Tengo derecho a hacerme ilusiones

MAN RAY

Recuerdo los ojos de mi esposa otra vez. Nunca veré cualquier cosa más aparte de esos ojos. Ellos preguntan.

Antoine de Saint Exupéry, Terre des Hommes, 1939

Sevilla, 31/V/2020

Lo decía extraordinariamente bien Juan José Tamayo en una conferencia pronunciada en Madrid en noviembre de 2013, en la Fundación Juan March, sobre la necesidad de creer en las utopías en tiempos de crisis: “En la actualidad cuando calificamos a una persona, a un proyecto, o a un colectivo de utópicos, no es precisamente un piropo. Más bien todo lo contrario: es una descalificación en toda regla. Estamos diciendo que está en las nubes, que no tiene sentido de la realidad, que crea mundos imaginarios, que es un iluso… Por eso, las personas utópicas, los proyectos utópicos, los movimientos utópicos están siendo desterrados en nuestro mundo y en nuestro tiempo. Les pasa algo parecido a lo que les sucedía a los poetas en la República de Platón: eran excluidos, porque no eran capaces de alcanzar la verdad, lo único que hacían era fabular. Esto mismo sucede en nuestra sociedad: suele imperar el realismo, y las personas o los proyectos utópicos son desterrados de todos los campos del saber y del quehacer humano. Por ejemplo, me han transmitido desde muy pequeño una serie de máximas: “niño, no te hagas ilusiones; ten los pies en la tierra; no te vayas por las ramas…”. Esas tres afirmaciones dichas en la infancia, repetidas en la adolescencia y ratificadas en la juventud, surten el mismo efecto que el de un pájaro al que se le cortan las alas, te quedas sin futuro, te quedas sin horizonte”.

Es verdad porque ahora, saliendo poco a poco del estado de alarma a través de la desescalada hacia la nueva normalidad, me preocupa que ésta no deje mucho lugar a la utopía, a hacernos ilusiones de que las cosas pueden cambiar. Antonio Muñoz Molina escribió hace años un artículo, Notas en un cuaderno, que me hizo reflexionar sobre qué significa hacernos ilusiones de que la vida puede cambiar en un nuevo orden mundial. El artículo citado me ha devuelto de nuevo y de forma paradójica la ilusión de fijarme otra vez y con detenimiento en las cosas y en los humanos (todo lo humano me pertenece), a pesar del razonamiento contrario que allí reflejaba en torno a una publicación de gran interés social, South and West: From a Notebook, que vuelve a tener especial relevancia por los últimos sucesos acaecidos en Minneapolis: “Joan Didion [su autor] es una de esas inteligencias muy realistas que se fijan demasiado en las cosas y en los seres humanos como para hacerse demasiadas ilusiones sobre ellos, o para dejarse llevar por abstracciones celebradoras o condenatorias. El mundo es como es. Y comprender algo requiere un extraordinario ejercicio de atención que no siempre lleva a conclusiones satisfactorias”. Es verdad, pero la memoria fotográfica que mantengo de todo lo ocurrido en este país durante muchos años, a partir también de los setenta y en el sur de España, me hace meditar sobre lo que creemos que hemos conquistado con tanto esfuerzo, así como soñar despierto en la transformación de España, de Andalucía y de una sociedad que tanto sufre como aldea global por la pandemia del coronavirus.

Me reitero en una declaración de principios que ya escribí en este blog en 2017, porque vivo rodeado de personas “que sueñan con un mundo diferente, porque no les gusta el actual, porque hay que cambiarlo. A mí me gusta ir más allá, es decir, el mundo hay que transformarlo. Pero surge siempre la pregunta incómoda, ¿cómo?, si las eminencias del lugar, cualquier lugar, dicen que eso es imposible, una utopía, un desiderátum, como si ser singular fuera un principio extraterrestre, un ente de razón que no tiene futuro alguno”. No me resigno a aceptarlo y por esta razón sigo yendo con frecuencia de mi corazón a mis asuntos utópicos, del timbo al tambo, como decía García Márquez en sus cuentos peregrinos, buscando como Diógenes personas con las que compartir formas diferentes de ser y estar en el mundo, que sean capaces de hacerse ilusiones con alguien o por algo.

Esta es la razón de por qué comprendo mejor cómo finaliza Muñoz Molina el artículo citado contemplando lo sucedido en EEUU: “En 1970, en el sur de Estados Unidos, Joan Didion se dio cuenta de que el pasado de cerrazón, oscurantismo y resentimiento no desaparece de un día para otro. Cuarenta y siete años después, una parte de esa negrura se ha mantenido intacta, y ha proliferado. Una parte de lo peor del pasado es ahora el presente y parece que va a ser el porvenir”. Para que no lo olvide en mis sueños e ilusiones, cincuenta años después, porque el mundo es como es por culpa de algunos. Para hacerme ilusiones también y seguir creyendo en utopías, a pesar de todo.

La vida sigue, dispuesta siempre a ofrecernos miles de oportunidades para creer que todavía es posible ser y estar en el mundo de otra forma, soñando despiertos, hacernos ilusiones, ¿habrá algo más bello?, porque deseamos cambiar aquello que no nos hace felices, que mina a diario la persona de todos o la de secreto que llevamos dentro. El cine de mi infancia contemplaba siempre descansos en las sesiones continuas pero, cuando soñamos, la vida no se detiene sino que solo esperamos, mientras caminamos, que se cumplan los deseos irrefrenables de alcanzar resultados pretendidos en las ilusiones que hemos fabricado.

Salir de este estado de alarma es un sueño reparador para despertar a nuevas experiencias de lo que está por venir, donde cualquier parecido con la realidad, a diferencia de lo que ocurre con las películas, no es pura coincidencia, sino el fruto de un sueño realizado, de unas ilusiones legítimas que se cumplen, porque es legítimo que así sea. Como en el campo de la libertad, los sueños realizados y las ilusiones que nos hacemos, son solo para quienes lo trabajan. A pesar de lo que afirmaban Joan Didion: el mundo es como es o Antoine de Saint-Exupéry: los ojos preguntan.

Lo decía muy bien Juan José Tamayo en su conferencia: “en tiempos de crisis, las utopías son más necesarias que nunca, porque nos devuelven la esperanza y nos permiten soñar”. Esa es la razón de por qué tenemos derecho a hacernos ilusiones. Algo más que acudir a encuentros en la tercera fase [sic] y que nunca se publicará en esos periódicos oficiales o privados que nos abruman, en estos tiempos difíciles, con sus noticias flexibilizadoras de última hora.

NOTA: la imagen es un fragmento de una fotografía de Man Ray, Le somneil, realizada en 1937 y en la que aparecen Consuelo de Saint-Exupéry (esposa-rosa del autor de El principito, tan de actualidad siempre) y Germaine Huguet, que figuraba en el programa oficial de una exposición sobre El surrealismo y el sueño, celebrada en Madrid, en 2014 en el Museo Thyssen-Bornemisza.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

Ingreso económico para garantizar la dignidad en el itinerario vital

SAVE THE CHILDREN ANDALUCIA3

Sevilla, 30/V/2020

Ayer se aprobó en el Consejo de Ministros el Real Decreto-ley por el que se pone en marcha un Ingreso Mínimo Vital, que viene a dar respuesta constitucional a un mal endémico en España como es el de la pobreza severa en porcentajes muy altos de su población, afectando directamente a los niños y niñas de familias que viven en pobreza estructural. A lo largo de los últimos años he escrito en este cuaderno digital, en muchas ocasiones, sobre la realidad de la pobreza severa en España, poniendo el acento especialmente en Andalucía y en los datos de la pobreza infantil en España y en esta región por alcanzar un porcentaje muy alto de personas afectadas. Pero los datos siguen siendo muy tercos y basta tener la sensibilidad suficiente para conocer la situación objetiva en relación con esta situación real y objetiva, para darse cuenta de que las colas del hambre durante la pandemia de la COVID-19 son una expresión lacerante de esta lacra social que ha perdurado durante mucho tiempo en este país.

