La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir. / Los civiles tienen miedo a los militares. / Los militares tienen miedo a la falta de armas. / Las armas tienen miedo a la falta de guerra. / Es el tiempo del miedo.
Eduardo Galeano, en El miedo global
Sevilla, 19/IV/2024
El pasado 21 de marzo publiqué por primera vez el artículo que sigue. Hoy vuelvo a hacerlo, al haber obtenido ayer el World Press Photo de 2024,la imagen que reproduje ese día en la cabecera, a título de denuncia reiterada de lo que ha sucedido y sigue sucediendo en Gaza, porque no quiero participar en silencios cómplices, que ayer tuvo una manifestación excelsa, yo diría que impresentable, al vetar EEUU en la ONU su apoyo a la solicitud de Palestina para su reconocimiento, en la citada organización, como miembro de pleno derecho. Una vez más, el mundo y la ONU al revés.
Incorporo hoy a mi cuaderno digital una imagen, que acaba de ganar el premio Ortega y Gasset de Periodismo a la mejor fotografía en 2023, otorgado por el diario El País en su 41ª edición, en la que figura una mujer palestina, Inas Abu Maamar, abrazando el cuerpo de su sobrina de 5 años, Saly, muerta tras un ataque israelí, el 17 de octubre de 2023, en el hospital de Nasser, en Gaza.
Contemplando esta imagen, que me conturba y conmueve, he recordado uno de mis principios, Solo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio, aprendido hace ya muchos años del abate Joseph Antoine Dinouart. en un precioso libro (1), El arte de callar(Principio 1º, necesario para callar). Estamos pre-programados genéticamente para hablar, lo que nos lleva a comprender que callar es un arte y una defensa neuronal, perfectamente organizada en el cerebro, mediante la complementariedad sinfónica de diversas estructuras cerebrales, porque la realidad terca es que tenemos que hacer esfuerzos para callar porque no estamos pre-programados para ello. Hablamos porque recordamos: palabras, gestos, acontecimientos vitales, entre otras razones de vida, como pueden ser las imágenes de esta guerra en Gaza. Callamos, porque inhibimos determinadas palabras, gestos, acontecimientos vitales y todos los aprendizajes acumulados a lo largo de la vida sobre estas estructuras conductuales y éticas. Y los silencios se acaban proyectando también a través de los estereotipos definidos en determinadas enfermedades mentales y sociales, como pueden llegar a ser los silencios cómplices que tanto detesto.
Vuelvo a leer el libro citado, yendo directamente a la página 53, donde figura el último principio necesario para callar, el 14º: “El silencio es necesario en muchas ocasiones, pero siempre hay que ser sincero; se pueden retener algunos pensamientos, pero no debe disfrazarse ninguno. Hay formas de callar sin cerrar el corazón; de ser discreto, sin ser sombrío y taciturno; de ocultar algunas verdades sin cubrirlas de mentiras”. En definitiva, ética cerebral del silencio y ruptura del mismo cuando se convierte en silencio cómplice porque, callando, hacemos mucho daño a los demás o dejamos pasar situaciones impresentables e inadmisibles desde la perspectiva de derechos y deberes humanos, como las que estamos viendo y consintiendo todos los días en Gaza, sin mezcla de denuncia alguna por cualquier medio, legitimado en derecho, como puede ser esta fotografía premiada. Cada uno, cada una, con su responsabilidad en alzar la voz de denuncia para acabar con esta escalada de irresponsabilidades públicas en los Gobiernos mundiales, los que en definitiva son los auténticos Señores de la Guerra.
(1) Dinouart, A., El arte de callar. Madrid: Siruela, p. 53 (4ª ed.), 2003.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
Incorporo hoy a mi cuaderno digital una imagen, que acaba de ganar el premio Ortega y Gasset de Periodismo a la mejor fotografía en 2023, otorgado por el diario El País en su 41ª edición, en la que figura una mujer palestina, Inas Abu Maamar, abrazando el cuerpo de su sobrina de 5 años, Saly, muerta tras un ataque israelí, el 17 de octubre de 2023, en el hospital de Nasser, en Gaza.
Contemplando esta imagen, que me conturba y conmueve, he recordado uno de mis principios, Solo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio, aprendido hace ya muchos años del abate Joseph Antoine Dinouart. en un precioso libro (1), El arte de callar (Principio 1º, necesario para callar). Estamos pre-programados genéticamente para hablar, lo que nos lleva a comprender que callar es un arte y una defensa neuronal, perfectamente organizada en el cerebro, mediante la complementariedad sinfónica de diversas estructuras cerebrales, porque la realidad terca es que tenemos que hacer esfuerzos para callar porque no estamos pre-programados para ello. Hablamos porque recordamos: palabras, gestos, acontecimientos vitales, entre otras razones de vida, como pueden ser las imágenes de esta guerra en Gaza. Callamos, porque inhibimos determinadas palabras, gestos, acontecimientos vitales y todos los aprendizajes acumulados a lo largo de la vida sobre estas estructuras conductuales y éticas. Y los silencios se acaban proyectando también a través de los estereotipos definidos en determinadas enfermedades mentales y sociales, como pueden llegar a ser los silencios cómplices que tanto detesto.
Vuelvo a leer el libro citado, yendo directamente a la página 53, donde figura el último principio necesario para callar, el 14º: “El silencio es necesario en muchas ocasiones, pero siempre hay que ser sincero; se pueden retener algunos pensamientos, pero no debe disfrazarse ninguno. Hay formas de callar sin cerrar el corazón; de ser discreto, sin ser sombrío y taciturno; de ocultar algunas verdades sin cubrirlas de mentiras”. En definitiva, ética cerebral del silencio y ruptura del mismo cuando se convierte en silencio cómplice porque, callando, hacemos mucho daño a los demás o dejamos pasar situaciones impresentables e inadmisibles desde la perspectiva de derechos y deberes humanos, como las que estamos viendo y consintiendo todos los días en Gaza, sin mezcla de denuncia alguna por cualquier medio, legitimado en derecho, como puede ser esta fotografía premiada. Cada uno, cada una, con su responsabilidad en alzar la voz de denuncia para acabar con esta escalada de irresponsabilidades públicas en los Gobiernos mundiales, los que en definitiva son los auténticos Señores de la Guerra.
(1) Dinouart, A., El arte de callar. Madrid: Siruela, p. 53 (4ª ed.), 2003.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
Ramón Masats, Mercado de San Antonio (detalle). Barcelona 1955
Sevilla, 5/III/2024
Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles
Adaptado de un texto de Bertolt Brecht en Elogio a los combatientes.
Ayer conocimos el fallecimiento en Madrid del gran fotógrafo catalán Ramón Masats, a los 92 años, uno de los grandes, maestro de maestros, un imprescindible. Con tal motivo y por respeto a la memoria democrática de este país, del que nos ha dejado imágenes icónicas de mediados del siglo pasado, vuelvo a publicar hoy mis recuerdos de él en este cuaderno digital porque, en un mundo al revés, su vida profesional era una isla desconocida.
