Sevilla, 11 de septiembre de 2021, en el 48º aniversario del golpe de Estado en Chile
Te recuerdo Amanda / la calle mojada / corriendo a la fábrica / donde trabajaba Manuel…
Es una cita anual que no olvido, junto a la del sangriento atentado de las Torres Gemelas -cada hecho luctuoso en su tiempo y momento-, porque tengo grabado en mi persona de secreto desde hace 48 años el golpe de Estado en Chile, por parte de un general de cuyo nombre no quiero hoy acordarme. Yo había crecido en aquellos años muy cerca de cantores, no cantantes, de este país y de Latinoamérica (cantante es el que puede cantar, mientras que cantor es el que debe cantar, según Facundo Cabral) y, sobre todo, de un grupo inolvidable, Quilapayún, junto a uno de sus fundadores, Víctor Jara. Su vida me marcó en mi juventud. Su muerte…, me creó un desosiego democrático que todavía perdura en mi alma de secreto, aunque utilizo siempre los mismos principios en relación con lo ocurrido, porque no tengo otros, no quedándome en las trincheras del desafío por frustración, sino saliendo al aire libre y de progreso de la vida, frecuentando el futuro propio y asociado, con el tu puedo y mi quiero de todos.
Hoy especialmente, cuando se cumplen 48 años de aquél día aciago para el pueblo chileno, para la democracia mundial. Lo he dicho en ocasiones anteriores y reitero mis palabras de homenaje perpetuo a la vida y obra de este cantor de la dignidad humana. No le olvido, porque Víctor Jara significó mucho en mi vida de secreto y en la de millones de personas dignas. Todavía hoy lo recuerdo en relatos de mi juventud comprometida con la vida y la muerte, tal y como lo describí en el post que adjunto de nuevo hoy, entre otros, escrito en 2009, cuando lo enterraron de forma digna “en el mismo sitio de 1973, después de que exhumaran su cadáver de nuevo para poder certificar la violencia con la que actuaron los soldados y oficiales de Augusto Pinochet contra sus palabras, su testimonio de vida, su compromiso ético».
El 27 de junio de 2016, una corte federal de Orlando, Estados Unidos, encontró a Pedro Pablo Barrientos Núñez responsable del asesinato de Víctor Jara, debiendo pagar una cantidad millonaria a su familia como compensación. Los cargos fueron de tortura y ejecución extrajudicial. Fue una noticia que sirvió al menos para comprobar que no debemos participar en silencios cómplices cuando la falta de honestidad y ética nos rodea, porque la verdad, al final, nos hace siempre más libres.
Nada más, porque estoy convencido de que el mundo sólo tiene interés cuando va hacia adelante, pero sin olvidar un sólo segundo su memoria histórica. Sé qué papel tan importante jugaron en esta última acción judicial su mujer Joan y su hija Amanda, tan recordada por su padre en una canción que nunca olvido, dedicada al amor de dos obreros, de esos que vemos por las calles, que podían ser sus padres, Amanda y Manuel, porque a veces no nos damos cuenta de lo que existe dentro del alma de las personas. Dos obreros, de cualquier fábrica, en cualquier ciudad, en cualquier lugar del mundo.
También, quiero recordar el trabajo incansable del Centro de Justicia y Responsabilidad por su trabajo encomiable para recuperar dignidad para aquellas personas que sufren violaciones de derechos humanos en todo el mundo, como lo hicieron con Víctor Jara. Solo me queda darles las gracias de nuevo, en esta fecha tan especial, por su ejemplo y porque estoy convencido de que defendiendo la democracia plena hoy es el tiempo que puede ser mañana.
«La sangre para ellos son medallas. La matanza es un acto de heroísmo ¿Es este el mundo que creaste, dios mío?»
Palabras de Víctor Jara dos horas antes de morir
Víctor Jara y mi memoria de hipocampo
Te recuerdo Amanda / la calle mojada / corriendo a la fábrica / donde trabajaba Manuel…
Es verdad que recuerdo la muerte de Víctor Jara, cuando yo llevaba un año trabajando en el Hospital Universitario San Pablo, en la antigua Base americana “San Pablo Frontera”, en septiembre de 1973, en unas condiciones difíciles para estar cerca de la vida y de la muerte de las personas que allí se atendían. Con veintiseis años. Fueron días de contradicción interna porque recordaba a Víctor Jara en canciones protesta que me sabía de memoria y no comprendía por qué le habían asesinado de forma tan brutal. Además, con escasa información en un país que agonizaba en su dictadura feroz, que asimilaba personalmente de forma difícil en mis compromisos con la Universidad de Sevilla.
Llevo días leyendo numerosas referencias a la muerte de Víctor Jara, en el Estadio Nacional que nunca olvidaré, gracias a Costa Gavras, en su película desgarradora, Missing, que tantas veces he recordado, como acicate para que no abandone el compromiso con la ética social.
El 16 de septiembre de 1973, lo enterraron de forma humilde y clandestina gracias al aviso de una persona que descubrió su cadáver junto a la tapia del cementerio. Y el pasado 5 de diciembre de 2009, volvió a recibir sepultura digna, en el mismo sitio de 1973, después de que exhumaran su cadáver de nuevo para poder certificar la violencia con la que actuaron los soldados y oficiales de Augusto Pinochet contra sus palabras, su testimonio de vida, su compromiso ético.
Treinta y seis años después, lo he acompañado por las calles de mi memoria de hipocampo, la de secreto, hasta depositarlo de nuevo en el mismo sitio que ha estado en estos treinta y seis años de mi vida, recordando su sonrisa, sus rizos, que tanto enfadaron al soldado que le golpeó brutalmente en el estadio, en una muerte lenta (1), porque era un cantante marxista-leninista (en interpretación celtibérica que tanto resonaba en mis oídos en aquella época y durante la famosa transición):
-¡Así que vos sos Víctor Jara, el cantante marxista, comunista concha de tu madre, cantor de pura mierda! -gritó el oficial.
Después, he buscado siempre a Víctor Jara a través de Quilapayún, conjunto con el que convivió durante años muy importantes de su vida. Y lo he encontrado hoy, escuchando de nuevo canciones de compromiso para que no olvide nunca mi memoria histórica, a Víctor Jara:
Levántate y mira la montaña
de donde viene el viento, el sol y el agua.
Tú que manejas el curso de los ríos,
tú que sembraste el vuelo de tu alma.
Levántate y mírate las manos
para crecer estréchala a tu hermano.
Juntos iremos unidos en la sangre
hoy es el tiempo que puede ser mañana.
Sevilla, 6/XII/2009
(1) Délano, M. (2009, 6 de diciembre). La muerte lenta de Víctor Jara. El País, Domingo, pág. 12s.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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