
Sevilla, 30/XI/2020
Durante el tiempo de silencio en el que vivo actualmente y del que sólo saldré cuando deba decir algo más importante que lo sustituya, respetando el arte de callar, me he acercado a mi biblioteca, a la que llamo también clínica del alma, buscando a Antonio Machado y recordando su poema A un olmo seco (Campos de Castilla, CXV), escrito en Soria en la primavera de 1912, en momentos personales muy delicados por la enfermedad reciente de Leonor, su compañera tan amada y necesaria en su vida, que fallecería el 1 de agosto de ese año. Es la razón de por qué, hoy, dejo de callar aunque sólo sea un momento.
En este poema, Machado refleja su dolor personal asimilándolo al del olmo seco, herido, en el que al contemplarlo atisba un rayo de esperanza en su vida:
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
Añora la ausencia, junto a él, de álamos cantores que suelen albergar ruiseñores, como nos sucede en la vida ordinaria al sentir la lejanía de personas y situaciones portadoras de buenas noticias:
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Un olmo así o una persona afectada por el rayo de la vida y por la edad, tiene muchos destinos, del que destaco uno, precioso, que me ha llamado la atención. Me refiero al verso en el que Machado escribe sobre uno de los destinos de la madera del olmo derribado, propios de su época, al poder convertirse también en melena de campana (1):
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
Es una expresión muy desconocida en la actualidad, pero que encierra un mensaje esperanzador. La melena o yugo, armazón de madera [de olmo] unido a la campana que sirve para voltearla, tiene un papel transcendental en los campanarios de nuestros pueblos y ciudades porque, gracias a sus “melenas”, las campanas puedan voltear y sonar por sus propios medios manuales o mecánicos. Me ha parecido una comparación que viene ahora como anillo al dedo, porque hace falta mucha resistencia física, psíquica y social para que nuestra vida voltee y suene como una campana, aferrados solamente a la quintaesencia de nuestras personas de secreto y a la ética que fundamenta nuestras vidas y todos los actos humanos.
Recordando la melena de la campana, Machado anota también en su cartera “la gracia de su rama verdecida”, la que ya observó en su primer verso. Y me recuerda hoy algo muy importante junto a un olmo seco o a nuestras almas dolidas y dolientes: nuestros corazones pueden esperar siempre que se haga la luz y la vida en nuestra particular existencia, porque son imprescindibles para seguir viviendo. Además, en tiempos de coronavirus y de silencio, las necesitamos desesperadamente, tal y como lo expresaba Machado en sus versos finales que hoy, al interrumpir el silencio, no olvido:
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
También, milagro del otoño y del próximo invierno, para volver a ser melena de campanas con la compañía de Machado, cuando ya en Baeza, en el Sur que siempre existió en su alma solitaria y poética, canta de nuevo a Leonor en el otoño de su existencia, en versos que inundan el alma de sana melancolía: Los caminitos blancos / se cruzan y se alejan, / buscando los dispersos caseríos / del valle y de la sierra. / Caminos de los campos… / ¡Ay, ya no puedo caminar con ella! (Caminos, CXVIII). Sobre todo, porque la esperanza del corazón nunca debe ser olvido.
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de Miradores de Sevilla | Sevilla City Centre
(1) Melena 6.f.: yugo de la campana (se introdujo por primera vez, como 6ª acepción, en el Suplemento del Diccionario de la lengua española (Usual), Decimonovena edición, Real Academia Española, Madrid: Espasa-Calpe, 1970. Yugo 2. m. Armazón de madera unida a la campana que sirve para voltearla (Diccionario de la lengua española, edición del Tricentenario, actualización 2020).
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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