El pasado 1 de octubre, la televisión pública de este país (RTVE) arrancó la nueva temporada de un programa excelente, Imprescindibles, haciendo un homenaje merecido al fotógrafo Ramón Masats, en vida, que es como se deben hacer este tipo de reconocimientos, con un documental imprescindible para conocer una parte importante de la memoria democrática de este país y con un título sugerente: El ojo irónico. Ramón Masats: “Impactante, socarrón, disfrutón, misericordioso, rotundo, obcecado y siempre genial. Así describen a Ramón Masats en el documental El ojo irónico, que traza un recorrido cronológico por la vida y la trayectoria profesional del fotógrafo, uno de los grandes, maestro de maestros, un imprescindible. El documental empieza con sonidos que ya apenas escuchamos, los que hacen las cámaras analógicas que, por suerte, viven un nuevo momento de gloria. También con lugares que se resisten a desaparecer, como las habitaciones de revelado, espacios oscuros de donde salen las imágenes que los fotógrafos han visto a través de su objetivo. Masats nació en 1931 y su vida es la historia de la fotografía en España, pero también la historia de un país”.
Conocí la vida y obra de Ramón Masats, a través de un informativo público de la noche del 3 de julio de 2020, en plena pandemia, al igual que supe de nuevo de este excelente profesional a través de la televisión pública el pasado 1 de octubre, instalados ya en la llamada “nueva normalidad” que, sinceramente, no sé lo que es. En aquella ocasión, el presentador comentó que se había inaugurado una exposición retrospectiva en Madrid sobre el fotógrafo Ramón Masats. Pasaron rápidamente fotografías icónicas de este profesional que tanto nos ha contado sobre la historia de España en la posguerra. Fui rápidamente al ordenador, recuperé la emisión del citado informativo y capturé una instantánea de la fotografía mágica en los minutos finales, en los que pude captar la imagen de esta niña, que se me antojaba desde que la vi como perteneciente a una de las dos Españas de Machado. Esta imagen estaba incluida en la exposición Ramón Masats Visit Spain, que pudo verse dentro de la programación de PHotoESPAÑA en el espacio Tabacalera de Madrid hasta el 12 de octubre de ese año. Este descubrimiento de una isla desconocida en este país, me llevó a escribir unas palabras sobre este excelente fotógrafo con un título programático: La otra mirada.
La colección llevaba un título que tampoco era inocente: «Entre 1955 y 1965 Ramón Masats recorre la geografía de España con su cámara y una obsesión en su cabeza: retratar los tópicos con los que la cultura oficial, bendecía los valores patrios. Iniciaba entonces su carrera como colaborador de varias publicaciones, y este viaje le permitió el desarrollo de un trabajo innovador que revolucionó el triste panorama de la fotografía oficial, todavía enredada en su dependencia de los cánones estéticos que el orden clásico imponía a la nueva disciplina. En el tiempo, el trabajo de Masats coincide con el fin de la autarquía del Régimen de Franco y con la apertura diseñada por el gobierno con la creación del Ministerio de Información y Turismo (1951), y el Plan Nacional de Turismo (1953). Visit Spain fue ese primer mensaje que utilizó la propaganda oficial». De ahí el título de la exposición.
Me vuelve a sorprender la imagen citada, titulada Mercado de San Antonio, Barcelona 1955, porque aparecen hombres en torno a unas mesas con libros, probablemente dentro de la lonja, en la que aparecen hombres, solo hombres, hojeando libros apilados sobre las mesas de tijera, humildes, sencillas, con libros de títulos desconocidos. Deducimos que era domingo, porque se aprecia que iban vestidos «de ese día» y porque se sabe que en este mercado los domingos lo dedicaban a la compraventa de libros, cromos y cuentos: «También se incorporarían libreros y coleccionistas los domingos dando origen al Mercado Dominical de Sant Antoni. Hoy es un mercado especializado en libros nuevos y antiguos y coleccionismo tradicional de postales, sellos o revistas y donde también encontrarás todo tipo de oferta vinculada a nuevas aficiones y colecciones como los cromos, los videojuegos o las películas» (1). Una imagen que captó con su magia tan particular Masats, fotógrafo de la verticalidad, en la que entraba en plano la niña sentada en un banquillo, con un cuento en las manos, pulcramente vestida (de domingo) y con la mirada fija en la cámara, posando para la posteridad del país.
Ramón Masats, Mercado de San Antonio , Barcelona 1955
Era otra mirada, inocente mirada, con el mensaje directo de Machado aunque ella no lo supiera: “El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve”. Al verla ayer, sentí que me miraba aquella España de mi niñez madrileña, como si quisiera interrogarme sobre qué estamos haciendo en la actualidad, alejándonos cada vez más de la educación y la cultura, como si fuéramos en este aquí y ahora los mayores que estaban a su espalda, hojeando libros, ajenos a lo que estaba sintiendo ella, distraídos de la vida. Como ocurre con las ideologías, las fotografías nunca son inocentes porque siempre hay un ojo humano detrás que ordena. Me pasó cuando supe del fallecimiento del fotógrafo francés Marc Riboud en 2016, que muchas personas recordarán por su famosa fotografía de la chica con la flor, por cierto, no inocente. He conocido el hilo conductor de su profesión, por una frase de un especialista en los cuidados del ojo, del siglo XIII, Pietro Spanno, que llegó a ser Papa bajo el nombre de Juan XXI: “El ojo es un miembro noble, redondo y radiante. Ver es el paraíso del alma”. Ese es el secreto y la magia del ojo humano cuando ordena el clic que fija momentos especiales de la vida para la posteridad. Igual que cuando se fotografía el dolor o la muerte, muchas veces con alto riesgo personal de profesionales excelentes, comprometidos, facilitando imágenes recientes que desgraciadamente ya son habituales para el procesamiento de nuestra retina y que tanto nos hacen pensar, cumpliendo su función.
Dije algo en aquella ocasión que recupero ahora en mi rincón de ver la fotografía de Masats: hay fotógrafos y fotógrafas que retratan almas especiales, en blanco y negro, como Marc Riboud, Robert Capa, Kati Horna, Sebastião Salgado o Ramón Masats, ¿por qué no?, que valoramos hoy de forma especial porque muchas veces estamos ciegos ante el color que dio al mundo la creación transcendental del hombre y la mujer, que tuvieron la oportunidad de ver durante un tiempo el paraíso de sus almas. Gracias, hoy, a ellos y a tantos profesionales anónimos que aun jugándose a diario la vida nos han aportado y entregan tanta verdad a través de sus ojos, como aprendimos un día de Machado, ya que no son ojos porque los veamos, sino que son ojos porque a través de sus fotografías nos ayudan a contemplar y amar mejor la vida. Ya lo dijo en una ocasión Marc Riboud: «Sólo miran bien los niños: son inocentes y miran excitados, con atención, no son intelectuales».
El programa Imprescindibles, con este homenaje en vida a Masats, ha cumplido las premisas para utilizar esta palabra, imprescindibles, cuando se refiere a personas, tal y como lo aprendí de Bertolt Brecht hace ya muchos años y que sigue siendo un hilo conductor en mi vida: Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles (adaptado de un texto de Bertolt Brecht en Elogio a los combatientes, salvando la perspectiva de género).
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
He visitado hoy la exposición Visiones expandidas, una isla desconocida para mí, aunque con el hilo conductor del maravilloso mundo que ofrece siempre el hecho de poder fotografiar la vida, actividad cultural no inocente a la que he dedicado bastantes páginas en este cuaderno digital.
