
Sevilla, 16/XII/2022
El contexto de la navidad nos ofrece la oportunidad de acercarnos a los libros, cuestión que siempre me emociona, aunque me siento muy lejos del mercado del libro, por razones obvias desde mi persona de secreto. Se habla mucho de la industria del libro, sé que existe, pero hay algo que no me agrada, la mercadotecnia en torno a los llamados best sellers, literatura teledirigida en muchas ocasiones tanto para quienes escriben como para quienes editan los libros por encargo. Respeto mucho a quienes viven de sus obras como escritores o escritoras, pero también a los que entregan su conocimiento a la malla pensante de la humanidad, la Noosfera, sin recibir dinero a cambio, sólo el respeto a lo creado y reconociendo siempre su autoría, en bastantes ocasiones a cambio de casi nada y no de dinero precisamente. Soy consciente de que es un debate no cerrado y que necesita una profunda reflexión en un entorno muy próximo a la llamada accesibilidad a la cultura, que como casi todo en la vida, va por barrios de riqueza o pobreza, nunca mejor dicho.
Navegando en el mar proceloso de las últimas publicaciones, anteriormente descrito con brevedad pero con firmeza ideológica, he encontrado una isla literaria, desconocida para muchas personas, pero que me ha resultado atractiva e inquietante a la vez. Se trata de una publicación reciente de un filósofo español de proyección internacional, residente en París, Paul B. Preciado, con un título programático para entender la deconstrucción del mundo que nos rodea, Dysphoria Mundi, bebiendo en las fuentes de un filósofo francés que estudié durante bastante tiempo, Jacques Derrida, que también fue profesor de Preciado. En este cuaderno digital se puede verificar mi aproximación a Derrida, en un momento crucial de mi vida, al analizar la posible deconstrucción del cerebro digital. Como siempre hago, para no arruinar el contenido del libro citado, acudo a la sinopsis oficial porque no altera para nada su contenido, aunque en este caso y como suelo hacer siempre, considero que es imprescindible saber en primer lugar quién escribe esta obra, antes de leerla, para comprenderla mejor: “Dysphoria mundi es un diario de la transición planetaria que toma la forma de un texto mutante, hecho de ensayo, filosofía, poesía y autoficción, que busca capturar las convulsiones del fin del capitalismo patriarco-colonial. Preciado describe en esta obra las modalidades de un presente revolucionario: no algo que sucedió en un pasado mítico o que sucederá en un futuro mesiánico, sino algo que nos está sucediendo. Nos encontramos frente a uno de los libros más ambiciosos que se han escrito durante la crisis del covid; un libro-mundo donde el autor recoge los cambios que se están produciendo en todos los ámbitos sociales, políticos, sexuales… La fascinante hipótesis que nos propone Preciado aquí consiste en generalizar la noción de disforia para entenderla no como una enfermedad mental, sino como un abismo epistémico y político: el que separa el antiguo régimen capitalista, patriarcal y colonial, que conduce inexorablemente a la extinción, de una nueva forma de vida que hasta ahora había sido descalificada como improductiva y anormal, y que ha acabado revelándose como la única salida posible. Explotando todos los límites disciplinarios y sus binarismos, Preciado se afirma aquí como uno de los filósofos internacionales más importantes del momento, y consigue entregar, como ha afirmado Judith Butler, una obra «monumental»: un libro imprescindible para entender el presente y más aún para adentrarse en el futuro”.
Llevo tiempo leyendo casi todo lo que se publica sobre Paul B. Preciado, algo que me ha servido para conocer bien a esta persona y a su personaje actual. Me pasó recientemente con la última Premio Nobel de Literatura de este año, Annie Ernaux, a quien no había leído con anterioridad a su galardón y descubrí en diversas entrevistas con la autora que su vida era el guion perpetuo de su obra, de tal forma que siguiendo sus declaraciones empecé a conocerla bien a través de una de sus publicaciones que ella considera el punto de inflexión de su carrera como escritora, El lugar, un punto de partida para escribir sobre su conciencia de clase en relación con su familia y su entorno vital, lejos de sus últimas publicaciones que la mercadotecnia del libro considera como lo más relevante de su extensa obra: “Fue cuando escribí El lugar (1983), a partir de la muerte de mi padre. Utilizar la ficción me pareció una especie de traición. Sentí que no tenía derecho a transformar su experiencia real en una novela. Su fallecimiento fue brutal. Murió cuando yo tenía 26 años, me había casado con un hombre de otra clase social y me había distanciado del núcleo familiar. Con su muerte, despertó mi conciencia de clase, que hasta entonces siempre había logrado reprimir… […] Desde mi adolescencia, había reprimido todo lo que no me gustaba de mi familia. Por ejemplo, que no éramos intelectuales, sino proletarios. Nunca me reconcilié del todo con el mundo de mi padre, ni tampoco con él. No por haber escrito ese libro se solucionó el problema, aunque era lo mejor que podía hacer. Pero era mejor que limitarme a olvidar. Creo que El lugar es el libro del que estoy más orgullosa, a título individual y colectivo. Mucha gente que vivió ese mismo luto [al cambiar de clase social] se dijo que no estaba sola, puede que por primera vez…”. Creo que ella misma nos ofrece una seña de identidad a través de El lugar, lo que significa que es un buen motivo para comenzar a conocer bien su sociobiografía.
