
Sevilla, 26/VIII/2022
Una de las formas en las que naturaleza expresa sus quejas y avisos en silencio es a través de las llamadas “piedras del hambre”, como las que han aparecido en las orillas y algún fondo del Rin y del Elba, en Alemania y República Checa, respectivamente, en las que figuran en algunos casos los nombres de las personas y años en los que las depositaron en un determinado momento por la sequía que azotaba diferentes zonas de esos países. Como signo de respeto a una tradición multisecular ante estos fenómenos atmosféricos, Greenpeace, hace tan solo cuatro años, colocó una piedra del hambre en el lecho del río Elba, concretamente en agosto de 2018, en el extremo sur del Domfelsen, una formación rocosa cerca de la catedral de Magdeburgo, con la siguiente traducción del inglés: “Si me ves, es que la crisis climática ha llegado”.
Sabemos que no hay nada nuevo bajo el sol y estas denuncias de lo que puede pasar con las sequías, por ejemplo, ya se daban hace bastantes siglos en Europa central: “En Těchlovice, una localidad del distrito de Děčín al norte de la República Checa, en 1892, apareció en el lecho del río una piedra que fue leída por los barqueros que a su vez lo reportaron a los ciudadanos. La piedra tenía la siguiente inscripción a modo de oráculo: “Quien una vez me vio, lloró”. Otras piedras del hambre, tienen frases similares: “Han llorado, lloramos y llorarás”, “Quienquiera que me vea ahora, llorará”, “Cuando me veas, llora” o “Si me ves llora”. Quizás sea la Inscripción en la piedra del hambre de Tetschen-Děčín, la que simboliza históricamente el mensaje propio y aleccionador de estas piedras: Cuando me veas, entonces [llora]. Otro dato importante es que la inscripción más legible en este lugar data de 1616. El problema no es nuevo, aunque las causas han cambiado profundamente.
La sequía que estamos atravesando en el país, donde los pantanos y embalses nos dejan contemplar los pueblos y sus edificios más representativos que fueron anegados por las aguas, descubren estas piedras aunque no contengan los mensajes indicados. Son una metáfora de la vida, porque no significan nada bueno. Los datos en la primera semana de agosto confirman las peores previsiones: España está instalada oficialmente en la sequía: “La reserva de agua de España ha caído esta semana al 39,2%, el nivel más bajo en estas fechas desde 1995, año en que se impusieron severas restricciones al consumo humano y se desplomó la agricultura. La situación es más grave en Galicia, Castilla y León, Extremadura, Andalucía, Cataluña y Navarra por la escasez de recursos hídricos, pero también han entrado en un escenario de emergencia zonas de las cuencas del Duero y del Ebro, al tiempo que los cortes de agua se extienden. Y no hay perspectiva de mejora: va a seguir haciendo calor como corresponde en verano, no se avizora que vaya a llover con la intensidad suficiente en el trimestre que viene y los embalses bajan a gran velocidad porque hay mucho turismo y los regadíos agrícolas están disparados, precisamente para intentar que no se pierdan las cosechas. Ante este panorama, los expertos hacen dos advertencias. La del Ministerio de Transición Ecológica es que se van a ver muy afectados los regadíos y los “sistemas menores” de abastecimiento humano, aunque “no es previsible que existan grandes problemas para mantener el suministro” en las grandes ciudades. Y la de Greenpeace es que la situación va a empeorar, porque de algunos embalses ya no se puede sacar el agua que almacenan. Están muertos”.
Personalmente, la inscripción en la República Checa me lleva a una reflexión más profunda: si vemos la desnudez y sequia éticas de la sociedad, a veces no nos queda otra que llorar de rabia cuando vemos no piedras sino personas en las colas del hambre. Sé que nada hay nuevo bajo el sol, pero el cambio climático se está produciendo por la intervención humana descontrolada y suicida en la Naturaleza, es decir, si estamos viendo cómo la naturaleza sufre con la sequía y los incendios devastadores de este verano, entonces deberíamos llorar porque son avisos del hambre que está ya aquí para millones de personas. Por ejemplo, con las colas de personas que lo atestiguan, que necesitan alimentos y que están muy cerca de nosotros.
El creacionismo nos formó en una cosmovisión desalentadora, pero ya he escrito muchas veces en este blog que no hay nada peor que el conformismo ante lo que ocurre. Lo decía ayer a propósito de una fórmula de cuna inglesa: “espera lo mejor y prepárate para lo peor”. Creo que ha llegado el momento de elegir la mejor información posible sobre lo que está pasando, también sobre el cambio climático, sobre las sequías, porque nada es inocente. Un ejemplo claro es constatar, por ejemplo, los datos oficiales que facilita semanalmente el Boletín Hidrológico Peninsular, que nos permite disponer de la información de una manera más visual, sencilla y comprensible, sobre datos de reserva hídrica, energía, caudales medios semanales y pluviometría acumulada semanal, con datos facilitados en este último caso por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).
Reitero que voy a respetar en mi vida el aserto inglés citado como introducción a un manual de supervivencia en tiempos difíciles. La aplicación del principio de realidad social en nuestras vidas, el más terco de los principios que las sustentan, hará el resto, sabiendo que el principio de realidad es uno de los dos principios que, según Freud, rigen el funcionamiento mental. Forma un par con el principio del placer, al cual modifica: en la medida en que logra imponerse como principio regulador, la búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por los caminos más cortos, sino mediante rodeos, y aplaza su resultado en función de las condiciones impuestas por el mundo exterior. Probablemente, en este tiempo tan complejo, lo que necesito es completar la citada fórmula con la expresión que utilizaba en su vida y obra la filósofa alemana Hannah Arendt: “Hay un precepto bajo el cual he vivido: prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga”, sin conformismo alguno, sólo aplicando el principio de realidad que, al final, es el que me permite seguir luchando por alcanzar el necesario principio del placer que tanto necesitamos para seguir viviendo dignamente. Lo que no podemos negar es que estamos avisados por las piedras del hambre. piedras que advierten también de que cualquier tiempo pasado no fue mejor.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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