Detalle de las campanas y sus melenas, de La Giralda de Sevilla
Sevilla, 30/XI/2020
Durante el tiempo de silencio en el que vivo actualmente y del que sólo saldré cuando deba decir algo más importante que lo sustituya, respetando el arte de callar, me he acercado a mi biblioteca, a la que llamo también clínica del alma, buscando a Antonio Machado y recordando su poema A un olmo seco (Campos de Castilla, CXV), escrito en Soria en la primavera de 1912, en momentos personales muy delicados por la enfermedad reciente de Leonor, su compañera tan amada y necesaria en su vida, que fallecería el 1 de agosto de ese año. Es la razón de por qué, hoy, dejo de callar aunque sólo sea un momento.
En este poema, Machado refleja su dolor personal asimilándolo al del olmo seco, herido, en el que al contemplarlo atisba un rayo de esperanza en su vida:
Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido.
Añora la ausencia, junto a él, de álamos cantores que suelen albergar ruiseñores, como nos sucede en la vida ordinaria al sentir la lejanía de personas y situaciones portadoras de buenas noticias:
No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores.
Un olmo así o una persona afectada por el rayo de la vida y por la edad, tiene muchos destinos, del que destaco uno, precioso, que me ha llamado la atención. Me refiero al verso en el que Machado escribe sobre uno de los destinos de la madera del olmo derribado, propios de su época, al poder convertirse también en melena de campana (1):
Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta;
Es una expresión muy desconocida en la actualidad, pero que encierra un mensaje esperanzador. La melena o yugo, armazón de madera [de olmo] unido a la campana que sirve para voltearla, tiene un papel transcendental en los campanarios de nuestros pueblos y ciudades porque, gracias a sus “melenas”, las campanas puedan voltear y sonar por sus propios medios manuales o mecánicos. Me ha parecido una comparación que viene ahora como anillo al dedo, porque hace falta mucha resistencia física, psíquica y social para que nuestra vida voltee y suene como una campana, aferrados solamente a la quintaesencia de nuestras personas de secreto y a la ética que fundamenta nuestras vidas y todos los actos humanos.
Recordando la melena de la campana, Machado anota también en su cartera “la gracia de su rama verdecida”, la que ya observó en su primer verso. Y me recuerda hoy algo muy importante junto a un olmo seco o a nuestras almas dolidas y dolientes: nuestros corazones pueden esperar siempre que se haga la luz y la vida en nuestra particular existencia, porque son imprescindibles para seguir viviendo. Además, en tiempos de coronavirus y de silencio, las necesitamos desesperadamente, tal y como lo expresaba Machado en sus versos finales que hoy, al interrumpir el silencio, no olvido:
Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.
También, milagro del otoño y del próximo invierno, para volver a ser melena de campanas con la compañía de Machado, cuando ya en Baeza, en el Sur que siempre existió en su alma solitaria y poética, canta de nuevo a Leonor en el otoño de su existencia, en versos que inundan el alma de sana melancolía: Los caminitos blancos / se cruzan y se alejan, / buscando los dispersos caseríos / del valle y de la sierra. / Caminos de los campos… / ¡Ay, ya no puedo caminar con ella! (Caminos, CXVIII). Sobre todo, porque la esperanza del corazón nunca debe ser olvido.
(1) Melena 6.f.: yugo de la campana (se introdujo por primera vez, como 6ª acepción, en el Suplemento del Diccionario de la lengua española (Usual), Decimonovena edición, Real Academia Española, Madrid: Espasa-Calpe, 1970. Yugo 2. m. Armazón de madera unida a la campana que sirve para voltearla (Diccionario de la lengua española, edición del Tricentenario, actualización 2020).
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Cuando se cierran librerías, también con motivo de la pandemia, a partir de las 18:00 horas, se pierden miles de posibilidades de encontrarse con la realidad de la página escrita, no en blanco, participar en miles de historias que enriquecen las propias, se desvanecen miles de posibilidades de decir “gracias, por encontrarte [al autor, al librero, a la librera]” y las miles de historias quedan en la memoria de secreto de cada lector, de cada lectora… lamiendo sus conciencias. Las librerías son esenciales porque son “portadoras de sueños”.
Lo expuesto anteriormente me lleva a sumarme, a modo de declaración de principios, a la plataforma digital change.org, que ha iniciado una campaña con el objetivo de que el Ministerio de Cultura declare a las librerías como sector esencial que presta servicios esenciales, entendiendo el adjetivo esencial como algo «que es importante y necesario, de tal forma que no se puede prescindir de ello» (RAE). Es verdad, porque creo que necesitamos leer como el comer, que acabaría siendo una locución propia del siglo XXI. ¿Cuáles son las razones esenciales que impulsan esta iniciativa?
Me he pronunciado muchas veces en este cuaderno digital sobre el papel esencial que desempeñan las librerías en nuestro país, aunque es más de bares que de librerías, porque todo hay que decirlo. Pero destaco sobre todo la imperiosa necesidad que tenemos en este tiempo de pandemia de tomar la lectura como una antesala de la vacunación masiva que el país necesita como el comer, porque se ha demostrado desgraciadamente que una gran mayoría de ciudadanos de nuestro país lee poco y es maleducada, no sólo en las formas, que también, sino sobre todo en el fondo de la esencia de cada persona que no lee, sola o en sociedad.
Guido Orefice, el protagonista de La vida es bella, tenía tres grandes proyectos en su vida: distinguir el norte del sur, leer a Schopenhauer por su canto a la voluntad como motor de la vida y abrir una librería. De todo hizo un arte para vivir, para enseñar a leer las señales de la vida, porque hablar es solo cosa de personas. Leer, igual de bello. Es una maravilla constatar que estamos preparados desde la preconcepción y a través del cerebro, para leer, cuando todo está conjuntado para comenzar a unir letras y grabarlas con unas determinadas formas en el cerebro. Agregando, además, sentimientos y emociones en relación con lo que nuestro cerebro lee.
La lectura es un acto de libertad intelectual que se modula a lo largo de la vida, convirtiéndose poco a poco en arte. Desde la escuela infantil y hasta los últimos días de la vida, tenemos millones de posibilidades de leer todo lo que se pone por delante para invitarnos a dar forma a unos caracteres que en sí mismo no son nada sin nuestra intervención personal e intransferible, porque aunque alguna vez leamos algunas palabras junto a alguien, lo que se graba en cada cerebro es irrepetible. Como si fuéramos bibliotecas ambulantes conteniendo siempre lecturas diferentes de textos llenos de palabras sueltas o frases que hemos acumulado en ellas a lo largo de la vida.
En un país de bares, como España, que no de librerías (vuelvo a repetirlo), la lectura no es una tarea habitual. La mercadotecnia se ha apropiado del aserto de Gracián, lo bueno si breve dos veces bueno, dando igual la calidad de lo breve. La mensajería instantánea, donde WhatsApp se ha convertido en un claro exponente de la brevedad, así como los tuits, se han apropiado de la lectura por excelencia en los micromundos personales y de redes sociales. En un modo de vivir tan rápido como el actual, la lectura pausada y continua es un estorbo para muchas personas, donde el libro supone además un reto casi inalcanzable para el interés humano de supervivencia diaria. El libro entró hace ya muchos años en la maquinaria de la economía de mercado y así le va en muchos países.
Comenté en cierta ocasión en este cuaderno digital, que las librerías son casas de lectura, donde si encuentras una librera como Lola Larumbe [propietaria de la librería Rafael Alberti, en Madrid], tienes garantizadas sus dos pasiones: compartir la lectura y el placer de la amistad, porque el papel que desempeñan los libreros y libreras es también esencial. Es difícil encontrar ya libreros profesionales, porque lo que abunda y crecen como esporas son los vendedores de libros, que hoy atienden esta sección y mañana pueden pasar a otra sin que se sonroje nadie al respecto, salvando el principio mercantilista del todo vale si sabes vender. Pero vender libros es otra cosa. Así lo he entendido siempre y en el artículo que citaba en mi artículo se transmitía muy bien: “Si existiera una escuela para aprender a ser librero, Lola Larumbe debería ser su jefa de estudios. En ella se concentran todas aquellas virtudes que un buen librero debe conservar: disposición, amabilidad, conocimiento, sentido crítico, paciencia, inteligencia. Lola recomienda libros como el doctor receta medicamentos, con la exacta convicción de que lo que proponen a sus pacientes-clientes-lectores tiene la extraordinaria cualidad de salvar y animar vidas”. Si las librerías no son esenciales, pierden las virtudes de los libreros y libreras que las regentan y al final, las perdemos todos.
