La estructura cerebral del talante

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Los cuatro humores: colérico, melancólico, sanguíneo y flemático. Imagen recuperada de http://es.wikipedia.org/wiki/Imagen:Alletemp.jpg, el 2 de marzo de 2008.

Llevo tiempo deseando incorporar una página a este cuaderno de inteligencia digital que trate el traído y llevado “talante”. En estos días de discurso electoral complicado, se exige un buen talante a todas, a todos, candidatos y electores, como muestra de un progreso humano, democrático, pero creo que como modo de ser y actuar es un gran desconocido, asumido además con carácter peyorativo como “cualidad” de un solo candidato, cuando es una posibilidad de ser de todas las personas, de todos los seres humanos. De esta forma, me he puesto manos a la obra, a la palabra, a la investigación y he verificado como punto de partida el lema “talante” en el Diccionario de la Real Academia (Del ár. hisp. ṭál‘a, y este del ár. clás. ṭal‘ah, aspecto, infl. por semblante), encontrándome las siguientes acepciones: 1. m. Modo o manera de ejecutar algo; 2. m. Semblante o disposición personal; 3. m. Estado o calidad de algo y 4. m. Voluntad, deseo, gusto. Es decir, a priori es una cualidad neutra, como disposición ó posibilidad para ejecutar bien o mal algo: una palabra, un gesto, una actitud. Excelente.

Pero mi curiosidad no tiene límites, porque antes que investiguen otros (que diría Unamuno) me gusta investigar a mí. Sobre todo para saber si en el cerebro se aloja la base del talante, lo que me dejaría tranquilo porque se sabría así que es una posibilidad de todos los seres humanos, transmitido genéticamente por nuestros antepasados primates humanos, para no tener que hacer mofa de una posibilidad innata de base cerebral atribuida ahora en esta legislatura a una sola persona y a sus seguidores (pero en segunda fila) y que se desarrolla o no sobre la base de los aprendizajes que se hacen a lo largo de la vida sobre una posibilidad real de manifestarlo como disposición personal. Es más, cuando he consultado el Diccionario de Autoridades, que tanto aprecio y admiro, por ser la primera vez que se ordenan en España las palabras tal y como se viven, piensan y sienten, me encuentro con unas acepciones rotundas basadas, por ejemplo, en pasajes del Quijote: “para que vuestra grandeza disponga de mí a su talante [voluntad]”, dependiendo, eso sí, de la buena o mala disposición, ánimo o inclinación para hacer o conceder alguna cosa [sic]. Y para cerrar esta búsqueda descubro que el adjetivo “talantoso” es el claro exponente de lo que queremos decir cuando una persona tiene talante, es decir, se asegura que la persona está de buen humor ó semblante. Y aquí es donde quería llegar: al humor ó semblante. Ya lo decía Nebrija y el Padre Alcalá en sus Vocabularios y acertaban en su análisis, porque, al final, de humores se trata cuando hablamos de talante.

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Fragmento de la página facsímil 215,1 del Diccionario de Autoridades, S-Z (RAE A 1739)

Se trata de humor, porque respetando la tradición somos más o menos talantosos en función del humor que tengamos. Si es de “perros”, en una acepción muy coloquial, está garantizado el talante malo. Si es “bueno”, la buena disposición, ánimo ó inclinación para hacer ó conceder una cosa (recuerda esta acepción de la persona talantosa…) está garantizada. Esta visión clásica responde a la teoría de los cuatro humores, “adoptada por los filósofos y físicos de las antiguas civilizaciones griega y romana. Desde Hipócrates, la teoría humoral fue el punto de vista más común del funcionamiento del cuerpo humano entre los físicos europeos hasta la llegada de la medicina moderna en el siglo XIX. En esencia, esta teoría mantiene que el cuerpo humano está lleno de cuatro sustancias básicas, llamadas humores, cuyo equilibrio indica el estado de salud de la persona. Así, todas las enfermedades y discapacidades resultarían de un exceso o un déficit de alguno de estos cuatro humores. Estos fueron identificados como bilis negra, bilis, flema y sangre. Tanto griegos y romanos como el resto de posteriores sociedades de Europa occidental que adoptaron y adaptaron la filosofía médica clásica, consideraban cada uno de los cuatro humores aumentaba o disminuía en función de la dieta y la actividad de cada individuo. Cuando un paciente sufría de superávit o desequilibrio de líquidos, entonces su personalidad y su salud se veían afectadas”.