En su página web oficial, se presenta la exposición como “una lectura cronológica lineal de la historia de la fotografía experimental desde finales del siglo xx hasta la actualidad. […] A principios del siglo xx, dadaístas, surrealistas y constructivistas exploraron los límites del lenguaje fotográfico como un medio para plasmar el espíritu de los tiempos modernos. Imágenes abstractas, fotomontajes o fotogramas obtenidos sin intervención de la cámara permitieron expresar las inquietudes formales, sociales y políticas del momento. Desde la segunda mitad del siglo xx, la experimentación fotográfica sigue desdibujando los límites entre pintura, escultura, cine y performance. Un recorrido desde los inicios de la experimentación fotográfica a partir de obras de la colección del Musée National d’Art Moderne – Centre d’Art Georges Pompidou, estructuradas en seis secciones temáticas: Luces, Movimiento, Alteraciones, Recrear mundos, La visión a prueba y Anatomías”.
Josep Renau, Sociedad de consumo, 1972
La experiencia ha sido extraordinaria y he podido constatar el recorrido histórico de las técnicas fotográficas y las ideologías que siempre han llevado dentro, eligiendo para esta isla desconocida y descubierta hoy, una obra de Josep Renau (1907-1982), fotomontador, muralista y cartelista valenciano, con un título muy significativo, Sociedad de consumo (1), que se explica por sí mismo. Creo que se entiende muy bien su mensaje, cuando se lee, con el detalle que se merece, la biografía del autor, a quien tengo que reconocer que no conocía hasta el encuentro de hoy, que traigo al puerto seguro de una singladura especial, ideológica sin duda alguna, no inocente, como homenaje a la memoria democrática de este país.
Efectivamente y como ocurre con las ideologías, las fotografías nunca son inocentes, porque siempre hay un ojo humano detrás que ordena. Me pasó cuando supe del fallecimiento del fotógrafo francés Marc Riboud en 2016, que muchas personas recordarán por su famosa fotografía de la chica con la flor, por cierto, no inocente. He conocido el hilo conductor de su profesión, por una frase de un especialista en los cuidados del ojo, del siglo XIII, Pietro Spanno, que llegó a ser Papa bajo el nombre de Juan XXI: “El ojo es un miembro noble, redondo y radiante. Ver es el paraíso del alma”. Ese es el secreto y la magia del ojo humano cuando ordena el clic que fija momentos especiales de la vida para la posteridad. Igual que cuando se fotografía el dolor o la muerte, muchas veces con alto riesgo personal de profesionales excelentes, comprometidos, facilitando imágenes recientes, por ejemplo de las guerras de Ucrania y Gaza, entre otras, que desgraciadamente ya son habituales para el procesamiento de nuestra retina y que tanto nos hacen pensar, cumpliendo su función.
(1) Sociedad de consumo, 1972. Fotomontaje original de fotografías a las sales de plata sobre papel, coloreadas a mano, recortadas y pegadas sobre cartón. Fundación Josep Renau – IVAM.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
Salustiano García, La Resurrección de Cristo. Entre la multitud solo estás Tú. Cartel anunciador de la Semana Santa 2024, en Sevilla
Cristo perdonaría a mis críticos, porque no saben lo que dicen/ Salustiano García
Sevilla, 30/I/2024
El pasado sábado 27 de enero, se presentó oficialmente en la red “X” (anterior Twitter), por parte del Consejo General de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Sevilla, el cartel que anuncia la Semana Santa de Sevilla este año (#SSantaSevilla24), con un título genérico, La Resurrección de Cristo, pintado por Salustiano García (Sevilla, 1965), “en el que aparecen elementos como el sudario del Cristo de la @HdadCachorro y las potencias del Cristo de la Hermandad del Amor (@Hdad_Amor)”. Esta obra también lleva una leyenda demostrativa del mensaje implícito en su expresión pictórica por parte del autor: «Entre la multitud solo estás Tú”.
Efectivamente y muy lejos de la controversia que se ha suscitado en esta ciudad por los de siempre, los que se arrogan la defensa de «la Sevilla de toda la vida», sin mezcla de progreso alguno, sólo veo la representación del ciudadano Jesús, en una imagen actualizada para este siglo, resaltando que entre la multitud de líderes de la historia está Él, la hermosa leyenda del cuadro. Su representación en el cartel anunciador de la Semana Santa de este año en Sevilla, me parece adecuada, emitiendo mi opinión desde una perspectiva laica de esa Semana que denomino en mi persona de secreto como Semana Laica, recordando de nuevo lo que varias veces he escrito en este cuaderno digital que busca «semanas desconocidas», especialmente, cuando ocurre en la sacrosanta Sevilla. Personalmente, sigo admirando a los que leyendo a Machado comprenden bien unos versos revolucionarios, laicos: ¡Oh, no eres tú mi cantar! / ¡No puedo cantar, ni quiero / a ese Jesús del madero, / sino al que anduvo en el mar! O, ante esta representación de soledad humana, el que entrega su vida por la Humanidad. Soy consciente también de lo que significa para esta ciudad una Semana Santa, donde todo gira en torno a una explosión de sentimientos, afectos, olores, silencios, aceras laicas, las que ensalzó siempre la urbanista americana Janer Jacobs, como he escrito en diversas ocasiones sobre la realidad social de esta Semana especial, con una visión laica, en su significado más acorde con el vocabulario español: semana laica, es decir, independiente de cualquier organización o confesión religiosa (RAE). Vuelvo a leer detenidamente aquellos textos, en su contexto actual, actualizándolos en lo que considero que es necesario cambiar que, por cierto, es muy poco. O nada.
En 2006 escribí por primera vez sobre la visión laica de esta Semana Santa tan particular, en un momento especial de investigación porque estaba leyendo un libro extraordinario, “Sistemas emergentes”, de Steven Johnson (Turner-Fondo de Cultura Económica), que sigue teniendo una actualidad científica recomendable sobre todo para amantes de días y semanas laicas. Los sistemas sociales emergentes ratifican a diario, que incluso en las semanas laicas (cualquiera del año) la sociedad se organiza habitualmente en torno a lo que le interesa, es decir, dan lugar a comportamientos inteligentes. La que llaman algunos “la Sevilla de toda la vida” se organiza durante muchos días de las semanas “laicas” con las miras puestas en la “Semana Santa”, la única, la principal del año, la definitiva.
Vuelvo a constatar que el mundo solo tiene interés hacia adelante, sobre todo en semanas laicas, en las que estamos muy interesados los que no pertenecemos a lo que en esta ciudad se llama «la Sevilla de toda la vida». Los sistemas emergentes, de abajo hacia arriba, siguen marcando las pautas de comportamiento colectivo. Cada uno sabe de lo suyo. Las agencias de viaje, atómicas o digitales, han organizado tradicionalmente también las vacaciones de esta semana a lo laico, es decir, sin ferias ni festejos cristianos, judíos y musulmanes, preparando una escapada para compensar la fuerza de lo santo. La economía se adapta a esta realidad santa y hace su semana muy particular de mercado por tierra, mar y aire.
