Pere Borrell y del Caso, Huyendo de la crítica (1874).
Sevilla, 27/IV/2020
Desde ayer, mediante lo publicado en la Orden de 25 de abril, sobre las condiciones en las que deben desarrollarse los desplazamientos por parte de la población infantil durante la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, los niños y niñas de este país pueden hacer diariamente una salida controlada que “puede reportar beneficios asociados a un estilo de vida más saludable, prevenir algunos problemas asociados al mantenimiento prolongado del estado de alarma, como puede ser la mejora de la calidad del sueño o la síntesis de vitamina D, así como una mejora en el bienestar social o familiar. Igualmente, cabe señalar que las condiciones de las viviendas y los estilos de vida no son iguales en todos los hogares, por lo que la declaración del estado de alarma supone un impacto desigual en la población infantil, afectando especialmente a aquellos niños y niñas que viven en condiciones de vida de mayor vulnerabilidad”.
En tal sentido, he recordado un post que escribí en 2016, Cuando nos salimos del cuadro de la vida, en el que hacía referencia a una exposición que se celebró en ese año en el Museo del Prado, con una denominación muy sugerente, Metapintura. Un viaje a la idea del arte (Museo Nacional del Prado 15/11/2016 – 19/02/2017), que recogía un hecho transcendental en el mundo del arte: la pintura es necesario interpretarla alguna vez sobre la propia pintura. Entre los cuadros expuestos, proveniente de galerías y museos internacionales, así como de colecciones públicas y privadas, me llamó la atención uno en particular. Se titulaba, Huyendo de la crítica, y es un trampantojo del pintor catalán Pere Borrell y del Caso, pintado en 1874.
Como reflexionaba en aquella ocasión, creo que la representación de lo que nos sucede en determinados momentos de la vida, tan duros en estos días por el confinamiento a lo largo de seis semanas, se puede expresar muy bien examinando con detenimiento esta pintura. Todos, sin excepción, vivimos en el cuadro que nos pinta la vida a diario, ahora con un marco férreo que nos limita por el marco legal establecido. Así nos ven y así lo contamos a los demás. Así nos vemos y así figuramos ante los otros, con dificultades notorias para salirnos del marco oficial establecido tanto a nivel familiar, en el que nos vemos abocados a pasar las veinticuatro horas, como laboral (teletrabajo) y social (pautas de distanciamiento preventivo).
Groucho Marx, a quien acudo tantas veces para comprender la vida, como su conocida referencia al famoso niño de cuatro años, me lo recuerda muchas veces: que se pare el mundo que me bajo. Ahora, contemplando este cuadro tan extraordinario, podría decir sin sonrojo alguno: que pare la exposición permanente de mi vida, que necesitamos salir del cuadro impuesto por la legislación vigente en torno al estado de alarma. Es verdad y se ha comenzado por los niños y niñas que ya pueden salir poco a poco con las medidas anunciadas en la Orden citada de 25 de abril. El final del túnel comenzamos a verlo y ya se están dando los primeros pasos para no seguir tensando la situación de confinamiento actual.
La pintura de Borrell es una metáfora visual preciosa, en la que este niño asustado quiere salir del cuadro actual de confinamiento aunque sea con importantes limitaciones. En este contexto, quiero prestar especial atención a situaciones que recoge especialmente la Orden citada al comienzo de este post: «Igualmente, cabe señalar que las condiciones de las viviendas y los estilos de vida no son iguales en todos los hogares, por lo que la declaración del estado de alarma supone un impacto desigual en la población infantil, afectando especialmente a aquellos niños y niñas que viven en condiciones de vida de mayor vulnerabilidad”. Una vez más me acuerdo de los niños y niñas de Sevilla, que se mostraban en el documental cinematográfico estrenado en 2015, Alalá (alegría, en caló), que me conmueve cada vez que lo veo, saliéndome personalmente del cuadro estático de la vida de todos los días, para intentar comprender que el mundo de los niños y niñas de la barriada de las Tres Mil Viviendas, en Sevilla, contado maravillosamente en esta película, nos permite vislumbrar que otro mundo es posible y muy diferente al que muchas veces nos pintan a diario, porque Groucho ya lo dijo metafóricamente: que busquen a esos niños de cuatro años y más, en las Tres Ml Viviendas, Los Pajaritos, Amate, Polígono Norte, El Vacie, por ejemplo, que lo saben casi todo al salir con alegría (Alalá) de los cuadros de su dura vida.
Es lógico que, como ellos, queramos huir hacia otro mundo donde el arte de vivir no se compre ni se venda en el supermercado del consumo, ni en museos vivientes no inocentes. Sin más marco que el de la dignidad humana, que da la felicidad auténtica cuando se entra en él y del que, hoy por hoy, no me gustaría salir. A pesar de todo, porque en la gran exposición del mundo en que vivimos, que podría llevar por título «Metavida», tenemos que plantearnos alguna vez que la vida digna hay que interpretarla alguna vez sobre la propia vida, saliéndonos todas las veces que haga falta de los marcos que nos impone a diario la sociedad más allá del coronavirus y que no nos gustan. O como ocurre ahora, porque la pandemia que nos asola no nos hace sufrir a todos de la misma forma, porque está siendo muy duro para los que menos tienen.
No deberíamos olvidarlo y una muestra puede ser estando cerca de la actividad social en torno a estos marcos sociales tan preocupantes. Como los que cuida la Asociación Educativa y Social Nuestra Señora de la Candelaria, que atiende a un complejo mundo de barriadas muy pobres en Sevilla (Tres Barrios-Amate), un oasis en medio de un desierto, como se definen a sí mismos, colaborando cada uno, cada una, de la mejor forma que sepa o pueda hacerlo.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.
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