicaciones de un mayor protagonismo de los personajes femeninos en historias en las que habitualmente ellas no eran las heroínas o la complicidad con una protagonista que en medio de un contexto tan brutal –la sociedad de los años 40 atravesada por los horrores de la guerra– lucha por ser ella misma, por ser la dueña de su destino y por hacerse valer y reconocer por sus méritos y capacidades. Y por supuesto que hay historia de amor, pero una historia en la que vemos cómo ella intenta en todo momento mantener las riendas y a la que incluso vemos hasta cierto punto resistirse cuando no tiene muy claro si merece la pena entregarse a un hombre” (1). Impecable análisis.

El cine de calidad nunca es inocente. No he olvidado cómo me han conmovido determinadas películas. Recuerdo ahora Hoy empieza todo, excelente película del director francés Bertrand Tavernier, donde pude constatar que el cine, en realidad, no es cine, sino la interpretación de una realidad más próxima de lo que parece. Contenemos la respiración. Todos nos enfrentamos a este momento en un cuerpo a cuerpo. Cuando encontramos las mejores historias, un gran corazón late, se alarma, va más despacio, sale de la sala cinematográfica con el deseo de seguir creyendo en un mundo diferente que todavía es posible. Todos los rostros miran en la misma dirección. Este impulso es el que aspiramos a que nos acompañe siempre, porque es el que nos permite descubrir y alimentar cualquier microhistoria saludable. ¿Saben por qué? Porque como decía el autor de la obra sobre la que está basada la película de Tavernier, aunque hoy comience todo, en verdad, todo se parece al amor digno que nos conmueve, es decir, que nos perturba, inquieta, altera, que nos provoca situaciones placenteras que consuelan a nuestra persona de secreto con fuerza y eficacia, afectando de lleno los sentimientos y emociones. Al fin y al cabo, porque aspiramos siempre a descubrir nuestra mejor historia.

Sevilla, 20/VII/2017

(1) http://www.eldiario.es/tribunaabierta/mejor-historia-contada-mujeres_6_666043420.html

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