José Saramago: un viaje desconocido

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En Tías, un pueblo canario querido por él y por mí,
se me ha muerto como del rayo José Saramago,
a quien tanto respeto…

El reloj de la vida marca horas innecesarias. Como las de la muerte, por el mero hecho de ser humanos. Debo mucho a Saramago, desde que un día descubrí su “Isla Desconocida”, en letras blancas, en un lado y el otro de la proa imaginaria, embarcándome para siempre en el compromiso de búsqueda de mí mismo con los demás. Hoy, en altamar vital, en la singladura última en la que estoy enrolado, me ha golpeado el alma la noticia de que se ha ido a alguna parte sin poder decirle adiós, sin poder desamordazarlo y regresarlo, como me enseñó Miguel Hernández a entender la muerte, en un día ya muy lejano.

He vuelto a las páginas de su Cuento de la isla desconocida, buscándolo desesperadamente en la bitácora de su nave existencial, y he leído detenidamente una frase enigmática: el sueño es un prestidigitador hábil, muda las proporciones de las cosas y sus distancias, separa a las personas y ellas están juntas, las reúne, y casi no se ven una a otra…

Lo dijo él hace muchos años: cuando no se tiene algo que decir lo mejor es callar. Aunque sé que se ha ido, estamos juntos, reunidos en la esfera de la inteligencia, soñando como él hacía a diario, con un compromiso admirable, en un mundo mejor, más honesto y posible. En silencio activo.

Sevilla, 18/VI/2010

Nota: la fotografía de José Saramago, la he recuperado hoy, de http://canarias24horas.com/index.php/2010060675492/cultura/munro-saramago-matute-le-carre-y-harold-bloom-candidatos-al-principe-de-las-letras-2010.html

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