Género y vida

EL CUARTO PODER
Giuseppe Pellizza da Volpedo (1901). El Cuarto Estado.

Estamos siendo testigos de una campaña de amplio calado internacional en defensa de la igualdad de género para ser y estar en el mundo, que adquiere especial visibilidad en el llamado Día Internacional de la Mujer, que se celebra mañana. No quiero pasarlo por alto en este cuaderno, sensible con el acontecer diario y en permanente búsqueda de islas desconocidas que, al final, somos nosotros mismos -hombres y mujeres- cuando salimos de nuestra persona de secreto para encontrarnos con nuestra realidad más próxima.

Quiero colaborar con el trasfondo de este día, que debe ser de todos los días, publicando de nuevo un artículo, Cerebro y género, con el que inicié hace más de diez años una búsqueda científica sobre la relación del cerebro humano con el género, porque me parecía necesario conocer bien cuál es la razón de ser de tanto desequilibrio de los hombres en su relación ordinaria con las mujeres, de forma mayoritaria, como el que se constata día a día. También, de la sociedad en general.

Posiblemente, llegará el día, como dijo Saramago en el acto de nombramiento como hijo adoptivo de Granada, el 3 de febrero de 2006, en el que las mujeres aplaudirán desde las aceras una manifestación de hombres -y solo hombres- proclamando la nueva realidad de las mujeres libres de la esclavitud ética, psíquica y social del machismo ibérico, demostrada por una violencia de género que suma y sigue como si no pasara nada en el cálculo de la muerte.

A partir de este post pueden enlazarse otras reflexiones en este blog que ayuden a generar tejido crítico para construir un mundo diferente, donde hombres y mujeres vayamos de la mano a diario y en momentos especialmente críticos como el actual, en referencia a la violencia silenciosa de género, tal y como lo representó Giuseppe Pellizza da Volpedo en su obra «El cuarto estado». Un ejemplo para manifestarse mañana de todas las formas posibles.

Sevilla, 7/III/2018

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Cerebro y género

Llevo dando vueltas en mi corteza cerebral a la idea de escribir un post sobre el cerebro de la mujer. He estudiado a fondo esta realidad incuestionable y ayer se disparó la necesidad de entregar este conocimiento conectivo a la Noosfera digital al leer un artículo de Maruja Torres que me dejó muy intranquilo. Llevaba por título Almas, cerebros y ferretería y reflexionaba con su proverbial ironía sobre un “pequeño calendario de cartera –puede así acompañarte a todas partes– para el año 2007 que está siendo repartido graciosamente a sus clientes por la importante firma Bonaire Ferretería, con delegaciones en Denia, Benissa, Calpe y Benitachell (firma que dispone de una página web bastante minuciosa, muchas entradas en Google y hasta un jefe de Recursos Humanos), en cuyo revés figura el dibujo de un cerebro con sus correspondientes compartimientos e indicaciones… El Calendario Bonaire 2007 está específicamente dedicado a “El cerebro de la mujer”, y si quiere usted ponerse en contacto conmigo le facilitaré una fotocopia, pues sin duda abismará sus conocimientos”. La verdad es que reproduce los estereotipos machistas de viejo y nuevo cuño que no deberíamos permitírnoslo una parte de la sociedad que lucha a diario por no dejar ni un segundo de respiro a las conductas trasnochadas e impresentables hacia la mujer por el mero hecho de serlo. Y además, atacando a la sede de su inteligencia, el cerebro, donde según este calendario nos cuenta Maruja Torres lo siguiente: “Por ejemplo, ¿sabía usted que una parte nada desdeñable de nuestra masita encefálica –femenina, insisto– la dedicamos a pensar en Zapatos? ¿Que la zona central la ocupa el apartado Generador de Dolores de Cabeza? ¿Conoce nuestros sectores Compras Compulsivas, Sensores para detectar Oro y para obsesionarnos con Aniversarios y Cumpleaños? ¿Ignoraba que tenemos el Centro limpieza de Inodoros tan reducido, pobrecillas, como el de Conducción de Vehículos y como la Glándula de iniciativa en el Sexo? Por fortuna nuestro cerebrín –siempre según el gabinete del doctor Bonaire– dedica gran espacio al Centro del Rumor y el Cotilleo, a Habla, Habla, Habla; muestra bastante buen olfato para Todo lo que Brilla y goza de un buen reducto de Memoria para Telenovelas. Del tamaño de la glándula Ya te lo dije tampoco nos podemos quejar”.

