Blanca Andreu, escritora entre silencios

Sevilla, 30/VII/2022

El 18 de febrero de 2010, se presentó en Madrid una obra, Los archivos griegos, que hoy tiene una importancia crucial para conocer la trayectoria de una escritora de cuna gallega, Blanca Andreu (La Coruña, 1959), que así le gusta que la reconozcan como tal, aunque su obra emblemática era un compendio poético doloroso que escribió con tan sólo 20 años, De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, un conjunto de papeles desordenados que Francisco Umbral recogió de una papelera y que una vez ordenados los presentó al premio Adonais, en 1980, obteniéndolo por unanimidad del jurado y sin que la autora conociera tal evento, porque Umbral no se lo comentó. De esta obra ella recuerda que “el Adonais me hizo mucho daño porque era una obra muy atormentada, aunque estaba llena de metáforas. Eran cosas que me dañaban a mí y a otras personas que me conocieron en alguna ocasión. Las poesía afecta para bien y para mal”.

¿Por qué he citado esa presentación en Madrid de Los archivos griegos, para hablar de Blanca Andreu? Fundamentalmente, porque aquél día de febrero, en Madrid, sé que el poeta y escritor Juan Cobos Wilkins, que presentó el acto, al que citó mal el cronista del diario El País que elaboró la reseña, dijo de ella algo muy importante, que valoro especialmente por mi amistad histórica con Cobos Wilkins, así escrito correctamente: “el nuevo libro de Andreu muestra el compromiso del poeta con el mundo. Donde hay madurez, belleza y transparencia”. Para mí, una patente de corso para reconocer hoy a esta escritora entre silencios. Una conversación entre Blanca Andreu y Juan Cobos Wilkins, que les recomiendo escuchar y ver, me ha ayudado a comprender su amistad madura, bella y transparente, a lo largo del tiempo.

El compromiso de Blanca Andreu con el mundo se ha llevado a cabo en muy pocas obras publicadas, aunque con una vida sorprendente que invito a conocer a través de un artículo excelente de Manuel Jabois en el diario El País, Blanca Andreu, la poeta que triunfó a los 20 años y prefirió desaparecer: “Me halaga que me crean muerta”, donde afirma algo aleccionador en la entradilla: “La autora, que se alejó de la fama después de ganar los premios más importantes en los ochenta, habla desde su retiro del proceso creativo, de su relación con Juan Benet y su vida fuera de los focos: “Yo no sabía que la gloria era dar la cara”.

Es una escritora creyente, según la definición de creencia del filósofo en el exilio, durante la dictadura de este país, José Ferrater Mora, al que conocí hace ya muchos años y estudié en profundidad, cuando en un libro precioso, que aprecio mucho en mi clínica del alma, mi biblioteca, El hombre en la encrucijada, manifestó algo muy importante para resolver el enigma de vivir con creencias, algo que está presente siempre en la obra de Andreu (1). Él decía que necesitamos tener creencias, que no podemos vivir sin ellas, y a lo largo de las páginas de su tesis existencial demuestra que el mundo ha evolucionado hacia adelante gracias a que nuestros antepasados y muchas personas contemporáneas han tenido y tienen creencias en cuatro ámbitos, juntas o por separado da igual, de una forma u otra, da igual, pero siempre relacionadas con las Personas, la Naturaleza, Dios/dioses o la Sociedad. Así durante muchos siglos. Nos necesitamos y juntos podemos hacer camino al andar. Puede ser una buena forma de encontrarnos cara a cara con el niño o niña que fuimos y que nunca debimos abandonar para resolver el enigma de vivir dignamente.

Cualquiera de las obras de Blanca Andreu, nos acercan a estas creencias, a sus silencios históricos, a su respeto reverencial a la dignidad y pudor de lo que se escribe, porque después de publicar algo que se ha escrito hay que explicarlo con ribetes de coherencia personal. Desde De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, un título sorprendente para un premio tan “religioso”, publicado por RIALP, editora confesional donde las haya y muy cerca del Opus Dei, hasta Los archivos griegos, transcurren treinta años de profundo silencio, sólo salpicados de alguna publicación también premiada que consolidan su obra breve, algo que declara y sin falso pudor que hizo por si conseguía el dinero de los premios, porque lo necesitaba. De este intervalo es una obra preciosa, El sueño oscuro, dedicada a Juan Benet, su pareja inseparable hasta el fallecimiento del ingeniero y escritor, donde figuran dibujos de él y a quien dedicó el libro recopilatorio de poemarios importantes.      

Algo que me ha sorprendido de su visión teológica de la vida desde su niñez, es la amistad que conservó siempre con Vicente Ferrer, a quien recuerda en su famosa expresión de «hacer cada día una buena acción». Él está presente en este blog, en su cabecera, desde casi su creación, porque creí siempre en él y lo sigo haciendo en la ardua tarea de la Fundación en Anantapur, la ciudad del infinito, en hindi. Blanca Andreu no lo olvida: “No practico ninguna religión, pero tengo mucha fe. Pienso en cómo tengo que gestionar mi vida para poder hacer, como me decía Vicente Ferrer, la acción buena. Porque una vida tan solitaria no es una vida muy proclive a hacer cosas por los demás. En fin, también estoy implicada con la Fundación Vicente Ferrer. Tengo nueve cartas suyas que guardo como un tesoro. Me ayudó mucho tras morir Juan [Benet]”.

He encontrado a Blanca Andreu en plena singladura vital, algo maravilloso en un mundo plagado de malas noticias. Contaré con ella, ofreciéndole un asiento en la amura de babor de mi “Isla desconocida”, que nunca es inocente en su posición actual y navegando al desvío, leyendo un poema, Escucha, escúchame, en De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, como un grito desesperado para entender la vida: Escucha, dime, siempre fue de este modo, / algo falta y hay que ponerle nombre, / creer en la poesía, y en la intolerancia de la poesía, y decir niña / o decir nube, adelfa, / sufrimiento, / decir desesperada vena sola, cosas así, casi reliquias, casi lejos. Porque lo que nos hace sufrir más en la vida es la separación del niño o niña que siempre fuimos o la dura separatidad, cada día, de lo que amamos y nos hace felices por encima de todo.

(1) Ferrater Mora, José, El hombre en la encrucijada, 1965. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.

NOTA: la imagen de Blanca Andreu se ha recuperado hoy de Blanca Andreu: De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall – Babab.com

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Las postales deberían volver este verano

Sevilla, 29/VII/2022

En julio de 2020 escribí un artículo en este cuaderno digital que llevaba por título Las postales eran para el verano, como aquellas bicicletas famosas de Fernando Fernán Gómez, de feliz memoria. Hoy, vuelvo a rescatar aquel texto íntegro, porque deseo que no se quede en el recuerdo nostálgico de esas tarjetas mágicas, sino en un compromiso que podríamos adoptar en el ecuador de este verano tan especial, enviando postales de nuevo a las personas que apreciamos y queremos. Voy a hacerlo personalmente, utilizando los medios habituales para tal menester: tarjeta postal, bolígrafo y sello. Sobre todo, escribiéndolas a mano, recordando la caligrafía que me enseñó mi querida maestra, Doña Antonia, a las que tantas veces he recordado en estas páginas.