Volviendo a Paul B. Preciado, considero que es imprescindible saber quién es, para comprenderlo mejor, sobre todo cuando lo explica él mismo: “Preciado, que se define como “hombre trans de cuerpo no binario”, sabe de lo que habla. Su primer contacto con la terapia psicológica tuvo lugar a los 18 años. “Mis padres me enviaron a ver a un psicólogo porque en mi colegio de monjas de Burgos les habían dicho, literalmente, que yo no era ni trigo ni cebada”, recuerda entre carcajadas. Su padre convirtió esa expresión profundamente castellana en “una teoría de género axiomática” que le repetía sin cesar. Y Preciado la transformó, con el tiempo, en un lema personal, como miembro honorario de un colectivo acostumbrado a deformar los insultos recibidos y a convertirlos en insospechados motivos de orgullo. Pese a sus críticas, no se opone a la existencia de la disciplina que inventó Freud”. ¡Cuánto pesa en España el estereotipo de no ser ni carne ni pescado, por ejemplo! En el mismo artículo del que he tomado estas notas, se informa también que “Preciado fue lesbiana radical, individuo de género no binario y, finalmente, hombre trans desde 2016, cuando empezó a llamarse Paul, “como los esclavos cambiaban de nombre cuando compraban su libertad”. “Cuando comprendí que abandonar el régimen de la diferencia sexual significaba dejar la esfera de lo humano y entrar en un espacio de subalternidad, violencia y control, exigí un lugar dentro del régimen de género binario”, afirma en su discurso sobre la aparente contradicción que supone abogar por la abolición de este último y luego definirse como varón. Si es hombre, es por pura supervivencia. “En el contexto español, tampoco hay otras opciones, lo que sí ocurre en Alemania, Australia o Argentina, que reconocen un sexo o género no binario”, se explica. Espera, pese a todo, que las haya en el futuro”.
Lo que verdaderamente me ha llamado la atención en la entrevista citada, por deformación profesional, que la tengo, ha sido sus palabras en torno al mundo oscuro de las psicoterapias y diagnósticos terapéuticos en torno a la sexualidad “desviada” o no de los cánones al uso: “Era necesario que alguien respondiera a quienes han tenido el poder y la soberanía de analizarnos, diagnosticarnos y sentar cátedra sobre nuestras circunstancias”, decía Preciado la semana pasada en una aireada estancia, mitad comedor y mitad despacho —una pièce de vie, que dirían los franceses—, de su piso en el barrio parisiense de Ménilmontant. Hace 15 años les hubiera mandado al garete. Esta vez aceptó la invitación. “En el momento en el que estamos, con su altísimo riesgo político, la psiquiatría y el psicoanálisis no pueden seguir trabajando con conceptos forjados en el siglo XIX, a la luz de un régimen patriarcal y colonial. Es urgente que se den cuenta de su responsabilidad”. El discurso fue explosivo. Le llovieron los insultos, aunque también un puñado de aplausos. Solo pudo leer una cuarta parte del texto que había preparado, lo que hizo que decidiera publicarlo en su totalidad, bajo el título de Yo soy el monstruo que os habla (Nuevos Cuadernos Anagrama)”. Todo esto sucedió porque “En noviembre de 2019, Paul B. Preciado (Burgos, 50 años) fue invitado a pronunciar un discurso ante 3.500 psicoanalistas reunidos en el congreso de la Escuela de la Causa Freudiana, poderoso reducto del lacanismo en territorio francés, para que diera cuenta de su proceso de transición de género. Subir solo al escenario que le proponía esa asamblea hostil, formada por quienes decretaron que su cuerpo estaba enfermo, le inspiraba cierto respeto, por lo que decidió pedir auxilio a Franz Kafka. Un siglo antes de este inopinado encuentro en París, el autor checo firmó Informe para una academia. Su narrador era un mono que, después de haber aprendido el lenguaje de los hombres, se presentaba ante un grupo de altas autoridades científicas para explicarles lo que el devenir humano supuso para él. Aquel día, Preciado se convirtió en ese simio. “Es desde esa posición de enfermo mental en la que me colocan desde donde me dirijo a ustedes”, empezó. “Yo soy el monstruo que os habla. El monstruo que vosotros mismos habéis construido con vuestro discurso y vuestras prácticas clínicas. Yo soy el monstruo que se levanta del diván y toma la palabra”.
Sigo leyendo todo lo que puedo en torno a la vida de Paul B. Preciado, antes de leer sus obras, porque me parece que es un revolucionario de la deconstrucción de normas y creencias que tanto necesita el mundo actual. Sé que cuando lo considere oportuno, porque el conocimiento sobre él crea personalmente que es suficiente, comenzaré a leerlo con la atención que merece, no precisamente su Dysphoria Mundi, su última obra, sino probablemente Yo soy el monstruo que os habla, porque por lo que ya he leído y conocido de su obra, es la exposición más brillante sobre su alma de secreto y quien me conoce sabe cómo respeto el alma humana, no el mercado ni el poderoso caballero don dinero que está detrás de muchos libros.
NOTA: la imagen de cabecera es una fotocomposición personal que integra la portada del libro Dysphoria Mundi, un dibujo del propio Preciado, que ha reinterpretado el arcano del Diablo del Tarot desde los parámetros de su obra y que ha servido para diseñar la portada de este libro, así como una imagen de él obtenida de Paul B. Preciado – Axelle Mag.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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