Lo aprobado en este Real Decreto viene a dar respuesta a un clamor popular en relación con los que menos tienen y, sobre todo, a dar una respuesta de Estado a una situación que ya estaba desbordando a las instituciones y organizaciones no gubernamentales que se han volcado a lo largo de los últimos años en atender las clamorosas necesidades de un porcentaje muy alto de la población española, por mucho que algunos no quieran reconocerlo. Es verdad que desde hace años se habían iniciado ya en España actuaciones gubernamentales para atender las denominadas genéricamente “rentas mínimas vitales”, pero como se afirmaba recientemente en un excelente artículo en un diario digital: “En la actualidad, la cobertura de las rentas mínimas regionales es limitadísima y muy diferente según las Comunidades Autónomas. Un reciente estudio para la Comisión Europea de los investigadores Adrián Hernández, Fidel Picos y Sara Riscado detalla que la cobertura media de estas ayudas autonómicas alcanza de media al 13% de los hogares en pobreza severa, con grandes diferencias entre regiones: alcanza el 100% de las familias en esta situación extrema en Euskadi mientras que solo cubre al 3,6% de los hogares de Castilla-La Mancha”.

El estudio citado, publicado este mes y realizado aquí en Sevilla por el Centro Común de Investigación (JRC, Joint Research Centre, principal organismo asesor científico y tecnológico de la Comisión Europea), con un título sugerente, Avanzar hacia sistemas de rentas mínimas más justos en España, aún reconociendo la idoneidad de estos sistemas en este país por proporcionar unos ingresos mínimos vitales, son en la actualidad y hasta que se ha aprobado este nuevo marco legislativo, “una colección heterogénea y compleja de beneficios regionales diseñados e implementados por las Comunidades Autónomas, sin tener el principio de equidad de Estado, creando desajustes clamorosos de reconocimiento de derechos en el país. Esto genera importantes discrepancias regionales entre las personas más pobres, socavando la igualdad de acceso, la asistencia social adecuada y, en última instancia, la equidad de estas redes de seguridad de último recurso”.

El estudio ayuda a comprender y contextualizar mejor lo que está ocurriendo en España en la actualidad en términos de cobertura y adecuación. Evalúa los efectos presupuestarios, distributivos y de pobreza de los actuales sistemas regionales de renta mínima, así como el impacto del aumento tanto de las tasas de cobertura como de los niveles de adecuación. Utiliza el modelo europeo de microsimulación EUROMOD junto con los microdatos de las Estadísticas de la Unión Europea sobre Ingresos y Condiciones de Vida, simulando una secuencia de escenarios teóricos con diferentes combinaciones de cobertura y niveles de adecuación utilizando líneas estadísticas de pobreza nacionales y regionales como referencias. Sus resultados sugieren que el aumento de la adecuación tendría un mayor impacto en las tasas de pobreza que el aumento de la cobertura, pero sería menos eficaz para reducir la intensidad de la pobreza: “Es importante destacar que todos los escenarios implican aumentos significativos del gasto, más aún para mayores disminuciones en la intensidad de la pobreza, como se esperaría. Cabe destacar que los resultados difieren en gran medida entre las regiones y son sensibles a medir la pobreza bajo un criterio nacional o regional, lo que refleja las disparidades regionales españolas en términos de pobreza”. De obligada lectura para poder emitir juicios bien informados en relación con el Ingreso Mínimo Vital aprobado ayer por el Consejo de Ministros.

Según la información oficial disponible, el Ingreso Mínimo Vital «es la respuesta del Gobierno al problema estructural de pobreza que existe en España y su puesta en marcha se ha acelerado para ayudar a cubrir las situaciones de vulnerabilidad causadas por la COVID-19, que se suman a las de las familias que ya se encontraban en dificultades previamente. Según las estimaciones, la nueva prestación podría alcanzar los 850.000 hogares beneficiarios, en los que viven más de 2,3 millones de personas, con especial incidencia en los hogares con niños. De hecho, de los 2,3 millones de potenciales beneficiarios, un 30% son menores. También habrá una incidencia mayor entre los hogares monoparentales, que supondrán el 16% de los beneficiarios. Dentro de ellos, casi un 90% están encabezados por una mujer».

El Ingreso Mínimo Vital viene a dar respuesta constitucional a derechos fundamentales en términos de equidad en el acceso a un ingreso económico para determinadas personas y familias que permitirá atender la pobreza estructural del país como itinerario de reconocimiento del conjunto de derechos y deberes constitucionales que ayuden a la población a salir de esta situación con un trabajo digno y bien remunerado: «El Ingreso Mínimo Vital es toda una política social que se engarza alrededor de una prestación, de forma que, más allá de la ayuda monetaria incluye estrategias de inclusión, en coordinación con las comunidades autónomas y los ayuntamientos, que permitan a las personas en vulnerabilidad transitar a una situación mejor. Los beneficiarios contarán con incentivos a la contratación y también se creará un «Sello Social» para las empresas que les ofrezcan formación y empleo».

La palabra “itinerario” me parece excelente porque este reconocimiento es un kilómetro cero para ayudar a salir de la situación de pobreza y no para instalarse en ella en régimen permanente de subsidio. Ese es su gran reto y es el motivo que me ha inspirado el título de este post porque el ingreso mínimo vital es, fundamentalmente, un ingreso para permitir, a toda la población española, alcanzar la entrada en el itinerario de la dignidad constitucional expresada en sus derechos fundamentales y, concretamente en el recogido en el artículo 35 de la Carta Magna: 1. Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.

NOTA: la imagen de la cabecera se ha recuperado del informe Familias en riesgo, publicado en Enero de 2020 por la ONG Save the Children, como análisis de la situación de pobreza en los hogares con hijos e hijas en España.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

Cuando nos equivocamos, siempre hay espacio para pedir disculpas

Sevilla, 29/V/2020 (actualizado a las 11:57)

El pasado 25 de mayo publiqué un post con el título En el alma enferma de Alzheimer, siempre hay espacio para la música, como homenaje a dos extraordinarios directores de orquesta, Zubin Mehta y Seiji Ozawa, en una actuación conjunta en el concierto que se celebró el 1 de octubre de 2016, con motivo de la celebración del 30 aniversario de la inauguración del Suntory Hall de Tokyo, una de las salas de conciertos más importantes del mundo. Escribí ese día unas palabras, recordando un vídeo que había visto en el muro de Facebook de un amigo entrañable, en el que aparecía el director de orquesta japonés Seiji Ozawa, junto a Zubin Mehta y donde personalmente afirmaba que Ozawa estaba ya aquejado de la enfermedad de Alzheimer, dirigiendo ambos a la Filarmónica de Viena en la tercera y última parte del concierto citado.