Pasada la primera dosis de indignación, me he puesto manos a la obra y hoy voy a empezar una serie de publicaciones en este cuaderno para exponer las principales características diferenciadoras del cerebro humano que el estado del arte de las neurociencias nos aportan en nuestros días y que seguro pueden ayudar a contrarrestar con el conocimiento lo que desgraciadamente traduce una forma de estar en el mundo machista e impresentable que siempre ha atacado a la quintaesencia de la mujer a través de almanaques y calendarios, grandes y pequeños, cuestión por cierto digna de estudio.

La primera cuestión a dilucidar es que nos encontramos ante una realidad anatómica que es irrefutable: no existen dos cerebros iguales, ni existen cerebros de hombres y mujeres iguales, es decir, de las mayores maravillas que nos ha transferido la historia del primer ser humano que pensaba y hablaba, hace casi cincuenta mil años, es que cada cerebro es una realidad distinta y programable, digna de ser conocida en su individualidad, generador de derechos y negación incuestionable de ser tratado con la etiqueta de mercancía (peligrosa, por supuesto). Las posibilidades de cada cerebro humano, son multimillonarias en generación de grabaciones de la realidad interna y externa a través de un mecanismo complejísimo y que pertenece tanto al hombre como a la mujer. Los africanos, que brillaban por ser magníficos cazadores-recolectores, decidieron entonces, en ese marco temporal, aproximadamente, salir de su territorio y comenzar la aventura jamás contada. Aprovechando, además, un salto cualitativo, neuronal, que permitía articular palabras y expresar sentimientos y emociones. Había nacido la corteza cerebral de los humanos modernos, de la que cada vez tenemos indicios más objetivos de su salto genético, a la luz de los últimos descubrimientos de genes diferenciadores de los primates, a través de una curiosa proteína denominada “reelin”. Reelin de hombre, reelin de mujer, idéntica posibilidad de ser inteligentes. Cien mil millones de posibilidades de ser personas, en igualdad.

Se han estudiado las regiones del genoma humano, una vez establecidas las comparaciones entre los genomas de humanos, chimpancés y otros vertebrados (animales más o menos próximos en la evolución a nosotros) para identificar elementos que hayan contribuido a cambios evolutivos rápidos, que son los realmente importantes, limitándose la investigación a la zona más relevante, la denominada HAR1. Esta zona forma parte de dos genes. Uno de éstos, el HAR1F, es activo en un tipo de células nerviosas, las neuronas Cajal-Retzius, que aparecen pronto en el desarrollo embrionario (entre la séptima y la decimonovena semana de embarazo) y juegan un papel crítico en la formación de la estructura de la corteza cerebral humana. Estas neuronas son las que liberan la proteína «reelin», que guía el crecimiento de las neuronas y la formación de conexiones entre ellas. El gen identificado (HAR1F) se expresa [sic] junto con la «reelin», que es fundamental a la hora de formar la corteza cerebral humana, lo que habla más a favor de su importancia en la evolución. En manifestaciones de David Haussler, director del Centro de Ciencia e Ingeniería Biomolecular de la Universidad de California en Santa Cruz e investigador del Instituto Médico Howard Hughes: “No sabemos qué hace, y no sabemos si interactúa con la «reelin». Pero la evidencia sugiere que este gen es importante en el desarrollo cerebral, y que es emocionante porque la corteza humana es tres veces mayor que la de nuestros predecesores (…) Algo hizo que nuestro cerebro se desarrollara mucho más y que tuviera muchas más funciones que los cerebros de otros mamíferos.

