Sevilla pinta Rayuela

RAYUELA

Portada de la primera edición de Rayuela, en 1963

Sevilla, 6/XI/2019

Se está celebrando en esta ciudad desde ayer y hasta el próximo viernes el XVI Congreso de la Asociación de las Academias de la Lengua Española (ASALE), organizado por la Real Academia Española y en el que “[…] participan delegaciones de las veintitrés academias de la lengua española de todo el mundo, que comparten la responsabilidad de mantener la unidad y el buen uso del español, hoy patrimonio común de más de 580 millones de personas”.

La imagen que identifica este Congreso es la de la portada de la primera edición de Rayuela, la obra maestra de julio Cortázar, en la que el glíglico, el lenguaje imaginario del autor dejaba abiertas las puertas de la expansión del lenguaje llamado español, cuya muestra representativa puede ser el capítulo 68 de su sorprendente obra, en un homenaje a la múltiple interpretación de lemas dependiendo de quién los lee o, lo que es mejor, de quien los vive en su interior, a su manera:

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias (Rayuela, cap. 68, p. 57-61)

https://youtu.be/E5YwHhWRPD4

Escuchar a Cortázar nos anima a buscar desesperadamente en el Diccionario de la Lengua Española, en su edición actual, cada palabra que no podemos comprender, pero la frustración es una realidad que se impone en esta tarea: no existe palabra alguna de estos párrafos en el diccionario. Cortázar nos quiere transmitir el poder de la palabra como una cuestión de Estado: podemos crear infinidad de significantes y significados porque la palabra es tan amplia como nuestra mente, sin necesidad de constreñir nada a través de un diccionario.

En estos días de trabajo académico en Sevilla de veintitrés formas de comprender a veces la palabra española, que hoy es siempre panamericana, Cortázar nos abre las puertas del campo de la palabra que aun nos queda. Y lo más maravilloso para seguir haciendo ediciones de cómo seguimos poniendo nombre a las cosas, a los sentimientos, a las emociones, como hicieron hace miles de años nuestros antepasados que vivían en los pueblos ribereños del Tigris y del Éufrates (en la actual Iraq).

Nosotros, mientras, sin entendernos en España, políticamente hablando, aunque estamos obligatoriamente obligados a hacerlo, como lo aprendí hace ya muchos años del poeta malagueño Rafael Ballesteros: “El tema 83, la democracia, el ácido sulfúrico, los ceros, el tacón, las hambres, el casamiento orgánico. De este mundo los dos sabemos poco. Y sin embargo, estamos aquí obligatoriamente obligados a entenderlo”. Guíglico político en estado puro, que quizá podemos entenderlo gracias a Cortázar, en una dedicatoria preciosa de su libro tomada de un tal Morelli: “Y animado de la esperanza de ser particularmente útil a la juventud, y de contribuir a la reforma de las costumbres en general, he formado la presente colección de máximas, consejos y preceptos, que son la base de aquella moral universal, que es tan proporcionada a la felicidad espiritual y temporal de todos los hombres de cualquiera edad, estado y condición que sean, y a la prosperidad y buen orden, no sólo de la república civil y cristiana en que vivimos, sino de cualquiera otra república o gobierno que los filósofos más especulativos y profundos del orbe quieran discurrir”.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

La democracia está bloqueada, vigilada

ENSAYO SOBRE LA LUCIDEZ

Sevilla, 3/XI/2019

Lo dijo ya Saramago en la presentación en Barcelona de su libro, Ensayo sobre la lucidez, el 26 de abril de 2004: “Sufro la manía de mirar qué hay detrás de las cosas y digo lo que todo el mundo sabe: la democracia es un sistema bloqueado, vigilado. Tenemos todas las libertades, pero estamos dentro de una burbuja. En las elecciones podemos quitar a un gobierno y poner a otro, pero no podemos cambiar el poder. El poder real es el económico y es el Fondo Monetario Internacional quien determina nuestras vidas».

Aquella obra tan controvertida presentaba una realidad que a veces sentimos como muy próxima en la realidad actual de este país: el símbolo del hartazgo mediante el voto masivo en blanco. Leyendo hoy los resultados de la última encuesta que se publica formalmente en prensa, la sombra de la abstención, que no la del voto en blanco, siempre está presente. Se interpretan los datos como una consolidación de la palabra temida por todos: bloqueo de nuevo para impedir que se pueda votar un gobierno que se haga cargo de la política activa del país: sea el resultado que sea, según las encuestas, el bloqueo permanece, es decir, nada cambia, todo permanece.

De ahí la interpretación magistral de Saramago: la democracia está bloqueada y así se proyecta en la constitución de los gobiernos, porque el poder no cambia: es el económico, el poderoso caballero Don Dinero, El Fondo Monetario Internacional, las siglas de los dueños de los múltiples fondos de inversión que con solo pulsar una tecla de sus portátiles o teléfonos móviles hunden a un país si se lo proponen.