Lo aprendí hace tiempo: “El manuscrito tiene una característica evidente, comparado con la máquina de escribir o la pantalla: la individualidad. La letra de una persona es algo exclusivo, como sabe bien el amante que reconoce ya desde el sobre una carta de su amada…” (1). Es lo que probablemente intentó explicarnos Gabriel García Márquez, hace ya muchos años, sobre el realismo mágico de sus palabras manuscritas, aunque él las escribiera con una máquina de escribir clásica que quizás superaba con creces la letra creada por la bola de tungsteno de su bolígrafo BIC de turno. Pero ese realismo tan personal probablemente estaba allí, muy pendiente de su mano creadora, al igual que estaba en mi infancia más próxima. Como para él lo estaba en la carta comunicando la pensión al coronel Buendía, que tanto esperó, mucho menos importante que lo que nos sucede en el día a día, cuando vamos como él del timbo al tambo de nuestras vidas. Algo parecido en este verano tan especial en nuestras vidas en el que, probablemente, recibir una postal de alguien que conocemos y queremos nos alegrará ese momento mágico, casi atemporal, que García Márquez siempre retrataba de forma magnífica. dando sentido a nuestras vidas.

Las postales eran para el verano

No es por pura nostalgia, que también (siendo sincero), sino porque en este verano tan especial es necesario recordar aquellas pequeñas cosas que hicieron felices, por definición, a millones de personas a partir del 1 de octubre de 1869, día en la que consta fehacientemente que se envió “la que se considera la primera postal de la historia. Viajó de la localidad austríaca de Perg a la de Kirchdorf, y tardó solo un día en llegar. El mensaje era breve y de carácter personal: el emisor preguntaba al receptor si le gustaría visitarlo”.

He leído con atención reverencial un artículo sorprendente sobre la historia de las tarjetas postales, Las postales no se inventaron para mandar saludos, sino para ahorrar costes, muy ilustrativo para conocer cómo y cuándo comenzaron a enviarse millones de tarjetas postales a lo largo de ciento cincuenta años de su historia. Si alguna palabra puede resumir qué es lo que reflejaba esta nueva forma de relacionarse las personas, era la concisión. Cuando se concibió como medio de comunicación, la economía global estaba presente en su formato: pequeña, formato homogéneo porque era impresa por el Estado, incluido el sello, no llevaba sobre y era de formato abierto que cualquiera podía leer, es decir, una auténtica revolución para la época que se podía resumir en una frase publicitaria: todo en uno. Se compraba, se escribía con brevedad obligada y se enviaba, tres pasos obligados pero que simplificaban de forma sorprendente el rito de escribir cartas, cada día más complejo en su fondo y forma.

Las tarjetas postales han formado parte de nuestras vidas. Recuerdo ahora cuando vivía en Roma y enviaba postales a mi familia y amigos, porque descubrí otra realidad que con el paso del tiempo ha evolucionado: la compra de los sellos. En Italia se rotulaban los estancos como “Sali, Francobolli e Valori Bollati”, sales, sello y papel timbrado, porque la sal fue un monopolio del Estado hasta 1973, con una larga historia desde el Imperio Romano. Sorpresas que me daba la vida en el viaje de una postal hacia alguna parte. De todas formas, nada cómo las postales que cuando era un niño escribía a la empleada de hogar que trabajaba en mi casa de Madrid, Marina, que me dictaba lo que quería decir, con palabras de amor, a su querido Juanito, que trabajaba como emigrante en Suiza, concretamente en Biel-Bienne. Eran textos imposibles, clásicos populares, con la entradilla clásica: “Espero que al recibo de ésta estés bien, nosotros bien gracias a Dios”. Yo avisaba a Marina que no me quedaba espacio para lo fundamental, pero ella se conformaba con que su novio supiera interpretar lo que una pareja en posturas imposibles y con el texto que figuraba en el anverso de aquella postal en blanco y negro, tan edulcorada, quería transmitir al receptor de la misma: “Tú eres mi destino y mi estrella, yo por ti todo lo cambiara” [sic], que no lograba entender en el tiempo verbal que utilizaba, pero que hacía todavía más imposible su comprensión. Lo de menos era lo que escribía con tanto primor y en letra inglesa en nombre de Marina a su novio, sino lo que ella quería que entendiera en palabras de toda la vida. Así, muchas veces durante años de la dura emigración española y que ahora olvidamos con tanta insensatez.  Las tarjetas postales fueron un salvoconducto para expresar sentimientos y emociones de lo que se veía y se quería teletransportar al receptor de turno, en “color por technicolor” y con pocas palabras, en una España que abusaba mucho del blanco y negro, como el de la postal imposible de Marina.

Las tarjetas postales han caído en desuso y han sido sustituidas por las redes sociales. Tenían su estación por excelencia, el verano. Ahora, en cualquier época del año existen mil formas de enviar imágenes y palabras que dejan atrás a un medio que fue revolucionario en su época y que tenía su encanto y su factor sorpresa. Su concisión, llena casi siempre de sentimientos y emociones, lo decía todo, con un secreto a voces que se esperaba con la ilusión de lo desconocido: alguien se había acordado de nosotros y se había molestado en dar varios pasos por mí, por nosotros: elegir la tarjeta, escribirla, ponerle el sello (con lengua o esponja mojada) y echarla al buzón.

Para no olvidarlo hoy, en tiempos difíciles, porque el texto era casi lo de menos. Yo sabía que la persona que me la envió en alguna ocasión, al escogerla entre miles de postales posibles,  pensaba de mí que yo era su destino y su estrella y que por mí, todo lo cambiaría.

NOTA: la imagen, que recoge el anverso y reverso de la primera tarjeta postal de la historia, se ha recuperó el 12 de julio de 2020 de: https://www.ausstellung-postkarte.de/

(1) Millán, José Antonio (2015, 22 de octubre). El misterio de las palabrasEl País.com.

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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada. 

Sí, me preocupa lo que puede llegar a este país

Fotograma del anuncio Prohibido bajar los brazos

Sevilla, 28/VII/2022

Llevo escuchando y viendo determinados mensajes publicitarios en las últimas semanas, no inocentes, junto a imágenes muy cuidadas desde la perspectiva subliminal, que deseo compartir en una reflexión sobre las fronteras actuales de la ética de la comunicación social. He elegido tres muestras de anuncios y una última de cierre. Leer estos guiones y visualizarlos junto a las imágenes que las acompañan, cuestión imprescindible para entender mi mensaje hoy, pueden ayudarnos a comprender que algo no funciona en este país de bares, que no de librerías.

Si vas a darle una vuelta a todo, decide tú la dirección.

Responde con total libertad, ¿dónde te ves en cinco años?, ¿crees en el amor para toda la vida? La pandemia te ha hecho más distante, ¿superhéroe favorito?, ¿cuáles son tus puntos fuertes?, ¿y los débiles?, ¿qué es para ti el éxito?, ¿qué es el arte?, ¿dónde irías si pudieras volar? Defínete en una frase, ¿cómo definirías el color dorado?, ¿estás pensando en dar un giro a tu vida? Si vas a darle a una vuelta a todo, decide tú la dirección. Si fueras un animal, ¿cuál serías? (todo ello acompañado por la canción “Territory“, interpretada por The Blaze).

Aquí, ahora y así.

Mensaje a…: Necesito que me escuches, necesito unas vacaciones, no necesito irme muy lejos de aquí, lo que necesito es irme muy lejos de ti, no necesito tu pesimismo, ni tus dudas, ni tus miedos. Han sido dos años muy duros y ahora necesito tu lado bueno. Ahora necesito estar con la gente que quiero, que me ayude a creer en mí; ahora necesito y comer cosas buenas que me hagan feliz. Inspírame a probar cosas nuevas, necesito un cambio, deja de decirme que vendrán tiempos mejores (suena de fondo una canción, Aquí, ahora y así…, escrita por Rigoberta Bendini e interpretada por Santi Balmes). El tiempo que nos ha tocado vivir es mi vida y ahora sé cómo quiero vivirla (cierra este guion una frase en off: enviar este mensaje a mí mismo).