Ante la desolación de la pandemia, se hace imprescindible proclamar la necesidad de la lectura como medio de descubrimiento de la palabra articulada en frases preciosas, cuando lo que se lee nos permite comprender la capacidad humana de aprehender la realidad de la palabra escrita o hablada. Maravillosa experiencia que se convierte en arte cuando la cuidamos en el día a día, asistiendo a las librerías como si fueran un rito sanador, aunque paradójicamente tengamos que aprender el arte de leer siendo mayores, porque la realidad amarga es que no lo sabemos hacer, según lo aprehendí hace ya unos años del gran escritor argentino Alberto Manguel: “¿Pero qué queremos decir con “saber leer”? Conocer el alfabeto y las reglas gramaticales básicas de nuestro idioma, y con estas habilidades descifrar un texto, una noticia en un periódico, un cartel publicitario, un manual de instrucciones… Pero existe otra etapa de este aprendizaje, y es ésta la que verdaderamente nos convierte en lectores. Ocurre algunas afortunadas veces, cuando un texto lo permite, y entonces la lectura nos lleva a explorar más profunda y extensamente el texto escrito, revelándonos nuestras propias experiencias esenciales y nuestros temores secretos, puestos en palabras para hacerlos realmente nuestros” (1).
NOTA: la imagen de la cabecera corresponde a una historia preciosa en estos tiempos difíciles que sucedió en 2015 en una librería de Sevilla, La casa tomada, porque una vez una persona tuvo el sueño de Guido Orefice: abrir una librería: “Un microrrelato de Mª José Barrios copiado a mano por Marta González para colocar en nuestra puerta, que seguro que hemos compartido por aquí más de una vez. Una foto improvisada de nuestro amigo Juan Antonio Hidalgo que desde hace una semana nos encontramos por todos lados, con miles de comentarios, “me gusta”, retuiteos y compartidos en redes sociales… y hoy nos topamos con esta noticia. No es la primera vez que el cuento se comparte en Internet, si bien es cierto que en esta ocasión ha tenido una repercusión sin igual. La única nota amarga, que no llega a empañar la alegría de las libreras, es que en la mayoría de los casos no se cita el nombre de la librería ni de la autora del microrrelato. Tampoco el cartel lo incluye, ya que su intención nunca fue la de llegar tan lejos, sino tan solo la de provocar la sonrisa de los clientes”.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Cuentan los sabios del lugar que en cierta ocasión preguntaron a Jorge Luis Borges qué opinaba acerca de Maradona, a lo que el escritor -argentino como él- respondió: ¡Disculpen mi ignorancia! Cuando se lo contaron al jugador, hizo una jugada verbal perfecta y le devolvió la ironía de origen preguntando en qué equipo de fútbol jugaba Borges. Al escritor, todo lo relacionado con el fútbol lo sacaba de sus casillas: “La idea que haya uno que gane y que el otro pierda me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible”. No llego a ese extremo de juicio, pero tengo que reconocer que el fútbol no me apasiona, aunque me asombra el seguimiento que tiene por millones de personas y el dinero que mueve, con frases de asombro vinculadas casi siempre a las cifras astronómicas derivadas de la compraventa de jugadores en los mejores mercados del mundo. Me reafirmo en el aserto de que todo necio confunde valor y precio.
Tengo que reconocer que este deporte, junto a la música militar, nunca me supo levantar. Soy respetuoso con la vida y milagros del jugador y mucho más desde que se ha conocido la ausencia a su cielo particular. No me gustan los panegíricos sobre él, que ahora se prodigan por tierra, mar y aire, donde se envuelve con palabras elogiosas su enorme capacidad para hacer magia con el balón, aunque de su auténtico persona de secreto sepamos poco. Así ha sido, hasta que un día se cruzó determinada condición humana en su vida, con el sobrenombre de adicción en sus variadas versiones, convirtiendo su figura en una máscara que escondía su verdadera condición humana, a la que siempre respeto por su base existencial y dado que nada humano me es ajeno.
Volviendo a Borges, recuerdo ahora que escribió en 1967 un cuento junto a Adolfo Bioy Casares con un título críptico, Esse est percipi (Ser es ser percibido, en Crónicas de Honorio Bustos Domecq), pero evidente en nuestros tiempos modernos y de coronavirus. He vuelto a leer un fragmento del mismo: “El género humano está en casa, repantigado, atento a la pantalla o al locutor, cuando no a la prensa amarilla. ¿Qué más quiere, Domecq? Es la marcha gigante de los siglos, el ritmo del progreso que se impone”. Porque, agrega: “No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores, ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del 37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman”.
Reconozco que soy un espectador ignorante. Ya lo decía Hans Magnus Enszerberger, cuando hablaba de la ciudadanía “ignorante y molesta”, al referirse a las personas alejadas de las tecnologías de la información y comunicación, que no es mi caso, aunque hace ya mucho tiempo que entré -a juicio de muchas personas- en el colectivo de ovejas descarriadas de lo que está pasando y están viendo a través del fútbol: ¿No te has enterado? ¡Ha muerto Maradona!
Soy consciente de que Maradona ya no está con nosotros, en medio de estadios vacíos y ligas imposibles. Percibimos en estas horas posteriores a su fallecimiento, el gran espectáculo de su fútbol en un mundo que ya no es lo que era, porque Maradona fue una ilusión colectiva cuando los estadios representaban un género dramático, donde unos ganaban y otros perdían, con gran dolor de Borges. Ahora, todo es diferente en la nueva normalidad, pero siempre nos quedarán los sueños mágicos de Maradona en la malla pensante de la humanidad.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Si se callan…, el cantor, el compositor, el escritor, el soñador, el bloguero, el político digno, el artista o el ciudadano anónimo, no conformes con las injusticias que pasan en nuestro mundo cotidiano, se calla la vida y la palabra. Hoy es un día muy especial para nuestro país, que no olvido: el 45º aniversario del fallecimiento de Franco, el dictador de un país que tuvo helado el corazón, durante muchos años, en una de sus dos Españas. Como conocí bien lo ocurrido, vuelvo a publicar hoy las palabras que escribí hace dos años en este cuaderno digital, como pequeño homenaje a la memoria histórica de hombres y mujeres de este país que entregaron su vida durante la dictadura por la ansiada libertad para todos. Para que no se olvidey para lo que sirva, compartiéndolo en el club digital de las personas dignas, libres y buenas, en el buen sentido de la palabra «buenas», como lo aprendí en mis años jóvenes de Antonio Machado, un hombre buenoy ejemplo de lo que significa hoy día la dignidad del exilio interior, que también existe.
La Romanza de Salvador Bacarisse: música de fondo para un 20 de noviembre en libertad
Una romanza es una composición de aire tierno y sencillo, un aria que solo quiere transmitir sentimientos. Estos días estoy experimentando una emoción especial tocando en fase de aprendizaje la Romanza de Salvador Bacarisse, el segundo movimiento de su preciosa obra Concertino en La menor. Mis profesoras de piano y violín han hecho los arreglos necesarios porque la versión original de 1952 es para guitarra y orquesta. Creo que les ha quedado preciosa.
Navegando por la memoria, entre lo que somos, tenemos y hemos perdido, he recordado al pintor Joe Brainard porque encontró una fórmula maravillosa para navegar por ella, los Me acuerdo…”. Así es y hoy me he acordado de la persona que ha colgado en Youtube el vídeo de la cabecera de este post, cuando decía que “Con este vídeo, hago un pequeño y humilde homenaje a Bacarisse y a los que fueron víctimas de sus propios días, sobre todo, a los que tras perder la guerra, por si fuera poco, tuvieron que marcharse. Murieron, perdieron y se marcharon, la gran mayoría lo hizo para siempre, y nunca han tenido el reconocimiento que también ellos merecen. Jamás olvidemos la historia, y aprendamos siempre de ella. Es por eso que, sin demonizar ni buscar culpables, sólo emito un reflejo más de esa época que, espero, al menos nos haya servido para aprender y no volver a cometer los mismos errores nunca más. Sé que este es un tema no superado en España y tenemos que buscar todos los medios para que así sea. Han pasado más de ochenta años y no veo que haya habido un perdón de verdad. Sólo tratando esta época sin rencores podremos avanzar como sociedad, y este país podrá ser algo mucho mejor. Hay que encontrar algún nexo de unión, porque, aunque siempre existan divergencias políticas, la herida de la Guerra Civil española nunca se cierra porque nunca nadie parece querer curarla, sobre todo los que tan malamente nos gobiernan hoy día”.
Cuando toco de forma incipiente la Romanza en sus dos versiones, para piano y violín, con fallos lógicos por mi parte en su ejecución y en este momento de aprendizaje, siento estas palabras como si fueran la letra de esta composición que representa el dolor de la España que ha tenido helado el corazón durante muchos años. No me importa repetir los compases una y otra vez porque es una forma de comprender mejor qué quiso transmitir el autor en ellos. Ya la recordé el año pasado en este cuaderno digital, cuando dediqué unas palabras especiales a Ataúlfo Argenta, gran amigo de Bacarisse: “Buscando esta verdad de Ataúlfo Argenta, he seguido de cerca a Fernando Argenta en mi vida nómada, escuchándolo siempre con enorme respeto en la radio del coche, en viajes siempre hacia alguna parte. El mismo que él tenía hacia su padre cuando nos presentaba el Concertino para guitarra y orquesta en La menor, de Salvador Bacarisse (sobre todo su Romanza), nada apreciado por el Régimen franquista por su deriva republicana y que dirigió en un concierto memorable en París el día de su estreno [15-X-1953, París (Théátre des Champs-Élysées), interpretado por Narciso Yepes (guitarra) y L’Orchestre National, en un concierto publico organizado por la Radio Televisión Francesa)], del que guardo un recuerdo entrañable en mi memoria de hipocampo, de secreto. Escuchen esta versión de la Romanza con la pasión de Ataúlfo Argenta en su dirección musical.
Recientemente, he localizado un tesoro musical: la obra compilada de Salvador Bacarisse en la Fundación Juan March, con un prólogo emocionante de su único hijo, Salvador Bacarisse Cuadrado: “Yo me fui a vivir a Inglaterra pero mis padres siguieron en París, en el pisito del 7 de la rue Cassette que ocuparon más de treinta años. Cuando murió mi madre en 1976, trece años después que mi padre, yo quité el piso de la rue Cassette, y me llevé a Escocia todos los papeles y libros de mi padre. Desde aquel día permanecieron a salvo, y yo creía olvidados, hasta la fecha memorable en que llamó a la puerta de mi casa Emilio Casares, quien venía a pedirme autógrafos y otros materiales para una exposición de «La música en la Generación del 27» que estaba organizando y que tuvo lugar en Granada en julio de 1986. Esa exposición y el magnífico catálogo que publicó el Ministerio de Cultura fue el primer reconocimiento de aquellos músicos olvidados durante el franquismo, entre los que figuraba mi padre. En Granada, durante la exposición y hablando con Rodolfo Halffter, que había venido de Méjico, y con otros, decidí hacer lo que en realidad ya sabía que tenía que hacer: mandar los manuscritos de Salvador Bacarisse a su tierra, a España. Por muy hijo de francés, emigrado a España, que fuera mi padre, nunca se sintió sino español. Vivió treinta años en París, desarraigado y triste lejos de su querido Madrid”. Me ha permitido conocer su obra a través de esta publicación extraordinaria, que está al alcance de quien desee conocer de cerca a este gran compositor olvidado durante la dictadura franquista. Ha sido un hallazgo que me permitirá conocer a fondo a Bacarisse, en su vida y en su obra. En la Fundación está el legado completo del compositor, llevado a cabo por su hijo en 1987, que incluía todas las partituras que obraban en su poder.
Cuando comienzo hoy mi ensayo de violín, he sentido la necesidad de compartir este sentimiento de respeto y agradecimiento a un autor muy desconocido en su país, pero que tuvo el reconocimiento mundial fuera de él alternando su labor de composición y de dirección de orquesta con el trabajo que desarrolló en el exilio en París, en la Radiodifusión-Televisión Francesa, como productor de programas en español para Hispanoamérica.
No lo olvido…, en un día próximo de infeliz memoria. Para lo que sirva, compartiéndolo en el club de las personas dignas y libres.
Sevilla, 17/XI/2018
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Decía el abad Joseph Antoine Toussaint Dinouart (1716-1786), que “sólo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio” (Principio 1º, necesario para callar, en El arte de callar), aunque es una situación que me pre-ocupa [así, con guion] mucho, quizás porque si callamos en determinados momentos tan complejos como los que estamos viviendo ahora, bordeamos los silencios cómplices que tanto daño hacen a todos los que desde abajo necesitan luz, esperanza y alegría (entre los que me incluyo). También, Facundo Cabral afirmaba que cantante es el que puede cantar, mientras que cantor es el que debe cantar, dilema que aprendí como misión en la vida a través de un grupo inolvidable, Quilapayún, junto a uno de sus fundadores, Víctor Jara. Entre silencios cómplices o no y deudas cantoras anda a veces el dilema de la cultura en nuestras vidas, en su preciosa responsabilidad de enseñarnos el arte de soñar despiertos.
En este tiempo tan difícil e inhóspito de pandemia, la cultura y el arte de vivirla y sentirla a diario, son una cara amable, imprescindible y necesaria, para cantar permanentemente a la vida, porque nos da mucho a cambio del deber de entenderla, sabiendo que de este mundo casi todos sabemos poco, aunque “estamos aquí, obligatoriamente obligados a entenderlo” (así lo cantaban los cantores de Aguaviva, con letra del poeta malagueño Rafael Ballesteros, a los que no olvido). Cantar sentimientos envueltos en palabras y melodías, es una excelente misión para alegrar cada segundo de la vida de cada uno, cada una, dándole sentido. Basta ahora un ejemplo muy enriquecedor: la letra de “Si se calla el cantor”, de Horacio Guarany (1972) e inmortalizada por Mercedes Sosa en mi banda sonora personal, resuena en estos días de nuevo a modo de denuncia sobre la situación actual de olvido institucional de la cultura en su texto y contexto de la pandemia, a través de la música de Ciudad Jara, TéCanela, Rupatrupa, Amaral, Luis Pastor y Pedro Pastor, Los Locos Descalzos, Rayden, Marisa Valle Roso, ZOO, El Jose, María del Tango, Delaporte, Travis Birds, Nyeleti y Xiluva Tomás, Sara Socas y Antílopez en defensa del proyecto de “cultura segura”, que se expresa a través del vídeo que acompaña a estas palabras. También cuenta con la colaboración de Último Pasillo, ACCES, Promociones Sin Fronteras, La Noche En Vivo, Rodautors, Clubtura y La casa De La Mar.
Conviene repasar una y mil veces la letra de esta canción de Horacio Guarany, presentada en 1972 como banda sonora de la película del mismo nombre estrenada en 1973, porque sigue más presente que nunca en nuestras vidas cantoras:
Si se calla el cantor calla la vida Porque la vida, la vida misma es todo un canto. Si se calla el cantor, muere de espanto La esperanza, la luz y la alegría.
Si se calla el cantor se quedan solos Los humildes gorriones de los diarios. Los obreros del puerto se persignan Quién habrá de luchar por su salario.
Que ha de ser de la vida si el que canta No levanta su voz en las tribunas Por el que sufre, por el que no hay Ninguna razón que lo condene a andar sin manta.
Si se calla el cantor muere la rosa De qué sirve la rosa sin el canto. Debe el canto ser luz sobre los campos Iluminando siempre a los de abajo.
Que no calle el cantor porque el silencio Cobarde apaña la maldad que oprime. No saben los cantores de agachadas No callarán jamás de frente al crimen.
Que se levanten todas las banderas Cuando el cantor se plante con su grito Que mil guitarras desangren en la noche Una inmortal canción al infinito.
Si se calla el cantor calla la vida.
En el afán de hoy, me basta. Personalmente, creo que hoy tenía que decir algo más valioso que el silencio…
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
El pasado 1 de noviembre se estrenó en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, en coproducción con el Teatro Calderón de Valladolid, la ópera de Mozart “Cosí fan tutte” (Así hacen todas, o sea La escuela de los amantes, siendo éste su título completo y hurtado de forma incomprensible en muchas ocasiones), ofreciendo la oportunidad de poder contemplarla en streaming por primera vez en este Teatro, con motivo de la celebración del XXX aniversario de su inauguración y en colaboración de Canal Sur Radio y Televisión. La ha dirigido Rafael R. Villalobos, profesional de la dirección nacido en Sevilla y con la participación de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS), bajo la batuta del director mejicano Iván López-Reynoso. En la programación anual 2020/2021 del Teatro, bajo el eslogan de “Poder de transformar” en tiempos de coronavirus, se abordaba la relación Renacimiento y Catarsis: “El Teatro de la Maestranza reivindica el poder que la música y el canto tienen para reestablecer la esperanza y el ánimo”.
El contexto en el que se ha estrenado esta ópera de Mozart se exponía también en el citado programa: “Teníamos una deuda pendiente. Y aquí está, al fin, la Carmen de Bizet que el Teatro de la Maestranza le debía a sus fieles espectadores. Y no solo servida como un título aislado. La Carmen será esta temporada una columna vertebral sobre la que reivindicar y reflexionar acerca de la presencia de las mujeres en el mundo de la música, la ópera y la danza, pues veremos también la impresionante Carmen de María Pagés o la bellísima de la Compañía Nacional de Danza. Y en ópera, también las mujeres, vistas de formas diferentes, tomarán el escenario del Teatro protagonizando la prodigiosa Cosí fan tutte, de Mozart, luciendo uno de los grandes personajes femeninos del gran Verdi en Un ballo in maschera o convirtiéndose ellas mismas en las protagonistas de la propuesta más divertida de la reciente ópera española: Je suis narcissiste”.
Mozart compuso Cosí fan tutte sobre un libreto de Lorenzo da Ponte, cerrando la trilogía junto a Las bodas de Fígaro y Don Giovanni, acerca de “la naturaleza humana impartiendo una clase sobre la fragilidad del amor con una ópera que es una obra maestra del teatro cantado y de la alta comedia. Ligera y profunda, ácida y melancólica, Cosí fan tutte es el testamento operístico de un sabio precoz llamado Mozart”. Hasta aquí el argumentario oficial del Teatro de la Maestranza para presentar esta obra.
A partir de lo expuesto anteriormente, es importante profundizar ahora en su texto y contexto histórico y musical, por lo que puede suponer para la interpretación del libreto en el mundo actual, con la garantía certificada de Mozart en la partitura de la misma. Para empezar, hay que encuadrar esta obra en el llamado “género bufo” y el título ya presagia el hilo conductor de la misma, porque se debe citar siempre con el título completo para aprehenderla bien: Cosí fan tutte, ossia La scola degli amanti, traducido como “Así hacen todas, o sea La escuela de los amantes”, donde la locución “o sea” no deja lugar a dudas: lo importante es abordar algo que ocurre en el libreto y que es lo que significa la gran enseñanza de la obra, o sea, como si fuéramos alumnos de una escuela de amantes porque creemos que así se comportan todas las mujeres. Según la Real Academia Española (RAE), la locución “o sea equivale a es decir y sirve para introducir una explicación o precisión sobre lo que se acaba de expresar, o la consecuencia que se deriva de ello”. Es importante este matiz porque el tratamiento de cualquier asunto en este género tiene matices especiales, divertidos o no tanto, aunque traten temas transcendentales y así es como hay que entenderlos hoy. Se terminó en un tiempo muy corto, al alimón entre Da Ponte (libreto) y Mozart (partitura), al parecer por encargo del emperador José II aunque hoy se cuestiona tal hecho, que los llevó a trabajar en común desde octubre de 1789 a enero de 1790, exactamente hasta el 26 de enero de1790, fecha en la que se estrenó la ópera en el Burgtheater de Viena, dirigiendo la orquesta el compositor. Han pasado 230 años y ahora tenemos el atrevimiento de aproximarnos con códigos actuales a ella en el texto, música y contexto de la misma. El citado encargo no era inocente porque el emperador quería que se retratase en la ópera algo que sucedía con frecuencia en la aristocracia vienesa, el intercambio de parejas, que era de sobra conocido y que, por otra parte, era un tema recurrente en obras de grandes autores de la literatura, tales como Bocaccio, Ariosto o el mismo Cervantes. Mozart, durante una estancia en París, había asistido a la representación de El curioso indiscreto, inspirada en la obra de Cervantes, El curioso impertinente y no le era ajeno el asunto a leer el libreto y acompañarlo de su maestría musical.
Con estos antecedentes, el argumento de Cosí fan tutte es aparentemente muy simple: el juego de intercambio de parejas en un pequeño círculo de seis protagonistas: Fiordiligi, Dorabella, su hermana, Despina, sirvienta de las hermanas, Ferrando, novio de Dorabella, Guglielmo, novio de Fiordiligi y Don Alfonso, un amigo de los novios. La acción se desarrolla en Nápoles y, como he explicado anteriormente, tenía que lograr una ambientación contemporánea, de mediados del siglo XVIII. Sin ánimo de hacer un spoiler de la ópera, es conveniente reproducir aquí una síntesis de la misma para comprender la trama, donde se reproducen los arquetipos que hoy son tildados sin ambages como puramente “machistas”, sabiendo que la reacción que se espera de las mujeres ya se sabe cuál es porque así son todas las mujeres y de ello tienen que aprender los amantes que tengan, porque no se puede esperar de ellas otra cosa. Es que para ellos, “Cosí fan tutte”, o sea Así hacen todas (las mujeres), como un estereotipo que ha perdurado a lo largo de los siglos. Todo se desarrolla en dos actos, con tres escenas en el primero y cuatro escenas en el segundo.
Todo empieza en la terraza de un café, donde Ferrando y Guglielmo, dos oficiales, alardean de que sus novias les serán eternamente fieles: “Don Alfonso se une a ellos y hace una apuesta de cien monedas con los dos oficiales, diciendo que él puede probar en un solo día que estas dos mujeres (como todas las mujeres) son volubles. Aceptan la apuesta: los dos oficiales fingirán que les llaman a la guerra; luego volverán disfrazados y cada uno intentará enamorar a la amada del otro. Las dos mujeres, que son hermanas, están alabando a sus novios. Alfonso llega y anuncia las malas noticias: los oficiales han sido llamados a la guerra. Ferrando y Guglielmo llegan, con el corazón roto y se despiden de ellas (quinteto: Sento, o Dio, che questo piede è restio—»Siento, oh, Dios, mis pies están reacios»). Conforme el barco se aleja hacia alta mar, Alfonso y las dos hermanas les desean un buen viaje (trío: Soave sia il vento—»Que el viento sea suave») luego Alfonso, que se ha quedado solo, se regodea prediciendo que las mujeres (como todas las mujeres) serán infieles (arioso: Oh, poverini, per femmina giocar cento zecchini?—»Oh, pobrecitos, apostarse 100 monedas a una mujer»)” (1).
