
Melodía principal de Cinema Paradiso
Sevilla, 5/VIII/2022
Ha saltado a los medios de comunicación social de todo el planeta, la noticia de que se está trabajando en la producción y rodaje de una miniserie que ampliará el guion de Cinema Paradiso, a cargo del director de la misma, Giuseppe Tornatore, como guionista también, que constará de seis capítulos y que tiene previsto su estreno en 2023. Inmediatamente, he recordado un breve poema de Juan Ramón Jiménez, que muchas veces se ha escrito mal, cambiando el género de la primera parte del verso (en negrita, correcto): No le toquéis ya más, que así es la rosa (en Piedra y cielo, 1919). Creo que es un error histórico porque el valor de la película persiste en el tiempo, con un reconocimiento continuo tal y como permanece en la mente de todas las personas que amamos el cine. Siguiendo al poeta de Moguer, no hay que tocar la película más, porque ya se hizo antes del estreno, reduciendo el metraje de la misma para contentar al mundo comercial del cine, consiguiendo finalmente que se la reconociera como una auténtica obra de arte, un capolavoro, dicho en un perfecto italiano.
Cinema Paradiso es la rosa que cita Juan Ramón, en su desnudez extrema, para simbolizar el valor de la poesía, tal y como se fijó finalmente en la entrega al mundo para su disfrute. Desconozco las razones de fondo que tiene Tornatore para acometer esta empresa de ampliación de contenidos sobre la película original, habiendo manifestado Marco Belardi, el nuevo productor de la serie, que “Será la misma historia que la película pero de una forma extendida y con varios hilos narrativos diferentes”. Presumo que el mercado cinematográfico está detrás y lo probable es que se esté confundiendo ya el valor y el precio de la película, que probablemente será una oferta más, una mercancía, en las plataformas streaming a nivel mundial, sólo eso.
Treinta y cuatro años después de su estreno, no conocemos todavía los guiones que está preparando Giuseppe Tornatore. Personalmente, creo que hay que seguir el patrón de Juan Ramón Jiménez, pero aplicado a la película: No le toquéis ya más, que así es Cinema Paradiso. En tal sentido, Ricardo Gullón, fiscal, crítico literario, novelista y gran amigo del poeta, decía en un comentario a este poema precioso de Juan Ramón Jiménez que “[…] se desconoce que el propio poeta, comentando sus versos, aclaró que si tal decía, era «después de haber tocado el poema hasta la rosa». Sin duda, quiso expresar con estas palabras su aspiración difícil a la «perfección viva», a la perfección conseguida sin forzar las cosas, arduamente, más sin llegar al punto de frialdad que delata lo yerto, lo agotado y sin vida. En el empeño por conseguir una poesía perfectamente desnuda, Juan Ramón ha ido renunciando tanto al soporte sentimental como al artificio retórico. A propósito de su obras, es sobremanera adecuado el término desnudez: progresivamente fue despojándola de los usuales ropajes, mitificando su concepto, y también identificándose apasionadamente con ella”. Esta reflexión de Gullón se puede aplicar perfectamente a Cinema Paradiso, porque la película, tal y como se conoce actualmente, ha tocado “hasta la rosa”, en su “perfección viva”, en sus mensajes, tantas veces recogidos en este cuaderno digital; sin forzar el guion, tocando la sensibilidad de cada espectador hasta extremos insospechados. Cada vez que veo la película descubro nuevas palabras, nuevos planos que me conmueven y conturban. Es una película desnuda, cuando se la descubre tal y como es la rosa que contiene.
Ante lo expuesto anteriormente, he escogido un artículo, He vuelto a entrar en el Cinema Paradiso, entre los veintidós que he dedicado a Cinema Paradiso y su universo emocionente [sic] a lo largo de la vida de este cuaderno digital, porque dejándolo como está, sin tocarlo, descubro hoy de nuevo que así es su rosa íntima, la del mensaje que entregó al mundo en 1988 su director Giuseppe Tornatore y que supuso tanto para mí, en mi persona de secreto, desde que la vi y sentí por primera vez. Insisto por ello que no lo toquen ya más, que así es Cinema Paradiso.
He vuelto a entrar en el Cinema Paradiso
Sevilla, 6/VIII/2021
En septiembre de 2019 cambié la imagen de cabecera de este cuaderno digital por un fragmento de la escultura de Canova, Las Tres Gracias, porque siempre me ha impactado su belleza sobre mármol de Carrara, con una expresión de encanto y alegría entre las tres cárites mitológicas griegas, de cuyo nombre quiero acordarme especialmente hoy: Eufrósine, Aglaya y Thalia o lo que es lo mismo: Alegría, Belleza y Abundancia, respectivamente, porque las necesitamos tener presentes en nuestras vidas. Dos años después, que no han sido anónimos, cambio de nuevo la imagen que representa temporalmente el blog, recurriendo a una que ya ha estado presidiendo estas palabras en años anteriores, la sonrisa de asombro de Totó junto al proyeccionista, Alfredo, una pareja que nunca he olvidado en la película de mi vida y como homenaje a una que me ha marcado para siempre: Cinema Paradiso. Entro decidido para contemplar en este mes de agosto las proyecciones mejores de mi existencia.