Prohibido bajar los brazos.

Hoy ha sido un día duro y he estado trabajando como un perro. Hoy ha sido un día duro, debería estar durmiendo como un tronco. Pero cuando llego a casa veo que las cosas que haces harán que me sienta bien. Sabes que trabajo todo el día para ganar dinero con el que comprarte cosas. Y merece la pena sólo por oírte decir que vas a dármelo todo. Es por eso que me encanta llegar a casa, porque cuando te pillo a solas sabes que me siento bien. Cuando estoy en casa todo parece estar bien, cuando estoy en casa sintiendo que me abrazas fuerte. Hoy ha sido un día duro y he estado trabajando como un perro. Hoy ha sido un día duro, debería estar durmiendo como un tronco. Pero cuando llego a casa junto a ti veo que las cosas que haces harán que me sienta bien.

Tengo que declarar ya que estos mensajes los he escogido de tres campañas de compañías cerveceras en este verano: El Águila, Estrella Damm y Estrella Galicia, aunque hay más donde escoger en un despliegue mediático sin precedentes, donde beber es algo bueno, que nos ayuda a alcanzar metas. Inquietantes campañas, inquietantes textos, inquietantes imágenes, que resumen bien lo que la última empresa quiso explicar previamente a sus clientes, según afirmó antes de la campaña Santiago Miguélez, director de Marketing Iberia de Hijos de Rivera, con motivo del lanzamiento de la acción Que hable la cerveza: “Hemos querido que nuestro mensaje llegue primero a nuestros consumidores habituales, a quienes piden una Estrella Galicia en su bar de siempre. Es nuestra forma de mostrarles todo lo que hemos aprendido de ellos: que por muy difíciles que se pongan las cosas, nunca hay que bajar los brazos”. Sobran palabras: ha hablado la cerveza.

Decía al principio que había elegido cuatro muestras. La cuarta es para cerrar esta reflexión de verano, porque ante lo expuesto con técnicas subliminales y directas en muchos casos, no olvidando especialmente el mensaje “que hable la cerveza”, me quedo muy pre-ocupado (con guion) con tanto consumo de alcohol y con el señuelo de los protagonistas de los anuncios que he desarrollado al comienzo de estas líneas: Si vas a darle una vuelta a todo, decide tú la dirección, Aquí, ahora y así y Prohibido bajar los brazos. Me refiero a la campaña de Vodafone, Non ti preoccupare, “no te preocupes” en italiano, que viene a decir que no hay que preocuparse por nada, porque con ellos todo es más fácil y todo está resuelto no sólo en el mundo de la comunicación. La canción de fondo, Arriva, arrriva, de Filipo María Armeni (Z100), un auténtico éxito de los 90, hilo conductor del anuncio, lo deja bien claro: Llega, llega, lo que tiene que llegar,  no te preocupes, no te preocupes // Lo que se supone que tiene que llegar, no llega. Preocúpate entonces, preocúpate.

Obviando la cerveza, que personalmente no quiero que me hable, quiero seguir pre-ocupado (con guion), es decir, ocupado con carácter preferente en seguir luchando por un mundo diferente, transformando día a día aquello que no me gusta, las pequeñas cosas, sabiendo que lo que tiene que llegar, que siempre deseo que sea lo mejor para todos, debe ser un motivo de pre-ocupación a la hora de tomar decisiones bien informadas, en el aquí y ahora de cada uno y sin bajar los brazos ni siquiera un momento. Lo mismo que dicen los anuncios, pero sin gota alguna de alcohol, en un ejemplo claro de ética 0/0. Eso sí, pre-ocupado con el ocaso de la democracia en este país, sumido en una borrachera de ideologías y creencias cada día más evidente.

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Paula Rego, una pintora rebelde, imprescindible

Sevilla, 27/VII/2022

Paula Rego (Lisboa, 1935 – Londres, 2022), una pintora portuguesa, rebelde con causa, que pintó de forma continua el mundo de la mujer en episodios de vida no amables para ellas, falleció el mes pasado en Londres, ciudad que la acogió durante muchos años de su azarosa vida, coincidiendo actualmente con la exposición temporal de parte de su obra en el Museo Picasso de Málaga, inaugurada el pasado mes de abril y que finalizará el próximo mes de agosto. Creo que el mejor homenaje que se le puede ofrecer ahora es reconocer su obra y amplificarla por todos los medios posibles, porque es fascinante su intramundo pictórico.

La sinopsis oficial de la citada muestra, sintetiza en pocas palabras la obra ingente de la artista: “La exposición de Paula Rego (Lisboa, 1935 – Londres, 2022) presenta la obra de una artista insobornable de extraordinaria imaginación que ha redefinido el arte figurativo y revolucionado la representación de las mujeres. La exposición refiere su notable trayectoria, poniendo de manifiesto el carácter autobiográfico de buena parte de su arte, el contexto sociopolítico donde hunde sus raíces y el amplio espectro de sus puntos de referencia, desde el cómic hasta la pintura de historia. A través de más de ochenta obras, entre collages, pinturas, pasteles de gran formato, dibujos y aguafuertes, el recorrido abarca desde sus trabajos en los años sesenta hasta las escenas ricamente estructuradas y estratificadas de las dos primeras décadas de este siglo. Sus pinturas, collages y dibujos de los años sesenta y setenta se oponen con pasión y fiereza a la dictadura portuguesa, utilizando una diversidad de fuentes de inspiración entre las que se cuentan el anuncio publicitario, la caricatura y la noticia de prensa. También se exploran los cuentos populares en cuanto representaciones de la psique y el comportamiento humanos, como en Blancaflor, El demonio y su mujer en la cama (1975). En 1980 Rego abandonó el collage y regresó a la pintura, combinando recuerdos de la infancia con sus experiencias de mujer, esposa y amante. La exposición ofrece obras importantes de esa época: ejemplos de la serie “Las niñas Vivian”, donde las niñas se rebelan contra una sociedad coercitiva, y las pinturas seminales que cimentaron la fama de la artista. A lo largo de toda su carrera Rego se ha mostrado fascinada por la narración de historias. En la exposición figuran grabados pertenecientes a su serie Nursery Rhymes (1989), donde se sumergió en la extrañeza y la crueldad de las canciones infantiles tradicionales de Gran Bretaña. En su condición de primera artista residente en la National Gallery, Rego también se ha inspirado en la historia del arte, tejiendo alusiones a maestros como Hogarth y Velázquez en pinturas donde las protagonistas son mujeres y el foco está puesto sobre su lucha hacia la emancipación, como La artista en su estudio (1993). Parte de la exposición son asimismo los pasteles grandes de figuras femeninas aisladas que Rego hizo durante las décadas de 1990 y 2000, en series como “Mujer perro” y “Aborto”, origen de algunas de sus imágenes más conocidas e impactantes. Las de la serie “Aborto”, que la artista se enorgulleció de ver integrada en la campaña por la legalización del aborto en Portugal, presentan a mujeres en el día después de un aborto ilegal. En Posesión (2004), otra gran serie de pasteles rara vez expuestos, la experiencia directa de Rego en materia de depresión y terapia se suma como fuente de inspiración a las fotografías preparadas de presuntas enfermas de “histeria” en el siglo XIX”.