Más adelante, se desarrollan escenas en la casa de las dos hermanas, interviniendo Despina, la doncella de ambas, burlándose de ellas y aconsejándolas que al haber sido “abandonadas”, busquen nuevos amantes que reemplacen a Ferrando y Guglielmo, “porque de los hombres no se puede esperar fidelidad alguna”. La treta continúa y los dos novios, disfrazados de albaneses y con el soborno de Despina por parte de Don Alfonso por si los reconociera en algún momento, vuelven a la casa junto a las dos hermanas.
Después de su marcha, llega Don Alfonso. Teme que Despina reconozca a los hombres a pesar de sus disfraces, así que la soborna para que le ayude a ganar la apuesta. Llegan los dos hombres, disfrazados como albaneses con bigotes. Entran las hermanas y se alarman por la presencia de hombres desconocidos en su casa. Los «albaneses» intentan conquistar a las hermanas, “llegando Guglielmo a señalar sus distintos encantos masculinos (aria: Non siate ritrosi—»No seas tímida»), pero sin resultado. Fiordiligi manifiesta que será leal (aria: Come scoglio—»Como una roca»). Ferrando, que se queda solo y nota que va a ganar, alaba a su amor (aria: Un’aura amorosa—»Una brisa amorosa»)”.
A partir de aquí Don Alfonso idea una trata en el sentido de que ante la actitud férrea en principio de las dos hermanas, por su declarada fidelidad a sus novios, los albaneses amenazan con suicidarse por la actitud de ellas. “Beben” el veneno, que no es tal, y en plena simulación logran su reanimación que debe compensarse por una alucinación de ellos en el sentido de que se recuperarán plenamente si las hermanas acceden a besarlos como «diosas», situación que ellas rechazan aunque en el comienzo del acto segundo, ellas acceden finalmente en un embrollo constante por el cruce de parejas aunque no son conscientes de lo que verdaderamente está ocurriendo. En la escena siguiente, se producen los encuentros furtivos y cruzados, sucediendo lo que verdaderamente da sentido a la trama a través del urdidor de la misma, Don Alfonso, cantando “Cosí fan tutte”, es decir, así hacen todas las mujeres, lo que le supone ganar la apuesta. Finalmente, los dos novios acaban admitiendo que es verdad lo que ha sucedido, porque “cosí fan tutte” y es lo que han aprendido una vez más como alumnos de la escuela de los amantes.
La ópera finaliza con la “doble boda del engaño” de ellas con los albaneses ante el falso Notario, que en realidad es la doncella, Despina. De repente, cuando ya se ha firmado ante notario los matrimonios de engaño, se escucha música militar anunciando el regreso de los “verdaderos novios” que se habían ido a cumplir una misión. A partir de aquí, los “albaneses” se esconden para quitarse el disfraz. Todo es pura confusión y justificaciones sin sentido. Se descubre el engaño colectivo, cada uno en su papel, abordándose un final feliz, perdonándose todo, en una reflexión coral sobre la condición humana, en la que se plantean muchas veces situaciones ambiguas que justifican todos los actos humanos, con un mensaje de esperanza basada en el principio de realidad: feliz aquel que todo lo toma por el lado bueno de la vida.
Arturo Reverter, en el análisis de Cosí fan tutte, que realiza en su obra “Mozart. Discografía recomendada. Obra completa comentada”, analiza de forma espléndida el verdadero cometido de Mozart al escribir esta partitura tan alegre y brillante al mismo tiempo: “Las criaturas que pueblan esta historia determinista no tienen la libertad de la que gozaban las de las otras dos obras de la trilogía [Las bodas de Fígaro y Don Giovanni]; pero el compositor aprovecha para realizar, desde el engaño al que son sometidas las dos hermanas, una valiosa prospección por el alma y los sentimientos que deja muchas cosas al descubierto al quedar la verdad y la mentira solapadas. La ironía mozartiana no es distanciada como, por ejemplo, la de Rossini; se implica en la acción por absurda que esta sea. La ambigüedad de la que antes se hablaba nace de la fricción entre el texto, bufo en origen, y la música, tantas veces seria y semiseria, lo que provoca una tensión que se encuentra en la esencia misma del estilo mozartiano” (2).
Magnífica reflexión de Reverter sobre el auténtico cometido de Mozart en esta ópera: respeto a un encargo de la corte, a un libreto de un amigo que ya había mostrado su calidad en las dos obras anteriores que componen la trilogía sobre el sentido de la vida, y la calidad extraordinaria de un compositor que ante un contenido aparentemente bufo, trivial y superficial, lo convierte en contrapuntos, solos instrumentales de una calidad excepcional, como el dedicado al clarinete (hasta en dieciocho intervenciones solistas) y cantos corales en una bella expresión de la condición humana. Para quien lo quiera entender ahora, doscientos treinta años después de ser creada para entregarla a la humanidad con un mensaje ya recordado anteriormente como corolario de la obra: feliz aquel que todo lo toma por el lado bueno de la vida. Ni las mujeres, ni los hombres somos siempre así, porque hay algo más importante que la mera aceptación de la tradición: evolucionamos gracias a la inteligencia humana que es la única que nos permite dar respuesta a los problemas humanos en todo tiempo y lugar, sin distinción de sexos, en base al principio de igualdad humana ante la vida de cada uno, de cada una, dondequiera quiera que seamos y estemos en el mundo.
Una cosa más. Einstein, gran admirador de Mozart, escribió de forma detallada sobre esta ópera bufa, en un capítulo dedicado especialmente a este género en su obra Mozart (3). Después de analizar algunos improperios de Wagner sobre el compositor austriaco, Einstein cuenta que Mozart escribió esta partitura con «entusiasmo y amor», hasta tal punto que el 29 de diciembre de 1789 invitó «a su hermano de logia, Puchberg, y a Joseph Haydn a «un pequeño ensayo de la ópera» en su domicilio, y el 20 de enero de 1790 [sólo seis días antes del estreno], a la «primera prueba instrumental en el teatro», lo que no habría hecho si no hubiera considerado su obra de mucho valor» (3). Comparto también con él una reflexión bellísima: «Esta obra es polícroma., como una magnífica pompa de jabón, con los colores de la bufonería, de la parodia, del sentimiento verdadero y de la emoción fingida. Pero a esto se agrega el color de la belleza pura». La maravillosa composición de Mozart resuena especialmente cuando a través de la música se pone del lado de las dos mujeres engañadas, porque no creía que todas fueran iguales, o sea, que cosí non fan tutte (así no actúan siempre todas las mujeres), dado que en el quinteto de la despedida de sus amantes en el primer acto, quiere acompañarlas con su música porque están llorando y cree en su dolor, sin olvidar a Don Alfonso, «el cínico que se muere de risa en el fondo de la escena», porque la doble condición humana del bien y del mal, de la verdad y de la mentira (a través de las máscaras), está allí presente. Ese era su auténtico contrapunto ético a través de los compases de una partitura sobrecogedora y aleccionadora en pleno siglo XVIII, según Einstein: Mozart tiene simpatía por las dos víctimas, representantes de una concepción trasnochada del verdadero papel de la mujer en un mundo aristocrático vienés al que despreciaba, fruto del engaño y de la doblez masculina a través de las máscaras (todo un símbolo muy actual). No lo he olvidado hoy al escribir estas líneas.
(2) Reverter, Arturo (1999, 2ª ed.). Mozart. Discografía recomendada. Obra completa comentada. Barcelona: Península, p. 191-193.
(3). Einstein, Alfred ( 2006). Mozart. Madrid: Espasa-Calpe, p. 472.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
“El pianista de los disturbios de Barcelona dice que siguió tocando por obligación con su público”. Así se leía en el titular de una noticia en La Vanguardia del pasado 3 de noviembre, comentando lo ocurrido el viernes 31 de octubre, cuando saltó al mundo un vídeo de un pianista callejero, Peter Geddes, interpretando “Eternal Flame”, que conocimos en 1988 a través del conjunto The Bangles, mientras que a su espalda se estaban desarrollando momentos de tensión extrema en las manifestaciones de Barcelona por la entrada en vigor de las últimas restricciones implantadas con motivo de la pandemia. Todos recordamos inmediatamente a la famosa orquesta del Titanic, que no dejó de tocar mientras se hundía de forma irremisible el barco.
