Los obispos instruyen, la ciudadanía piensa (¡menos mal!)

Me tendrían que fundir de nuevo. Cada vez que la Iglesia oficial española se pronuncia últimamente, representada en su Conferencia Episcopal, y sus cardenales y obispos hablan “como pastores de la Iglesia que tienen la obligación y el derecho de orientar el discernimiento moral que es necesario hacer cuando se toman decisiones que han de contribuir al pleno reconocimiento de los derechos fundamentales de todos y a la promoción del bien común”, como en el caso que nos ocupa hoy en relación con la Nota de la CCVII Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, titulada “Ante las elecciones generales 2008”, de 30 de enero de 2008 y presentada a bombo y platillo por su portavoz, Juan Antonio Martínez Camino, no me quedo tranquilo sin pronunciarme como humilde caminante que hace camino al andar en la vida, clasificado por el CIS probablemente como “no creyente”, tipificado como tal, que respeta todas las opiniones, pero que no se queda impasible ante lo que interpreto como una manipulación burda de asuntos de gran trascendencia para una parte de la población española que, aún declarada católica, deja entrever que algo está pasando en las filas de la Iglesia por su falta de “militancia” activa y abandono progresivo de los sacramentos.

Para hablar así, he verificado en primer lugar los datos del último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (1), de diciembre de 2007, como Avance de Datos, para dejar testimonio de una foto fija de la realidad española tratada científicamente, recogiendo dos preguntas del último cuestionario pasado y en relación con la “materia religiosa” y el cruce de estos datos por variables políticas:

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CRUCES POR VARIABLES POLÍTICAS

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Nunca mejor dicho, una imagen vale más que mil palabras y las cifras son tozudas. Creo que esa debe ser la auténtica preocupación de la jerarquía católica, constatar indefectiblemente, como bien narraba Rafael Alberti en Roma, peligro para caminantes, que algo está pasando en el seno de la Iglesia Católica:

Entro, Señor, en tus iglesias… Dime,
si tienes voz, ¿por qué siempre vacías?
Te lo pregunto por si no sabías
que ya a muy pocos tu pasión redime.

Respóndeme, Señor, si te deprime
decirme lo que a nadie le dirías:
si entre las sombras de esas naves frías
tu corazón anonadado gime.

Confiésalo, Señor. Sólo tus fieles
hoy son esos anónimos tropeles
que en todo ven una lección de arte.

Miran acá, miran allá, asombrados,
ángeles, puertas, cúpulas, dorados…
Y no te encuentran por ninguna parte.

He leído con suma atención el documento de referencia anterior (folio y medio) y el documento marco que lo soporta, denominado “Orientaciones morales ante la situación actual de España”, como Instrucción Pastoral de la LXXXVIII Asamblea Plenaria de la CEE (de 27 páginas), de 23 de noviembre de 2006, al hacer continua referencia al mismo. En este país, instalado en la crónica de la opinión elevada a la máxima categoría ética, muy poco atento a la teoría bien construida y con cimientos ó suelo firme, bases incuestionables de la ética a palo seco, es muy probable que casi nadie haya leído estos dos documentos perfectamente entrelazados ya que es muy difícil entender la última Nota sin acudir sistemáticamente al comentario de texto de la Instrucción Pastoral. Sin embargo se lanzan opiniones y diatribas a diestro y siniestro, sin contextualizar de verdad que es lo que se pretende decir. Y vaya por delante que, como casi todo en la vida, esta Nota no es inocente.

Su lectura rezuma el viejo axioma de la verdad dogmática construida en los diez mandamientos, el mágico número diez de la tradición hebrea (perfección, plenitud). Son, exactamente, diez recomendaciones para orientar el discernimiento moral, para los católicos y para todos aquellos que quieran escucharnos. Los Diez mandamientos del perfecto votante católico y para los de ánimo decaído, que más adelante explicaré. Si es para los católicos, las cifras cantan por sí solas, como he reflejado en las transcripciones literales, fotográficas, del último barómetro del CIS, aunque se aprovecha el rebufo de la catolicidad, por aquello de la universalidad, para hacer el enero, febrero y marzo del año, sobre todo el 9 de marzo, sabiendo como está el patio de su casa, que cuando llueve se moja como el de los demás. Posiblemente, se inunda, a veces. Por no hablar del discernimiento, que como dice la Real Academia, tiene que ver sobre todo con “operaciones de ánimo”. Y el horno no está para bollos, porque el ánimo de la ciudadanía, de la democracia, según ellos y solamente ellos, con acólitos incluidos, “se está hundiendo”.

La segunda “palabra” de la Nota, tiene que ver con el comentario de texto al que aludía anteriormente, las “Orientaciones morales ante la situación actual de España”, donde la Conferencia Episcopal se empleó a fondo en asuntos muy fronterizos para la sociedad en general, más allá de la mera catolicidad: democracia y moral, el servicio al bien común, mejorar la democracia, respeto y promoción de la libertad religiosa, el terrorismo, y los nacionalismos y sus exigencias morales, entre otras “cuestiones” a dilucidar. Todo viene de lejos.

El tercer “mandamiento” es el canto del buen introductor de embajadores: que nadie se sienta ofendido por lo que decimos, pero “¡agárrate que vienen curvas!” en lo que sigue. Diplomacia vaticana en estado puro: “Sólo pedimos libertad y respeto para proponer libremente [la cursiva está así en el texto] nuestra manera de ver las cosas, sin que nadie se sienta amenazado ni nuestra intervención sea interpretada como una ofensa o como un peligro para la libertad de los demás”. ¡Faltaría más! El problema es que los vemos venir…

La cuarta “Instrucción” comienza a emplearse a fondo: no todos estamos en el mismo barco, aunque yo recuerdo que el mensaje cristiano, por excelencia, es que hay que examinarlo todo y quedarse con lo bueno, si es posible en un único barco. Pero examinarlo. Y entra a saco en la cuestión de fondo de la Nota: “es cierto que no todos los programas son igualmente compatibles con la fe y las exigencias de la vida cristiana, ni son tampoco igualmente cercanos y proporcionados a los objetivos y valores que los cristianos deben promover en la vida pública (n. 50)”. Esta referencia, n. 50, dice lo siguiente para dejar todo bien claro: “50. En esta participación activa y responsable en la vida pública y política, los católicos actúan bajo su responsabilidad personal, son libres de escoger las instituciones y los medios temporales que les parezcan más adecuados y conformes con los objetivos y valores del bien común, tal como lo perciben con los recursos comunes de la razón y la iluminación que reciben de la revelación de Dios aceptada por la fe. La Doctrina Social de la Iglesia, fundada en la razón, iluminada por la fe y purificada por la caridad, es patrimonio común de todos los cristianos y orienta y enriquece sus actividades, sin imponer la unidad y la coincidencia en los medios y procedimientos estrictamente políticos. Si es verdad que los católicos pueden apoyar partidos diferentes y militar en ellos, también es cierto que no todos los programas son igualmente compatibles con la fe y las exigencias de la vida cristiana, ni son tampoco igualmente cercanos y proporcionados a los objetivos y valores que los cristianos deben promover en la vida pública”. Me encantaría comentar brevemente estas palabras, tales como la decisión de “apoyo a partidos diferentes y militar en ellos”, pero de acuerdo con la “iluminación que reciben de la revelación de Dios”, parece ser que ahora reinterpretada por la Conferencia Episcopal, es muy difícil abordarla en este post. Podría hacerse, “próximamente en este salón virtual”.