He recibido un comentario muy amable por parte de un lector de este blog en el que me confirma que Seiji Ozawa no sufre esta enfermedad, tal y como se puede apreciar en el video dirigiendo en mayo de 2019 el concierto para piano n. 1 de Beethoven junto a Marta Argerich y la Orquesta de Cámara de Mirto (Japón), grabado en vivo con motivo de la celebración del 250 aniversario de la muerte de este compositor, en una edición especial de DECCA CLASSICS que ha salido a la venta el pasado 8 de mayo. Gracias sinceras por esta información esclarecedora de Josep María.

Siento no haber detectado a tiempo que la noticia que acompañaba al video en las redes sociales y de la que tomé la base de mi post, era falsa. Como símbolo de respeto y admiración al gran director Seiji Ozawa, he retirado inmediatamente de este blog el post citado, en el que me esforcé por verificar el fondo y la forma del video que había visto en Facebook, entrando en la web del Suntory Hall de Tokyo donde se celebró el citado concierto y repasando el programa completo del acto de celebración de su 30 aniversario de la inauguración.

Pido disculpas por el error cometido a cuantas personas leyeron el post. De alguna forma, con la reproducción hoy de la dirección del concierto de Beethoven, por parte del maestro Seiji Ozawa, que acompaña a estas palabras, también se las pido a él, aunque siempre le traté con profundo respeto y admiración con mis palabras del post ya borrado, donde solo quería reafirmar de fondo el gran aserto de la música que tantas veces he citado en este cuaderno digital: musica laetitiae comes, medicina dolorum (La música es compañera en la alegría y medicina para el dolor). También, porque pienso que cuando nos equivocamos, siempre hay espacio para pedir disculpas.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

Duelo oficial, personal y democrático

LUTO OFICIAL2

Sevilla, 28/V/2020

El Boletín Oficial del Estado publicó ayer el Real Decreto 538/2020, de 26 de mayo, por el que se declaraba luto oficial, en señal de duelo, durante diez días, por los fallecidos como consecuencia de la pandemia COVID-19, con unos razonamientos que recojo textualmente por respeto a una decisión de Estado que me concierne en su fondo y forma:

“Porque es bueno que la sociedad que trabaja junta por el bien común pueda manifestar también junta su dolor,

porque es digno consolidar los vínculos sociales con un duelo colectivo y unitario en recuerdo de todas las víctimas provocadas por la violencia, el terror, las catástrofes o la enfermedad,

porque es justo homenajear a los compatriotas que han sacrificado sus vidas en el cumplimiento del deber ante una amenaza insólita contra la salud y el bienestar de la Nación,

porque es necesario expresar el respeto a las generaciones mayores que, después de trabajar durante años difíciles por nuestro progreso, se han visto especialmente afectadas por la pandemia,

y porque es proporcionado expresar el convencimiento de que la valoración de los cuidados en las decisiones públicas es la apuesta más fecunda por el futuro, en memoria de las víctimas por el COVID-19”.

Decía recientemente, rememorando una canción triste de Rafael Alberti, Te marchaste sin decirnos adiós, que en el prólogo del libro (1) que la recoge, entre otras, el autor las justificaba de la siguiente forma: “[…] como por transparencia, entrelazados al río y raro paisaje que las provocan, se ven latir en ellas todos los años de dolor y nostalgia que andan dentro de mí, al mismo ritmo de la sangre; porque yo no podré cantar ya nunca dividiendo en dos partes el correr de mi vida; aquí, de este lado, lo sereno, luminoso, optimista, y de este otro, lo dramático, oscuro, triste, todo lo señalado por los signos crueles de mi tiempo. Por esta causa son así, no de otro modo”. Me ocurre hoy lo mismo. No puedo estar tan tranquilo con lo que está sucediendo aunque yo esté del lado de los no afectados directamente por la pandemia, porque al escribir hoy siento el dolor de lo que está ocurriendo y no puedo escribir solo en este blog sobre lo sereno, luminoso u optimista, porque estas ausencias me llegan a lo más profundo de mi corazón.

Estamos viviendo los estragos de un tsunami de contagio y propagación de una enfermedad desconocida en su manifestación actual, aunque no en su base científica. En este desconcierto mundial nos queda la palabra y hoy, de nuevo, quiero dedicarla a estas personas que han fallecido sin que hayamos podido decirles adiós, comenzando obviamente por sus familiares más allegados. También, para reivindicar otra vez, con todas mis fuerzas, que el mejor homenaje que podemos hacerles hoy, más allá de la declaración de luto oficial, banderas a media asta, corbatas y trajes negros, crespones también negros y funerales de Estado, es urgir a nuestros gobernantes para que comiencen a trabajar inmediatamente sobre un Pacto de Estado de Atención Integral a las Personas Mayores, porque el dato estadístico actualizado a 11 de mayo era estremecedor: casi el 66% de las personas fallecidas (exactamente el 65,86%) ha sido en residencias o centros de acogida de personas mayores, la gran mayoría atendidas en centros privados o concertados con una lejanía, que se palpa, de la atención, financiación y supervisión pública. Así se informó por la radio y televisión públicas (RTVE): “A falta de realizar test generalizados, ha sido imposible hasta ahora saber el número de víctimas mortales que el coronavirus ha dejado en las aproximadamente 5.457 residencias de ancianos españolas, ya sean públicas, concertadas o privadas. Pero, según los datos proporcionados por las comunidades autónomas y que ya obran en poder del Gobierno -aunque aún no las ha dado a conocer-, los usuarios de este tipo de centros que han fallecido con COVID-19 o síntomas similares se sitúan en 17.730, la mayoría en Madrid, Cataluña, Castilla y León y Castilla-La Mancha. Así, los fallecidos en residencias de ancianos equivaldrían al 66% del total notificado oficialmente por el Ministerio de Sanidad”.

Reitero una vez más que no es el momento de jugar con las cifras para utilizarlas como arma arrojadiza en la disputa política, pero es obligado, por transparencia y dignidad pública, que se sepa la verdad de lo ocurrido a la mayor brevedad ética posible. La evaluación de carácter público proporciona siempre juicios bien informados. En este momento de dolor profundo por las consecuencias devastadoras de la COVID-19, recuerdo de nuevo la estrofa final de la canción 55 de Alberti, escrita desde la orilla del dolor y sufrimiento de la lejanía de su querida tierra y océano del Sur: Tiempos malditos y tristes / en los que hasta un triste adiós / hay sombras que lo prohíben.

(1) Alberti, Rafael (1955), Baladas y canciones del Paraná (1953-1954), Buenos Aires: Losada, Canción 55.

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¡Hola Andalucía, España, Mundo!

Sevilla, 27/V/2020

Estamos iniciando un nuevo viaje en nuestras vidas a través de la desescalada y hacia la nueva normalidad en un nuevo orden o desorden mundial, según se mire. Ya nada es y será igual en nuestras vidas singulares, mejor que ordinarias, porque nosotros tampoco somos ya los mismos. La vida es un viaje hacia alguna o ninguna parte, según lo planteemos a lo largo de nuestro caminar mundano. En este cuaderno de bitácora, también llamado a veces de derrota, en lenguaje del mar, controlando siempre la aguja de desvío, he mencionado de forma reiterada la importancia de comprender nuestra vida como un largo viaje a islas desconocidas, aunque el secreto radique en conocernos primero a nosotros mismos, saliendo de nosotros y atendiendo siempre la recomendación de Saramago a través de su heterónimo literario, la mujer de la limpieza en el palacio del rey, en su precioso cuento de la isla desconocida: “Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual…”.