Creo que es importante aprovechar esta oportunidad museística para contemplar la obra de Paula Rego e intentar asimilar sus mensajes explícitos en cada una de sus obras. Me ha llamado la atención una en particular, La artista en su estudio (1993), porque simboliza su forma de ser y estar en el mundo y en cada uno de los motivos que figuran en el lienzo: “La artista en su estudio se realizó recurriendo y combinando recursos clásicos de distintos géneros pictóricos. Los objetos que se incluyen hacen referencia a la vanitas clásica, es decir la pintura de naturalezas muertas que alude a la inevitabilidad del paso del tiempo. Rego se sirve también del retrato tomando ventaja del modo como este gran género en la historia del arte se sirve de la elección de los ropajes, los accesorios o la elección del ambiente para subrayar la clase social, la ocupación y el carácter de los personajes. La postura de la figura central está inspirada en George Sand, la novelista francesa del siglo XIX que firmaba con un pseudónimo masculino y que solía vestirse de manera considerada por entonces propia de hombres. Al igual que Sand, la figura de Rego juega con las convenciones de género, presentándose frente al espectador explícitamente abierta de piernas y fumando en pipa”.

A George Sand, seudónimo de su auténtico nombre y género, Amandine Aurore Lucile Dupin (baronesa Dudevant), pareja de Chopin,  dediqué también en un verano no lejano y en este cuaderno digital, unas palabras de reconocimiento expreso: Unos días de verano en Mallorca / 1. George Sand y Chopin. Hoy, junto a las de Paula Rego, simbolizan mi respeto por las mujeres rebeldes, imprescindibles, artistas en el arte de vivir despiertas, que luchan todos los días para entregar al mundo una forma diferente de aprehender la vida.

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Tina Modotti, una fotoperiodista social de belleza cansada

Sevilla, 26/VII/2022

El pasado 15 de julio se inauguró en Madrid una exposición sobre la fotoperiodista social Tina Modotti, organizada por el Museo Cerralbo y PHotoESPAÑA, que permanecerá abierta hasta el 2 de octubre de este año, en la que según la sinopsis oficial se hace “un recorrido, a través de 120 imágenes por la biografía y la obra de una de las grandes mujeres de la fotografía del siglo pasado. Con una brevísima carrera como fotógrafa, la italiana fue capaz de crear una estética de gran contundencia, convirtiéndose además en una de las principales reporteras de unos de los periodos más convulsos de la historia se México, país en el que residía y en el que murió. Tina Modotti nació en Italia (Udine, 1896) y falleció en México 46 años después. Esta mujer excepcional fue inmigrante en Estados Unidos, actriz de Hollywood, fotógrafa, revolucionaria, militante comunista, refugiada política y miembro del Socorro Rojo Internacional. Asumió desde muy joven un rol de mujer en oposición al imaginario social impuesto en la época. Y en el corto tiempo que duró su rica existencia buscó la belleza a través de la fotografía, y trabajó a favor de la justicia social desde la militancia política”.

Junto a estas palabras oficiales de presentación de Tina Modotti en la exposición citada, hoy reproduzco de nuevo el artículo que escribí sobre ella en enero de este año, Tina Modotti: el olvido de su belleza cansada, en el que desarrollo un retrato más íntimo de su vida y obra y, sobre todo, su presencia en España durante la Guerra Civil. Siempre que hay una oportunidad de rescatar en este cuaderno digital a estas personas imprescindibles de la vida, en el sentido más profundo de la palabra “imprescindible”, que aprendí hace ya muchos años de Bertolt Brecht, me sumo a tenerlas presentes en determinados momentos como éste, en el que vuelve Tina Modotti a Madrid, para que conozcamos su pasado estelar y su entrega a una determinada ideología que la marcó para siempre. Algo que necesitamos reforzar en estos momentos de desafección política en relación con ideologías que luchan siempre por salvaguardar el interés general de todos, sin olvidar jamás a los nadies de Galeano, tan cerca de nosotros y tan necesitados de atención personal y social para su presente actual. Como Modotti hizo a lo largo de su vida.

Tina Modotti: el olvido de su belleza cansada

Sevilla, 11/I/2022

Hoy, después de leer con suma atención un artículo excelente publicado en elDiario.es, me acerco a una historia fantástica que difícilmente se puede sintetizar en la brevedad de un post, aunque sí cumple el objetivo de este blog: descubrir una isla desconocida, en la que perdura la biografía de Tina Modotti (1896-1942), la actriz, fotógrafa y militante comunista italiana que nos presentó en sociedad la novelista, periodista y biógrafa Elena Poniatowska, Premio Miguel de Cervantes en 2013, en su obra Tinísima (1), a través de sus 663 páginas, publicada en México en 1992, donde “nos lleva por la fascinante historia de una de las mujeres más destacadas en el área artística y política de la primera parte del siglo XX […] Ella es retratada dentro del círculo en que se movió junto a personajes de renombre dentro del ámbito político cultural. Su amor por la justicia, el comunismo y la fotografía son las características que más se destacan dentro del relato y que bajo vivencias personales, y a pesar de sus no tan largos años de vida, la fortaleza de su carácter y visión de mundo son la fuerza de toda la narración. Los amores, amistades y relevancia de las ideas inmortalizan a una mujer carismática en épocas dadas entre guerras y revoluciones”.

En síntesis, la vida de Tina Modotti es un cúmulo de experiencias de revolución interior en un contexto social muy difícil en el primer cuarto del siglo XX, porque Tina Modotti, una mujer que nace en Udine en 1896, “[…] un pueblo italiano en el que había trabajado como obrera siendo casi una niña, viaja de adolescente a Estados Unidos en barco, testigo y parte de las migraciones masivas que tanto han tenido que ver con el norte, centro y sur de América. Luego se convierte en la joven fascinada con la posibilidad de un éxito veloz, propio del “american dream”, participa en películas mudas, descubre la vida de los artistas de vanguardia, recibe la adoración de los hombres, en particular la de su primer marido, Roubaix de L’Abrie Richey; y conoce a su segundo amor, amén de maestro de fotografía, Edward Weston. Posteriormente, huye de los rigores de la cultura anglosajona a México; se convierte en artista, en admiradora y modelo de Diego Rivera, y se adscribe a las utopías de progreso y revolución socialista mundial. Se une al pintor Xavier Guerrero y comienza a explorar las tradiciones y pasiones antimodernas del México posrevolucionario, lanzado hacia el futuro con toda su carga de atavismo. En este país se convierte en una diva, rodeada por una “pléyade” de artistas y personalidades públicas, y se hace famosa como fotógrafa. Conoce al revolucionario cubano Julio Antonio Mella, con el que vive una historia amorosa que está de algún modo presente en todo el texto [Tinísima], y que transcurre poco antes de que él fuese asesinado por sus enemigos políticos. Finalmente, es juzgada por conspiradora y expulsada de México por extranjera. Después de vagar una temporada en un barco que hace las veces de cárcel, comienza su periplo europeo, escenario de su relación con el revolucionario italiano Vittorio Vidali, y llega a transformarse en una suerte de Mata Hari, aunque bastante puritana, del espionaje soviético, y, tiempo después, en la militante sacrificada y humilde que sirve a los republicanos españoles como enfermera, cocinera y, alguna vez, traductora, olvidada de que fue en el pasado una fotógrafa talentosísima y original, tal como lo evidencian las frecuentes alusiones en la novela y las fotos que ilustran el texto. Prematuramente envejecida y aplastada por las decepciones y fracasos de su paso por la Alemania prenazi, La Unión Soviética y la Guerra Civil española, vuelve a México acompañada por Vidali y muere en este país a los cuarenta y cinco años” (2).

