… tras un día, otro viene, y lo que ayer fue duda hoy se convierte en certeza.
José Saramago, Cuadernos de Lanzarote II
Sevilla, 7/IV/2023
En diciembre de 2018 asistí a un acto en el Consulado General de Portugal en esta ciudad, con motivo de la celebración del día de la lectura en Andalucía, en el que se homenajeaba a José Saramago y en el que su viuda, Pilar del Río, contó una anécdota sobre el origen del libro más polémico de su compañero de vida. Paseando los dos en Sevilla por la calle Sierpes, se volvió Saramago hacia el célebre quiosco de Curro situado en la zona de La Campana y allí vio escritas unas palabras que luego dieron el título a una obra preciosa: El evangelio según Jesucristo, denostada por el Vaticano, incluso en un obituario dedicado al fallecimiento del autor, en junio de 2010, a modo de libelo de repudio, de Claudio Toscani, publicado en L´Osservatore Romano (El observador romano), periódico oficial de la Iglesia Católica, bajo el título de L´onnipotenza (presunta) del narratore, que juzgaba esta obra como un “desafío a las memorias del cristianismo del que no se sabe qué salvar si, entre otras cosas, Cristo es hijo de un Padre que, imperturbable, lo manda al sacrificio; que parece entenderse mejor con Satanás que con los hombres; que dirige el universo con potestad y sin misericordia. Y Cristo no sabe nada de Sí mismo hasta que se encuentra a un paso de la Cruz; y que María fué para él una madre ocasional; y que a Lázaro se le deja en la tumba para no destinarlo a una muerte suplementaria. Irreverencias a parte, la esterilidad lógica, antes que teológica, de esos asuntos narrativos, no produce la deconstrucción ontológica buscada, sino que se enrosca en una parcialidad dialéctica tan evidente que es preciso negarle toda credibilidad”.
Aquella mirada de Saramago, en un momento mágico para Sevilla, es justo recordarla hoy, porque lo que ayer fue duda hoy se puede convertir en certeza, intentando comprender el final de aquella obra nacida curiosamente en esta tierra, cuando Dios decía: “[…]: Hombres, perdonadle [a Jesús], porque él no sabe lo que hizo. Luego se fue muriendo en medio de un sueño, estaba en Nazareth y oía que su padre le decía, encogiéndose de hombros y sonriendo también, Ni yo puedo hacerte todas las preguntas, ni tú puedes darme todas las respuestas”.
Hoy, viernes “santo” o laico, según se mire, quiero recordar al ciudadano Jesús del que tantas veces he hablado en este cuaderno digital y que lo descubrí con mis seis años en Madrid, viendo aquella película del régimen que me enseñó muchas cosas, Marcelino, Pan y Vino, entre ellas admirar a ese Jesús del madero que fue antes un niño proletario y cómo Marcelino me animó a decir en mi casa que conocía a alguien que se llamaba “dios” y que sabía que tenía un amigo imaginario de nombre Manuel, que siempre tuvo un sitio en mi alma de niño. En este mundo tan complejo, siento la ausencia de esos amigos de la infancia, de ese líder de juventud, Jesús, comprendiendo mejor que nunca lo que Saramago quería transmitir en su atrevida lectura laica del evangelio, cuando nos recordaba que su padre le decía a Jesús aquello de “ni yo puedo hacerte todas las preguntas, ni tú puedes darme todas las respuestas”. Inolvidable, porque después de haber pasado tanto tiempo, sigo pensando lo mismo que el Nobel portugués. O lo que es lo mismo, … tras un día, otro viene, y lo que ayer fue duda hoy se convierte en certeza, a pesar de que sigo sin encontrar respuestas a la mayor parte de las grandes preguntas de la vida. Quizás, porque aquellas palabras agónicas del ciudadano Jesús, sobre el abandono que sintió aquel día lejano que se recuerda hoy, ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?, nueve palabras en español, cuatro en hebreo, siguen todavía sin respuesta alguna para el común de los mortales, sobre todo para los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada, a los que defendió siempre Eduardo Galeano en su compromiso social y laico, entre las dudas y certezas de cada día, incluso hoy, en un viernes universal, santo y laico, por la gracia de Dios y de la democracia.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, ¡Paz y Libertad!
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