Llegados a este punto de la desescalada, haciendo acopio de avíos en tierra para navegar de nuevo, he recordado un documental que se estrenó el 9 de enero de 2020, ¡Hola, mundo!, como una premonición de lo que íbamos a necesitar solo casi cinco meses después, quizá como símbolo de que es probable que tengamos que dar un giro copernicano a nuestras vidas, salvando lo que haya que salvar, en este viaje que iniciamos hacia lo desconocido por las secuelas de la pandemia. La historia que cuenta el documental es muy interesante porque “nació con la idea de dar argumentos a todos aquellos que quieren viajar en familia pero no se atreven. Bien por miedos propios o por el peso del entorno. Queríamos ofrecer algunas certezas, eliminar ciertos miedos y regalar algunos consejos. Según fue tomando forma el proyecto, pasó de ser un documental eminentemente viajero a uno en el que se hablaba de algo más: la importancia de los primeros años para la vida de un ser humano. Así, el viaje pasaba a ser un hilo conductor”. El viaje que iniciamos en la desescalada va a ser también, en muchas ocasiones, un viaje en familia, como si lo hiciéramos por primera vez ante un mundo desconocido.

Ahora, atendiendo a las recomendaciones que Pablo Neruda y Saramago han hecho siempre sobre la atención que debemos prestar al niño que siempre llevamos dentro, es probable que comprendamos la importancia de cualquier viaje en nuestras vidas, más si lo concebimos como dirigido hacia alguna parte, extrayendo desde las primeras imágenes aquellas reflexiones necesarias para un buen viajero en la vida. Necesitamos en estos momentos refuerzos positivos después de un desgaste evidente por lo vivido durante el estado de alarma, porque ya nada es igual que antes y porque no existen guías para este tipo de viajes que no preocupan al mercado turístico sino solo al justo, digno y solidario.

El hilo conductor del documental es lo importante al aplicar el principio de realidad en la situación actual: los primeros pasos por la nueva vida, marcarán el resto del camino (la cursiva es mía). Construiremos un mundo mejor si organizamos bien nuestro próximo viaje cuando finalice el estado de alarma y busquemos el mejor destino para viajar no solos, sino acompañados y juntos ante el peligro de no soñar despiertos o de no vivir unidos.

NOTA: recomiendo leer las notas del documental en la dirección web: https://youtu.be/rGSLv0PjgF0, donde se ofrece información del proyecto “Algo que recordar”. La voz en off de Alejandro Sanz, siempre reconocible, aporta un plus de creatividad y compromiso, porque con la música que lleva dentro nos llena de alegría en la felicidad y, otras veces, de consuelo en momentos difíciles.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

La ciencia garantiza también las pensiones

Sevilla, 26/V/2020

Lo decía ayer el ministro de ciencia e innovación, Pedro Duque, contestando en una entrevista muy interesante a una pregunta que debería estar presente en cualquier cuestionario actual de economía de Estado: “Habla de la escasez de recursos de la ciencia y la investigación, ¿es el momento para revertir esta situación?”, a la que el ministro Duque responde con una proyección que valoro profundamente: “Estoy convencido de que esta es la única decisión inteligente que se puede tomar en cuanto al fomento de la investigación y desarrollo en España. Espero que no haya nadie que no haya entendido que con el doble de innovación podemos pagar las pensiones a medio plazo. La innovación es la base para tener márgenes en las empresas y estar por delante del mercado, y a su vez para que sus trabajadores tengan sueldos cercanos a los que tienen en Centroeuropa, y eso además implica que puedan contribuir a la Seguridad Social y poder pagar las pensiones de nuestros jubilados. No podemos pretender que el sistema de bienestar español pueda ser sostenible si no invertimos en conocimiento e innovación. Las empresas tienen que exportar producto de alto valor añadido, y eso no sale de otro sitio que no sea de la innovación y de la aplicación de la ciencia básica y de la transferencia de conocimiento”.

Creo que un DAFO (análisis de debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades) ultrarrápido de esta epidemia, nos abre un capítulo muy esperanzador en relación con las oportunidades y fortalezas que nos brinda la situación actual de descalabro económico y científico, donde ha quedado clara y manifiesta la dependencia vergonzante de la investigación, innovación y desarrollo en España respecto de otros países, que se ha tenido que buscar fuera para dar respuesta a situaciones extremas en las que, paradójicamente, ha aflorado de forma esplendorosa la inteligencia de un gran sector de profesionales, que estaba oculta y trabajando en muchos casos en áreas de innovación estratégica para el Estado con sueldos miserables y en perpetua economía precaria.

Me ha parecido un gran logro un ejemplo que ya funciona en este país en relación con la Oficina de Compra Pública Innovadora, “un método cercano a los programas aeroespaciales, por el que los poderes públicos compran el primer prototipo de algo prometedor. Esa compra pública de innovación revierte en unos servicios públicos más eficientes, y a la industria le favorece porque le ayuda a dar el último empujón de innovación para la conversión de la idea en un producto. Lo estamos relanzando y estamos creando programas de este tipo que no existían. Se trata de tener un primer cliente ancla, que en este caso es el Estado, que además se beneficia con una propiedad compartida de los derechos generados de propiedad intelectual. Al Estado le costaría un poco menos comprar más de este producto y la empresa puede venderlo con beneficio. Estamos en buen camino, aunque creo que esta crisis tiene que ayudarnos a acelerar esta evolución y que llegue a los Presupuestos generales. Es importante que todo el mundo lo entienda, pero sobre todo que ningún elector achaque a su partido un fallo por utilizar algo de dinero en ciencia e innovación y no a arreglar los problemas de hoy”.

Me detengo en esta experiencia, implantada en nuestro país en 2018, al ser la Compra Pública de Innovación (CPI) una herramienta para fomentar la innovación desde el sector público, concretamente a través de la adquisición de soluciones innovadoras o de soluciones en fase de desarrollo. La Oficina de Compra Pública Innovadora (OCPI), cuyo objetivo es, esencialmente, impulsar la CPI en la modalidad de Compra Pública Precomercial (CPP) se cofinancia a través de los fondos FEDER: “A través de este instrumento, el CDTI [Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial] adquirirá servicios de I+D que puedan resultar en prototipos de primeros productos o servicios, en forma de series de prueba, tecnológicamente innovadores y que satisfagan necesidades públicas. El prototipo que en su caso se desarrolle, será cedido a la Administración Pública española que esté interesada en el mismo y pueda proporcionar el entorno real necesario para validar la tecnología propuesta. El prototipo deberá utilizarse exclusivamente para validar tecnología, sin fines comerciales posteriores”. Se puede acceder en su portal web específico a las subvenciones a proyectos de I+D y de Inversión para hacer frente a la emergencia sanitaria declarada por la enfermedad COVID-19, como ejemplo de la inversión científica actual en términos de oportunidades de investigación.

Como un ejemplo vale más que mil palabras, es interesante dar a conocer una experiencia concreta de una empresa sevillana, Airvant Mediciones Ambientales, S.L., que ayer se reunió por videoconferencia con el Ministro Duque, para explicarle el desarrollo de un proyecto, denominado PREVENZAL, financiado por su Ministerio a través del Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), empresa pública ya citada y dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación, que generará puestos de trabajo y cotizaciones a la Seguridad Social, beneficiando a los pensionistas de hoy y de mañana, como ejemplo claro de que con ocasión de la pandemia de la COVID-19, se puede innovar y crear un nuevo tejido empresarial en beneficio de todos.

Aprovecho el fondo y forma de esta reflexión como un pequeño homenaje a la visión estratégica de Bill Gates, al cumplirse hoy 25 años de la publicación de un memorándum interno a su empresa (Microsoft), con un título premonitorio, El maremoto Internet, donde detallaba su visión en torno al fenómeno mundial de las tecnologías de la información y comunicación, que se ha hecho viral, nunca mejor dicho, en todos los supuestos que se contemplaban en aquel documento: “Internet es el desarrollo singular más importante que llega después de que el PC de IBM fue presentado en 1981. Es incluso más importante que la llegada de la interfaz gráfica del usuario (GUI) […] Internet es un maremoto. Cambia las reglas”.

El ejemplo de los hiperenlaces, que también los citaba en el documento, es una muestra de ello y al utilizarlos y compartirlos hoy con la Noosfera, he sentido la necesidad de agradecer lo que queda en el fondo y forma de estas palabras que escribo ahora, con la emoción de un usuario de la innovación que, hace ya veinticinco años, determinados científicos pusieron en marcha, con todo su empeño en avanzar y justificar que el mundo solo tiene interés hacia adelante y que la sociedad es una red tupida de relaciones humanas, políticas y comerciales, como bien preconizó el ministro Castells en una publicación estelar, La galaxia Internet (1), en la que irónicamente nos anunciaba algo importante: “Existen malas noticias para los que sólo quieren vivir su vida: si no nos relacionamos con las redes, las redes si se relacionan con nosotros. Mientras queramos seguir viviendo en sociedad, en este tiempo y en este lugar, tenemos que tratar con la sociedad red. Porque vivimos en la galaxia Internet”.

Sinceramente, creo que las propuestas planteadas desde el Ministerio de Ciencia e Innovación garantizan una determinada inversión pública en ciencia, en todas y cada una de sus proyecciones prioritarias que se deben marcar en una estrategia del Estado del Bienestar, pero queda mucho por hacer. El Estado tiene que plantear con urgencia una inversión pública revolucionaria y transformadora en ciencia y tecnología, en sus bases de investigación, innovación y desarrollo, así como en la proyección nacional e internacional de sus resultados. La pandemia ha mostrado las debilidades del Estado en muchos recursos públicos que se han tenido que buscar fuera, generando un gasto insoportable, solo gasto, cuando con una buena previsión e inversión científica se podría haber generado un tejido empresarial innovador, joven, atractivo para estudiantes recién egresados de la Universidad e instituciones científicas del país que ahora, por miles, trabajan fuera de España, en una sangría de conocimiento de la que vamos a tardar muchos años en recuperarnos. No olvidemos las palabras de Manuel Castells: vivimos en una sociedad red llena de oportunidades. Aprovechémoslas. El ejemplo de la empresa sevillana es un claro exponente de que también podemos inventar e innovar nosotros. Los mayores lo agradecemos ya, olvidando el sentido controvertido de la frase de Unamuno, «Que inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones», porque pensamos que inventando nosotros se beneficiará probablemente el mundo en general y los pensionistas, en particular, en el presente y futuro de este país que envejece por días, una cuestión de Estado que, en beneficio de todo el país, no se debe olvidar ni siquiera un momento.

(1) Castells, Manuel (2001). La Galaxia Internet. Barcelona: Areté.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

¡Estoy contigo, todo saldrá bien y no quiero que te sientas sola!

Sevilla, 24/V/2020

Quiero decirlo alto y claro: ¡Estoy contigo, todo saldrá bien y no quiero que te sientas sola! No es solo una exclamación publicitaria sino un deseo personal y colectivo de las personas que pertenecemos al Club Virtual de Personas Dignas, al conocer que desde el inicio del confinamiento, se han recibido ya 19.000 peticiones de ayuda a los servicios de atención a mujeres víctimas de violencia de género.

En este sentido, el Ministerio de igualdad ha elaborado un plan de contingencia contra la violencia de género ante la crisis derivada del covid-19, dado que “en sus múltiples manifestaciones es una grave vulneración de derechos humanos que se ejerce en cualquier contexto político y social, como parte estructural de la discriminación histórica hacia las mujeres. La Organización Mundial de la Salud reconoce además (28 de marzo de 2020) que la violencia hacia las mujeres es el mayor problema de salud pública global, acentuándose su prevalencia en tiempos de emergencia, incluyendo cuando se producen graves epidemias”. Debería hacernos reflexionar esta última frase: la violencia hacia las mujeres es el mayor problema de salud pública global. Por extensión, también la que probablemente están sufriendo sus hijos.

TODOSALDRA BIEN1

Invito a conocer con detalle el resumen ejecutivo publicado por el Ministerio, citado anteriormente, en el que se pueden conocer con detalle y de forma directa las dos fases que contempla:

1ª fase: Se adoptan medidas focalizadas en reforzar las actuaciones que ya se desarrollan de manera normalizada en el ámbito de la violencia de género en el entorno de la pareja y expareja, así como en relación a otras formas de violencia machista, como la violencia sexual, declarando servicio esencial todos los servicios de violencia contra las mujeres (incluidos los servicios de trata y explotación sexual). En esta fase se han desarrollado además otras nuevas medidas adaptadas a la dificultad añadida que supone para las mujeres víctimas de violencia de género la situación de confinamiento.

2ª fase: Se adoptan también medidas adicionales que amplían la primera fase, mediante un Plan de Acción Urgente para víctimas de trata, explotación sexual y para mujeres en contexto de prostitución.

Me ha llamado la atención una medida específica en el entorno de la pareja o expareja y en relación a otras violencias de género, como la violencia sexual, a través de la publicación de una “Guía de actuación para mujeres que estén sufriendo violencia de género en situación de permanencia domiciliaria derivada del estado de alarma por COVID-19”, porque junto a otras medidas que ya se venían atendiendo, ésta se centra específicamente en el tiempo que dure el estado de alarma. El mensaje introductorio es una declaración de principios que no deberíamos olvidar en esta actuación solidaria y responsable contra esta violencia en tiempos de confinamiento: “La violencia de género no es un problema privado, es una violación de derechos humanos que incumbe a toda la sociedad, especialmente a los poderes públicos. Por eso, en esta situación de estado de alarma, con las dificultades que añade el aislamiento en los hogares y el cierre de muchos servicios, desde el Ministerio de Igualdad queremos informar a todas las mujeres que puedan estar viviendo estas situaciones de violencia de las acciones de prevención y respuesta frente a la violencia de género que siguen en marcha, especialmente si se trata de situaciones de emergencia”.

Queda mucho por hacer y cada uno, cada una, en la medida de sus posibilidades debemos actuar con los medios que tenemos, propagando sobre todo la información objetiva y veraz como mejor contribución para salir adelante en este espacio de vida irrespirable que en el que se convierte el hogar de mujeres que sufren violencia de género. Diecinueve mil peticiones de ayuda durante el tiempo transcurrido en el estado de alarma, debería hacernos reflexionar sobre qué podemos hacer cada uno por separado y todos juntos también, para ayudar a erradicar esta lacra social que tanto nos debería conmover para estar cerca de estas mujeres que nunca se deberían sentir solas. Menos, en el tiempo actual de confinamiento forzado.

