Espera lo mejor, prepárate para lo peor

Hannah Arendt: Hay un precepto bajo el cual he vivido: prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga.

Sevilla, 25/VIII/2022

Vuelvo de mi corazón viajero a mis asuntos más terrenales con una locución inglesa que he escuchado y leído estos días de forma reiterada: espera lo mejor, prepárate para lo peor. Si tiene ahora un especial sentido en mi vida es porque lo he escuchado directamente de Josep Borrell, alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, a quien admiro desde hace muchos años por su forma de entender el deber político de cada ciudadano en su vida ordinaria y porque creo que algo sabe de lo que está pasando en el mundo. Tolo lo que se avecina, según los agoreros mayores del Reino, no es bueno. Es más, nos dicen que lo que está por venir es un conjunto de males sin mezcla de bien alguno, con fecha impresa: el mes de septiembre próximo. En este contexto, Borrell ha abordado en una entrevista reciente los males que acosan la realidad europea y mundial en estos momentos y cree que hay una fórmula para enfrentarse a ellos: esperar lo mejor, pero preparándose al mismo tiempo para lo peor.

En la citada entrevista, Borrell analizaba tres grandes incertidumbres globales: “Ucrania, el estrecho de Formosa [entre Taiwán y China] y el avispero de Oriente Próximo”, donde la guerra ocupa un espacio importante por su impacto real y agresivo con Europa: “Pregunta.La vuelta del verano va a ser delicada, con una inflación del 10% y una enorme incertidumbre. Si Rusia cierra la llave del gas, ¿resistirá la unidad europea? Respuesta.Nadie sabe qué va a hacer [Vladímir] Putin, pero lo racional es prepararse para lo peor. Si quiere usar la energía como arma, no esperará a que rellenemos nuestros stocks en invierno”. Así de contundente a lo largo de la entrevista, con análisis premonitorios que no olvido: “Putin piensa que las democracias son sistemas vulnerables porque tienen opiniones públicas que pueden expresarse. Eso no ocurre en Rusia. Si, además, hay cambios políticos en algún país que inclinen de su lado a futuros gobiernos, mejor para él. Hay que explicar a nuestros ciudadanos que la de Ucrania no es una guerra de los demás. Nos va mucho en ello: la ciudadanía tiene que estar dispuesta a pagar un precio para mantener el apoyo a Ucrania y la unidad de la UE. Estamos en guerra: esas cosas no son gratis, aunque sí hay que tratar de repartir los esfuerzos de forma equitativa. Pero repito: esta guerra nos afecta directamente, aunque nuestros soldados no mueran allí”.

Reitero que la entrevista es muy interesante para estar informados, lo que nos permite emitir juicios correctos y ajustados al principio de realidad. Ante la pregunta de cómo ve lo que ocurrirá en España en el próximo otoño, Borrell responde: “España tiene ventajas: no somos tan dependientes del gas ruso. El mercado laboral está funcionando. Y tenemos el colchón amortiguador de 70.000 millones de fondos europeos. Estas ventajas hacen que este no sea el momento de poner peros: no podíamos pedir la solidaridad europea hace meses, cuando estábamos más afectados por el virus, y ahora ponernos de perfil cuando otros se ven más afectados por la dependencia del gas. Y no lo estamos haciendo. Estamos siendo solidarios de la forma más eficiente posible”. Es indudable que no comparte el diagnóstico apocalíptico actual de partes interesadas en perpetuar los conflictos y luchar para que cuanto todo sea peor, mejor: “No tengo dotes de adivino. No sé lo que va a pasar. Pero tengo una fórmula: espera lo mejor y prepárate para lo peor”.

Creo que ha llegado el momento de elegir la mejor información posible sobre lo que está pasando, porque nada es inocente. En principio, voy a respetar en mi vida el aserto inglés escogido por Borrell como introducción a un manual de supervivencia en tiempos difíciles. La aplicación del principio de realidad social en nuestras vidas, el más terco de los principios que las sustentan, hará el resto, sabiendo que el principio de realidad es uno de los dos principios que, según Freud, rigen el funcionamiento mental. Forma un par con el principio del placer, al cual modifica: en la medida en que logra imponerse como principio regulador, la búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por los caminos más cortos, sino mediante rodeos, y aplaza su resultado en función de las condiciones impuestas por el mundo exterior (1). Todo ello, sin llegar al absurdo de Groucho Marx: “¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?”. Quizás, lo que necesito en este presente tan complejo es completar la fórmula de Borrell con la expresión que utilizaba en su vida y obra la filósofa alemana Hannah Arendt: “Hay un precepto bajo el cual he vivido: prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga”, sin conformismo alguno, sólo aplicando el principio de realidad que, al final, es el que me permite seguir luchando por alcanzar el necesario principio del placer que tanto necesitamos para seguir viviendo dignamente.

(1) Laplanche, J. y Pontalis, J.B. Diccionario de Psicoanálisis, 1996. Barcelona: Paidós, págs. 296-299.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

A %d blogueros les gusta esto: