Obligatoriamente obligada a entenderse la izquierda constitucional

[…] El tema 83, la democracia,
el ácido sulfúrico, los ceros,
el tacón, las hambres, el casamiento
orgánico.

De este mundo los dos sabemos poco.
Y sin embargo, estamos aquí, obligatoriamente obligados a entenderlo.

Rafael Ballesteros, Ni yo tampoco entiendo

Sevilla, 11/XI/2019

Lo he manifestado públicamente en este cuaderno digital a lo largo de sus catorce años de vida: en el álbum musical de mi vida ocupa un sitio privilegiado una canción muy breve interpretada por Aguaviva, Ni yo tampoco entiendo, con letra del poeta malagueño Rafael Ballesteros, que procuro aplicarla todos los días por su mensaje final. Ayer finalizó el nuevo proceso de elecciones generales en el que nos hemos visto inmersos y que, por sus resultados, muestra de forma clarividente que todos, sin excepción, estamos obligatoriamente obligados a entendernos: partidos políticos y ciudadanía, casi por igual, tanto monta monta tanto, porque los votos son de los ciudadanos que votan. Pretendemos, con nuestro voto, ser dueños de nuestro destino, algunos con más ensoñación democrática de su destino que otros. Ahora, los partidos en liza y, sobre todo, el ganador de estas elecciones, tienen la responsabilidad directa de entenderse para formar urgentemente un Gobierno sólido, estables y creíble, cada uno con su cadaunada, con su ideología y su búsqueda de puntos de encuentro, constitucionales por supuesto, para romper el bloqueo político que nos lleva al estancamiento insufrible en el que nos encontramos.

Los más antiguos del lugar recordarán esa preciosa canción de Aguaviva y sus estrofas finales, sobre nuestro destino: “De este mundo los dos sabemos poco. / Y sin embargo, estamos aquí, obligatoriamente obligados a entenderlo”. El escritor Manuel Rivas dijo en su columna del superdomingo electoral de mayo, en el diario El País, hablando de lo que hace verdaderamente daño a la política, nacional y europea, que “Hay mucha gente desencantada de la política, tal vez porque tenía de ella una visión providencial. Yo no estoy desencantado, ni encantado, porque no espero milagros. Me parece suficiente milagro una política que no haga daño. Aunque imperfecta, que no cause desperfectos. Que no penalice la libertad, que no normalice la injusticia, que frene la guerra contra la naturaleza. Una política que no se nos caiga encima”.

Aquella canción nos dejaba inquietos ante el permanente mundo al revés, tan frecuente en nuestras vidas:

Ni yo tampoco entiendo si se me abre
el grifo y sale una bala tras otra
bala, si abro la puerta y se nos entra
el fusilado y cierro y se me queda
fuera el dedo, si unto amor en el labio entreabierto
y nada, si miro al muro
y todavía distingo los boquetes

Todo lo que ha ocurrido desde el famoso 26 de mayo pasado muestra que las dificultades para romper el bloqueo político han sido palpables, pero cuesta mucho entender, a los votantes de izquierda sobre todo, que no se haya podido alcanzar un acuerdo de mínimos para lograr el objetivo básico de esta ideología: prestar los mejores servicios públicos a la sociedad teniendo en cuenta solo y exclusivamente el interés general de la población a la que el gobierno constituido sirve, teniendo en cuenta sobre todo a los más débiles, a los que menos tienen, a los que no tienen trabajo, a los que necesitan estructuras saludables para vivir y llegar a ser mayores con todas las garantías.

Creer en el interés público, el general, en el que tanto insiste la Constitución actual, por encima del personal o el de partido con siglas concretas, es la única solución para romper el bloqueo político que se presenta de nuevo con el resultado de estas elecciones, aunque haya que cambiar cuestiones vitales en el desarrollo actual de la misma, porque si nos podemos salvar todos, siempre será mejor que uno solo, o unos pocos, sobre todo aquellos que mueven los hilos de la marioneta mundial de la economía de mercado, a través de la llamada «desaceleración económica mundial» que se nos viene encima, del rating, de las primas de riesgo, de los bancos malos de remate, etcétera, etcétera. Solidaridad frente a codicia. Interés público, general, para salvar la situación del empleo, de la educación, salud y servicios sociales para todos los que lo necesiten, no solo para los que puedan acceder a ellos con privilegios o porque puedan pagarlos. En definitiva, frente a los mercados implacables, simbolizado en aquellas palabras de la campaña de Clinton en 1992 y sus adláteres actuales, hay que gritar muy fuerte: “Es el diálogo, el interés público”. Sin más. Y sin insultar como lo hicieron ellos, como lo hacen todavía en el momento actual, creyendo que la malla mundial de personas que habitan el planeta Tierra o, por extensión, España, es tonta. O estúpida, como creían en 1992 y creen muchos todavía hoy. Merece la pena que la izquierda se entienda urgentemente porque en la izquierda digna se sabe que mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pasen las personas libres para construir una sociedad mejor. Palabra de Allende y ¿por qué no?, nuestra. Para quien la quiere seguir escuchando y practicando a pesar de todo.

Las estructuras tradicionales de la política en este país a través del bipartidismo han desaparecido, por mucho que a algunos votantes les cueste creerlo. El multipartidismo ha venido para quedarse definitivamente en el Congreso y en el Senado. Tenemos que reconocer que de este mundo de la política de pactos sabemos poco, pero estamos aquí obligatoriamente obligados a entenderlo. Por encima de todo, amamos una política que no haga daño, “aunque imperfecta, que no cause desperfectos. Que no penalice la libertad, que no normalice la injusticia, que frene la guerra contra la naturaleza. Una política que no se nos caiga encima”. La izquierda constitucional está obligatoriamente obligada a entenderse por el bien de todos los ciudadanos que vivimos en este país tan heterogéneo por sus territorios, lenguas, creencias y culturas, y que, con nuestro voto, aspiramos a vivir en paz en él y sin hacernos daño.

¿Reflexión buenista de un optimista redomado? No, aplicación del principio de realidad de un pesimista bien informado.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

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