Las imágenes eran un símbolo del papel que ha desempeñado siempre la música ante las adversidades y que sigue haciéndolo en la actualidad frente al coronavirus y sus circunstancias: “Si había gente que tenía la voluntad y el coraje de escucharme, yo tenía que tocar”. Así de rotundo se manifestó Peter Geddes ante el asombro de sus interlocutores. De fuentes bien informadas se sabe que él no ha visto la película pero está convencido de que “el artista tiene un destino del que no puede escapar y debe seguir mientras un barco se hunde o habiendo una manifestación”, es decir, conoce muy bien el rol de la música en la vida de los intérpretes que ofrecen esta manifestación artística al mundo. Lo resumía muy bien a La Vanguardia: “Además, sentí que debía proteger a la gente abrazándola con música”. Comprendí mejor que nunca el aserto que me acompaña desde hace ya varios años: musica laetitiae comes, medicina dolorum, es decir, la música es compañera en la alegría y medicina para el dolor.
Esta situación me ha recordado a un pianista japonés, Mitsunori Yagawa (68 años), vinculado con una historia, triste y sugerente a la vez, de un piano Yamaha superviviente del ataque nuclear de Hiroshima, el 6 de agosto de 1945. Como testigo de cargo, el piano todavía mantiene niveles bajos de radiación y se observan en su lacado negro restos de cristales que saltaron por la onda expansiva de la bomba al estar en su radio de acción. Creo que es una imagen inquietante que nos recuerda algo que pervive a través de los siglos, como expresión de paz en momentos de sufrimiento para las personas. Lo sigue siendo en los mensajes de la frase enunciada anteriormente sobre qué es la música, porque ese piano, testigo vivo de una historia que no se debería haber contado jamás, nos entrega alegría a través de composiciones interpretadas por manos maestras. Al mismo tiempo, es medicina para el dolor de la memoria no olvidada. Mitsunori Yagawa manifestó en 2017 (1) que “Durante el bombardeo de Hiroshima, todo lo que había en los dos kilómetros de la zona cero fue quemado y destruido. Este piano estaba dentro de este límite y sobrevivió milagrosamente”. Él ha restaurado el piano y ha tocado en innumerables conciertos por la paz.
El piano tiene un nombre propio: Hibaku piano (el piano bombardeado). Para que no lo olvidemos, aunque se esfuerza, en los conciertos actuales, en entregarnos algo que siempre lleva dentro desde su fabricación en 1938. Los supervivientes que estaban cerca del piano callan todavía hoy porque no quieren hablar de aquella desolación. Entre ellos, el padre de Mitsunori Yagawa. Pero él nos muestra a través de la música la otra cara del horror, con objeto de que no se repita esa página tan triste en la historia de la humanidad. Salvando lo que hay que salvar, más allá de la historia de este Hibaku Piano (piano bombardeado) o de los músicos que tocaban hasta su muerte en el Titanic, Peter Geddes ha cumplido su misión en Barcelona, lanzando un mensaje de paz al mundo: “el artista tiene un destino del que no puede escapar y debe seguir mientras un barco se hunde o habiendo una manifestación”.
Vuelvo a escuchar a Peter interpretando “Eternal Flame”, La llama eterna, poniendo letra al estribillo que recuerdo todavía de aquella canción en días de coronavirus, teniendo muy presentes a las personas que queremos, cerrando los ojos, dando la mano a los más próximos, porque cuando estamos en momentos de paz podemos contemplar la llama eterna de la vida que nunca se apaga. Todo muy lejos de la realidad triste que aquella noche de octubre, en Barcelona, intentaba recomponer con música un pianista de paz, no de disturbios, Peter Geddes. Al fin y al cabo, el piano de Hiroshima y el de Geddes tienen algo en común: alma. También, quienes acarician sus teclas.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Instalado desde hace tiempo en la ardiente paciencia de Neruda, estoy viviendo hoy el escrutinio de las elecciones en los Estados Unidos con bastante desasosiego por las consecuencias propias y asociadas del resultado final. Otra vez ha vuelto Trump a hacer de las suyas esta madrugada, desde la Casa Blanca, cuando todavía no ha finalizado el recuento democrático de votos en diversos Estados, situación que le incomoda y que estima que se debería paralizar inmediatamente: «Esto es un fraude al pueblo estadounidense. Una vergüenza para nuestro país», porque «Francamente, hemos ganado las elecciones. Nuestro objetivo ahora es garantizar la integridad de las mismas. Iremos al Tribunal Supremo. Es un momento muy triste”. Y otra perla final: «Vamos muy por encima, pero nos están intentando robar las elecciones. Nunca les dejaremos que lo hagan. ¡No se pueden emitir votos después de que las urnas estén cerradas!”. Impresentable.
En esta larga espera desde esta parte del mundo al revés en la que vivo, he leído de nuevo el artículo que escribí en enero de 2016, en los primeros días de la presidencia de Trump, con motivo del baile de gala que celebraba la efeméride. Lo hicieron al son de una canción mítica de mi adolescencia, pero con el trasvase americano de Paul Anka y Frank Sinatra. Era un aviso para navegantes americanos y del mundo global, donde Trump dejó claro que iba a gobernar a su manera. Así, hasta hoy.Como diría Al Gore, estábamos avisados.
A la manera… de Trump
La pareja presidencial eligió el pasado viernes la canción My way, una versión adaptada de la canción Comme d´habitude, de Claude François, con letra de Paul Anka (no la original francesa) e interpretada de forma mítica por Frank Sinatra, en el primer baile de gala como broche final de la ceremonia oficial del juramento de Donald Trump como 45º presidente de los Estados Unidos de América. Es una premonición de lo que puede ser su estilo presidencial, su manera de gobernar, a tenor de la estela que ha dejado en la campaña electoral de infeliz recuerdo por su falta de respeto a las mujeres, las minorías, los inmigrantes y los derechos civiles.
Ayer supimos que la web de la Casa Blanca ya no ofrecerá su información oficial en español, como un paso más de integrismo nacionalista americano y desprecio a la comunidad hispanohablante que vive en Estados Unidos y fuera de su territorio. Es un ejemplo flagrante de cómo va a implantar desde el primer día de mandato presidencial su manera de integrar a quienes no piensan ni viven como él. Mal presagio, si atendemos sus exabruptos diarios, firmas de decretos para desmantelar proyectos tan emblemáticos como Obamacare y la amenaza constante hacia quienes ha señalado con el dedo del imperio que ahora está en sus manos, en su manera de hacer política. También, ha retirado el busto de Luther King en el despacho oval del sitio que ocupaba hasta ahora, incorporando uno de Winston Churchill. Siguiendo la tradición de cambios, también ha redecorado esa estancia para recuperar el color dorado de sus cortinas habituales en la Trump Tower. Todo un símbolo.
He repasado mentalmente dos estrofas de la canción My way, por si podía entrever algún significado al ser elegida en un momento tan especial. La primera, porque también es premonitoria, a su manera: El final, se acerca ya, / lo esperaré, serenamente, / ya ves, que yo he sido así, / te lo diré, sinceramente, / viví, la inmensidad, / sin conocer, jamás fronteras / y bien, sin descansar, y a mi manera. La segunda, porque sé que la llevará a rajatabla, también con sus maneras: Porque sabrás, que un hombre al fin, / lo conocerás por su vivir, / no hay por qué hablar, ni que decir, / ni que llorar ni que fingir, / puedo seguir, hasta el final, / a mi manera.
He buscado la canción original que inspiró la versión actual de Sinatra en la banda sonora de mi vida y recupero la letra que me ha sonado siempre en un francés parisino, con la traducción que a duras penas hice en mis años de Bachillerato, porque Claude François me susurraba el comportamiento ante la persona que amaba en la adolescencia castellana, como amor no correspondido o como sueños no alcanzados: Como siempre, / todo el día / trataré de disimular. / Como siempre, / sonreiré. / Como siempre, / incluso me reiré, / como siempre. / En fin, viviré el día, / como siempre.
