El Club de las Personas Dignas (VI): tenemos que caminar…

TRES HOMBRES QUE CAMINAN

Alberto Giacometti, Tres hombres que caminan (1948)

Esta escultura de Giacometti, que contemplé recientemente en la exposición retrospectiva que alberga estos días el Museo Picasso, en Málaga, girando alrededor de ella con absoluta veneración, sobrecogido, me sugirió muchas reflexiones por mi pertenencia a este Club, porque pude comprobar que en esta etapa mundial y andaluza de crisis global, nos ocurre como a los tres hombres que caminan, en bronce inmovilizados, formando un hipotético grupo, pero yendo cada uno con su cadaunada, sin mirarse o encontrarse.

El autor reflejó una realidad social, la desunión, el caminar anónimo, en soledad, realidad aumentada en el momento actual de cada una, cada uno, en el que como aprendí hace muchos años de la persona que hacía Comunidad, el Eclesiastés, es mejor caminar juntos que solos, porque si caemos siempre habrá alguien que nos ayude a levantarnos…

Y también lo asocié a la realidad material que se revela en sí misma, vivida personalmente en Roma, en años muy queridos por mí, pero que no he olvidado nunca gracias al compromiso ideológico que aprendí de Rafael Alberti, a través de un poema suyo, Al pie del pie gastado de San Pedro, de una gran belleza, que permite comprender muy bien la dialéctica de ética y estética, mucho más cuando nos obliga a discernir qué es lo que verdaderamente debemos defender en el ámbito profesional del interés público, tarea que tiene un Programa específico de compromiso social para las personas incorporadas a este Club:

“Di, Jesucristo, ¿por qué me besan tanto los pies? Soy San Pedro aquí sentado, en bronce inmovilizado, no puedo mirar de lado ni pegar un puntapié, pues tengo los pies gastados, como ves.

Haz un milagro Señor. Déjame bajar al río, volver a ser pescador, que es lo mío”.

Y volviendo a mirar los rostros difuminados de la escultura de Giacometti, he pensado que en estos momentos tan difíciles y llenos de sobresaltos, tenemos que caminar y caminar hacia alguna parte, mejor juntos que separados, porque nos podremos levantar si caemos, y porque debemos bajar al río (bajar a la plaza, dicen los italianos) y no esperar que vengan a resolvernos los problemas los que no suelen mirar a la cara, aunque nos crucemos con ellos todos los días en el trabajo, en la calle o en el río de la vida…

Sevilla, 4/XII/2011

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