En el quinto “mandamiento”, se entra a matar directamente, según el lenguaje taurino. Ya no hacen falta más faenas: “La calidad y exigencia moral de los ciudadanos en el ejercicio de su voto es el mejor medio para mantener el vigor y la autenticidad de las instituciones democráticas (n. 56). No se debe confundir la condición de aconfesionalidad o laicidad del Estado con la desvinculación moral y la exención de obligaciones morales objetivas. Al decir esto no pretendemos que los gobernantes se sometan a los criterios de la moral católica. Pero sí que se atengan al denominador común de la moral fundada en la recta razón y en la experiencia histórica de cada pueblo (n. 55)”. ¿Qué quiere decir este juego de palabras? No, pero sí ó sí, pero no. ¿Qué significa atenerse al denominador común de la moral fundada en la recta razón y en la experiencia histórica de cada pueblo? No conozco un solo programa político en el que se violente la llamada moral (siempre prefiero hablar de ética) fundada en la recta razón, porque, eso sí, puede haber diversas razones que, además, el corazón no entiende de ellas. Y bien que hace, afortunadamente. ¿o es que la razón solo la tiene la Iglesia Católica? Además, la razón histórica de cada pueblo suele recogerse en la Constitución, siendo la nuestra un ejemplo de ello. ¿O es que porque España haya sido durante cuarenta años católica, apostólica y romana, tiene que seguir siéndolo porque sí, por su experiencia histórica? ¡Cuanto circunloquio para la locura que, a veces, registra la historia de los pueblos! De España, sin ir más lejos, durante la dictadura.

Sexta Nota: citando al Papa y recogiendo textualmente su pronunciamiento sobre los peligros que nos acechan en la actualidad: “Es preciso afrontar… con determinación y claridad de propósitos, el peligro de opciones políticas y legislativas que contradicen valores fundamentales y principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano, en particular con respecto a la defensa de la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, y a la promoción de la familia fundada en el matrimonio, evitando introducir en el ordenamiento público otras formas de unión que contribuirían a desestabilizarla, oscureciendo su carácter peculiar y su insustituible función social” (n. 56)”. Y para que no queden fisuras, el pronunciamiento no entrecomillado se centra en los peligros que acechan a las nuevas formas de entenderse el matrimonio en España: “La legislación debe proteger al matrimonio, empezando por reconocerlo en su ser propio y específico”. Es decir, se dice abiertamente y resolviendo el silogismo escolástico planteado en la Nota (la interpretación es mía y solo mía) que: “La legislación actual española no protege al matrimonio, empezando porque no lo reconoce en su ser propio y específico”. Ya está dicho por la Conferencia Episcopal: ¡ojo, porque la actual legislación en torno al matrimonio y las nuevas figuras que se pueden contemplar, aprobada en un Parlamento y apoyada por la ciudadanía que respalda las mayorías políticas, no lo protegen en la esencia católica!. Y ya sabe la catolicidad recogida por el CIS que quien avisa no es traidor.

Séptima Instrucción/Séptimo mandamiento: aquí ya me afecta personalmente por el conjunto de inexactitudes y mentiras que se explicitan en la misma, en el mismo: “No es justo tratar de construir artificialmente una sociedad sin referencias religiosas, exclusivamente terrena, sin culto a Dios ni aspiración ninguna a la vida eterna (n. 13). En ese sentido parece que apuntan, entre otras cosas, las dificultades crecientes para incorporar el estudio libre de la religión católica en los currículos de la escuela pública, así como el programa de la nueva asignatura, de carácter obligatorio, denominada “Educación para la ciudadanía” (n.18), que lesiona el derecho de los padres – y de la escuela en colaboración con ellos – a formar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones religiosas y morales. Es necesario promover un gran pacto de Estado sobre la base de la libertad de enseñanza y la educación de calidad para todos”. No es verdad lo que se deja entrever. El debate de la laicidad no es un debate oportunista, ocasional, sino Constitucional. Pero la Iglesia, erre que erre. Se puede decir más alto pero no más claro. Personalmente, me he implicado mucho en el falso debate en torno a la Educación para la Ciudadanía, segunda parte de la parte contratante de esta Nota de la Instrucción, que se puede consultar mediante el buscador de este Cuaderno. Los pactos de Estado tienen siempre formas democráticas y sus escenarios correspondientes de base constitucional. Y la actual legislación no está basada en un fraude de Ley, como algunas veces se ha dicho sin tapujos. Las leyes están para cumplirlas. Todas y todos. Incluida la Conferencia Episcopal que ha hecho una exhibición lamentable de altanería y prepotencia en relación con esta materia.

