Quiero compartir en este cuaderno de inteligencia digital, que busca siempre las islas desconocidas de Saramago, un artículo extraordinario de Manuel Cruz, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona, que publicó ayer el diario El País con un título sugerente: Visto uno, vistos todos. Su entradilla era suficientemente explícita: “En nuestros días empiezan a parecerse las personas con estudios superiores y las que apenas superan la educación básica. Los ignorantes andan crecidos, alardeando de lo que consiguen sin saber apenas nada”. Hay que leerlo con pasión, sobre todo cuando la mediocridad que nos invade intenta instalarse en nuestra sociedad de forma galopante.
Lo reproduzco íntegramente a continuación, porque es importante compartir inteligencia creativa y conectiva, sin reinterpretación alguna en este caso, porque es la única que nos puede ofrecer la oportunidad de ser de forma diferente es este mundo ignorante, tan crecido él, aunque tengamos que recordar aquella soleá de la ciencia que cantaba Enrique Morente con un quejío especial, el de los sabios de corazón por tener una inteligencia abierta al aprendizaje de la cultura, percibida y sentida, siendo conscientes de que el saber no ocupa lugar, aunque cada vez nos quede menos sitio por las mercancías que se instalan de forma no inocente en nuestra persona de secreto:
Presumes que eres la ciencia
Yo no lo comprendo así
Cómo siendo tú la ciencia
No me has comprendido a mí
En nuestros días empiezan a parecerse las personas con estudios superiores y las que apenas superan la educación básica. Los ignorantes andan crecidos, alardeando de lo que consiguen sin saber apenas nada.
No me quedó otro remedio que enterarme porque lo proclamaba a voz en grito desde la mesa de al lado. La muchacha, que, a la vista de sus modales, su manera de hablar y su forma de vestir parecía pertenecer a una clase social acomodada, intentaba disuadir de su idea de llevar a cabo un crucero por los fiordos noruegos como viaje de novios a una de las amigas con las que compartía mesa. Ella, explicaba, ya había hecho tiempo atrás ese mismo crucero con su familia y había regresado decepcionada. El motivo de su decepción no podía ser más concluyente: “Visto uno, vistos todos”, sentenciaba a modo de resumen de su aburrida experiencia.
La sentencia de la chica me recordó la de aquel fontanero que apareció un día por casa para arreglar un escape y que, al comentarle yo que le había llamado con urgencia porque estaba a punto de salir de viaje hacia Roma, me hizo saber que él no conocía la ciudad, pero que ello era debido a que, afirmó textualmente, “a mí Roma no me llama”. Supongo que he asociado las dos situaciones porque en ambas sus protagonistas se movían con análogo desparpajo, con una similar seguridad. Sin embargo, vale la pena constatar una importante diferencia entre ellos. El fontanero era, de manera manifiesta, un hombre de escasos estudios, mientras que mi vecina de mesa con toda probabilidad había cursado alguna carrera universitaria. Sin embargo, sus afirmaciones resultaban perfectamente intercambiables: “Los fiordos no me llaman”, podía haber dicho él; “¿ciudades con monumentos? Vista una, vistas todas”, podía haber declarado ella.
No deja de ser significativo (y preocupante) que en nuestros días empiecen a parecerse tanto, a reaccionar de maneras tan intercambiables, personas con estudios superiores y personas que apenas han superado los niveles educativos más básicos. Probablemente la semejanza sea el resultado de la generalización de un modelo de lo que debe ser la educación y del valor de la cultura que ha terminado por convertirse en el nuevo sentido común dominante.
Pensemos, sin ir más lejos, en la forma en la que tiende a plantearse hoy eso que antes se denominaba proceso educativo. Ha pasado a ser considerado como una antigualla completamente obsoleta sostener que, en su conjunto, dicho proceso debería ser pensado en términos de formación integral del ciudadano o cosa semejante. Frente a tamaño anacronismo, se nos repite hoy por todas partes —de hecho, se han incorporado al coro de los repetidores incluso nuestras propias autoridades ministeriales—, se trata de plantearlo como una gran formación profesional destinada a preparar a los individuos para una más eficaz inserción en el mercado de trabajo. El nuevo planteamiento tiene sus efectos sobre la vida de los individuos, entre otras cosas porque, en este nuevo diseño, el criterio para valorar el éxito personal ha pasado a ser no solo haber alcanzado el objetivo de la inserción, sino, de acuerdo con la misma lógica economicista, haberlo hecho en las mejores condiciones, esto es, obteniendo el máximo rendimiento económico, lo que equivale a decir ganando el máximo dinero.