Me acuerdo también en estas fechas de las familias enteras procedentes de los barrios deshechos en Sevilla por el boom inmobiliario, que vuelven en esta Semana Santa a su lugar de origen para recuperar las señas de identidad que les arrancó la especulación y su pretendido por otros “mejor nivel de vida”, aunque hayan perdido el valor del contacto familiar y de la vida compartida en las aceras laicas, porque viven en estado de alerta en los nuevos adosados que ni siquiera tienen parroquia al lado, blindados por la inseguridad ciudadana, en una dialéctica permanente vivienda/murienda. Con la excusa de la “Semana Santa”, de su cofradía de toda la vida, de su “Señor o Señora de Sevilla”, vuelven para recuperar, aunque solo sean unas horas, sus tiendas, sus colegios, sus plazas, el uso íntimo de sus aceras de siempre, donde se hacía eso, vivir la vida dignamente. Es decir, sus días laicos, sus semanas laicas, donde solo tiene sentido ese Jesús de la agonía que era la fe de sus mayores, como decía Antonio Machado. Las aceras existen, en definitiva, para crear el “orden complejo” de la ciudad, como afirma Steven Johnson en el libro que comento más adelante.
Jane Jacobs, la autora de uno de los libros que supuso la revolución urbanística más importante en Estados Unidos, Muerte y vida en las grandes ciudades americanas (1), que falleció en 2006 en Toronto (Canadá) a los 89 años, aportó una de las teorías más alentadoras sobre cómo se vive en las aceras de las ciudades, cuestión que en días laicos y santos pasa sin pena ni gloria en la vida ordinaria de los planificadores de la vida, sea cual sea su condición, pero que su mención científica sigue siendo un contrapunto impresionante ante la especulación actual inmobiliaria y urbana a todos los niveles. Su muerte fue una noticia amarga porque dejaba de estar en el mundo una de sus defensoras acérrimas, en clave positiva, que demostraba como acción posible la de la existencia de un urbanismo humanista, defensora del diseño y la construcción de los barrios en las ciudades que obedezca siempre a leyes sociales de convivencia y relación entre personas obligatoriamente obligadas a vivir en común y ser miembros de una entidad que ha cambiado el nombre identificador obligado por el nuevo lenguaje de género: la ciudadanía.
En la Semana Santa, las aceras de Andalucía funcionan como soporte de interacciones sociales viendo y sintiendo las procesiones. No digamos en Sevilla. Aunque desde la otra acera de la inteligencia digital conectiva siempre me ha encantado saber que Jesús de Nazareth, el Ciudadano Jesús, en su ataque continuo de humanidad, se cansaba y se dormía, porque estaba hecho polvo, en el cabezal del barco (Mc 8,23). O como Machado decía en su precioso poema (La Saeta, 1914), refiriéndose a una forma muy especial del cante andaluz (RAE: acción y efecto de cantar cualquier canto popular andaluz o próximo):
¡Cantar del pueblo andaluz, que todas las primaveras anda pidiendo escaleras para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía, que echa flores al Jesús de la agonía, y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar! ¡No puedo cantar, ni quiero a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar!
Volveré a leer en la próxima semana laica 2024, en Sevilla, pero como todas las demás, el libro de Steven Johnson, recuperado de mi biblioteca de cabecera, mi clínica del alma. Se me han vuelto a ocurrir muchas cosas tras la reflexión a la que me llevaron en su momento sus primeras páginas. Y con motivo de la controversia con el cartel anunciador de la Semana Santa de este año en Sevilla, deseo transformar esta semana santa de la fe de mis mayores (sic, según el calendario católico) en una semana normal, laica, reinterpretando -porque me duele- lo que ocurre a mi alrededor, que es bastante preocupante por los estragos humanos y económicos que está suponiendo el entorno mundial actual, incluida la trágica y dolorosa invasión de Ucrania o la guerra con toques genocidas en Gaza. Considero también que el subtítulo del libro sigue sin dejar tranquilo a nadie: “O qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software”. Casi nada: la inteligencia, entendida como capacidad y adiestramiento para resolver los problemas de todos los días, compartida en un mundo laico que parece a veces diseñado por el enemigo. Inteligencia digital ahora a través de lo que se ha convertido en la gran ayuda para comunicarnos cuando en estos días de gran preocupación mundial y local, volvemos a pisar las aceras laicas de Jacobs, informados o no con los teléfonos inteligentes, ordenadores y tabletas, las radios y el mando del televisor o nuestra voz que, en algunas ocasiones, da órdenes a un asistente virtual que hace todo lo posible por entender lo que le estoy diciendo. Que tenga en cuenta mi dolor, ya es otra cosa, laica casi siempre, por cierto, aunque Stefan Zweig me recuerda siempre algo muy importante en el acontecer diario de esta sacrosanta ciudad: […] En Sevilla se puede ser feliz […] ¿No es una maravilla el hecho de que los hombres y el destino trabajen juntos durante siglos para construir una ciudad, y al final resulte una sonrisa en el rostro de la vida? (2). Sonrisas y lágrimas en una semana laica, paseando por sus aceras íntimas.
Definitivamente, me quedo hoy pensando en la leyenda del cartel tan denostado por miles de personas, «Entre la multitud solo estás Tú”. Esa es la realidad histórica que deberíamos interpretar hoy, la del Ciudadano Jesús.
(1) Jacobs, Jane, Muerte y vida en las grandes ciudades americanas, 1961, pág. 50. Nueva York: Vintage.
(2) Zweig, Stefan, De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia, 2015. Madrid: Sequitur.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
Intermedio de La leyenda del beso (Reveriano Soutullo y Juan Vert, 1924), dirigido por Ataúlfo Argenta
Sevilla, 7/I/2024
Me acerco hoy a una noticia que tiene una historia interesante por su significante y significado. Me refiero a una información, de las que probablemente leen muy pocas personas, pero que para mí tiene un significado especial que más adelante explico, recogida en un artículo del que reproduzco textualmente un fragmento, tal y como lo leí con la atención debida: “Françoise Bornet, la mujer protagonista de la famosa fotografía del beso de Robert Doisneau (1912-1994) delante del Ayuntamiento de París, falleció el 25 de diciembre a los 93 años en Évreux (Normandía), como consecuencia de un accidente doméstico. Sin embargo, no se informó de su muerte hasta el martes en la prensa francesa. Bornet pasó a la eternidad por la imagen en blanco y negro que Doisneau hizo de ella besándose con el que era entonces su novio, Jacques Carteaud, estudiante de arte dramático como ella. La foto, titulada El beso del Hôtel de Ville, fue tomada en la primavera de 1950, cuando ella tenía apenas 20 años y Carteaud 23, y formaba parte de un reportaje que la revista Life había encargado a Doisneau sobre enamorados en París para mostrar la alegría de vivir en la capital francesa tras los años de horror por la ocupación alemana en la II Guerra Mundial. Doisneau, un fotógrafo clásico del siglo XX, decía que “la fotografía es como parar la vida para luchar contra la muerte, pero es una lucha perdida desde el principio”.
Robert Doisneau, El besodel Hôtel de Ville, primavera de 1950
Inmediatamente, la relacioné con otro acontecimiento sobre el que publiqué una reflexión en este cuaderno digital en febrero de 2019, Un beso controvertido, cuando se difundió al mundo el fallecimiento del supuesto protagonista del beso icónico fotografiado por Alfred Eisenstaedt, en Times Square, el 14 de agosto de 1945. Muchas personas han pretendido desde hace ya muchos años defender en América su protagonismo en la foto de este beso, aunque todo apunta al final a dos con cierta relevancia histórica después de las investigaciones llevadas a cabo. Da igual, al final, porque lo que simbolizaba tenía un gran valor para época de autos: el final de la II Guerra mundial, a través del rendimiento de Japón y la celebración explosiva de este acontecimiento por parte de Estados Unidos. Pero aquello fue algo más que un beso, analizándolo en el texto y contexto de hoy. La auxiliar de dentista que aparece en la foto, una austriaca judía exiliada en 1939 junto a parte de su familia en América, manifestó en cierta ocasión que aquello no era un beso de amor: «Era simplemente alguien celebrando. No fue un momento romántico». La BBC (1), entidad a la que profeso un gran respeto manifestó en 2016 que “la revista Time, matriz de Life que cerró en 2000, publicó en 2014 un artículo sobre la historia de la foto. «Mucha gente ve la foto como algo más que una muestra bastante pública de acoso sexual, algo no muy digno de celebración», escribió la revista”. ¿Beso o acoso? Esa es la cuestión.