En relación con el mandamiento 8º, es escalofriante cómo se despacha, con la técnica de la mancha de aceite, en cinco líneas y media, una declaración sobre el terrorismo: “Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político (n. 68)”. Así, sin más, resaltando por cierto lo que parece una obviedad, si no fuera porque hay que saber leer entre líneas. Lo que se quiere decir, claramente, es que en España se está reconociendo explícita e implícitamente a una organización terrorista como representante político y, además, se tiene como interlocutora política. ¡Qué memoria tan frágil tiene la Iglesia Católica española! ¡En que mal lugar han dejado al Obispo Uriarte y a cuantas organizaciones negocian lo indecible para aproximarse a soluciones democráticas, cuando negociaba personalmente y con representación política del Estado con ETA, en la etapa del Gobierno anterior! ¿Por qué se hace esta referencia en un texto que explícitamente dice en su portada como título en mayúsculas: “ANTE LAS ELECCIONES GENERALES 2008”? Sencillamente, impresentable, cuando deberían cuidar algo con sentido común: no echar más leña al fuego.

En el mandamiento noveno, también abordan un asunto muy espinoso que tiene raíces más allá de nuestras fronteras: las problemáticas derivadas de los nacionalismos, para seguir manteniendo viva la hoguera. Otra más. Y de nuevo se recurre a la llamada verdad histórica, que cada vez se sabe menos lo que es con la que está cayendo: “Hay que evitar los riesgos de manipulación de la verdad histórica y de la opinión pública en favor de pretensiones particularistas o reivindicaciones ideológicas (n. 74)”. Y aparece el término recurrente de la atención extrema a la manipulación dudando creo de la mayoría de edad de la ciudadanía. Zapatero, a tus zapatos, sin equívoco alguno –por favor- al decirlo en latín: Ne sutor ultra crepidam, emulando al pintor griego Apeles.

Llegamos al final: décimo mandamiento, el totum revolutum, donde entran lo mismo los inmigrantes que los parados, los que están solos, las jóvenes que pueden caer en las redes de la prostitución, las mujeres humilladas y amenazadas por la violencia doméstica, los niños, objeto de explotaciones y de abusos, y quienes no tienen casa ni familia donde acogerse”. Y un guiño a la convocatoria de las elecciones en la Comunidad Autónoma de Andalucía porque se indica que hay “que trabajar también para superar las injustas distancias y diferencias entre las personas y las comunidades autónomas, tratando de resolver los problemas más acuciantes, como son el trabajo, la vivienda accesible, o el disfrute equitativo de la naturaleza, compartiendo dones tan indispensables para la vida como el agua y cuidando con esmero el patrimonio común de la creación (n. 80). En el orden internacional, es necesario atender a la justa colaboración al desarrollo integral de los pueblos”. Un broche que suscribiría cualquier persona de bien, sin ser católica, si no fuera porque la lectura de fondo y forma no es pacífica, con todo lo manifestado anteriormente. Problemas territoriales como el agua, sin ir más lejos, también tienen un trasfondo político de primera línea.

Como todo decálogo que se precie, estos mandamientos se podrían encerrar en dos: hay partidos políticos que son católicos y otros que no lo son. Ama al partido político que su programa es fiel reflejo de lo que aquí se dice (en las Notas), sobre todas las cosas y a determinada derecha de toda la vida, como a ti mismo.

Sevilla, 2/II/2008

(1) CIS. Centro de Investigaciones Sociológicas (2007). Barómetro de Diciembre. Avance de resultados. Estudio nº 2.746. Diciembre 2007.

Una respuesta a «Los obispos instruyen, la ciudadanía piensa (¡menos mal!)»

  1. Como convertimos las iglesias en centros educativos y libres de todo mal?¿ dime como?¿ Hay que tener fé, hay que creer en algo, pero no hay que manipular a nadie. En mi opinión, el pueblo español es muy viejuno y todavía somos jovenes, para ejercer un pensamiento libre. Buen articulo.

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