Se comprende perfectamente que Saramago plantee la metáfora dura del voto en blanco, aunque personalmente lo respeto pero no lo comparto. Es una revolución blanca, pero prefiero la que mediante el voto de tu quiero y mi puedo, hace posible la vida digna para toda la ciudadanía de este país. ¿Revolución roja? Así lo he manifestado en reiteradas ocasiones en este blog: “Creo que estamos obligatoriamente obligados a votar, por diversas razones. La primera, porque la democracia se construye entre todos y la traducción inmediata para vivir en ella es formar parte activa de su configuración que, hoy por hoy, pasa por participar en procesos electorales y ser consecuentes con lo que cada uno vota. La segunda razón estriba en ejercer la responsabilidad activa de ciudadanía, porque ser responsable es la conjunción de conocimiento y libertad. Conocimiento, porque la inteligencia es el bien más preciado para vivir dignamente, entendida como la capacidad de resolver problemas en libertad de conciencia y acto del día a día, considerando siempre que es lo más bello que tiene el ser humano. Esa es la dialéctica de la responsabilidad, conocimiento más libertad, entendida como respuestabilidad (perdón por el neologismo), quedando probado que se puede librar de convertirse en mercancía cuando se sabe distinguir valor y precio.

En tercer lugar, porque hay que pensar en el día después de las elecciones, porque detrás del voto debe haber siempre un compromiso activo con mi voto fiado a terceros que probablemente ni conozco, a través de un papel de color blanco, alargado como la sombra ética y decente que lo protege. Es decir, tengo que mantener activo el compromiso diario de mi opción a través de la participación activa, como ciudadano o ciudadana que vive en un ámbito local concreto, en la consecución de aquellos objetivos que me han llevado a elegir una determinada opción política volcada en un programa, que nunca se debe entender como flor de un día. El éxito político, como el campo, es para quien lo trabaja y no hay que olvidar que cuando la política se entiende así podemos ser protagonistas de la misma en mi casa, mi barrio, mi trabajo, mi ciudad, mi país o, simplemente, entre mis amigos o familia del alma. Somos, como bien decía Aristóteles, animales políticos queramos o no, a pesar del Fondo Monetario Internacional.

Lo que no se comprende es la abstención masiva, dejar pasar una ocasión mágica de la democracia, no depositando el voto, dejando que el país viaje posiblemente, de nuevo, hacia ninguna parte, como si la cosa política, la res pública, no fuera cosa de todos. El Partido Abstencionista prepara ya los resultados de estas elecciones generales, su mejor encuesta. Estamos avisados de nuevo y sabemos que está muy interesado en fomentar la abstención a cualquier precio.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

En este país hay sitio para todos

La frase que encabeza estas líneas se la escuché por primera vez a Chaplin, mi Charlot querido, hace muchos años, cuando descubría la belleza del cine, aunque no hablaba obviamente de este país en concreto sino del «mundo» genérico. Es un eslogan de campaña perfecto para aunar voluntades democráticas en los tiempos modernos y difíciles en el terreno de la política que se practica en este país. En esta breve campaña electoral previa a las elecciones generales de 10 de noviembre, deberíamos recordarlas en su fondo y forma. Por ello, he vuelto a escuchar y leer el discurso final de Chaplin en El gran dictador, que no envejece a pesar de sus casi 80 años de vida.

Lo siento.

Pero… yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco.

Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura.

Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.

Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oírme, les digo: no desesperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano.

El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá.

Soldados:

No os entreguéis a ésos que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir.

Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones de máquina.

Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres. Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo los que no aman odian, los que nos aman y los inhumanos.

Soldados:

No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: «El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres…» Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravillosa aventura.

En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia.

Luchemos por el mundo de la razón.

Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.

Soldados:

En nombre de la democracia, debemos unirnos todos.

Para que hoy se pueda comprender todavía mejor su significado, hay un paso previo: identificarnos como personas libres en democracia, porque somos los auténticos protagonistas del discurso de Chaplin. Esa es la razón de por qué tenemos que comenzar a construir un mundo mejor a través de cada uno de nosotros, aprendiendo a amarnos a nosotros mismos en un mundo que, a nuestra generación, nos enseñó a amar primero a Dios sobre todas las cosas. Esta es la gran aportación de unas palabras laicas atribuidas a Chaplin, Cuando me amé de verdad, que tampoco olvido junto a su memorable discurso:

Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.

Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.

Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.

Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aun sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.

Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.

Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los grandes proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.

Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.

Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.

Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!

No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.

Autoestima, autenticidad, madurez, respeto, amor hacia uno mismo, simplicidad, humildad, plenitud y saber vivir, hay que aprender a valorarlo en democracia, porque gracias a una sociedad más justa es posible ser más auténticos con nosotros mismos y con los demás. Los resultados electorales no son inocentes y nuestro voto es imprescindible y necesario para vivir en un mundo mejor y llegar a ser mejores personas libres en democracia.

Para que no se olvide: en este país hay sitio para todos.