La mejor forma de colaborar también con este plan es emitir juicios bien informados. Es el sentido de este post y su contenido con referencias oficiales específicas, en el que lo que llamo responsabilidad social se debe traducir en respuestas sociales, como resultado de la dialéctica continua que debemos mantener entre el conocimiento de lo que está pasando realmente en este ámbito triste de la sociedad y la libertad para llevarlas a cabo. Esa es la cuestión.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

Leer a Alberto Manguel bien vale una suscripción

Sevilla, 23/V/2020

En el mes de mayo de 1976 acudí una mañana al quiosco que estaba situado en la esquina de la Vía del Corso con el corso Vittorio Emmanuele, en Roma, para comprar el diario El País que acababa de iniciar su andadura en España, concretamente el 6 de mayo de ese año, casi en los primeros días de su nuevo despertar democrático. Lo hice con la ilusión de encontrar en sus páginas una bocanada de aire fresco en días muy difíciles casi a seis meses de la muerte de Franco. Leer aquellas páginas me devolvían la ilusión de recuperar libertades que en España no eran fáciles de conseguir, viviendo además la experiencia romana de vivir allí y caminar por sus grandes avenidas de libertad, con el peligro, a veces, para caminantes, como bien había aprendido de la experiencia de Rafael Alberti en esa Ciudad. Una experiencia, Urbi et Orbi, para quien la vive apasionadamente.

Cuarenta y cuatro años después, casi en el mismo día y hora en la que compraba aquel periódico y que me permitía una vez a la semana mi frágil economía de estudiante, me encuentro con el dilema de que si quiero seguir leyendo artículos en el diario El País, después de haber accedido a diez lecturas gratuitas durante este mes, tengo que pagar una suscripción que se ofrece con varias opciones y que se justifica por la dirección del periódico porque “El momento actual ha demostrado, más que nunca, la importancia de estar bien informado. Detrás de cada noticia, está el trabajo de todo un equipo de periodistas que velan por traerte una cobertura rigurosa y amplia. Esto no sería posible sin el apoyo de nuestros lectores, que hacen que EL PAÍS sea una realidad”. Escueto mensaje para quien lo quiera comprender así. Tengo una relación contradictoria con el periódico desde hace años, aunque no quiero confundir nunca la dirección editorial del mismo con algunos de sus periodistas de plantilla y colaboradores esporádicos, porque sería injusto meter a todos en el mismo saco de dudas éticas. Poderoso caballero es don dinero y este periódico también tiene sus deudas y avisos de sus fiadores, como todos los demás, aunque el patio de su casa sea muy particular. Siguiendo a Plauto y a Gracián, al buen entendedor con pocas palabras basta.

Al hablar de librerías, confieso que tengo grabada en mi memoria de secreto una secuencia de la película La vida es bella, que he reproducido recientemente en este cuaderno digital y que hoy vuelvo a rescatar por su fondo y forma en relación con el compromiso social y cultural de abrir una librería. Me refiero a Guido Orefice, el protagonista de esa excelente película, por su ilusión de poner una librería (que también tuve yo en una época de mi vida), que le jugaría al final una mala pasada por la invasión nazi en Italia, teniendo que explicar a su hijo Josué, de nombre hebreo, qué cartel van a poner en su librería para prohibir determinadas entradas como la que han leído al detenerse en un escaparate para ver un posible regalo para su madre: prohibida la entrada a hebreos y perros. Quitando hierro a la dramática situación que está viviendo con su hijo, Guido lo resuelve con una respuesta genial:

Josué: – Pero nosotros dejamos entrar a todo el mundo en la librería.

Guido: – ¡No, mañana mismo también pondremos un cartel! A ver dime algo que te caiga mal.

Josué: – Las arañas. ¿Y a ti?

Guido – ¡A mí, los visigodos! A partir de mañana vamos a poner un cartel que diga. “prohibida la entrada a las arañas y a los visigodos”. Me tienen frito los visigodos. Se acabó.

Guido era un judío pobre que tenía tres ilusiones en su vida humilde: abrir una librería, comprender bien a Schopenhauer (por su canto a la voluntad como motor de la dialéctica pendular de la vida) y saber distinguir el norte del sur (que también existe). Todo quedaría en nada excepto su dignidad humana y el ejemplo para su hijo en el campo de concentración, sin libros ya, casi sin nada. Al inteligente, poco, que decía Plauto.

Esta mañana, al iniciar el día con la lectura de las cabeceras democráticas de este país, porque toda la prensa no es igual, encontré un artículo de mi gran maestro Alberto Manguel dedicado a las librerías de su vida y a su proyección excelsa, la profesión de libreros. Además, tenía el artículo una entradilla muy sugerente: “Antes de dirigir la Biblioteca Nacional de Argentina o de escribir “Una historia de la lectura”, Alberto Manguel fue un librero adolescente con dos funciones: pasar el plumero a los libros para conocer bien el fondo y leer para Borges, ya ciego. Lo cuenta en este artículo”. Tuve una sensación agridulce porque durante los días pasados ya me había salido de forma reiterada el aviso de que si quería seguir leyendo artículos seleccionados tenía que suscribirme, pero mi satisfacción ha sido plena cuando, con el miedo en el cuerpo por si saltaba el aviso emergente, he comprobado que podía leerlo completo con la admiración de siempre hacia este autor al que sigo desde hace ya muchos años, aprendiendo de él el amor a las librerías y a la profesión de libreros, que con la que está cayendo abren librerías de nuevo, siguen leyendo y recomendando a Schopenhauer y saben distinguir perfectamente autores del norte y del Sur, que también existen. ¿Un regalo de El País o de Manguel, en tiempos de confinamiento?

Probablemente, dependiendo del medio por el que accedo a la lectura de El País, ordenador de mesa, tableta o móvil, me queda todavía alguna oportunidad de acceso gratuito que no he perdido, como la lectura del artículo de Manguel, situación que en su fondo y forma lo he considerado como un regalo de la vida. No creo que me vuelva a ocurrir y he pensado que seguir leyendo a Alberto Manguel bien merece una suscripción, como a mí me mereció la pena y alegría contradictorias lo que sentí al comprar ese querido periódico un día ya lejano en Roma, al igual que merecería también una misa si fuera por conquistar París, su ciudad tan querida durante años, con su libertad, igualdad y fraternidad como lecciones aprendidas en libros para distribuir ahora, en las desescaladas, por librerías de todo el mundo.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

 

Mayo fue antes Bona Dea, una diosa buena

BONA DEA

Sevilla, 22/V/2020

La cultura nos ayuda a interpretar la historia, aprender de ella y saber, por ejemplo, por qué este mes se llama Mayo. Siguiendo su trazabilidad cronológica, nos podemos retrotraer hasta el calendario ático en el que se denominaba Targelión, porque en este mes se celebraban las Targelias, unas fiestas dedicadas a los dioses Apolo y Artemisa. Posteriormente, según el calendario romano, este mes se denominó Maia o Bona Dea, hija de Fauno y diosa de la fertilidad, la castidad y la salud. Probablemente, deriva de Maia la actual denominación del quinto mes del año según el calendario gregoriano.

Analizando la mitología romana, cuando Hércules regresaba de Iberia con el ganado robado a Gerión, se detuvo al pie de Aventino para beber en una de las fuentes, “pero lo hizo alejado de Carmenta que, con las otras mujeres de Roma, estaba celebrando el ritual en honor a Bona Dea, un rito del que se excluyeron a los hombres” (1). Me ha llamado poderosamente la atención conocer que “Bona Dea era una diosa enigmática y poderosa y, sobre todo, era la diosa de las mujeres y los hombres tenían que respetar su culto, pero no eran admitidos, hecho absolutamente único en la cultura machista romana. El misterio del culto, alimentado por la exclusión de los hombres, también se tiñe de magia para la dimensión suburbana de la frecuentación; el ara de la diosa estaba en una silva en la que había una cueva y un manantial, como en los santuarios oraculares arcaicos, lo que revela el poder de los vaticinios entre las prerrogativas de Bona Dea, que también tenía entre sus denominaciones la de Fatua. Deidad de la fertilidad, de la tierra, de la mujer y diosa saludable y beneficiosa, Bona Dea fue venerada en muchos lugares, tanto públicos como privados; el número y la variedad de sus epíclesis: Agrestis, Hygia, Nutrix, Pagana, Oclata destacan la versatilidad de sus aspectos y la fácil asimilación con las deidades preexistentes del mundo de la curación”.

Es interesante conocer la historia para comprender el alcance de los nombres que se dio a todo lo que nos rodea. Ya he escrito en este cuaderno digital que antes de la palabra existió la experiencia de la vida en el reconocimiento de todo lo que rodeaba a cada persona, visión transcendental del valor de la palabra cuando en relación con la creación del hombre y la mujer vio Dios que era muy bueno lo que había ocurrido frente a las restantes creaciones, los cielos, la tierra, las aguas, los animales y las semillas, que solo eran creaciones buenas: “Nunca tuvo un adverbio, muy, tanta importancia como ahora. Decir muy bella significa que por encima de todo es maravilloso vivir. Este adverbio tuvo siempre mucho valor para los pueblos ribereños del Tigris y Éufrates, en la actual Irak, porque allí nacieron los primeros relatos de la creación y en arameo decir “muy” significaba dar un valor transcendental a lo que sucede y a las cosas cotidianas que pasaban en su entorno, porque para ellos lo primero fue la experiencia vital y después la palabra que explicaba los hechos basados en lo que estaba pasando y seguían contado sus mayores de boca en boca”.

Quiero quedarme hoy con la constatación histórica de cómo nuestros antepasados buscaron siempre amparo ante la enfermedad, acercándose a la diosa Bona Dea, por lo que se comentaba boca a boca en Roma, por ejemplo, en relación con la curación. Han pasado miles de años y seguimos buscando todavía la curación, bajando del pedestal a quien debe proporcionarnos esa curación, la ciencia, la Buena Ciencia, a la que solo pedimos ahora que, como hizo Enrique Morente en su soleá de la ciencia, Presumes que eres la ciencia / Yo no lo comprendo así / Cómo siendo tú la ciencia / No me has comprendido a mí, comprenda -al curarnos con sus resultados- los difíciles momentos que estamos atravesando. Porque Enrique Morente también cantaba hacia atrás, buceando en la historia del ser humano, deseando que la emociones y las pulsiones pudieran comprender “la ciencia” del bien y del mal, de la enfermedad y las pandemias, en un mes de mayo que nos recuerda que una vez, hace ya muchos siglos, se llamó el mes de la Diosa Buena, de la curación.

(1) https://www.romeandart.eu/es/arte-mito-bona-dea.html

NOTA: la imagen de la Bona Dea (fechada aproximadamente en la mitad de siglo III d.C.), se ha recuperado hoy de http://www.bertolamifinearts.com/blog/2016/12/13/il-ritorno-della-bona-dea/ y es muy interesante la transcripción que figura en la inscripción de su base: “Ex visu iussu Bonae Deae/sacr(um)/Callistus Rufinae n(ostrae) actor”, que quiere decir: “Callistus, esclavo dependiente de Rufina, en calidad de abogado o tesorero (¿), ha dedicado esta estatua a la Bona Dea, respondiendo a una petición que le hizo ella misma, que se le apareció en un sueño”. La fecha de la estatua no es la original porque se ha datado sobre la base de la cabeza que figura en la actualidad, al aparecer decapitada y ser sustituida la original probablemente por la de Tranquilina (225-244 d.C.), emperatriz romana, esposa del emperador Gordiano III.

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¡Hagas lo que hagas, ámalo!

Sevilla, 21/V/2020

Se habla mucho en estos días de la reconstrucción urgente del país, con sede política en el Congreso de los Diputados, a través de una Comisión nombrada a tal efecto. Mientras que se aborda esa tarea necesaria, viendo lo que estamos viendo de espectáculo poco edificante, pienso que como ciudadanos tenemos la obligación ética de aportar nuestro grano de arena en esta reconstrucción, saliendo de la zona de confinamiento en la que estamos viviendo y que, si todo va bien en el proceso de desescalada, pronto tendremos que abandonar para asumir la vuelta a la normalidad pasada, presente y futura, que de todo habrá de aquí en adelante.

En la maravillosa película Cinema Paradiso, hay unas escenas inolvidables en las que Alfredo aconseja a Totó que salga de sí mismo para buscar islas desconocidas, las que describía extraordinariamente Jose Saramago en su cuento «La isla desconocida»: “La vida es más difícil… Márchate…, el mundo es tuyo, … no quiero oírte más, solo quiero oír hablar de ti… Hagas lo que hagas, ámalo”. Le ayudó a salir de su zona de confort y nunca he olvidado aquellas escenas ni aquellas palabras. Todo un símbolo. Lo he recordado especialmente porque estamos viviendo unos días complejos en nuestro país y la principal tentación es aislarse cada uno en su zona de confort, la que nos da seguridad en tiempos revueltos, que no está en los mapas de supervivencia existencial, porque suele ser personal e intransferible. Es perfectamente comprensible esta actitud, aunque personalmente defiendo que la reconstrucción del país en estos momentos es tarea de todos. En lugar de volver a escuchar ¡que inventen otros!, puede ser peligroso pensar en algo así como ¡que reconstruyan otros!, como si esa acción patriótica, no delegable, no fuera asunto de cada uno, de todos.

Creo mucho en la literatura y escritura circular, igual que la economía más avanzada hoy en relación con el cambio climático, aunque me separe siempre de aquella frase del asesor de Clinton, ¡es la economía, idiota!, que la elevó a un cielo muy particular y del que me siento muy alejado. Quiero decir con exactitud que, personalmente, vuelvo a leer libros de autores muy queridos y a repasar escritos míos que me pueden aportar de nuevo ganas de vivir y de compromiso activo. Creo que como ya manifesté hace años en este cuaderno digital, es imprescindible en esta fase de la desescalada salir de la zona de confinamiento en la que estamos instalados en este momento y pasar a la acción de participación social, cada uno donde mejor sepa o pueda hacerlo para reconstruir el país, su ciudad, su barrio, en la medida de nuestras posibilidades. Lo que es seguro es que debemos hacerlo, porque tenemos un recurso que si estamos atentos todavía no controla ni la mercadotecnia mundial ni los hombres de negro, nuestra inteligencia, que es la única responsable de interpretar el cuaderno de instrucciones para actuar en la vida en momentos difíciles como los que estamos viviendo. Además, no existen todavía dos cuadernos humanos iguales. De ahí nuestra responsabilidad individual y colectiva, tal y como la explico más adelante.