Sinceramente, me sigue pareciendo mucho más interesante esta vivencia llena de contrapuntos humanos que contemplar un baile sobre una canción que deja bien claras, metafóricamente, las maneras de Trump. A pesar de Sinatra y de Claude François.
Sevilla, 23/I/2016
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Sí, han leído bien. Sobre todo, porque demostraríamos que sabemos aprender del trabajo bien hecho de otros Gobiernos. El de Nueva Zelanda (tierra de la larga nube blanca, en maorí) acaba de anunciar la creación de un Ministerio para la Respuesta a la Covid-19, que tendrá al frente al exministro de Salud, Chris Hipkins, como prioridad absoluta junto al Ministerio de Finanzas e Infraestructuras, con objeto de afrontar los retos que suponen los impactos de la pandemia. Estoy siguiendo desde hace años a Jacinda Ardern, la primera ministra de Nueva Zelanda, que venció en los comicios del pasado 17 de octubre, habiendo obtenido el 49% de los votos. Ha introducido bastantes novedades en su nuevo Gobierno para el que ha obtenido la mayoría absoluta en el Parlamento, en el que prima la diversidad, destacando también la consolidación de la cultura maorí en su estrategia política, al nombrar a cinco ministros maoríes, entre los que se encuentra una veterana en su gobierno, la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Nanaia Mahuta, que lleva un tatuaje ta-moko, que representa sus ancestros culturales. Igualmente, ha integrado otra realidad territorial, ministros representantes de las Islas del Pacífico y del colectivo LGTBI. Así lo ha manifestado recientemente: “Este es un Gabinete que está basado en méritos, pero que además es increíblemente diverso y de eso estoy muy orgullosa. Creo que este es un aspecto importante: son personas que han sido promovidas por lo que ofrecen al Ejecutivo, pero también son un reflejo de la Nueva Zelanda que los ha elegido” (1).
Nanaia Mahuta, nueva Ministra de Asuntos Exteriores de Nueva Zelanda
Cuando creíamos que teníamos agotado el Manual de cómo hacer que funcione bien un Gobierno, apareció ayer el que ha nombrado la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, para gobernar el país junto a ministros y ministras que representan la diversidad de creencias, identidad sexual y culturas ancestrales de Nueva Zelanda. ¡Qué gran política! Dicen que siempre hay que aprender de lo que hacen bien los demás y esto en política se considera en nuestro país un error. Así nos va. De Nueva Zelanda conocíamos sobre todo a su equipo de rugby y su espectacular danza guerrera, Haka, de felices recuerdos en la Expo-92 de Sevilla, pero casi nadie era capaz de contar qué sucedía a diario en aquél territorio tan lejano hasta la llegada de esta política joven y aguerrida. La verdad es que la primera ministra Ardern saltó a los medios de comunicación internacionales con motivo de dos acontecimientos importantes para su país: el atentado de Christchurch el año pasado, en el que fueron asesinadas 51 personas en dos mezquitas y por la erupción del volcán Whakarii. Durante el atentado exhibió su principal característica personal: la empatía con los demás y sus circunstancias.
Se sabe que su estrategia política ante la pandemia de coronavirus ha sido un éxito, basada en las recomendaciones científicas de un equipo nombrado a tal efecto, que desde el comienzo de la pandemia utilizó medios muy expeditivos para acabar con la pandemia sin medidas blandas o no suficientemente eficaces por la evaluación continua a la que estaban sometidas las mismas. Así lo afirmó en su momento el epidemiólogo Michael Baker, asesor del Ministerio de Sanidad: “Esta estrategia ha funcionado muy bien en Nueva Zelanda, que tiene la mortalidad por covid-19 más baja de la OCDE, con un total de 25 muertes, lo que supone cinco fallecimientos por cada millón de habitantes. También nos ha permitido que la actividad económica y social volviera casi a la normalidad”. Ahora, corrobora su actitud política con la creación del citado Ministerio para la Respuesta a la Covid-19.
La revista Time le ha dedicado un artículo muy interesante a Jacinda Ardern, A Year After Christchurch, Jacinda Ardern Has the World’s Attention. How Will She Use It?, al cumplirse un año de la tragedia de Christchurch, con una pregunta directa sobre ella: habiendo atraído la atención mundial a raíz del suceso, ¿cómo lo usará? Una candidata mileurista que en 2017 es lanzada al Gobierno y entra en él como Primera Ministra por medio de una coalición compleja, pero que demostró ser capaz de conducirlo a buen puerto, con gran acogida y reconocimiento popular, a pesar de las dificultades extraordinarias que sufrió durante su mandato y que ya he citado anteriormente, sobre todo la del atentado terrorista: “El verdadero don de Ardern es su capacidad para articular una forma de liderazgo que encarna la fuerza y la cordura, al mismo tiempo que impulsa una agenda de compasión y comunidad, o, como ella diría, «idealismo pragmático».
Ha sido candidata ya al premio Nobel de la Paz por su comportamiento durante el atentado citado y por su discurso coherente con la empatía humana hacia los más débiles en cualquier lugar y en cualquier momento. Según Time, “La gente ha perdido la confianza en sus instituciones, ya sea el gobierno, los medios de comunicación, la religión organizada o la comunidad científica. Cuando los votantes se sienten impotentes y privados de sus derechos, Ardern le dijo a esta revista, en una entrevista en su modesta oficina electoral de Auckland el 2 de febrero pasado, que “Podemos alimentarlo con miedo y culpa, o podemos responder asumiendo alguna responsabilidad y dando algo de esperanza de que nuestras instituciones democráticas, nuestros políticos, realmente puedan hacer algo sobre lo que pensar y sentir cercanía». Su empatía con todas las personas que sufrieron en Nueva Zelanda por el atentado en dos iglesias de Christchurch, en las que fallecieron 51 personas, demostró algo muy importante en la personalidad de Ardern: “Hizo una demostración plausible de que la bondad era una fortaleza, la compasión era factible y la inclusión era posible”. El mundo musulmán no era vilipendiado, a pesar del credo del asaltante, sino integrado en su justo sentido. No hubo ninguna llamada al odio ni a la venganza, sino a la aceptación de la condición humana en determinados momentos de la vida: “Cuando luego se puso un pañuelo en la cabeza para visitar una mezquita en Wellington, las imágenes llegaron a todas las pantallas, desde Dar es Salaam hasta Dublín”.
En junio de 2019 recogí en un artículo de este blog, Hacia un Presupuesto del Bienestar Social en España, una actuación suya y de su Gobierno que me mereció respeto y admiración: “Dicho y hecho. Lo anunció en el Foro Económico Mundial celebrado en Davos, en Enero pasado: “Debemos abordar el bienestar social de nuestra nación, no solo el bienestar económico” […]. Ya existe una realidad en el mundo político global, desde hoy, a la que hay que mirar siempre desde cualquier punto del mapamundi, que gira en torno al Presupuesto del Bienestar, más allá del clásico culto popular al denominado Producto Interior Bruto, que hasta suena mal. Este lugar al que hay que dirigir ya las miradas de las personas dignas, se llama Nueva Zelanda y su Primera Ministra, Jacinda Ardern, a la que sigo de cerca en los últimos años por su forma de gobernar y hacer política de verdad en clave de Revolución 4.0. Hoy, se ha hecho público el primer presupuesto mundial del bienestar, anunciado por la Agencia Efe: “En nuestro primer Presupuesto del Bienestar estamos midiendo y prestando atención a lo que valoran los neozelandeses: la salud de nuestra gente y nuestro medio ambiente, los puntos fuertes de nuestras comunidades y la prosperidad de nuestra nación”, dijo el ministro de Finanzas, Grant Robertson, ante el Parlamento. “El éxito consiste en hacer que Nueva Zelanda sea un gran lugar para ganar dinero y para vivir”, agregó el ministro al anunciar este presupuesto que acaparó la atención mundial desde que su primera ministra, Jacinda Ardern, lo anunciara en enero pasado durante el Foro Económico Mundial de Davos”.
