Tetradracma (siglo V a.C.), con la lechuza de Minerva (Tyto Alba), símbolo de la Filosofía
Aristóteles concebía la filosofía como la capacidad que tiene el ser humano (él decía el hombre y por eso no nos debemos ofender…) de admirarse de todas las cosas. Mi profesor de filosofía lo expresaba en un griego impecable, con un sonido especial, gutural y sublime, que convertía en un momento solemne de la clase esta aproximación a la sabiduría en estado puro: jó ánzropos estín zaumáxein pánta (sic: anímese a leerlo conmigo tal cual y pronunciarlo como él). Es uno de los asertos que me acompañan todavía en muchos momentos de mi vida, en los que la curiosidad sigue siendo un motivo para la búsqueda diaria del sentido de ser y estar en el mundo, de admirarme todos los días de él.
Admiramos las cosas por curiosidad, entendida como el deseo de saber o averiguar lo que no me concierne, es decir, lo que no me atañe o afecta directamente, en la primera acepción de la Real Academia Española. Somos curiosos y nos admiramos de lo que descubrimos en personas o cosas. Así lo plantea Alberto Manguel en una publicación reciente, Una historia natural de la curiosidad, donde contesta nueve preguntas existenciales por definición, “con sendos interrogantes clásicos que sirven para curiosear en su propia vida e invitar a quien lo lee ahora a hacer lo mismo para revivir la curiosidad” (1), aportadas en un artículo excelente publicado ayer en el diario El País, que transcribo por la excelencia literaria de una persona muy “curiosa”:
1. ¿Por qué un libro sobre la curiosidad en el comienzo del siglo XXI?
“Hay ciertas interrogaciones que nos hacemos en diferentes momentos de nuestra vida. De niños la primera pregunta es ¿por qué? ¿Por qué lo que veo en el espejo soy yo?, ¿por qué no me dejan hacer ciertas cosas? Después las preguntas cambian, y cuando llegas a la vejez vuelven las de la niñez. Pero con el sentimiento de no querer encontrar una respuesta, sino demorarse en el placer de la pregunta”.
2. ¿Qué significa Dante y su Divina comedia aquí?
“Desde niño he intuido que la experiencia del mundo estaba en la imaginación de la literatura. Hay personajes que me han acompañado como verdaderos amigos. Tengo una relación íntima con Alicia, Pinocho, Caperucita, el Rey Lear, Alonso Quijano… Cuando descubrí a Dante, hace diez años, descubrí a un personaje esencial en mi vida. Cada experiencia sobre la que quiero reflexionar está en él. Cada mañana, antes del desayuno, leo uno de sus cantos”.
3. ¿Cuándo entraron en su vida Sócrates y los demás filósofos y autores a despertarle las preguntas?
“La mayor parte de mi experiencia intelectual sucede durante mis estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Teníamos profesores especializados en temas: en botánica, o en las visiones jesuíticas en la historia de América Latina o en La celestina. Todo el año veíamos solo eso y así se ampliaba el tema con sus conexiones o influencias. A través de esos profesores llegamos a los filósofos. Fue el ejemplo más concreto de alentar la inteligencia en personas de 12, 13 o 14 años. Nada está fuera del alcance de los jóvenes, lo que falta es vocabulario y eso se puede conseguir. Hoy tenemos miedo a lo difícil y olvidamos que esas situaciones han dado varios de los momentos más valiosos”.
4. ¿Dónde podemos encontrar el mejor aliado para la curiosidad y la imaginación?
“En personajes anónimos, en ciertos bibliotecarios, profesores o libreros que creen en la inteligencia de los jóvenes. Esa lucha se hace cada vez más difícil porque la sociedad solo quiere consumir. También hay obras maestras como la película Timbuktu, de Abderrahmane Sissako, cuyo guion le hubiese deslumbrado a Borges. Es el triunfo de la imaginación sin fórmulas de Hollywood, sobre el extremismo religioso”.
5. ¿Para qué la sociedad y el poder arrinconan la curiosidad?
“Si haces una caja cuadrada, debes crear elementos con ángulos rectos para que entren en ella. Si crean una sociedad de consumo deben crear consumidores, si no, no funciona. El sistema tiene que impedir que te hagas preguntas esenciales porque si te las haces no hay más consumo. Por eso la sociedad no alienta la reflexión. Es un sistema depredador que busca el beneficio en una estructura productiva”.
6. ¿Cómo podemos avanzar en la curiosidad sobre nosotros mismos?
“Es la pregunta que empezamos haciéndonos cuando nos damos cuenta de niños que nosotros lo que llamamos nosotros es algo distinto del mundo exterior, y surge la pregunta ¿quién soy yo? Se puede empezar a responder atribuyendo características y valores a ese yo, pero sobre todo haciendo preguntas acerca de la identidad de los otros porque nos definimos por oposición. A través del ojo ajeno. A medida que vamos haciendo estas preguntas sobre nuestra identidad vamos recorriendo las preguntas que el mundo se hace a propósito de nosotros. La vida es un proceso de individuación, un proceso que no acaba nunca”.
7. ¿De quién o quiénes estamos hechos?
“Esos ojos o visiones ajenas nos definen, pero también, en el caso de los lectores, a través de personajes literarios, de las artes. Me identifico con el Rey Lear pero en algún momento con su hija Cordelia, y hay otros que siguen perteneciendo a nuestra vida. Yo siempre he sido Alicia, pero tuve que esperar para ser un poco Dante”.
8. ¿Quién es Alberto Manguel?
“…No sé cómo contestar porque su respuesta depende de quien la haga. Si yo me pregunto quién es Alberto Manguel contestaré, seguramente, sobre la base de lo que dije en la respuesta anterior y a través de ciertas experiencias secretas mías. Pero si eres tú quien hace la pregunta, la respuesta dependerá de lo que yo quiera mostrar y tú quieras ver. Los griegos llamaban persona a la máscara, tenían actores que tenían identidad. La máscara Alberto Manguel es muy distinta para un lector que no me conoce, y para mis hijos, mis amigos, mi familia. La máscara-persona de Alberto Manguel para quienes me conocieron muy joven es un personaje un poco aventurero, un poco engreído. Otros verán a alguien con aspecto de profesor. Ninguno de esos Alberto Manguel es enteramente Alberto Manguel. Pero ninguno es enteramente falso. Mi identidad es un calidoscopio que depende de quien lo haga girar”.
9. ¿Y ahora qué?
“No sé. Pensé que al llegar a este punto de mi vida estaría más estable. Ahora, no por mi voluntad, emprendo otro viaje. Dejaré Francia para ir a una nueva vida en América del Norte”.
He leído varias veces estas respuestas. El auténtico problema de los curiosos que nos admiramos de las curiosas preguntas de Manguel, es que cuando nos aproximamos a ellas y las interiorizamos para aprender, la vida ordinaria nos las cambia. Es lo que aprendí un día de Mario Benedetti: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas». Y vuelta a empezar, porque la curiosidad -en expresión genuina de Manguel- es “el motor de nuestras vidas”, en un mundo que se agota en la mediocridad de lo cotidiano.
Sevilla, 14/IV/2015
(1) Manrique Sabogal, Winston (2015, 13 de abril), Cruzada para salvar la curiosidad. El País, p. 37.
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