Cumplo hoy una misión: rescatar del olvido a una mujer extraordinaria que también colaboró en la lucha por la libertad de este país, formando parte de una memoria histórica que no deberíamos olvidar nunca, como narra con pulcro detalle Elena Poniatowska en el libro citado y que he leído con atención reverencial a pesar de la dureza de gran parte de las páginas dedicadas a Tina durante la guerra civil española en los años 1936 a 1939. Rafael Alberti, con quien compartió días muy tristes durante esa guerra tan descarnada, cainita y fratricida, junto a María Teresa León, hablaba así de ella: “Tina Modotti era una mujer extremadamente bella, pero a mí me pareció que era una belleza cansada, la de una mujer que había tenido una vida muy intensa, que había trabajado mucho…”, como atestiguan las veces que Elena Poniatowska la cita junto a él y su trabajo incansable en Madrid, a través de la organización denominada Socorro Rojo, en su trabajo diario como camarada Carmen, allí donde hacía falta, desde la enfermería hasta en la cocina del Hospital Obrero.

Su vida fue apasionante, una vida corta porque murió en México con tan sólo 45 años, mientras viajaba en un taxi, su país querido donde había crecido años antes como persona libre y comprometida con la política y la justicia social. La visión de Elena Poniatowska sobre Tina Modotti durante su estancia en España, comienza a detallarse en Tinísima a partir de la página 422, que he leído con atención para conocer su dura experiencia durante la guerra civil en Madrid y a partir de julio de 1936. Su periplo comienza como enfermera del Hospital Obrero y miembro del batallón femenino del Quinto Regimiento de Madrid, utilizando su nuevo nombre como camarada del Partido Comunista, María. Me ha llamado la atención la referencia al Batallón del Talento, en Madrid, que formaba parte del Quinto Regimiento, en el que figuraban Machado, Alberti, León Felipe, Miguel Hernández, Bergamín, entre otros, con misiones específicas con los milicianos y milicianas, sobre todo en el ámbito de la educación y la cultura, enseñándoles a leer y a escribir, junto a colaboraciones en el periódico Misión Popular.

Lo que me ha estremecido es conocer la cercanía de Tina con Antonio Machado en su exilio del país. Elena Poniatowska lo detalla a partir de la fecha en que Tina conoce las condiciones lamentables en la que Antonio Machado, su madre y su hermano José junto a su pareja, cruzaron la frontera francesa. En una reunión en París en febrero de 1939, en la que estaba presente Tina Modotti, el que fuera ministro de Exterior de Negrín, detalla cómo el doctor Puche llevó a Machado a la frontera y que sabía que estaba alojado en un hotel de Colliure desde el 29 de enero. Con anterioridad, Tina se había preocupado desde su estancia en Valencia como miembro del Socorro Rojo, de que había que ayudar a Machado a dirigirse a Francia. Tina viajó a Colliure y regresó llorando ante la situación de Machado y su madre, con 88 años. Gracias a su intervención, el Socorro Rojo dispuso que a todos los refugiados españoles se les ofreciera apoyo moral, material y orientación jurídica. De esta forma, el primer caso que se trata es el de Antonio Machado, su madre y su hermano José. A pesar de estas buenas intenciones nadie responde ante la situación lamentable de los Machado, falleciendo el insigne poeta el 22 de febrero de 1939, en una austeridad y olvido clamorosos, en soledad y con un féretro envuelto con el calor la bandera republicana. Como detalla Elena Poniatowska en su obra, Julián Zugazagoitia, que fue ministro de la Gobernación durante el gobierno de Negrín, presente en el fallecimiento de Machado como cónsul, pronunció ante el féretro del poeta, en francés, unas palabras teñidas de dolor y simbolismo: “Pobres españoles, han perdido la guerra porque todos son poetas”. En el fondo de su alma.

Los vídeos sobre Tina Modotti (primera y segunda parte), que se inician con el que figura en la cabecera de estas palabras, ilustran de forma suficiente la vida y obra de esta mujer de gran belleza interior, pero también de “belleza cansada” por su azarosa vida, tal y como lo pudo comprobar Rafael Alberti en la convivencia con ella durante los primeros años de la guerra civil española, de infeliz recuerdo, pero sí del necesario respeto que debemos profesar a este acontecimiento, al formar parte de la memoria histórica de este país. Les recomiendo que los vean con el respeto también de quienes nos acercamos a estos ejemplos revolucionarios, que no deberíamos olvidar en tiempos durmientes, de mediocracia y silencios cómplices.

(1) Poniatowska, Elena, Tinísima, 1992: México: Ediciones Era.

(2) Kozak.pmd (pitt.edu)

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

¡Santiago, abre España a la libertad y al progreso!

Sevilla, 25/VII/2022, festividad del Apóstol Santiago

En 2017 visité Galicia y su ciudad emblemática, Santiago de Compostela,  contemplándola desde el primer momento como una representación obvia de una tierra conservadora de su tradición, de su cultura, de su amplio conocimiento del mundo, de sus viajeros hacia muchas partes. En aquella visita pensé en una frase que a lo largo de su historia ha sufrido interpretaciones contrapuestas dependiendo de dónde se situaban las comas y la ideología al interpretarla, porque nunca fue una frase inocente: ¡Santiago, cierra, España!, que casi siempre la hemos conocido tal y cómo lo escribieron e interpretaron Cervantes en Don Quijote de la Mancha o el mismo Valle-Inclán en Luces de Bohemia, aunque sin entrar nunca en su verdadero contenido histórico y muy lejos de unirlo a la tradición jacobea. La traducción correcta de la frase es la que justifica su origen, rememorando a Santiago Matamoros, en la Reconquista, como grito de guerra: Santiago (él ayuda a exterminar a los musulmanes), cierra (forma de interpretar que el ejército o las tropas están preparadas para atacar) y, por último, España, todas las palabras por separado, siendo la defensa e integridad de España la razón que justificaba la acción contra el mundo musulmán. Así, durante muchos siglos porque Santiago Apóstol es el patrón de este país, aunque mucho podemos decir los ciudadanos como marineros demócratas del mismo.

Sinceramente, no me gusta nada esta versión que muchos dan por auténtica, aunque es verdad que la he simplificado mucho para que se entienda bien lo que quiere decir. Me quedo hoy día con la que figura en Don Quijote de la Mancha y la que nos aportó Valle-Inclán en Luces de Bohemia. El primero porque el diálogo entre el bueno de Sancho Panza y el Quijote no tiene desperdicio:

—Yo así lo creo —respondió Sancho— y querría que vuestra merced me dijese qué es la causa porque dicen los españoles cuando quieren dar alguna batalla, invocando aquel San Diego Matamoros: «¡Santiago, y cierra España!». ¿Está por ventura España abierta y de modo que es menester cerrarla, o qué ceremonia es esta?

—Simplicísimo eres, Sancho —respondió don Quijote—, y mira que este gran caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios a España por patrón y amparo suyo, especialmente en los rigurosos trances que con los moros los españoles han tenido, y, así, le invocan y llaman como a defensor suyo en todas las batallas que acometen, y muchas veces le han visto visiblemente en ellas derribando, atropellando, destruyendo y matando los agarenos escuadrones; y desta verdad te pudiera traer muchos ejemplos que en las verdaderas historias españolas se cuentan (1).

La segunda versión, porque la ideología estaba detrás de lo que quería decir un protagonista de la obra citada de don Ramón, Dório de Gádex (andaluz, por más señas), defendiendo el modernismo ante el integrismo del país: “Voy a escribir el artículo de fondo, glosando el discurso de nuestro jefe: «¡Todas las fuerzas vivas del país están muertas!», exclamaba aun ayer en un magnífico arranque oratorio nuestro amigo el ilustre Marqués de Alhucemas. Y la Cámara, completamente subyugada, aplaudía la profundidad del concepto, no más profundo que aquel otro: «Ya se van alejando los escollos». Todos los cuales se resumen en el supremo apostrofe: “Santiago y abre España, a la libertad y al progreso”. Bastante disgusto costó a Valle-Inclán esta interpretación de la falta de libertad en este país.