Alfred Eisenstaedt, The Kiss (El beso), 14 de agosto de 1945
Lo curioso es que en relación con la primera fotografía que cito, está documentado que no fue algo espontáneo sino que fue el resultado de contratar el propio Doisneau “a varios actores para el reportaje y los hizo posar en diferentes espacios reconocibles de París. La instantánea, como ocurre a veces en la historia de la fotografía, cayó en el olvido después de hacerse. Además, Bornet y Carteaud rompieron su relación. Ella siguió en el teatro, donde interpretó obras dirigidas por François Périer y Pierre Brasseur, también actores. Finalmente, se casó con Alain Bornet, de quien tomó su apellido de casada”. La fama de la foto y su mercantilización vino después, en 1988, cuando “una revista francesa recuperó aquella imagen preguntándose qué habría sido de aquellos jóvenes. Fue el inicio del bum, favorecido por la reproducción en masa de postales, pósteres y tazas que mostraban aquel momento de pasión de la pareja y simbolizaba el París romántico”. En ambos casos, con una diferencia de cinco años, cualquier parecido con la auténtica realidad de un beso, es como en las películas pura coincidencia.
El mundo ya no es, afortunadamente, lo que era a través de estas leyendas de fondo y forma. Hemos avanzado en la crítica social de este tipo de comportamientos fruto de la mercadotecnia, aunque todavía queda mucho por hacer. Celebremos hoy la paz y el amor, atendiendo a ambas fotografías, exclusivamente, aunque las reivindicaciones en defensa del beso auténtico permitan, en este aquí y ahora, analizar esta fotos desde otra perspectiva. Lo doloroso, de verdad, es no recordar los millones de personas inocentes que perdieron la vida en una guerra absurda y de los que nunca supimos nada porque la memoria histórica es muy frágil para estos recuerdos y sus silencios cómplices, en el caso de la realizada por Alfred Eisenstaedt, en Times Square, el 14 de agosto de 1945. Estas víctimas nunca fueron noticia, a pesar de sus esfuerzos por aparentar lo contrario. La fotografía de París, es harina de otro costal, el mercantil, el poderoso caballero don dinero, las mercancías, el negocio puro y duro.
Hoy, me quedo escuchando el Intermedio de La leyenda del beso (Reveriano Soutullo y Juan Vert, 1924), cuando cumple el centenario de su estreno, una auténtica leyenda que supera las dos anteriores, bajo la dirección de mi querido maestro Ataúlfo Argenta, al que he dedicado también páginas de reconocimiento y respeto en este cuaderno digital, que tanto sufrió personal y profesionalmente en este país, incluso ante su fallecimiento, no bien tratado por la dictadura, porque, por su ideología, dejó helados su corazón y sus besos durante mucho tiempo.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
El Calendario Pirelli 2024, The Cal, cumple ya su 60 aniversario desde su lanzamiento en 1964 por la sección británica de Pirelli y el 50 como publicación anual real, por su ausencia desde 1975 a 1983 por la crisis del petróleo y en 2021 por la pandemia, se ha encargado este año “al artista visual Prince Gyasi, nacido y afincado en Ghana, que alcanzó la fama con sus vibrantes e impactantes imágenes, tomadas en su mayoría en Accra, su ciudad natal, fotografiará el Calendario Pirelli 2024. Este artista de 28 años, que ha alcanzado rápidamente la fama mundial, emplea colores vivos y contrastes en su arte. Sus imágenes narran historias visuales que captan la atmósfera y la vitalidad de su comunidad y su generación, al tiempo que pretenden cuestionar las narrativas tradicionales sobre África, el elitismo en el arte y los ideales de belleza centrados en Occidente. Aunque ahora utiliza cámaras de última generación, Gyasi empezó a fotografiar a los 16 años con un smartphone”.
El Manifiesto del calendario de 2924, no deja lugar a dudas al presentar su hilo conductor, “No nacemos atemporales. Nos convertimos en eternos”: «No buscamos la fama. No buscamos el éxito. No buscamos validación. Discípulos de nuestras propias capacidades. Desafiamos a quienes dicen que no podemos, que somos demasiado viejos, demasiado jóvenes, demasiado diferentes, demasiado, demasiado poco. Buscamos la opción de elegir el viaje y vivir bajo un firmamento de posibilidades de nuestra propia creación. No rompemos el techo. Quitamos el techo a todos porque el tiempo no es un camino solitario entre la vida y la muerte. Es un círculo de inspiración transmitido de generación en generación. Así que detén el reloj. No aceptes el evangelio de aquellos que no lo aceptan. Crea, inspira, presta. No prestes cuándo parar, sino cuándo ir, cuándo atacar, con miedo o sin miedo. Nuestra ayuda puede ser finita, pero el ejemplo puede ser infinito. No nacemos atemporales. Nos volvemos atemporales”.
La empresa Pirelli ha sabido evolucionar desde su primera etapa, finalizada en 2015, en la que publicaba calendarios con mujeres en posturas y formas de presentación hoy no admisibles, compaginándolo con auténticas obras de arte también, como el encargo que hizo en la edición de 1974 al fotógrafo británico Robert Freeman, famoso por sus retratos de The Beatles, en una nueva visión del tiempo a través de su afamado calendario, hasta llegar a este de 2024, atemporal, eterno. Siempre ha mantenido la constante de elegir mujeres que representan todo tipo de culturas y artes, siendo este año la tercera en la que los artistas y líderes escogidos son todos negros, la tercera vez que ocurre después de los calendarios de 1987 y 2018, con figuras tan destacadas como Naomi Campbell, Idris Elba, Ángela Bassett, Margot Lee Shetterly y Amanda Gorman, de la que me alegra su presencia en el calendario, poetisa a la que personalmente ensalcé en este cuaderno digital, en 2021, de tan sólo 22 años, por su intervención durante la toma de posesión del presidente Biden, leyendo un poema precioso, La colina que escalamos, porque se dirigió a mi también en su introducción porque formo parte del «mundo» que citó, Señor Presidente, Dr. Biden, señora vicepresidenta, Sr. Emhoff,Americanos y el mundo, poema del que reproduzco sólo los primeros versos muy significativos también en el momento actual, como nuevo homenaje a una persona imprescindible: Cuando llega el día nos preguntamos / ¿Dónde podemos encontrar la luz en esta sombra interminable? / La pérdida que llevamos / un mar que debemos atravesar / Hemos desafiado el vientre de la bestia / Hemos aprendido que la tranquilidad no siempre es paz / Y las normas y nociones / de lo que simplemente es / No siempre es justicia / Y sin embargo el amanecer es nuestro / antes de que lo supiéramos / De alguna manera lo hacemos / De alguna manera hemos / resistido y presenciado / una nación que no está rota / sino simplemente inacabada / Somos los sucesores de un país y un tiempo / Donde una delgada chica de raza negra / descendiente de esclavos y criada por una madre soltera / puede soñar con ser Presidente / y encontrarse hoy recitando para uno.
