Carmen Gª de la Cueva, Amparo Rubiales y Nuria Capdevila-Argüelles / JA COBEÑA
No podía poner un título mejor, o peor, según se mire. Ayer fui a la Feria del Libro y comprendí mejor que nunca el terrible silencio y olvido de mujeres extraordinarias que permanecieron durante muchos años en el olvido más cruel de la dictadura franquista. Me refiero a las «modernas» o «garzonas», una pléyade de artistas y creadoras en todas las ramas posibles del saber y del arte que hemos recuperado en parte durante los últimos años de democracia. Aquellas primeras décadas del siglo pasado vieron nacer a mujeres extraordinarias que seguían el patrón contextual de la época y que hoy, gracias al esfuerzo de mujeres investigadoras en la especialidad del olvido histórico tan español, podemos conocer a través de su obra.
Asistí al acto programado por la Feria, una charla-coloquio dedicado a Las Modernas, en el que intervinieron Carmen García de la Cueva y Nuria Capdevila-Argüelles, moderado por Amparo Rubiales y organizado por la Editorial Renacimiento y el Consejo Social de la Universidad Pablo de Olavide. Fue un encuentro muy grato y aleccionador donde puede conocer de primera mano una visión progresista de determinadas mujeres «modernas» que tanto han aportado a la literatura de este país. Deseo destacar las intervenciones de Nuria, por su forma vehemente de exponer con claridad científica sus investigaciones en torno a la historia del pensamiento feminista y la autoría femenina en España. Obviamente, también fueron muy oportunas las de Carmen y la moderación sensata y moderna de Amparo. Especialmente interesante fue la defensa que hizo Amparo de la desconocida «Reformica», una reforma del Código Civil llevada a cabo por Mercedes Fórmica, sorprendentemente en 1958, que sustituyó el concepto «casa del marido», con el que se definía la vivienda común del matrimonio, para transformarlo en el «hogar conyugal», constructo propuesto por Mercedes: «Desde entonces los jueces pudieron decretar que fuese la mujer la que se disfrutase de la vivienda conyugal tras la separación. También eliminó la figura degradante del «depósito de la mujer», ese derecho-obligación del marido de «depositarla» en casa de los padres o en un convento. Además se limitaron los poderes casi absolutos que tenía el marido para administrar y vender los bienes del matrimonio, y permitió que las mujeres viudas que contrajesen nuevo matrimonio pudieran mantener la patria potestad sobre sus hijos» (1).
Los cuarenta y cinco minutos que duró la charla-coloquio pasaron con una rapidez inusual. Junto a la Pérgola estaba la editora de los libros (Renacimiento) de una moderna desconcertante en este país, Elena Fortún, como siempre la habían llamado en mi casa de Madrid, donde tuve el primer contacto con ella a través del hermano de Celia, Cuchifritín. Muy lejos de su realidad extraordinaria en un libro oculto y en el mayor de los olvidos, Oscuro sendero, que compré con la ilusión de conocer mejor a su autora. También, opté por empezar a leer a otra «moderna», Luisa Carnés, a la que ya dediqué unas palabras en este cuaderno no hace tanto tiempo. Compré un libro suyo que lleva por título Rojo y Gris, una primera recopilación de sus cuentos completos, que voy a leer con la ilusión de un niño que dejó de ser Cuchifritín hace ya muchos años.
Se cumplió el objetivo de mi visita. Ayer escuché de viva voz a mujeres de letras tomar y me presentaron a mujeres modernas que las recuperan afortunadamente del olvido. Nuria Capdevila me dio su tarjeta de visita y me dijo que cuando leyera Oscuro Sendero le comentase qué me había parecido el libro de Elena Fortún. Mejor, de Encarnación Aragoneses Urquijo, el verdadero nombre de la autora que me introdujo en la vida de un héroe de mi infancia, de nombre imposible. El hermano de Celia. Para que no la olvide ahora en su persona de secreto, caminando por un oscuro sendero.
Sevilla, 13/V/2018
(1) http://www.abc.es/hemeroteca/historico-07-11-2003/abc/Sociedad/la-reformica-de-mercedes_218921.html
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