En aquél viaje a Galicia en 2017 no vi a Santiago Apóstol por ninguna parte. A través de las calles del Hórreo, Vilar y Franco, fuimos a la plaza del Obradoiro, encontrándonos con un tremendo desencanto artístico: la policromía del Pórtico de la Gloria no se podía contemplar en su justo sentido porque todo estaba en obras de restauración y limpieza. Andamios por allá y por acullá. Sólo se podía acceder a la catedral por dos sitios, con colas interminables: una para abrazar al santo [sic] y otra para visitar la catedral. Indescriptibles eran las aglomeraciones, desconcierto y filas, que me recordaban (con el debido respeto a los peregrinos de corazón y razón) lo que llamaba Rafael Alberti, “anónimos tropeles de gente que en todo ven una lección de arte, pero a ti (Dios) no te ven por ningún sitio”. Desistimos de guardar las colas, porque nos gusta más bajar al río, que es lo que suplicaba San Pedro, sentado y en bronce inmovilizado, cuando preguntaba a Jesucristo por qué le besaban tanto sus pies gastados en la Basílica de su nombre (según Alberti), porque al fin y al cabo es lo nuestro (2):

Di, Jesucristo, ¿Por qué
me besan tanto los pies?

Soy San Pedro aquí sentado,
en bronce inmovilizado,
no puedo mirar de lado
ni pegar un puntapié,
pues tengo los pies gastados,
como ves.

Haz un milagro, Señor.
Déjame bajar al río;
volver a ser pescador,
que es lo mío.

Creo que a Santiago, su fiel amigo, después llamado apóstol por la Iglesia Católica de Roma, así como a su compañero Pedro, les diría Jesucristo lo que a nadie le diría, que escribía también Alberti en el poema citado anteriormente, Entro Señor en tus iglesias, en su obra Roma, peligro para caminantes, porque que no sé si a estas alturas de la vida, pasaría lo mismo al andar por las calles de Santiago de Compostela para poder abrazarlo y verlo de nuevo.

Me sigue agradando la interpretación de la frase de Valle Inclán, al recordarla hoy de nuevo, ¡Santiago, abre España a la libertad y al progreso!, porque en estos tiempos convulsos necesitamos creer que es posible abrirnos a un nuevo pacto de Estado, más que nunca, ante el flagrante ocaso de la democracia.

(1) Cervantes, Miguel de (2004), Don Quijote de la Mancha, 2004. Edición del IV Centenario. Madrid: Real Academia Española, 2ª Parte, Capítulo LVIII, pág. 988s.

(2) Alberti, Rafael, Basílica de San Pedro, en Roma, peligro para caminantes, 1968. México: Joaquín Mortiz.

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Colombina y su cancionero musical para el siglo XXI

Sevilla, 24/VII/2022

No todo es un mundo al revés. También existe una Academia del Placer, aquí en Sevilla, la ciudad en la que Stefan Zweig decía que «se podía ser feliz». Surcando mares en una búsqueda incesante de islas desconocidas, la misión clara de este cuaderno digital, he descubierto una de calidad excepcional. Me refiero a la publicación de un disco compacto, Colombina. Música para los Duques de Medina Sidonia, elaborado y configurado por el consort sevillano Accademia del Piacere, conjunto de cámara vinculado siempre al Renacimiento, que tiene al frente al violagambista Fahmi Alqhai, sevillano de cuna aunque de madre palestina y padre sirio, en una selección hermosa de obras del Cancionero Musical de la Colombina: “una de las colecciones de polifonía más relevantes del siglo XV. Sus 95 piezas conforman el corpus polifónico más antiguo del repertorio español, siendo la mayoría obras profanas (salvo doce piezas religiosas, dos en francés, cuatro sin texto y una instrumental). El compositor predominante es Juan de Triana, aunque también contiene composiciones de otros autores de renombre como Johannes Cornago, Johannes de Urrede y Johannes Ockeghem”.

De la selección ofrecida en esta publicación, hay un homenaje explícito al músico sevillano Juan de Triana y es una oportunidad de conocer bien la música que amenizaba la alta sociedad de esta ciudad en el siglo XV, capital comercial europea y, para muchos, la puerta de América. La Biblioteca Colombina conserva como oro en paño este Cancionero Musical, “preservado gracias al celo bibliófilo del hijo de Cristóbal Colón, Hernando, que lo adquirió en 1534, fue manuscrito muy probablemente en la opulenta capilla del Duque de Medina Sidonia, y es testimonio de la gran Sevilla de la era colombina”.

Me refugio ahora en mi clínica del alma para escuchar una de las obras qua aparecen en Colombina, Que bonito niño chiquito, estudiando también la historia del convento de San Pedro de Alcántara, un lugar muy desconocido en esta sacrosanta ciudad, que ha elegido Fahmi Alqhai como un lugar preferente para interpretar obras de música antigua con un valor añadido excelente del barroco, que fue fundado en el siglo XVII para uso de la Orden de Frailes Menores Descalzos de San Francisco. Lo visitaré pronto para intentar comprender lo que Fahmi Alqhai ha descubierto en la iglesia de este convento hasta llegar allí para grabar este precioso disco.

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Lo esencial sigue siendo invisible para los ojos

Sevilla, 23/VII/2022

Tengo que reconocer que estoy descubriendo reflexiones que tiempo atrás quedaron en la memoria de secreto hasta que un día pudiera rescatarlas para comprenderlas mejor, en un mundo que cosifica todo, cuando sobre lo que escribo hoy es algo más esencial de lo que aparece diariamente ante nuestros ojos y nuestra actividad digital ordinaria. Hace unos días, visitando una tienda de ropa, me encontré con un mensaje que pertenece a esas reflexiones que citaba antes y que permanecen en mi memoria de hipocampo. Fue en una camiseta, donde se podía leer una frase de El Principito, lo esencial es invisible para los ojos, pronunciada por el zorro que se convierte en amigo del principito, al finalizar su famoso capítulo XXI:

—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.

—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse.

—Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.

—Es el tiempo que yo he perdido con ella… —repitió el principito para recordarlo.

—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa…

—Yo soy responsable de mi rosa… —repitió el principito a fin de recordarlo.

Es un relato perfectamente válido en el contexto actual, digital por supuesto, donde los otros son siempre relativos. He finalizado la lecturade un libro, No-cosas. Quiebras en el mundo de hoy, que me ha sorprendido por su fondo y forma, sobre el que ya he escrito unas palabras de su texto y contexto, sin adelantarme a interpretaciones críticas de su contenido para respetar la lectura del mismo por parte de quienes leen estas líneas. Me refiero en concreto a un capítulo dedicado a las “cosas queridas”, en el que entreteje una reflexión profunda desde la perspectiva de la amistad del principito con el zorro. Este capítulo, en sí mismo, es un tratado de la amistad que va más allá de las meras apariencias y se adentra en el conocimiento del otro, perfectamente detallado en un diálogo en torno a la falta de tiempo que tienen las personas para conocer nada, porque todo se compra en la tiendas:

—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!

—¿Qué debo hacer? —preguntó el principito.

