Me encantó conocer la trayectoria humana y profesional de Jane Jacobs, cuando iba de mi corazón a mis asuntos de la inteligencia digital, cuando supe que había fallecido el 25 de abril de 2006, en Toronto (Canadá), a los 89 años, al leer con mucha atención una nota necrológica del periódico habitual, mediante una reseña aleccionadora sobre la verdad verdadera de su vida. Estaba aprendiendo al mismo tiempo grandes lecciones suyas en un libro que me ha supuesto una aportación trascendental en el estudio e investigación de la inteligencia humana y digital: Sistemas emergentes (O qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software) (1). Con tal motivo, escribí un post, Las aceras de Jacobs, en el que manifestaba que “leía con cierta desazón la noticia de su muerte que habrá pasado sin pena ni gloria en la vida ordinaria de los planificadores de la vida, sea cual sea su condición, pero que su mención científica era un contrapunto impresionante ante la especulación actual inmobiliaria y urbana a todos los niveles. Su muerte es una noticia amarga porque deja de estar en el mundo una de sus defensoras acérrimas, en clave positiva, que demostraba como acción posible la de la existencia de un urbanismo humanista, defensora del diseño y la construcción de los barrios en las ciudades que obedezca siempre a leyes sociales de convivencia y relación entre personas obligatoriamente obligadas a vivir en común y ser miembros de una entidad que ha cambiado el nombre identificador obligado por el nuevo lenguaje de género: la ciudadanía”.
Y volviendo hoy de nuevo a mis asuntos me encuentro con unas palabras muy amables, en un encuentro que agradaría mucho a Jane Jacobs, posibilitado por las nuevas aceras de la Noosfera, de Rosa Colmenarejo, Coordinadora del Proyecto, en el que me comunica que el próximo 6 de marzo se va a celebrar una jornada sobre LA CIUDAD SEGÚN JANE JACOBS (2), en Córdoba, España, el próximo día 6 de marzo de 2008, en el Teatro Cómico Principal, C/ Ambrosio de Morales, 15. Es un encuentro internacional organizado por la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía que cuenta con la colaboración de Casa Árabe, la Universidad de Córdoba, la Empresa Municipal de la Vivienda y el Colegio Oficial de Arquitectos de Córdoba. Y no puedo faltar a esa cita, con una contribución mediante este post en el que quiero hacer un canto a su vida y obra resaltando una estructura que tanto simbolizó mediante su lucha: es posible entender la ciudad como un lugar propicio para la inteligencia emergente. ¿Cómo?
Indudablemente, porque el ser humano, las mujeres y los hombres, las niñas y los niños, tenemos el recurso principal: la inteligencia emergente, como estructura que siempre anda preocupada por organizarse espontáneamente, adaptándose permanentemente mediante retroalimentación positiva a determinadas situaciones propicias o adversas, pero con un fin común: vivir conforme a un plan que permite resolver problemas con un objetivo muy claro: ser felices. Y la ciudad es un patrón excelente para cooperar en esta búsqueda legítima de felicidad. O de infelicidad, por el urbanismo adverso, en la dialéctica vivienda/murienda. Corren tiempos, además, en los que los especuladores están huyendo en desbandada porque ya no les salen las cuentas. Y aquí y ahora, en el escolástico hic et nunc, podemos dar rienda suelta a las tesis de Jane Jacobs, porque cuando el dinero no corre, la inteligencia vuela. Emergente, por supuesto.
Emergente porque se demuestra que lo que ocurre en las ciudades nunca nos es ajeno. Existen patrones escritos desde hace millones de años y las ciudades se reinventan permanentemente: “¿por qué ha triunfado el superorganismo de la ciudad sobre otras formas sociales? Como en el caso de oros insectos sociales, hay varios factores, pero uno crucial es que las ciudades, como las colonias de hormigas, poseen una inteligencia emergente: una habilidad para almacenar y recabar información, para reconocer y responder a patrones de conducta humanos. Contribuimos a esa inteligencia emergente, pero para nosotros es casi imposible percibir nuestra contribución porque vivimos en la escala incorrecta” (3).
La escala incorrecta es que no somos conscientes de que en ese aquí y ahora en el que nos toca vivir a cada una, a cada uno, se están produciendo movimientos ciegos en nuestras casas, barrios, pueblos y ciudades, ajenos a nuestro control inteligente, pero que están condicionando la vida de los más próximos, quizás hoy lejanos y muy desconocidos, aunque es posible, real, que con las decisiones urbanísticas de hoy, no dejemos vivir a los que queremos por la degradación de un hábitat propicio y que hoy decimos que “disfrutamos” como eslogan aprendido en la cartelería de la usura enladrillada.
La emergencia es la evolución de reglas simples a complejas: las hormigas crean colonias. Ahí están. Las personas que habitan una ciudad crean barrios siempre. Ahí están. El software aprende a reconocer patrones siempre que se le den las instrucciones precisas. La inteligencia está en la base de los cerebros humanos, los que permiten hacer más simple la vida para vivir mejor. Y emergen hacia el exterior, naciendo, saliendo y teniendo principio siempre de otra cosa, en la interpretación que la Real Academia da a estos vocablos construidos de la misma forma. Con la inteligencia creadora de Jane Jacobs: que se respeten planes urbanísticos en los que las manzanas de casas sean más pequeñas, en aceras más vitales, en zonas de uso múltiple por doquier y sistemas de transporte público que siempre piensen en las personas. Para que el viaje de la vida sea siempre a alguna parte.
Sevilla, 21/II/2008
(1) Johnson, S. (2003). Sistemas emergentes, Madrid: Turner-FCE.
(2) laciudadsegunjanejacobs_6marzo2008.pdf
(3) Johnson, S., Ibídem, p. 90.