Hoy, muy cerca ya de 2024, deseo compartir el contenido del proyecto de Pirelli en su calendario, con una sinopsis oficial plagada de mensajes positivos para un año que comienza: “Gyasi hace referencia a su legado, su comunidad, sus inspiraciones –desde la mitología que leía de pequeño junto a su madre al rey histórico del histórico imperio asante de África Occidental, su Majestad Otumfo Osei Tutu II (también retratado en el Calendario). Y como él mismo describe en el texto introductorio del almanaque –impreso en una tipografía especial que reproduce su letra– entre las protagonistas del almanaque de 2024 se incluyen las figuras a las que admiraba como niño y algunas nuevas inspiraciones. A todas ellas las define como “intemporales”. “Me di cuenta de que lo importante no es ser joven o viejo, fresco o sabio. Lo que convierte a esos iconos en lo que son va mucho más allá. Está en su foco, su dedicación, su pasión. Nunca se detienen. Nunca se dan por vencidos”, escribe. “Quiero explicar una historia que explore el poder de cómo se experimentan nuestros logros en los ojos de aquellos que inspiran. Al final, este proyecto no va de mi viaje o el tuyo; es sobre el suyo, mi comunidad, la juventud. Se trata de dar esperanza a niños como yo que vean estas imágenes y se inspiren para convertirse en lo mejor de sí mismos”.
En este contexto, recuerdo que pertenezco a una generación que cuidaba el tiempo a través de los almanaques (del árabe المناخ al-manākh, «el clima») y calendarios de pared, sabiendo que ellos se iban, físicamente hablando, se agotaban con el año, se iban con ellos, aunque nuestra vida se quedaba, cambiando de río. Las hojas que quedaban o fueron arrancadas paso a paso al declinar las veinticuatro horas de cada día, que tenían un nombre desde mi infancia, los tacos «Myrga» (acrónimo de Talleres Gráficos Miguel y Ramón Gilabert, desde 1898), se las llevó el oleaje de la vida, en el inmenso mar de lo desconocido. El almanaque nos recordaba la posición del sol y la luna, el / los santos de cada jornada y la máxima adecuada para empezar la tarea con el telón de fondo de Goethe, Shakespeare, Schopenhauer, Tagore o Alberti (prohibido este último en épocas en los que descubría la libertad, sin ira, libertad), cómo si no debiéramos conocer su obra premiada e inmortal, como si estos autores no tuvieran clarividencia para ser norte y guía de muchos marineros en tierra adentro, en la que éramos y estábamos día a día.
No olvido tampoco que el al-manaque sirvió como medio de comunicación para muchas personas. Fueron los primeros calendarios anunciantes de la astrología, santoral y actividades del monarca reinante. Desde el siglo XV tenemos noticias de los almanaques españoles, siendo los más famosos los de Torres Villarroel, que en el siglo XVIII tenían grandes admiradores sobre todo entre los curiosos del porvenir. Los «piscatores», eran vehículo de cultura diaria y mensual. Los de hoy no cesan de recordar lo de siempre: «tempus fugit», el tiempo pasa, se va, para no volver más, en la búsqueda incesante del recuerdo en aquellos días que nunca hubiéramos arrancado del nuestro, ese al-manaque (estado de ánimo, clima) interior que sabe bien de esperas y esperanzas, sin tener que recurrir a la frase del sabio de turno que presumiblemente está muy lejos de la vida impresa a fuego vital El año 2023 se nos va. Nos vamos con él, en un viaje de madrugada festiva que intenta por todos los medios simbolizar la necesidad de paz y amor que tenemos todos. Aunque a veces, tengamos que rodeamos de paisajes maravillosos, perros que parecen de porcelana, mujeres que han posado por miles de euros y con mensajes como los del calendario Pirelli del próximo año, entre los que destaco su idea fuerza como hilo conductor, No nacemos atemporales, nos convertimos en eternos, demostrando que en pleno siglo XXI el calendario Pirelli es algo más que un al-manaque, porque refleja valores de una sociedad que sobrevive en un mundo al revés: «No buscamos la fama. No buscamos el éxito. No buscamos validación. Discípulos de nuestras propias capacidades. Desafiamos a quienes dicen que no podemos, que somos demasiado viejos, demasiado jóvenes, demasiado diferentes, demasiado, demasiado poco. Buscamos la opción de elegir el viaje y vivir bajo un firmamento de posibilidades de nuestra propia creación».
Una cosa mas, que diría Steve Jobs. El calendario Pirelli 2024 no está en el mercado, no es mercancía. La empresa lo distribuye según criterio propio.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. Porque soy como el árbol talado, que retoño: porque aún tengo la vida.
Miguel Hernández, en El herido (II), publicado en El hombre acecha, 1937-1939.
Sevilla, 24/X/2023
Miguel Hernández aún tiene la vida, sigue con nosotros, desgraciadamente no con todos, sino sólo con los que tenemos conciencia democrática y respetamos día a día, golpe a golpe, verso a verso, la memoria histórica de este país. Anoche lo pude comprobar tras el reportaje que presentó Carlos del Amor en el Telediario2, donde se podía ver a Miguel Hernández en vivo, como asistente al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura, celebrado en el Ayuntamiento de Valencia el 4 de julio de 1937. La sinopsis de este hallazgo sorprendente lo deja claro: “Sabíamos cómo sonaba su voz y se conservan fotografías, pero nunca antes habíamos visto imágenes en movimiento de Miguel Hernández. El Telediario muestra la que probablemente sea la única filmación en la que aparece el poeta alicantino. Se rodaron en 1937, el autor del «Rayo que no cesa» tenía 26 años y acudía al segundo congreso de escritores en defensa de la cultura. Todo empezó gracias a un espectador de TVE”. Conviene verlo plano a plano, despacio, para sentirlo muy cerca, no sentado en butacas, sino en la escalera.
Me llamó la atención que este encuentro ya lo había citado en este cuaderno digital el pasado 31 de marzo de este año, en un artículo, Las imágenes de Walter Reuter refuerzan la memoria democrática, en el que resaltaba la importancia del hallazgo y posterior tratamiento científico de las fotografías encontradas en 2016, en lo que se conoce como “la lata de Walter Reuter”, una lata de película que guardaba celosamente el biólogo Guillermo Fernández Zúñiga “en lo alto de un armario”, creador del llamado “cine científico”, que compartió con el fotógrafo alemán misiones importantes durante la Guerra Civil, en el Comisionado de Propaganda de la República. En ella se encontraron más de cuatro mil negativos que, en un principio, se atribuyeron a Fernández Zúñiga, pero que después de un laborioso trabajo de investigación se sabe que unos dos mil doscientos eran obra indiscutible de Reuter. Fruto de este trabajo de investigación es el hallazgo de la foto que abría anoche el reportaje del Telediario2, porque la identificación de la camisa clara y el pantalón oscuro de Miguel Hernández, que se aprecian perfectamente en esta imagen, casaban perfectamente con los planos de una película muy deteriorada que se conserva de este evento y en los que se ve a Miguel Hernández, por primera vez, en movimiento, porque tenía todavía la vida.