—Debes tener mucha paciencia —respondió el zorro—. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca…

Este diálogo es el que inspira a Byung-Chul-Han para decir lo siguiente en su libro, algo que tenemos muy cerca de nuestras manos, cada día, en nuestros teléfonos inteligentes: “Hoy, Saint-Exupéry podría haber afirmado que ahora hay también comerciantes de amigos con nombres como Facebook o Tinder”. A partir de aquí el capítulo es una lección para este autor de lo que significa escuchar al otro, simbolizado en la atención que el principito ha prestado a la rosa que le acompaña siempre. En un mundo apresurado, affrettato, que decía mi profesor romano en la Universidad, el factor tiempo es esencial y el cuidado de la rosa, el cuidado del otro, que siempre necesita tiempo y atención, es lo que entusiasma al zorro al destacar esta entrega a una rosa concreta entre miles de ellas en el campo:

—Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto. El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:

—No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo. Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:

—Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.

Es verdad el mensaje de la camiseta en un comercio al uso, en el que para muchas personas habrá pasado desapercibido en su mensaje intrínseco. Vuelvo a leer el final del capítulo, porque es una lección preciosa en tiempos revueltos, donde debemos tomar conciencia de que debemos “perder tiempo” con las personas que queremos, algo que nos roba la llamada “inteligencia” del teléfono móvil. Será, en este mundo al revés, algo que nos llenará de placer interno porque habremos domesticado, en el sentido más puro del término, lo que queremos en quien queremos, aunque en principio sea algo invisible para los ojos, algo que se parecerá mucho a la rosa del principito, como ejemplo precioso en nuestras vidas:

—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.

—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse.

—Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.

—Es el tiempo que yo he perdido con ella… —repitió el principito para recordarlo.

—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa…

—Yo soy responsable de mi rosa… —repitió el principito a fin de recordarlo.

El secreto del zorro está desvelado y me siento muy feliz al compartirlo. Yo también sigo teniendo rosas a las que cuidar cada día, porque sé que son una vida, la esencia misma de la vida, en un mundo al revés en el que lo esencial sigue siendo muchas veces invisible a los ojos.

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Cuando solo nos cuentan penas, podemos ser también escuchaores de la alegría

Pepe y su nieta, María José Llergo

A todos los que a través de su vida se han emocionado con la copla lejana que viene por el camino, a todos los que la paloma blanca del amor haya picado en su corazón maduro, a todos los amantes de la tradición engarzada con el porvenir, al que estudia en el libro como al que ara la tierra, les suplico respetuosamente que no dejen morir las apreciables joyas vivas de la raza, el inmenso tesoro milenario que cubre la superficie espiritual de Andalucía.

Federico García Lorca, extracto de la presentación oficial en 1922, en Granada, del l Concurso de Cante Jondo.

Sevilla, 22/VII/2022

Ya he hablado recientemente en este cuaderno digital de algo que nos caracteriza en Andalucía: somos escuchaores del dolor, algo que significa una seña de identidad importante de esta tierra tan bella, que también existe. Cuando estamos recibiendo minuto a minuto noticias alarmantes sobre todo lo que se mueve y que nos complican la vida por segundos, como escuchaor de esta tierra he recordado unas estrofas de unas sevillanas que sabe cantar cualquier andaluz que se precie de serlo, porque también podemos ser escuchaores de la alegría, No me cuentes penas, de Los amigos de Gines, porque pertenecen al patrimonio cultural de Andalucía, aunque como lo definía bien Cernuda los andaluces seamos a veces “enigmas al trasluz”, palabras que recogí este año en un artículo en homenaje a la cantora cordobesa María José Llergo, como escuchaora de su abuelo: De penitas y alegrías, están llenos los caminos / Están llenos los caminos / De la gente que al pasar / Va marcando su destino / No me cuentes penas / Cuéntame alegrías / Que yo a nadie le cuento / Las penitas mías // Yo me quiero divertir, hasta el día en que me muera / Porque la vida es mentira / Un engaño, una quimera / No me cuentes penas / Cuéntame alegrías”.

Amigos de Gines, No me cuentes penas

He sintetizado diversas estrofas de la primera parte que he escuchao, por enésima vez, de unas sevillanas realistas y muy acordes con la realidad actual, salvando lo que haya que salvar, que decían los clásicos (mutatis mutandis). Reinterpretando esta letra y llevándola a la realidad actual de este país, de esta Comunidad, tomo conciencia de que no sé lo que nos debemos unos a otros o a la sociedad en general, con sentimiento de clase o al menos tomando conciencia de que nada que sea humano me es ajeno, siguiendo al pie de la letra la máxima de Terencio, aunque es verdad que por el mero hecho de vivir estamos cumplíos, volcados en un mundo diseñado a veces por el enemigo: “barquitos veleros / Que se cruzan por el río / No me cuentes penas / Cuéntame alegrías / Que yo a nadie le cuento / Las penitas mías / Caminante del camino, aunque mires hacia atrás / El caminito perdío / Ya no lo vuelves a andar”. Vuelvo a afirmar una vez más, que suelo viajar en patera, con una fragilidad extrema, en una cáscara de nuez golpeada permanentemente por la vida.

Es verdad, porque a veces es muy difícil volver a encontrar el camino que hemos perdido con tanta tragedia a nuestro alrededor, el que queríamos recorrer con alguien o algunos muy queridos, por mucho que la mercadotecnia nos lleve a olvidarlo o que los sucesos de los últimos años nos hayan llevado a un túnel de difícil salida. Como escuchaor privilegiado en esta tierra, sé cómo termina la sevillana expuesta y, hoy la canto bajito: No me cuentes penas / Cuéntame alegrías / Que yo a nadie le cuento / Las penitas mías.

Sé también que mi deber como andaluz es convertirme en “escuchaor” de lo que Andalucía canta a través de su dolor, de su quejío. También, de su alegría en sus “alegrías”, un palo precioso lleno de encanto y felicidad a raudales, sabiendo que incluso detrás de unas sevillanas se esconde el dolor de un pueblo. Cuando Federico García Lorca hizo la presentación oficial en 1922, hace ya cien años, del l Concurso de Cante Jondo del que haya constancia escrita, organizado por Falla y por él en Granada, en nombre del Centro Artístico de Granada, al que la prensa conocía también como la “Simpática Sociedad”, en el que figuraban también otros escritores y poetas contemporáneos, pronunció una Conferencia que llevaba por título “Importancia histórica y artística del primitivo canto andaluz llamado cante jondo”, cuyas palabras finales no olvido: “A todos los que a través de su vida se han emocionado con la copla lejana que viene por el camino, a todos los que la paloma blanca del amor haya picado en su corazón maduro, a todos los amantes de la tradición engarzada con el porvenir, al que estudia en el libro como al que ara la tierra, les suplico respetuosamente que no dejen morir las apreciables joyas vivas de la raza, el inmenso tesoro milenario que cubre la superficie espiritual de Andalucía y que mediten bajo la noche de Granada la trascendencia patriótica del proyecto que unos artistas españoles presentamos”.

La palabra “escuchador” [escuchaor] ya figuraba en el Diccionario de Autoridades (RAE A, 1732), en el siglo XVIII, tan querido por mí en el trabajo diario de escribir con alma, para encontrar sentido a las palabras que utilizamos en nuestra forma de escribir y hablar a diario, con la siguiente definición: “El que oye con atención y escucha lo que otros hablan y dicen”. Ya se hace la observación no inocente de que “tiene poco o raro uso”, porque escuchar, lo que se dice escuchar, es una práctica poco común desde el principio de los siglos. En la actualidad, la Real Academia de la Lengua (Edición del Tricentenario, actualización de 2021) recoge este lema con la siguiente descripción, muy escueta por cierto, como si no tuviera la mayor importancia: “Que escucha”. Lo más curioso es que en Andalucía sí ha tenido siempre un sentido muy especial, vinculada al flamenco, porque una cosa es cantar y tocar la guitarra, cantaores y cantaoras, así como guitarristas y, otra, escuchar, por parte de los escuchaores o escuchaoras, como le gustaba decir a Antonio Mairena: ¨[…]  la actitud experimental , la búsqueda, la inquietud y la curiosidad, son cualidades imprescindibles para ser y hacer flamenco. La cantaora y el bailaor, la guitarrista o el fotógrafo que intenta captar el duende inaprensible, así como el oyente o escuchaor -que diría Antonio Mairena- buscan -o deberían buscar- no salir indemnes de la experiencia. Quiero decir con ello que el flamenco no resbala por la piel, sino que la modifica para siempre. Es un elogio de la caricia o, si quieren, una exaltación del impacto” (1).