Desde mi punto de vista hay un modo de participar socialmente en procesos de construcción individual y colectiva del mundo que nos rodea ante situaciones límite como la que nos ocupa ahora por la pandemia, que es lo que se llama habitualmente “compromiso intelectual”, sobre el que ya he escrito en otras ocasiones en este blog y que no se refiere al mundo de sabios alejados de la realidad sino a la responsabilidad intelectual que tenemos todos, reafirmándome hoy en lo dicho anteriormente, respetando tres argumentos fundamentales para complicarnos la vida (si me permiten la expresión) de alguna forma digna:

1º. El primero nace de la suerte de que una persona pueda plantearse el dilema en sí mismo, sin calificar esta “suerte” como lujo afrodisíaco: el mero hecho de cuestionar la existencia de uno mismo al servicio estrictamente personal, es decir, el trabajo permanente en clave de autoservicio, así definido e interpretado, rompiendo moldes y preguntándonos si lo importante es salir del pequeño mundo tranquilo que nos rodea en la zona de confort y mirar alrededor, ya es un signo de capacidad intelectual extraordinaria que muchas veces no está al alcance de cualquiera. Desgraciadamente. La pre-programación de la preconcepción, en la clave que aprendí hace ya muchos años del profesor Ronald Laing, es una tabula rasa sobre la que se elabora y encuaderna el libro de instrucciones de la vida. Nuestro compromiso intelectual será siempre un interrogante y una dialéctica entre acción o silencio cómplice. La conclusión es que estamos mediatizados por nuestro programa genético y por nuestro medio social en el que crecemos. Todos somos “militantes” en potencia, con y sin carné, dependiendo de nuestros aprendizajes para comprometernos con la vida. Militar en vida, esa es la cuestión. Mucho más en estos momentos tan difíciles y complejos.

2º. La segunda vertiente a analizar es la del compromiso activo. Siempre lo he asociado con la responsabilidad social, porque me ha gustado jugar con la palabra en sí, reinterpretándola como “respuestabilidad”. Ante los interrogantes de la vida, que tantas veces encontramos y sorteamos, la capacidad de respuestabilidad (valga el neologismo temporalmente) exige dos principios muy claros: el conocimiento y la libertad. Conocimiento como capacidad para comprender lo que está pasando, lo que estoy viendo y, sobre, todo lo que me está afectando, palabra esta última que me encanta señalar y resaltar, porque resume muy bien la dialéctica entre sentimientos y emociones, fundamentalmente por su propia intensidad en la afectación que es la forma de calificar la vida afectiva. Libertad, para decidir siempre, hábito que será lo más consuetudinario que jamás podamos soñar, porque desde que tenemos lo que llamaba uso de razón científica, nos pasamos toda la vida decidiendo. Por eso nos equivocamos, a mayor gracia de Dios, como personas que habitualmente tenemos miedo a la libertad, acudiendo al escritor Erich Fromm que asimilé en mi adolescencia, pero que es la mejor posibilidad que tenemos de ser nosotros mismos. Esta simbiosis de conocimiento y libertad es lo que propiciará la decisión de la respuesta ante lo que ocurre. Compromiso (engagement) o diversión (divertissement), en clave pascaliana. Y mi punto de vista es claro y contundente. Cuando tienes la “suerte” de conocer el dilema ya no eres prisionero de la existencia. Ya decides y cualquier ser inteligente se debe comprometer consigo mismo y con los demás porque conoce esta posibilidad, este filón de riqueza. Aunque nuestros aprendizajes programados en la Academia no vayan por estas líneas de conducta. Cualquier régimen sabe de estas posibilidades. Y cualquier régimen, de izquierdas, centro y derechas lo sabe. Por eso lo manejan, aunque siempre me ha emocionado la sensibilidad de la izquierda organizada. Por eso me aproximé siempre a ella, porque me dejaban estar sin preguntarme nada. Intuían la importancia del descubrimiento de la respuestabilidad. Había inteligencia y compromiso activo. Seguro. Pero con un concepto equivocado como paso previo: la militancia de carné. Craso error. Antes las personas, después la militancia. No al revés, que después vienen las sorpresas y las llamadas traiciones como crónicas de deserciones anunciadas o de supuestos “militantes” que ante cualquier problema se tiran al mar desde el barco de las dificultades (a veces creo que falta mar para atender tanto náufrago…), aunque luego se compruebe con bastante desazón que falta barco para recoger a tantas personas que se tiraron de él en momentos de crisis, despreciando la obligación ética de permanecer en cubierta hasta el último momento del compromiso activo.

3º. Una tercera cuestión en discusión se centra en un adjetivo del compromiso, el “intelectual” y, hablando del grupo organizado o no, de los “intelectuales”. De este último grupo, líbrenos el Señor, porque suele ser el grupo humano más lejano de la sociedad sintiente, no la de papel cuché o la del destrozo personal televisivo. Un intelectual es concebido como un ser alejado de la realidad que se suele pasar muchas horas en cualquier laboratorio de la vida y de vez en cuando se asoma a la ventana del mundo para gritar ¡eureka! a los cuatro vientos, palabra que no suele afectar a muchos porque nace del egoísmo de la idolatría científica. Por eso hay que rescatar la auténtica figura de las personas inteligentes que ponen al servicio de la humanidad lejana y, sobre todo, próxima, su conocimiento compartido, su capacidad para resolver problemas de todos los días, los que verdaderamente preocupan en el quehacer y quesentir diario.

Cada intelectual, hemos quedado en “cada persona” que toma conciencia de su capacidad para responder a las preguntas de la vida, es decir, que podemos serlo todos, desde cualquier órbita, sobre todo de interés social, tiene un compromiso escrito en su libro de instrucciones: no olvidar los orígenes descubiertos para revalorizar continuamente la capacidad de preocuparse por los demás, sobre todo los más desfavorecidos o peor tratados por la sociedad en un determinado momento político o social, como el que nos asola en estos momentos por la pandemia del coronavirus, desde cualquier ámbito que se quiera analizar, porque hay mucho tajo que dignificar. Véase ya el espectáculo bochornoso de las llamadas «colas del hambre». Si esa militancia es independiente, otra cuestión a debatir, es solo un problema más a resolver, pero no el primero. No equivoquemos los términos, en lenguaje partidista. Porque así nos luce el pelo sobre la corteza cerebral, sede de la inteligencia, nuestro domicilio de la libertad personal, de la que afortunadamente podemos presumir todos. Todavía no es mercancía clasificada, aunque todo se andará porque ya está en venta en el mercado mundial de la indignidad.

Al tiempo, aunque no olvido las palabras de Alfredo a Totó para salir ahora de la zona de confinamiento, que no confort, de la forma más digna posible: hagas lo que hagas, ámalo porque el viaje de la reconstrucción personal, de nuestras familias, del país, de nuestras ciudades y barrios es tarea de todos, para amarla sin excepción alguna y sin dejar a nadie atrás

NOTA: para activar los subtítulos en español, en el vídeo de cabecera, hay que pulsar en Subtítulos. Merece la pena escuchar atentamente el diálogo. Impecable.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

 

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