Personalmente, escucho con frecuencia la voz de Miguel Hernández, en el único archivo sonoro que se conserva, que invito a escucharla de nuevo, en una grabación realizada por Alejo Carpentier en París en 1937, cuando Miguel iba camino de Moscú. El poema que recita es la “Canción del esposo soldado», publicado primero en El mono azul y después en Viento del pueblo, dedicado a su compañera de vida, Josefina Manresa, embarazada de su hijo Manuel Ramón.
Después de escuchar su voz, vuelvo a ver estas imágenes extraordinarias de Miguel Hernández aún vivo, las únicas que hasta ahora se conservan. Escuchándolo y viéndolo ahora de nuevo, me consuela saber que nos quedan las palabras de su poema completo El herido (II), del que he extraído los versos de la cabecera de este artículo, para grabarlas en la mente y en el corazón de los que siempre hemos respetado lo sucedido en la guerra civil y defendemos a diario la reconciliación y transición después de la muerte del dictador, leyendo pausadamente e intentando comprender el mensaje de esas palabras escritas con el corazón por Miguel Hernández, porque sufro en muchos momentos de desconcierto político las heridas del amor, de la muerte y de la vida en mi cancionero de ausencias de ideologías y compromiso activo para luchar por un mundo mejor y lejos de las mentiras y medias verdades en las que nos tenemos que desenvolver a diario.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
Ramón Masats, Mercado de San Antonio (detalle). Barcelona 1955
Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles
Adaptado de un texto de Bertolt Brecht en Elogio a los combatientes.
Sevilla, 3/X/2023
El pasado 1 de octubre, la televisión pública de este país (RTVE) arrancó la nueva temporada de un programa excelente, Imprescindibles, haciendo un homenaje merecido al fotógrafo Ramón Masats, en vida, que es como se deben hacer este tipo de reconocimientos, con un documental imprescindible para conocer una parte importante de la memoria democrática de este país y con un título sugerente: El ojo irónico. Ramón Masats: “Impactante, socarrón, disfrutón, misericordioso, rotundo, obcecado y siempre genial. Así describen a Ramón Masats en el documental El ojo irónico, que traza un recorrido cronológico por la vida y la trayectoria profesional del fotógrafo, uno de los grandes, maestro de maestros, un imprescindible. El documental empieza con sonidos que ya apenas escuchamos, los que hacen las cámaras analógicas que, por suerte, viven un nuevo momento de gloria. También con lugares que se resisten a desaparecer, como las habitaciones de revelado, espacios oscuros de donde salen las imágenes que los fotógrafos han visto a través de su objetivo. Masats nació en 1931 y su vida es la historia de la fotografía en España, pero también la historia de un país”.
Conocí la vida y obra de Ramón Masats, a través de un informativo público de la noche del 3 de julio de 2020, en plena pandemia, al igual que supe de nuevo de este excelente profesional a través de la televisión pública el pasado 1 de octubre, instalados ya en la llamada “nueva normalidad” que, sinceramente, no sé lo que es. En aquella ocasión, el presentador comentó que se había inaugurado una exposición retrospectiva en Madrid sobre el fotógrafo Ramón Masats. Pasaron rápidamente fotografías icónicas de este profesional que tanto nos ha contado sobre la historia de España en la posguerra. Fui rápidamente al ordenador, recuperé la emisión del citado informativo y capturé una instantánea de la fotografía mágica en los minutos finales, en los que pude captar la imagen de esta niña, que se me antojaba desde que la vi como perteneciente a una de las dos Españas de Machado. Esta imagen estaba incluida en la exposición Ramón Masats Visit Spain, que pudo verse dentro de la programación de PHotoESPAÑA en el espacio Tabacalera de Madrid hasta el 12 de octubre de ese año. Este descubrimiento de una isla desconocida en este país, me llevó a escribir unas palabras sobre este excelente fotógrafo con un título programático: La otra mirada.
La colección llevaba un título que tampoco era inocente: «Entre 1955 y 1965 Ramón Masats recorre la geografía de España con su cámara y una obsesión en su cabeza: retratar los tópicos con los que la cultura oficial, bendecía los valores patrios. Iniciaba entonces su carrera como colaborador de varias publicaciones, y este viaje le permitió el desarrollo de un trabajo innovador que revolucionó el triste panorama de la fotografía oficial, todavía enredada en su dependencia de los cánones estéticos que el orden clásico imponía a la nueva disciplina. En el tiempo, el trabajo de Masats coincide con el fin de la autarquía del Régimen de Franco y con la apertura diseñada por el gobierno con la creación del Ministerio de Información y Turismo (1951), y el Plan Nacional de Turismo (1953). Visit Spain fue ese primer mensaje que utilizó la propaganda oficial». De ahí el título de la exposición.
Me vuelve a sorprender la imagen citada, titulada Mercado de San Antonio, Barcelona 1955, porque aparecen hombres en torno a unas mesas con libros, probablemente dentro de la lonja, en la que aparecen hombres, solo hombres, hojeando libros apilados sobre las mesas de tijera, humildes, sencillas, con libros de títulos desconocidos. Deducimos que era domingo, porque se aprecia que iban vestidos «de ese día» y porque se sabe que en este mercado los domingos lo dedicaban a la compraventa de libros, cromos y cuentos: «También se incorporarían libreros y coleccionistas los domingos dando origen al Mercado Dominical de Sant Antoni. Hoy es un mercado especializado en libros nuevos y antiguos y coleccionismo tradicional de postales, sellos o revistas y donde también encontrarás todo tipo de oferta vinculada a nuevas aficiones y colecciones como los cromos, los videojuegos o las películas» (1). Una imagen que captó con su magia tan particular Masats, fotógrafo de la verticalidad, en la que entraba en plano la niña sentada en un banquillo, con un cuento en las manos, pulcramente vestida (de domingo) y con la mirada fija en la cámara, posando para la posteridad del país.
Era otra mirada, inocente mirada, con el mensaje directo de Machado aunque ella no lo supiera: “El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve”. Al verla ayer, sentí que me miraba aquella España de mi niñez madrileña, como si quisiera interrogarme sobre qué estamos haciendo en la actualidad, alejándonos cada vez más de la educación y la cultura, como si fuéramos en este aquí y ahora los mayores que estaban a su espalda, hojeando libros, ajenos a lo que estaba sintiendo ella, distraídos de la vida. Como ocurre con las ideologías, las fotografías nunca son inocentes porque siempre hay un ojo humano detrás que ordena. Me pasó cuando supe del fallecimiento del fotógrafo francés Marc Riboud en 2016, que muchas personas recordarán por su famosa fotografía de la chica con la flor, por cierto, no inocente. He conocido el hilo conductor de su profesión, por una frase de un especialista en los cuidados del ojo, del siglo XIII, Pietro Spanno, que llegó a ser Papa bajo el nombre de Juan XXI: “El ojo es un miembro noble, redondo y radiante. Ver es el paraíso del alma”. Ese es el secreto y la magia del ojo humano cuando ordena el clic que fija momentos especiales de la vida para la posteridad. Igual que cuando se fotografía el dolor o la muerte, muchas veces con alto riesgo personal de profesionales excelentes, comprometidos, facilitando imágenes recientes que desgraciadamente ya son habituales para el procesamiento de nuestra retina y que tanto nos hacen pensar, cumpliendo su función.
