Gracias, José Luis Cuerda, director

Sevilla, 4/II/2020

Se acaba de publicar la noticia del fallecimiento del director de cine José Luis Cuerda. Cada persona lo recordará por alguna de sus películas, algunos por su filmografía completa. En mi caso, por una película extraordinaria, La lengua de las mariposas, con un guion adaptado de un relato homónimo de Manuel Rivas, sobre el que he escrito en bastantes ocasiones en este cuaderno digital.

He vuelto a leer todas las referencias implícitas que he hecho personalmente en relación con la película dirigida por José Luis Cuerda y recogiendo fragmentos de los artículos publicados he preparado un microguion en homenaje póstumo a su obra cinematográfica. Todavía recuerdo con emoción los planos finales de la película, donde Fernando Fernán Gómez interpretaba de forma magistral el papel de D. Gregorio, el maestro entrañable de Moncho (Pardal o el niño gorrión, tan querido por su creador, Manuel Rivas, a quien tanto admiro), el niño asombrado por la forma en espiral de la lengua de las mariposas, maravillosos seres vivos que van siempre por el mundo volando con trajes de fiesta. Aquella cara con expresión entre admiración e inocencia ante lo que puede aparecer en la vida, aquella figura enroscada, sin tocarse, que el maestro republicano, dibujaba con tiza en la pizarra, todavía está alojada en mi memoria a largo plazo, con la suerte de que sé cómo localizarla y, si me apuran, hasta puedo discernir donde está alojada, quizá para siempre, en mi cerebro de secreto.

PARDAL

Con ocasión del fallecimiento de Fernando Fernán Gómez en 2007 escribí que me gustaba seguir recordando al actor que ya ha vuelto a la realidad de lo que somos, como José Luis hoy, polvo somos y en polvo nos hemos de convertir, vanidad de vanidades todo vanidad, en esa interpretación de una parte de la profunda historia de España, al actor controvertido, amable para unos y muy desagradable para otros, aunque yo me permito decir que sabía algunas buenas intimidades de él, en mi adolescencia madrileña, porque conocí a una mujer que había estado cerca de él, vinculada a María Dolores Pradera.

Fernando era un cómico. José Luis Cuerda, director de cómicos. En mi familia, perteneciente al discreto encanto de la burguesía del barrio de Salamanca y con la que viví en el Madrid de finales de los cincuenta -para que suene mejor, en el siglo pasado-, la palabra cómico levantaba sarpullidos, porque algunas viejas historias que nos emparentaban con una cómica, Carmen Cobeña, no eran bien vistas. No se hablaba normalmente de ella, de ellos, de los cómicos y, si en algún momento surgía la oportunidad por nuestras vinculaciones de amistad, por ejemplo, con los representantes en España de la compañía Mole- Richardson, responsables de la luminotecnia en las películas de la época, se pasaba página con la misma velocidad que Federico Martín Bahamontes bajaba el Galibier o el Marqués de Portago conducía en la última recta del circuito donde se corrían las 24 horas de Le Mans.

Estas palabras son un pequeño homenaje al maestro republicano, D. Gregorio, sobre todo al director de la película, José Luis Cuerda y al cómico que lo interpretó, Fernando Fernán Gómez, que han dibujado una lengua de mariposa muy especial, vestida de gala, con tiza blanca indeleble en mi memoria de hipocampo, y que simboliza una forma de entender el cine de compromiso, el buen cine, el cine de autor, el cine de la vida. Aunque me quedara en aquella sesión de tarde imaginaria y eterna, con la ilusión de que sigamos defendiendo las utopías y, por tanto, las ideologías, aunque sepamos que cabemos en un taxi, ya ni siquiera de torero, es decir, sin trasportín, para los más antiguos del lugar. Pero ocasiones como éstas, las de las mariposas reinterpretadas por cómicos, las películas extraordinarias dirigidas por José Luis Cuerda y los relatos entrañables de Manuel Rivas, nos permiten entrever que la utopía es posible, lo que hace que casi sin darse cuenta ellos nos hayan vendido unos billetes hacia alguna parte, hacia la utopía de lo posible. Es lo que el Ché, tan querido para mí, decía siempre: seamos realistas, exijamos lo imposible. Es verdad, porque todos los días suele amanecer, que no es poco.

Y, perdonen, llegamos al final de este día en el que José Luis Cuerda sube a su cielo particular. Yo no he querido callarme en esta muerte simbólica, como aquellos lugareños de la película particular que interpretó Fernando, el cómico y que dirigió José Luis Cuerda, presa del terror de la indecencia, con silencio cómplice, ante la cordada de personas dignas, que piensan de forma diferente, que creen por encima de todo en el interés público. Tengo prisa, porque se agotan los billetes de los autobuses de la utopía de la vida, que salen en esta ocasión de la estación de este país. Hoy, desde Andalucía.

Gracias, director.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

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