Quizás, hoy, tenga que escuchar también a Antonio Machado para comprender que se hace camino al andar cuando dejamos huellas, porque al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. El problema radica en que, verdaderamente, no hay camino, sino estelas en la mar, viajando en barquitos veleros o pateras que se cruzan por el río de la vida. A veces, por caminitos o mares procelosos, perdíos, por los que no podemos volver a pisar o navegar. Algo se podría arreglar si los informadores mayores del Reino nos contaran no solo penas sino también, y de vez en cuando, alguna alegría, porque yo a nadie le cuento / Las penitas mías, aunque sé, tal y como lo aprendí con Federico García Lorca, que el cante de esta tierra es un inmenso tesoro milenario que cubre la superficie espiritual de Andalucía y porque también me he emocionado hoy con una sevillana lejana que ha venido a mi mente por un camino perdío.

(1) Ordóñez Eslava, Pedro, Flamenco y vanguardia. En un instante, un quejío y un anhelo, en Andalucía en la historia, 74, 2022, p. 41.

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La policía de la memoria y la inspección de los recuerdos

Sevilla, 21/VII/2022

Leyendo a un filósofo surcoreano, pero arraigado en Alemania desde su juventud, Byung-Chul Han, que no deja indiferente a nadie y sobre el que he escrito recientemente un artículo en este cuaderno digital, he conocido en el prólogo de su última publicación, No-cosas. Quiebras en el mundo de hoy, una obra inquietante de Yoko Ogawa, La policía de la memoria, que me ha llevado a preparar avíos en tierra suficientes para el cuerpo y el espíritu, en mi deseo de visitar en una singladura especial la isla desconocida en la que se desenvuelve la acción, según muestra su sinopsis oficial, una isla sin nombre: “En una pequeña isla se produce un misterioso fenómeno. Un día desaparecen los pájaros, al siguiente podría desaparecer cualquier cosa: los peces, los árboles… Peor aún, también se desvanecerá la memoria de ellos, al igual que las emociones y sensaciones que llevaban asociadas. Nadie sabrá ni recordará entonces qué eran. Hay incluso una policía dedicada a perseguir a los que conservan la capacidad de recordar lo que ya no existe. En esa isla vive una joven escritora que, tras la muerte de su madre, intenta escribir una novela mientras trata de proteger a su editor, que está en peligro porque forma parte de los pocos que recuerdan. La ayudará un anciano al que empiezan a fallarle las fuerzas. Mientras, lentamente, nuestra protagonista va dando forma a su novela: es el relato de una mecanógrafa cuyo jefe acaba reteniéndola contra su voluntad en un altillo. Una obra sobre el poder de la memoria y sobre la pérdida”. Cumplo de esta forma con el objetivo principal de este blog: aplicar la inteligencia digital a la búsqueda de islas desconocidas.

Quien siga de cerca lo escrito en este cuaderno digital a lo largo de sus casi diecisiete años de vida, sabe que la memoria ocupa un lugar muy destacado, porque se aloja en una estructura cerebral maravillosa, el hipocampo, de la que ya se sabe mucho científicamente hablando y, sobre todo, porque juega un papel especial a lo largo de la vida de cada persona. Desde 2005 figura una referencia a la memoria en todas y cada una de sus acepciones, en 530 artículos. Una muestra de ellos es que en 2014 publiqué un libro recopilatorio de artículos de este blog en los que el hipocampo jugaba un papel especial, Palabras de hipocampo, que es una muestra de lo que significa en mi vida y por qué hoy me asombro ante obras como la de Yoko Ogawa. Decía en aquella ocasión, en su prólogo, que “Nos queda la palabra. Nos queda porque tenemos una estructura en el cerebro, el hipocampo, que permite alojarlas para después representarlas de muchas formas. Las palabras de este libro, que las he buscado apasionadamente en mi hipocampo, son bocetos y pinturas de relatos cortos, largos o simplemente letras dibujadas a modo de palabras que pertenecen a mi persona de secreto. Deseo compartirlas mediante este libro. He dedicado un tiempo a mi memoria para ordenar experiencias y vivencias de lo vivido lejano o a corto plazo, pero siempre cumpliendo con la coherencia de un archivo ordenado por el suelo firme que he procurado cuidar al máximo, la ética personal e intransferible que hay que seguir memorizando y guardando todos los días porque en cualquier momento hay que aplicarla. Hay una intención no inocente, porque los relatos, cartas y artículos que figuran a continuación, publicados en mi blog, son un homenaje continuo a la palabra, porque hace muchos años se nos dotó de una capacidad evolutiva que nos permitió pronunciarlas y guardarlas. Hoy abro esta caja de secretos, de palabras ordenadas y entrelazadas entre sí. Parcialmente, desde luego, pero con la ilusión de que quien quiera leerlas sepa interpretarlas con la profundidad que en su momento se vivieron antes de escribirlas. Esa es la maravilla de cada hipocampo, personal e intransferible, como el tuyo, lector o lectora, porque “cabalgando despacio es posible que podamos conocerle bien y saber qué papel tan trascendental juega en la vida de cada una, de cada uno”.

Personalmente, he vuelto a leer con detalle mi artículo de 2007, El caballo encorvado, dedicado al hipocampo, el caballo encorvado, el caballito del mar, por su morfología, la estructura cerebral que aloja la memoria humana en interconexión íntima con otras estructuras cerebrales. Sigo estudiándola cada día porque me sigue sorprendiendo su complejidad interna, tal y como explico en el artículo citado. Esa es la razón de por qué muestro siempre una sensibilidad especial ante la memoria en todas y cada una de sus manifestaciones y acepciones, personales y sociales. Muestra de ello es el respeto que profeso a la memoria democrática de este país, sobre la que he escrito tantas veces en estas hojas de mi memoria personal. Un país que no la respeta está condenado a vivir siempre con heridas abiertas.

Me ha estremecido leer los primeros capítulos de La policía de la memoria, porque rápidamente los he asociado con lo que se hace desde la transición en este país, por parte de determinados partidos, asociaciones y líderes sociales, para borrar huellas de lo que pasó durante la guerra civil. Para muchos no hay que recordar ni remover nada, porque así lo deciden los nuevos policías de la memoria de este país, incluso con incursiones esporádicas de inspecciones de los recuerdos, para intentar que todo se silencie y desaparezca de la faz de esta tierra como si no hubiera ocurrido nada. Al final, para escribir una nueva historia como una distopía inaceptable, que ya no se cree nadie. Esa es la razón de por qué hay que olvidar el olvido y recordarlo todo. Lo repito de forma incansable, porque “esa es la maravilla de cada hipocampo, personal e intransferible, como el tuyo, lector o lectora, porque cabalgando despacio es posible que podamos conocerle bien y saber qué papel tan trascendental juega la memoria en la vida de cada una, de cada uno”.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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