Dije algo en aquella ocasión que recupero ahora en mi rincón de ver la fotografía de Masats: hay fotógrafos y fotógrafas que retratan almas especiales, en blanco y negro, como Marc Riboud, Robert Capa, Kati Horna, Sebastião Salgado o Ramón Masats, ¿por qué no?, que valoramos hoy de forma especial porque muchas veces estamos ciegos ante el color que dio al mundo la creación transcendental del hombre y la mujer, que tuvieron la oportunidad de ver durante un tiempo el paraíso de sus almas. Gracias, hoy, a ellos y a tantos profesionales anónimos que aun jugándose a diario la vida nos han aportado y entregan tanta verdad a través de sus ojos, como aprendimos un día de Machado, ya que no son ojos porque los veamos, sino que son ojos porque a través de sus fotografías nos ayudan a contemplar y amar mejor la vida. Ya lo dijo en una ocasión Marc Riboud: «Sólo miran bien los niños: son inocentes y miran excitados, con atención, no son intelectuales».
El programa Imprescindibles, con este homenaje en vida a Masats, ha cumplido las premisas para utilizar esta palabra, imprescindibles, cuando se refiere a personas, tal y como lo aprendí de Bertolt Brecht hace ya muchos años y que sigue siendo un hilo conductor en mi vida: Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles (adaptado de un texto de Bertolt Brecht en Elogio a los combatientes, salvando la perspectiva de género).
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
Jugadoras de la selección española de fútbol celebran el triunfo en Australia / SAEED KHAN
Sevilla, 29/VIII/2023
La imagen que encabeza hoy estas palabras lo dice todo: ese fue el auténtico beso de la noche, entre otros similares, el que habría que resaltar por encima de todo y de todos. Aunque lo que debía haber quedado en el imaginario popular del Campeonato Mundial de Fútbol Femenino, en Australia, en torno al éxito incontestable de la selección española, debía ser esta imagen y otras parecidas, los acontecimientos sobrevenidos no permitieron que fuera así. Por esta razón y en torno al llamado ya en medio mundo, “caso Rubiales”, no sé si en el otro medio también, que desgraciadamente ha dado la vuelta a este loco mundo al revés, he recordado algo que escribí en 2020 en este cuaderno digital, con motivo del fallecimiento de Maradona, cuando en cierta ocasión preguntaron a Jorge Luis Borges qué opinaba acerca de Maradona, a lo que el escritor -argentino como él- respondió: ¡Disculpen mi ignorancia! Cuando se lo contaron al jugador, hizo una jugada verbal perfecta y le devolvió la ironía de origen preguntando en qué equipo de fútbol jugaba Borges. Al escritor, todo lo relacionado con el fútbol lo sacaba de sus casillas: “La idea que haya uno que gane y que el otro pierda me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible”. No llego a ese extremo de juicio, pero tengo que reconocer que el fútbol no me apasiona, aunque me asombra el seguimiento que tiene por millones de personas y el dinero que mueve, con frases de asombro vinculadas casi siempre a las cifras astronómicas derivadas de la compraventa de jugadores en los mejores mercados del mundo. Me reafirmo en el aserto de que todo necio confunde valor y precio. En estos días, ha recobrado un impacto mundial con el triunfo de la selección española femenina al ganar el campeonato del mundo y los hechos impresentables protagonizados por el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, apartado de su cargo por la FIFA, por unas imágenes que conocimos en directo celebrando el triunfo con una jugadora de la Selección, que se definen por sí mismas.
Tengo que reconocer una vez más que este deporte, junto a la música militar, nunca me supo levantar. Volviendo a Borges, recuerdo ahora que escribió en 1967 un cuento junto a Adolfo Bioy Casares con un título críptico, Esse est percipi (Ser es ser percibido, en Crónicas de Honorio Bustos Domecq), pero evidente en nuestros tiempos modernos del caso Rubiales. He vuelto a leer un fragmento del mismo: “El género humano está en casa, repantigado, atento a la pantalla o al locutor, cuando no a la prensa amarilla. ¿Qué más quiere, Domecq? Es la marcha gigante de los siglos, el ritmo del progreso que se impone”. Porque, agrega: “No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores, ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del 37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman”.
Reconozco que en relación con el fútbol soy un espectador ignorante. Ya lo decía Hans Magnus Enszerberger, escritor sobre el que he escrito páginas en este cuaderno digital, cuando hablaba de la ciudadanía “ignorante y molesta”, al referirse a las personas alejadas de las tecnologías de la información y comunicación, que no es mi caso, aunque hace ya mucho tiempo que entré -a juicio de muchas personas- en el colectivo de ovejas descarriadas de lo que está pasando y están viendo a través del fútbol, que ahora se traduce en una pregunta no inocente: ¿No te has enterado de lo de Rubiales?
Sí, me he enterado, ¡como para no hacerlo con el bombardeo mediático, a todas horas, que ha tenido el “caso”! Soy consciente de que lo que ha ocurrido ha dado, efectivamente, la vuelta al mundo, en un momento en que gracias a lo acontecido y a pesar de ello, el feminismo en el deporte en general, no sólo en el fútbol, alcanza ahora el protagonismo que en este país debió haber tenido hace ya muchos años, Percibimos en estos momentos y en torno al caso Rubiales algo de sumo interés, el gran espectáculo del fútbol en un mundo que ya no es lo que era, porque en su vertiente femenina es una ilusión colectiva muy importante y contagiosa, cuando los estadios representan también con ellas, a veces, un género dramático, como fue siempre, donde unos ganan y otros pierden, eso sí, con gran dolor de Borges. Ahora, todo es diferente con lo ocurrido con el caso Rubiales, porque el fútbol tiene la gran oportunidad de reinventarse, hacer que desaparezcan las estructuras machistas sempiternas, como es el caso de la Real Federación Española (yo diría que ahora “y Machista” también) de Fútbol, que debería removerse desde sus cimientos como ejemplo de que otra forma de entender la cultura del fútbol en nuestro país es posible. Si no ocurre esto, el caso Rubiales se quedará en una mera “patraña” que alguien interesado nos ha contado, la que preocupaba tanto a Borges en su cuento Ser es percibido.
Una cosa más sobre el caso Rubiales: ¡perdonen mi ignorancia sobre el oscuro mundo del fútbol en general!, donde los silencios cómplices están a la orden del día, pero hoy que no cuenten con el mío, porque lo digo alto y claro: el comportamiento de Luis Rubiales, como Presidente de la Real Federación Española de Fútbol me pareció impresentable en los minutos que siguieron al triunfo de la Selección Española desde el palco presidencial del Stadium Australia de Sydney, el pasado domingo 20 de agosto, con gestos obscenos de un machismo recalcitrante, un beso no consentido en su esencia y unos comportamientos exculpatorios inadecuados, por parte de un representante del país en el deporte de élite, en todo el proceso que siguió a estos acontecimientos y que se siguen produciendo hasta el día de hoy por parte del citado presidente suspendido, así como por su círculo de allegados.
Perdonen que diga finalmente lo que pienso al respecto por lo sucedido: el fútbol, el llamado “deporte rey”, junto con Rubiales y su equipo al frente, va hoy desnudo, como el protagonista del cuento de Andersen, a pesar del silencio cómplice de los que aplauden a rabiar estos comportamientos indeseables y fuera de lugar.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
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