Hoy, la situación ha cambiado y sabemos ya dónde está la sede de estos estados de ánimo: en determinadas estructuras del cerebro, formando un conjunto armónico que no se puede separar entre sí, destacando dos sobremanera: la amígdala y el hipotálamo. Más o menos se podría decir ahora, utilizando los ejemplos anteriores, que tener una “humor de perros” supone tener afectada la amígdala correspondiente (tenemos dos en el cerebro), tal y como lo analizaba en un post anterior sobre “cerebro y género: una cuestión de amígdalas”: “Los elementos de contexto en los que vivimos nuestra existencia diaria, ¡cuántas palabras e imágenes, cuantos estados afectivos momentáneos (emociones) y duraderos (sentimientos) se pueden estar desarrollando y elaborando en nuestro interior sin que tomemos plena conciencia de ello!. Es lógico que a veces digamos “no sé lo que me está pasando”. Responsable: la amígdala personal e intransferible y su integración en circuitos más complejos. El binomio miedo-agresión, está asentado en la amígdala. Si el tamaño es mayor en el hombre, por mera determinación anatómica, la correlación es más compleja. Por ello, las salidas de tono virulentas en los hombres tienen una determinación estructural cerebral, más acusada que en las mujeres. Y con una responsabilidad añadida: la corteza prefrontal, esa zona maravillosa de razonamiento neurológico, al intervenir otras muchas entradas de información a esa zona y equilibrar todas las balanzas imaginables de los procesos que se computan en el cerebro, hace que se module la conducta a observar finalmente, creando patrones para la memoria predictiva: si ya me pasó esto en una situación anterior, atención, porque me puede volver a pasar lo que ya sé que va a pasar. Sorprendente. No es el destino biológico preprogramado de hombre y mujer lo que justifica determinadas conductas, sino que los aprendizajes de situaciones que se han repetido en muchas ocasiones de la vida, “modula” una determinada forma de ser en el mundo, desencadenando procesos hormonales y activaciones eléctricas de circuitos neuronales que ya han “aprendido” a desenvolverse así en situaciones similares. Y la amígdala sigue ejecutando siempre su trabajo”.

Y en relación con el hipotálamo, la realidad de una de las sedes del talante es pareja, “situándonos –valga la metáfora- bajo la cama nupcial, la habitación reservada, que así llamábamos al tálamo. Esta estructura cerebral, en su clave etimológica pura, participa en la regulación del sistema neurovegetativo y endocrino. Es otra “tarjeta” neuronal que cuando se estropea (no funciona bien) acarrea muchísimos problemas a las personas. Y lo peor es que no existen todavía recambios de piezas originales, solo tratamientos -“reparaciones”- paliativos. El hipotálamo, del tamaño de una ciruela pequeña (seguimos en la cocina de la inteligencia…), compuesto por diversos núcleos interrelacionados entre sí, es responsable de una central química más alojada en el cerebro, en su zona central. Controla el equilibrio del agua en el cuerpo, provoca la sensación de hambre o de inapetencia, regula la temperatura corporal (sobre todo la emocional), regula el sueño, también las hormonas, casi todas las “reacciones” emocionales asociadas a conductas de hiperexcitación ó de depresión, la expresión de la libido, y lleva a feliz término el largo viaje que necesita el olfato. Una joya, en definitiva. Y nosotras y nosotros, sin saberlo”.

Solo ha sido una aproximación a las personas talantosas, que no talentosas, ¡cuidado! Es maravilloso pensar que el conocimiento nos hace más libres a través del saber. Es posible que con motivo de estas elecciones sepamos ya que tener talante es un examen de nuestras personas de secreto y que la palabra talante no es patrimonio admirado por unos, denostado por otros, mercancía para aquellos ó derecho a ser, para éstos. Sería extraordinario que cada vez que pronunciemos esta palabra manifestemos un gran respeto por la historia de las palabras en nuestro país y, mirando de frente a las personas que están cerca de nosotros descubramos en ellas qué les puede estar pasando en sus amígdalas cerebrales, en su hipotálamo, entre otras maravillosas estructuras cerebrales que intervienen en los procesos diarios para vivir ó para actuar con buen o mal talante. Por qué sus semblantes (componente esencial del talante) representan un estado de ánimo en el rostro acorde con lo que les está pasando en ese momento trascendental ú ordinario de sus vidas. Sería una buena demostración de la necesidad de expresión del talante humano. Compartido en el respeto, sobre todo.

Sevilla, 2/III/2008, analizando de forma responsable la campaña electoral. Participando.

Una respuesta a «La estructura cerebral del talante»

  1. Por intelingecia,
    leer estos libros:

    – 101 cosas que ya sabes,
    pero siempre olvidas
    – 101 Dilemas éticos
    – La España extraña
    – Aplícate el cuento

    Me ha gustado tu libro sobre
    INTELIGENCIA DIGITAL

    Gracias.

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