Además, este salto cualitativo que intentaremos descifrar en sucesivas “entregas digitales”, ensalza a la mujer como la auténtica portadora de la viabilidad del cerebro humano, sabiendo además que alcanza su desarrollo más perfecto en los meses de gestación en el vientre materno y que ya viene “programado” para su existencia particular. Leía recientemente en National Geographic, en un reportaje sobre La Mente, de James Shreeve (1), al abordar las circunstancias que rodeaban una intervención en el cerebro de una paciente (Corina) con un tumor cerebral en el lóbulo frontal izquierdo que: “Por lo que se refiere al crecimiento cerebral, los nueve meses que pasó en el vientre materno fueron una hazaña de desarrollo neuronal de dimensiones épicas. Cuatro meses después de la concepción, el embrión que iba a convertirse en Corina estaba produciendo medio millón de neuronas por minuto, que a lo largo de las semanas siguientes migraron al cerebro, hacia destinos específicos determinados por señales genéticas e interacciones con las neuronas adyacentes. Durante el primero y el segundo trimestre de su gestación, las neuronas comenzaron a tender tentáculos entre sí, estableciendo sinapsis (puntos de contacto) a un ritmo de dos millones por segundo”. Sigue narrando, posteriormente, esta apasionante aventura del cerebro humano: “Tres meses antes de su nacimiento, Corina tenía más células cerebrales de las que volvería a tener en toda su vida: una sobrecargada jungla de conexiones. Muchas más de las que necesita un feto en el ambiente cognitivamente poco estimulante del útero, muchas más incluso de las que necesitaría de adulta”.

Con esta introducción al rol de la mujer como creadora de cerebros humanos, se empiezan a despejar dudas sobre su importante función en la generación de calidad humana. Por eso estoy convencido de que si comenzamos a divulgar conocimiento científico sobre la realidad de la mujer como portadora y creadora de conocimiento y de corteza cerebral, es probable que los humos machistas comiencen a aflorar los silencios del desconocimiento e ignorancia supina que muchos hombres tienen sobre la auténtica capacidad del cerebro de la mujer. Extraordinario aprendizaje.

Hasta el mañana próximo, compartiendo el conocimiento cerebral de género.

(1) Shreeve, J. (2005). La Mente. National Geographic, Marzo, 2-27.

Sevilla, 19/XII/2006

Género y vida

Los aforismos lloran la ausencia de Jorge Wagensberg

JORGE WAGENSBERG

Hoy ha fallecido Jorge Wagensberg, un divulgador de la ciencia muy necesario para este país. Últimamente lo he seguido de cerca en una tarea muy inteligente de aprehender el mundo a través de los aforismos. Me gusta comprenderlos en el sentido que ya se definió por primera vez, en el siglo XVIII, en el Diccionario de Autoridades, tan querido por mí: “Sentencia breve y doctrinal, que en pocas palabras explica y comprehende la esencia de las cosas” (RAE A 1726, pág. 338,1). Y vuelven a estar de moda, quizá porque la velocidad que se imprime a la vida diaria necesita de estos “pretextos para textos fuera de contexto”, como lo definió Jorge Wagensberg en un artículo de opinión, extraordinario, que se publicó en el suplemento Babelia, de El País, en 2012 (1).

Esta definición última, en términos de ciencia, lo fundamentaba en tres argumentos: la objetividad, la inteligibilidad y la dialéctica. Objetividad, porque el sujeto de conocimiento debe distorsionar lo menos posible al objeto de conocimiento. La inteligibilidad, porque hay que despejar a la esencia de todos sus matices, alcanzando la mínima expresión de lo máximo compartido. Ejemplo: Vivir envejece. Y, por último, la dialéctica, como tensión continua entre sujeto y objeto: La realidad es inteligible porque no hay bosques con más árboles que ramas.