Recomiendo leer el artículo completo de Time con la atención que merece. Una cosa más para finalizar, porque es de bien nacido ser agradecidos y alegrarse del bien ajeno incluso en política: Jacinda Ardern ha mostrado su reconocimiento internacional al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, como uno de los líderes actuales que más admira, junto con la primera ministra danesa Mette Frederiksen, según afirmó el 30 de septiembre pasado en un debate electoral ante una pregunta relacionada con los líderes políticos mundiales y si podía destacar alguno: “Por supuesto que puedo, “Peter Sánchez”, de España, y a la primera ministra de Dinamarca”. Se conocieron un año antes en Nueva York y compartieron muchos objetivos políticos comunes, centrados en los planes para la transición ecológica y la elaboración de presupuestos inclusivos.
Ahora, espero entrar a partir del viernes próximo en el nuevo Ministerio para la Respuesta a la Covid-19 (es el día de la toma de posesión del nuevo Ministro), porque estoy convencido de que puedo aprender de ellos muchas cosas buenas, en el buen sentido de la palabra “buenas”. Será un Ministerio del Tiempo Nuevo. Nunca olvido a Antonio Machado en momentos difíciles, porque me enseñó a hacer camino al andar, aprender de los demás, buscar juntos la verdad y no mirar atrás excepto si se hace para aprender de la historia propia, la de los demás y, sobre todo, del legado de su memoria digna y ética.
Mi agradecimiento a Jacinda Ardern es pleno. Gracias, en tiempos de coronavirus. Un ejemplo a seguir atentamente.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Lo he manifestado recientemente: “La verdad es que a veces tengo la sensación de vivir en un mundo al revés. Eduardo Galeano ya nos lo mostró de forma directa y sin paños calientes en una obra que, como tantas otras, han pasado bastante desapercibidas en nuestro país. Nos invitó hace ya veintidós años a entrar en la escuela de ese mundo tan opresivo para personas que buscan otra forma de ser y estar en el mundo de todos y lo sintetizó en unas palabras, Si Alicia volviera, que no olvido: “Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana. Al fin del milenio, el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies” (1).
En un mundo al revés quiero resaltar hoy la dialéctica que aprendí del filósofo Blas Pascal, cuando relacionaba diversión (divertissement) y compromiso (engagement). Dos opciones en busca de una solución al largo caminar en la vida. Me ayuda en el abordaje de una situación muy preocupante que estamos viviendo desde hace meses en nuestro país con ocasión de la pandemia del coronavirus. Me refiero en concreto al comportamiento de los jóvenes de amplio espectro de edad denominada “joven” (sobre todo para estadística) en relación con las restricciones de determinadas conductas habituales que obligan en este momento las autoridades sanitarias. El resultado es lamentable y afecta a todas las capas sociales de la juventud, desde la realidad de la pobreza más extrema hasta el mundo llamado universitario. Da igual, lo que la juventud no concibe es que se restrinja la diversión en su sentido más pleno. Lo del compromiso es harina de otro costal. Es verdad que no se debe generalizar porque cometemos serios errores en los análisis que se hacen, pero la realidad es abrumadora es todo el país. ¿Qué es lo que está pasando?
Es la tercera vez que escribo sobre esta realidad desde el comienzo de la pandemia. En las dos ocasiones anteriores traté una pregunta inquietante ¿Por qué los jóvenes ningunean la COVID-19? y cómo me sentía ante el comportamiento de esos jóvenes ya avanzada la nueva normalidad, Consternado y conturbado, en la que analizaba estos adjetivos derivados de la situación actual. Hoy quiero detenerme en el análisis de la percepción del mundo al revés por parte de todos y, lógicamente, por el comportamiento de los jóvenes objeto de este post, porque la realidad que gravita sobre la mente de estas personas es que el mundo no funciona y que sus respuestas no bastan para explicar lo que está pasando. También, que necesitan verter hacia el exterior su desencanto, con mucha desorientación en este mundo al revés y a que no han aprendido la esencia del compromiso activo porque la educación que han recibido está llena de lagunas y muy desorientada.
La esencia del problema está en la realidad del mundo al revés, tan magistralmente expuesto por el escritor uruguayo Eduardo Galeano, en el libro citado anteriormente:
¡Vayan pasando, señoras y señores!
¡Vayan pasando!
¡Entren en la escuela del mundo al revés!
¡Que se alce la linterna mágica!
¡Imagen y sonido! ¡La ilusión de la vida!
¡En obsequio del común lo estamos ofreciendo!
¡Para ilustración del público presente y buen ejemplo de las generaciones venideras!
¡Vengan a ver el río que echa fuego!
¡El Señor Sol iluminando la noche!
¡La Señora Luna en pleno día!
¡Las Señoritas Estrellas echadas del cielo!
¡El bufón sentado en el trono del rey!
¡El aliento de Lucifer nublando el universo!
¡Los muertos paseándose con un espejo en la mano!
¡Brujos! ¡Saltimbanquis!
¡Dragones y vampiros!
¡La varita mágica que convierte a un niño en una moneda!
¡El mundo perdido en un juego de dados!
¡No confundir con las groseras imitaciones!
¡Dios bendiga a quien vea!
¡Dios perdone a quien no!
Personas sensibles y menores, abstenerse.
(Basado en los pregones de la linterna mágica, del siglo dieciocho)
Bajando a nuestra realidad en España, se me ocurre elaborar un nuevo pregón en defensa de los que no comprendemos este mundo al revés: ¡Pasen y vean, el mayor espectáculo del mundo al revés!, como dicen ahora los directores de pista del Circo Nacional, de cuyos nombres no quiero acordarme ahora, pero que casi todos conocemos.
¡Vayan pasando y vengan a ver…!
¡La crisis económica!
¡Vengan a ver los peligros para la salud: COVID-19, la falta de recursos suficientes para hacer frente a la pandemia!
¡El paro!
¡El mal comportamiento de los políticos!
¡La sanidad!
¡Los problemas políticos en general!
¡La falta de acuerdos, unidad y capacidad de colaboración, la situación e inestabilidad política!
¡Lo que hacen los partidos políticos!
¡La acción del Gobierno y partidos o políticos/as concretos/as!
¡Los problemas de índole social!
¡La poca conciencia ciudadana (falta de civismo, de sentido espíritu cívico))
¡La educación!
En este pregón de linterna mágica, improvisado para describir ahora la realidad de lo que está pasando en este país, he recogido con exactitud el orden cronológico de las respuestas dadas en el último barómetro del CIS, correspondiente a octubre de 2020, no el mundo al revés de ficción o el que diseñan los hombres de negro desde un apartamento en Manhattan, sino de lo que de verdad está pasando por la cabeza de las personas de este país representadas en el barómetro y ante la siguiente pregunta con respuestas espontáneas: “¿Cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España? ¿Y el segundo? ¿Y el tercero?”, dando el resultado por totales según lo expuesto anteriormente.
El mundo al revés que vivimos es que tenemos un problema económico muy grave en el país, que viene de antiguo, la irrupción brutal de la COVID-19, el paro galopante, el mal comportamiento de los políticos y los problemas derivados de esta situación que son muchos, la sanidad pública cada vez más asfixiada en profesionales, la inversión y dotación económica insuficiente, problemas de pobreza extrema y otros de variada índole social, la falta de conciencia ciudadana ante lo que está ocurriendo y, por último, la realidad alarmante de la educación pública y concertada.
Todo esto está afectando a la población en general, pero sobre todo a los más jóvenes. La di-versión [así, con guion] y el compromiso, que pueden caminar juntos, hay que plantearlos con este principio de realidad, no olvidando que el sentir común es de sensatez extrema y que lo que necesitamos es que se atienda a lo que realmente nos pasa a todos. Lo que pasa es que los que tienen que tomar decisiones, no saben muchas veces lo que nos pasa. Sobre todo, a los más jóvenes.
(1) Eduardo Galeano (1998). Si Alicia volviera, en Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Madrid: Siglo XXI Editores de España.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.
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