Los ríos del olvido

Si se callan…, el cantor, el compositor, el escritor, el soñador, el bloguero, el político digno, el artista o el ciudadano anónimo, no conformes con las injusticias que pasan en nuestro mundo cotidiano al revés, olvidándolo todo mediante ausencias y silencios cómplices, se calla la vida y la palabra.

Sevilla, 27/IV/2022

Roma siempre respetó la memoria histórica del río Limia, en Orense, el Río del Olvido, porque para las legiones romanas ese rio les traía a la memoria el Flumen Oblivionis, o Lethes de la mitología griega, por una razón que conocían bien: quien lo atravesara perdería la memoria para siempre. Esa leyenda se truncó el día que el general romano Décimo Junio Bruto se atrevió a cruzarlo sin perder su memoria de hipocampo, llamando uno a uno después desde la otra orilla a los miembros de su tropa, demostrando que no pasaba absolutamente nada. En estos días ha cobrado plena actualidad porque la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN) se ha dirigido al Ministerio para la Transición Ecológica, para comunicarle que su famoso Río del Olvido se ha convertido en “el río olvidado”, porque muchas especies están muriendo y, sobre todo, porque hay una especie vegetal, el cardo azulado, el Eryngium viviparum, que supone el 96% de la población mundial, que necesita el agua para vivir, siendo una realidad constatable como la de muchos ríos en España, que su cauce está seco y asolado por las heladas continuas.

Me parece que esta situación es una metáfora preciosa de lo que nos ocurre a diario en la vida, con un problema añadido, porque no hablamos sólo de un río sino de muchos ríos del olvido presentes en nuestro cerebro, con lo que ello conlleva de alejamiento de situaciones que necesitamos recuperar a lo largo de nuestra vida, sobre todo porque existen ausencias inolvidables. La mitología tenía su razón vital: Lete era es uno de los ríos del Hades, que tenía una propiedad clara al beber de sus aguas, el olvido completo, algo que estaba vinculado con la reencarnación para que al volver a la vida no se recordara nada de la vida pasada. Lete era una náyade, hija de Eris, que significa Discordia, que ahora se pasea por el mundo como un pequeño planeta con ese nombre y que conozco bien. Siempre ha preocupado a la especie humana el problema del olvido, cuestión que se demuestra a lo largo de la Historia. Se han encontrado vestigios griegos de la rivalidad de este río, Lete, con Mnemósine, porque quien bebía de sus aguas volvía a recordar todo lo que le había sucedido en su vida. Una dialéctica eterna que aún pervive entre nosotros.

¿Y qué importancia tengo yo
en el tribunal del olvido?
¿Cuál es la representación
del resultado venidero?

[…]

Pablo Neruda, Libro de las preguntas, LX

Si traigo a colación esta realidad mitológica, reflejada en un río de Orense, Limia o Lete, con una larga tradición mitológica, es porque este país es bastante olvidadizo con su historia. Escribí en este cuaderno digital, no hace tanto tiempo, sobre una pregunta de Neruda, inquietante, dedicada al olvido, ¿Y qué importancia tengo yo en el tribunal del olvido?, sobre todo -repito- porque vivo en un país muy dado a propagar con silencios cómplices el delicado pasado que ha llenado páginas tristes de su historia, que no reconoce en vida a los grandes protagonistas del progreso de este país y que no tolera en muchas ocasiones los éxitos de los demás, sea quien sea, condenando al ostracismo a todos los que hablan de cambio y transformación de nuestra sociedad caduca. Siendo esto así, no digamos el triste papel que para estos silenciadores juegan los anónimos en este país, cuando miles de ellos son los que sacan a diario a flote a esta sociedad maltrecha. Los tribunales del olvido en este país abundan por doquier y creo que habría que organizar una operación para descubrirlos y desenmascararlos con urgencia porque hacen mucho daño a todo y a todos. Es una ocasión para reivindicarnos como personas dignas ante esos tribunales del olvido. Los ríos del olvido, se demuestra de forma fehaciente, están muy presentes en nuestras vidas.

Quizás tengamos que dar la razón a Gómez de la Serna, olvidando el olvido, en determinadas orillas de los Ríos del Olvido que conocemos bien, porque este país, que ha tenido durante muchos años tan mala memoria democrática, se olvidará de que ha tenido mala memoria y se acordará finalmente de todo, quitando la razón a los negacionistas de todo, de nuevo cuño. Tenía razón Eduardo Galeano al proclamar en su escuela del mundo al revés que es necesario “Recordar el pasado, para liberarnos de sus maldiciones: no para atar los pies del tiempo presente, sino para que el presente camine libre de trampas. Hasta hace algunos siglos, se decía recordar para decir despertar, y todavía la palabra se usa en este sentido en algunos campos de América latina. La memoria despierta es contradictoria, como nosotros; nunca está quieta, y con nosotros cambia. No nació para ancla. Tiene, más bien, vocación de catapulta. Quiere ser puerto de partida, no de llegada. Ella no reniega de la nostalgia: pero prefiere la esperanza, su peligro, su intemperie. Creyeron los griegos que la memoria es hermana del tiempo y de la mar, y no se equivocaron”. Excelente reflexión. Desde la orilla de mi río del olvido, recuerdo que también existe el de la memoria y hacia él me dirijo ahora haciendo camino al andar, porque sé que la memoria es también hermana del agua.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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