Mascarón de proa / 6. La Cymbelina

CYMBELINA1

Coged flores mientras que haya rocío en el suelo

Salvador Espriu, frase tomada de Cimbeline (Shakespeare), en Mrs. Death

Sevilla, 16/VII/2019

PRIMERA PARTE

La historia de esta mascarona es preciosa tal y como la cuenta Neruda en Una casa en la arena (1), en dos apartados dedicados expresamente a ella. En el primero, Ceremonia, narra la intrahistoria de la mascarona de un barco norteamericano, el Clipper “Cymbelina” que en plena singladura, en una mañana de julio de 1847, recaló en una caleta sin nombre del norte de Chile: “Allí los hombres del mar procedieron a desclavar el mascarón de proa del velero. Esta estatua blanca y dorada parecía ser una novia muy joven ceñida con ropaje isabelino. El rostro de aquella niña de madera asombraba por su desgarradora belleza. Los marineros del “Cymbelina” se habían amotinado. Sostenían que el Mascarón de Proa movía los ojos durante el viaje, desorientando el derrotero aterrorizando la tripulación”.

Prosigue Neruda contando cómo la desenclavan del bauprés y la llevan en una lancha a la playa, sumidos en un “religioso terror”: “[…] Siete hombres de a bordo levantaron en hombros a la niña de madera insólitamente separada de su nave. Luego cavaron una fosa en la arena. Los guanayes, aves estercoriarias de la costa, volaban en círculo, graznaban y chillaban mientras duró la inquietante faena. La extendieron en tierra, la cubrieron con arena salitrosa del desierto. No se sabe si alguno de los enterradores quiso rezar o sintió alguna repentina racha de arrepentimiento y tristeza”.

SEGUNDA PARTE

No altero su sentimiento envuelto en palabras preciosas hacia una mascarona tan querida:

“Oh novia Cymbelina, pura purísima, suavísima suave! Oh tú, doncella de mantilla y nariz rota! Oh sueño de la nave turbulenta, rosa de sal, naranja clara, nenúfar!

Cuando me condujeron a aquella casa donde nadie me esperaba, algo me hizo volver y mirar aquella casa desierta por el ojo de la llave. Y allí, en el hueco, encontré por vez primera tu perfil errante. Juré que volverías al mar, al mar de Isla Negra.

Rondé por las afueras de la casa, expulsado por el dueño feudal como si fuera un malhechor. Él recurrió a la astucia y a la fuerza. Mis cartas de amor fueron devueltas, los regalos con que intenté sobornar al egoísta fueron rechazados.

Mis queridos secuaces Pedregala y Matazán lo asediaron, entraron a saco en la mansión, descuartizaron centinelas, pulverizaron vitrinas y a fuerza de artillería y blasfemias rescataron a la nevada Cymbelina. Aquellas hazañas aún se cuentan en las bodegas de Valparaíso.

Mírala tú, antes de que la luz o la noche se la lleven. Marinera del cielo, aún no se ha acostumbrado a la tierra. En siglos de viaje, perdió fragmentos, recibió golpes, acumuló hendiduras y sobrevivió fragante. La edad marina, el transcurso, la estrellada soledad, las olas buscas, los combates acérrimos le infundieron una mirada perdida, un corazón sin recuerdos. Es pura noche, pura distancia, pura rosa y claridad sosegada, virtud celeste.

Nunca se sabe si volará o navegará de pronto, sin previo aviso, circulando en su noche o en su nave, estampada como una paloma en el viento.

(Nota: Descubrí entre tanto que era, Cymbelina, la que hacía cambiar de rumbo el navío. Fue ella la enterrada en la arena.)

TERCERA Y ÚLTIMA PARTE

He intentado desvelar el porqué del nombre de esta bella mascarona, Cymbelina. ¿Será su auténtico nombre el de Imogen, aunque Neruda le cambiara el nombre en homenaje a su padre, Cimbelino, Rey de Bretaña, uno de los protagonistas de una de las últimas obras de William Shakespeare, Cimbelino? Es posible, no lo sé, pero me parece sugerente la aventura de Imogen, su casamiento atrevido con Leonato a escondidas de su padre y las múltiples aventuras vividas en Italia, su transformismo en Fiel, al servicio de Cayo Julio (general romano enviado a la corte de Cimbelino para declarar la guerra por dejar éste de pagar los impuestos a Roma). Todo se descubre al final y Cimbelino accede a pagar los impuestos a Roma. Cymbelina o Imogen, responde a un modelo de mujer valiente, revolucionaria en su época y representante de una forma diferente de viajar por el mundo como mascarona que movía los ojos constantemente para desorientar a tripulantes malvados de su azarosa vida. Es un personaje extraordinario en este romance de Shakespeare.

Es una interpretación, nada más y cualquier parecido con la realidad puede ser, tan solo, una pura coincidencia.

(1) Neruda, Pablo. Una casa en la arena. Chile: Peguén Editores, 2002

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de http://jaulicino.blogspot.com/2011/07/las-huellas-de-pablo-neruda.html

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

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