
Sevilla, 8/XII/2020
En estos días de coronavirus estamos escuchando y leyendo debates estériles sobre el término “allegado”, que se hizo oficial el pasado 2 de diciembre en la expresión «familiares o personas allegadas», fecha en la que se publicó el Acuerdo del Consejo Interterritorial de Sanidad por el que preveían medidas de salud pública frente a COVID-19 para la celebración de las fiestas navideñas. Creo que lo que se ha pretendido es dejar una puerta abierta para que se puedan sentar en la mesa de nochebuena, fin de año y Reyes, los “allegados” que cada familia tiene perfectamente identificados, pero que no son un asunto policial, en definitiva aquellas personas que son consideradas por quienes acogen o reciben “como de la familia”. La palabra desborda la definición del socorrido Diccionario de la lengua española, desde su primera acepción en mi apreciado Diccionario de Autoridades, que ya “acogió” en 1726 el lema desarrollándolo como sustantivo, singular y plural (atención a ese dato): “Usado como sustantivo masculino, y de ordinario en plural se toma por los parientes, amigos, parciales, o criados cercanos a las personas de sus amos” (RAE A 1726, pág. 221,1). El pueblo llano sabe bien de qué hablamos, en un país que ha necesitado durante tantos años acoger a “allegados” porque la vida individual era muy difícil para muchos y la familia era el único recurso que quedaba a veces para la condición de “allegados”. También lo hemos sabido en los años de la crisis económica iniciada en 2008 y, últimamente, durante el confinamiento. Y, obviamente, durante la dictadura, porque ser allegado era la única garantía para sobrevivir en la España que tenía helado el corazón. Sólo se puede contrastar esta última explicación preguntándolo a las personas mayores de nuestras casas, las que saben bien lo que dicen, sienten y han padecido esa realidad existencial.
Me ha llamado la atención que el diccionario recoge la palabra “parciales” asimilándola a “allegados”. Vuelvo a consultarlo en el de Autoridades y encuentro un sentido todavía más amplio al término en discusión: “Por extensión vale amigo, familiar y estrecho. También, se extiende el lema a “sociable, comunicable, y que trata afablemente con todos”. Ante esta extensa acepción creo que no hay duda alguna: allegado es aquella persona que es considerada como de la familia, aunque no sea pariente, sólo amiga de todos, con una amistad estrecha, sociable y comunicable. Lo demás, sólo corresponde ya al mundo afectivo, es decir, al de los sentimientos (estados afectivos duraderos) y emociones (estados afectivos pasajeros).
Quizá sea la palabra “estrecho” la que mejor se desarrolla en el diccionario de Autoridades de 1732, asimilada a “allegado”: “Vale también por alusión cercano, allegado, amigo, confidente y unido, ya sea por lazo de sangre, ya sea por intimidad y conformidad de voluntades y afectos: en fuerza de lo cual se dice, es pariente mío muy estrecho, son amigos muy estrechos”. Creo que estas múltiples acepciones de la palabra “allegados”, a lo largo de los siglos en nuestro país, han fijado, dado brillo y esplendor a una forma de entender la vida de afectos de una forma muy amplia más allá de la familia directa y asumiendo que cualquiera puede ser o sentirse allegado llegado un determinado momento. Quizá ahora, como el que nos ocupa y pre-ocupa (así, son guion) a todos.
Para terminar y acordándome de las personas y familias que menos tienen y han sido más golpeadas por el coronavirus en este país, sólo quiero hacer una referencia a una obra con el título de “Allegados”, que he conocido recientemente y que me ha aclarado qué significa ser “allegado” en tiempos difíciles. Su autor es el escritor, periodista y crítico de cine chileno Ernesto Garratt y en ella se narra una historia deslumbrante, dura y aleccionadora de una madre y un hijo adolescentes, que tienen perfectamente asumido qué significa en sus vidas ser “allegados”. En una crónica que he leído sobre esta obra, se explica muy bien qué significa ser allegado en un país como Chile: “La novela de Ernesto Garratt me golpeó. Sabía que iba a ser así, desde el título. Yo también fui cuando niño un allegado, alguien que no tiene casa, cuyo techo es la solidaridad caritativa de sus familiares más cercanos. Vivimos en la casa de mi tío Lucho en Macul por casi un año, cuando yo tenía 14 y mi prima Paloma 6. Esta condición, que aún hoy es más extendida de lo que queremos ver, afectó a mi familia durante la dictadura y hasta que se materializó el sueño de la casa propia. Yo también fui un adolescente en ese entonces, y por eso, Allegados me identificó directamente”.
Las personas que viven en entorno de pobreza o soledad, millones en este país, saben bien qué significa ser o sentirse “allegado o allegada” en tiempo de coronavirus. Sólo quiero recoger unas palabras del libro citado en el que en las primeras páginas (Libro Primero, 1988, un sábado cualquiera), se enmarca bien la condición existencial de ser y sentirse allegados en un mundo al revés, en el pensamiento y obra de un adolescente de 16 años:
Allegado.
Allegarse.
Yo me allego.
Tú no te allegas.
Mi mamá sí se allegas.
Nosotros nos allegamos.
Ellos nunca se allegan.
Ellos, ellos, me dan terror.
Ellos son los dueños.
Vosotros ¿os habéis allegado?
Al fin y al cabo, preguntas y reflexiones de quienes saben bien qué significa ser allegado, sin concesión a discusiones bizantinas sobre qué significa el vocablo, porque a veces viven lo contrario, no como allegados sino como alejados del mundo en el que les agradaría vivir algo tan sencillo como una vida propia y una navidad diferente.
Una cosa más y para despejar cualquier duda: si tuviera que extender un certificado de desplazamiento para un allegado mío, lo haría en una hoja en blanco, identificándome con los datos necesarios míos para una localización por parte de la autoridad competente, porque soy el que recibe y acoge, explicando que una persona o varias, en su calidad de allegados, bien identificadas, van a estar conmigo y con mi familia en los días de nochebuena, navidad, nochevieja, año nuevo y reyes [márquese lo que proceda], sin sobrepasar el número de diez personas, porque como allegados, son familiares, cercanos, estrechos, allegados, amigos, confidentes y unidos ya sea por lazo de sangre, ya sea por intimidad y conformidad de voluntades y afectos [elíjase lo que mejor los identifiquen]. Todo ello, cumpliendo la legislación vigente y por si fuera solicitado por alguna autoridad competente. Lo firmaría en Sevilla, en la fecha que proceda y se lo enviaría a mis allegados del alma. Por si acaso, no vaya a ser que siga in crescendo el debate sobra la palabra y al final no podamos sentar en nuestra mesa a los allegados, ahora alejados. Además, así, nos allegamos todos, conjugando un verbo, allegarse, que nos aclarará muchas dudas existenciales, si cuando llegue esta Navidad todavía persisten.
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de: «Allegados», de Ernesto Garratt: Buscando un hogar – Cine y Literatura
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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