Como pequeño homenaje a su ausencia de este mundo, vuelvo a publicar el último post que escribí el año pasado, con un precioso aforismo suyo en el que recogía unas respuestas inteligentes para tiempos de crisis: ¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano). Espero que sirvan estas palabras para construir una forma diferente de ser en el mundo en este país tan intransigente y maleducado. Fundamentalmente, porque necesitamos tiempo de silencio para pensar y comprender la realidad tal y como es. Para transformarla y no solo cambiarla.

Sevilla, 3/III/2018

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de http://miesbcn.com/project/tandem-creative-process/

(1) Wagensberg, Jorge (2012, 12 de mayo), Pretexto para un texto fuera de contexto, en Babelia (El País).
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No hay nada mejor que comprender

Siempre adelante
Siempre hacia adelante – DAR YASIN (AP) | 25-11-2011
El ciclista, en medio de una espesa niebla, mira a cámara mientras no detiene su avance por una de las calles de Srinagar (India)

Me gusta leer aforismos, sobre todo los de un maestro como Jorge Wagensberg, sabiendo que ya en el siglo XVIII se definía por primera vez el lema “aforismo”, en el Diccionario de Autoridades, como “Sentencia breve y doctrinal, que en pocas palabras explica y comprehende la esencia de las cosas” (RAE A 1726, pág. 338,1). Hoy he leído con especial atención uno, entresacado entre otros dedicados a la interdisciplinariedad (1), que lo considero de especial interés para los que necesitamos viajar imaginariamente a islas desconocidas y no tener problemas al elegir qué llevarnos para meditar en la persona de secreto que se queda sola. Dice exactamente así: ¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano).

Es verdad. Sobre todo, cuando la comprensión es fruto del perdón por lo que no acabamos de comprender, en una tautología de términos que se confunden casi siempre en estos tiempos tan modernos. Porque perdonar es comprender y a veces comprendemos tanto que no hay nada que perdonar.

Vivimos momentos desconcertantes, porque no sabemos lo que nos pasa a los de alma inquieta. Nos rodea una mediocridad galopante y una desvergüenza de lo corrupto que casi todo lo invade de forma silente. Solo nos queda comprender el comportamiento humano que nos rodea, porque nada nos puede ni debe ser ajeno, tomando conciencia de que no tenemos nada mejor que hacer si queremos comprender lo que nos pasa. Y lo que pasa es que la realidad nos rodea, porque la tenemos a mano en cualquier ámbito en el que nos movemos al despertar cada día. Y hay que comprenderla, caminando por las aceras de la vida que nos llevan al interesante Club de las Personas Dignas.

Un aforismo de Jorge Wagensberg precioso y útil, sobre todo en una sociedad de mercado que en este aquí y ahora de la comprensión no necesita recurrir al poderoso caballero don dinero. Es el deber de vivir con los demás y el derecho a comprenderlo para aprender a perdonar a los que hacen cosas que no nos gustan y seguir luchando por transformar la sociedad (la que no es digna, justa y equitativa). Aunque, repito, estamos advertidos: perdonar es comprender y a veces comprendemos tanto que no hay nada que perdonar.

Necesitamos recordar siempre que durante las veinticuatro horas del día este país necesita rescatar segundos de preguntas, comprensión y perdón si el acontecer diario abre heridas de amor y muerte, que para unas y unos puede ser entregar por cansancio existencial lo más querido y para aquellas y aquellos, alcanzar el sueño más esperado. Ir siempre hacia adelante. Así recuperamos, al mismo tiempo, la dignidad, como cualidad de lo más digno, es decir, aquello que nos hace merecedores de algo tan importante como la comprensión de los demás. Además, sin necesitar el perdón, porque todas y todos aprendemos a comprender nuestras propias limitaciones, llevándonos de la mano al necesario tiempo de silencio nacional preconizado por Azaña: si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar. También, comprender la realidad para no tener que perdonar tanto.

Sevilla, 30/IV/2017

(1) Wagensberg, Javier (2017, 26 de abril). La interdisciplinariedad en aforismos, en Babelia (El País.com).

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