Mi vida ha sido también una película sin fin, de muchos géneros en uno solo: vivir apasionadamente. Me sentí reflejado en Cinema Paradiso de principio a fin, por el amor al cine, porque siendo muy niño hacía mis propias películas con dibujos animados en papel, impregnándolos en aceite que, una vez secos, los unía y pasaba por rodillos laterales de un escenario, también hecho a mano, para imprimirles movimiento a demanda, iluminados por una bombilla incandescente. Más o menos, observando aquel descubrimiento mágico con la cara de Totó, mi querido protagonista de la película de verdad, que he recogido en la imagen que preside estas líneas. También, porque seguí siempre el consejo de su gran amigo Alfredo cuando decía al niño que amaba tanto el cine, que debía salir de sí mismo para buscar islas desconocidas, las que describía extraordinariamente Jose Saramago en su cuento homónimo, “La isla desconocida”. En aquella escena memorable de la estación, Alfredo, ya ciego por el incendio del cine, le dice en un susurro inolvidable a Totó: “La vida es más difícil… Márchate…, el mundo es tuyo, … no quiero oírte más, solo quiero oír hablar de ti… Hagas lo que hagas, ámalo”. Le ayudó a salir de su zona de confort y nunca he olvidado aquellas escenas ni aquellas palabras. Todo un símbolo: hagas lo que hagas, ámalo.
Tampoco he olvidado, nunca, el Cinema Ideal de mi infancia, un cine de verano situado en la calle Jesús del Gran Poder, aquí en Sevilla, del que solo escuchaba las bandas sonoras de las películas desde el balcón de la casa donde nací, que daba a la calle Becas, en el que, entre barrotes, imaginaba historias preciosas con sólo cuatro años. Pasado el tiempo, he comprendido muy bien el consejo de Alfredo, porque siempre he procurado amar todo lo que he hecho. Ahora, pienso también en los momentos difíciles que he vivido en esta larga vida, quizá por la especial sensibilidad que se ha creado por la pandemia creando anticuerpos para el dolor y la aflicción. Como contrapunto, mi amor al cine me devuelve también a mi Cinema Ideal tan particular, un recuerdo de películas inolvidables de Spielberg, entre las que destaco por su lección histórica nacida en su corazón y en su alma judía, La lista de Schindler. Aunque parezca mentira, no me quiero quedar con el dolor de su argumento de fondo, sino con el tema principal de la banda sonora de la misma, compuesta por John Williams, de la que inserto hoy en este post una interpretación memorable, al violín, de su gran amigo de vida y creencias, Itzhak Perlman, uno de los mejores violinistas de la historia de la música que aún comparte vida con nosotros. Escucharlo y sentirlo al mismo tiempo nos permite comprender que, efectivamente, el hombre, si quiere, no es un lobo para el hombre, porque todo lo humano no nos es ajeno (Terencio), es más, nos pertenece.
Les confieso que hablar de Cinema Paradiso y La lista de Schindler es, en el fondo de estas palabras, un homenaje a su obra musical en el mundo del cine, a través de dos bandas sonoras memorables compuestas por Ennio Morricone y John Williams, respectivamente. El pasado año recibieron el Premio Princesa de Asturias de las Artes y el acta del jurado decía textualmente que “[…] Dotados de una inconfundible personalidad, entre sus obras se encuentran algunas de las composiciones musicales más icónicas del séptimo arte, que ya forman parte del imaginario colectivo. Williams y Morricone muestran un dominio absoluto tanto de la composición como de la narrativa, aunando emoción, tensión y lirismo al servicio de las imágenes cinematográficas. Sus creaciones llegan incluso a transformarlas y trascenderlas, sosteniéndose por sí mismas como magníficas obras sinfónicas que se encuentran entre el repertorio habitual de las grandes orquestas. Todo ello los convierte en dos de los compositores vivos más venerados en todo el mundo”. Morricone falleció el 7 de julio de 2020 y sus obras mantuvieron y expresaron siempre su dignidad personal y profesional. Ahora, estoy seguro que seguirá poniendo música inolvidable a su cielo particular.
Cuando salgo de mi imaginario Cinema Ideal y entro hoy en el auténtico y renovado Cinema Paradiso, no olvido las palabras de Alfredo a Totó, porque nos pueden ayudar en este mes de agosto para salir de la zona de dolor, que no confort, por la pandemia y sus daños colaterales, cada uno con los suyos, de la forma más digna posible: hagamos lo que hagamos, amémoslo porque el viaje de la reconstrucción personal, de nuestras familias, del país, de nuestras ciudades y barrios es ahora tarea de todos, para amarlo sin excepción alguna y sin dejar a nadie atrás.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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