Desde esta perspectiva, se entenderá un fenómeno muy característico de nuestro tiempo, y es que los ignorantes anden crecidos. Si antaño se avergonzaban de su ignorancia, ahora es frecuente que saquen pecho e incluso alardeen de lo que han conseguido sin saber apenas. Y es que, en efecto, no sostiene nada que contravenga este discurso, hoy hegemónico, quien hace ostentación de haber obtenido el mismo resultado —el único que se declara importante: el enriquecimiento, a ser posible rápido— por otras vías, sin necesidad de haber seguido el recorrido convencional del estudio y la preparación académica. De ahí la llamativa seguridad con la que determinados personajillos de celebridad efímera hacen en público (preferiblemente, en televisión) un reconocimiento explícito, carente de toda pesadumbre, de su completa ignorancia. Se trata de una seguridad de idéntica matriz, en el fondo, que la de la muchacha o el fontanero de las anécdotas iniciales.
La formación integral del ciudadano ha pasado a ser considerada como una antigualla obsoleta
Llegados a este punto, cabe preguntarse: al margen de que, por las razones indicadas, los ignorantes actuales (ignorantes posmodernos, podríamos denominarlos) se hayan sentido liberados del superyó tutelar tradicional, según el cual era necesario tener cultura (o, en su defecto, aparentarla) si se aspiraba a alguna forma de prestigio social. ¿En qué se funda esa llamativa seguridad de la que aquéllos han pasado a hacer gala?
Conviene plantear una primera observación. Probablemente el hecho de que la seguridad del ignorante nos llame tanto la atención revele un error de interpretación por nuestra parte. Un error consistente en dar por descontado que el tipo de personaje que estamos diseccionando debería experimentar algo parecido al horror vacui por el hecho de no saber, cuando, en realidad, el ignorante consecuente es aquel que no sabe que no sabe; entre otras razones, porque ese profundo vacío que le constituye está ocupado por un espeso engrudo, por una densa y turbia papilla de tópicos, banalidades, convencimientos sin el menor fundamento y otros materiales de desecho.
De lo que se desprende que el planteamiento precedente necesitaría ser reformulado, incorporando un matiz sustancial. El problema de nuestros ignorantes de hoy (en otros aspectos, idénticos a los de siempre, claro está) no es tanto que no se den cuenta de la cantidad de información y conocimientos de los que no disponen, como que se les escapa el valor de los mismos; o, tal vez mejor, que atribuyen un valor por completo equivocado tanto a lo que ignoran como a lo que creen saber. No solo porque consideren que esto último se encuentra en idéntico plano que lo que desconocen y, más en concreto, con la cultura en el sentido más clásico, sino porque atribuyen rasgos equivocados a ambas esferas.
Se hace ostentación de lograr lo mismo sin seguir el recorrido convencional del estudio
Así, sigue siendo, por desgracia, muy frecuente que estos ignorantes consideren que la persona culta, ilustrada, leída o refinada es alguien que verdaderamente no está en el mundo, sino, en el mejor de los casos, en su mundo. Mientras que ellos, por lo que respecta a sí mismos, están persuadidos de pisar con los pies en el suelo y enterarse efectivamente de lo que pasa, en su más concreta y tangible materialidad. Sin embargo, repárese en que los protagonistas de nuestras anécdotas iniciales testimonian exactamente lo contrario. Para ellos lo real desfila ante sus ojos plano, monótono, perfectamente inerte e insustancial. La relación de sus desdenes podría prolongarse casi hasta el infinito. En el ámbito de la cultura sin duda dirían: “Visto un museo [a fin de cuentas, un conjunto de salas llenas de obras de arte], vistos todos”, “escuchado un concierto de música clásica, escuchados todos”, etcétera. Y si se prefiere pasar a los registros por los que empezaba este artículo, a buen seguro afirmarían: “Vista una playa, vistas todas”, “vista una selva, vistas todas”, etcétera. Y así, en todos los planos.
Su realidad, esa respecto de la cual tanta ostentación hacen de mantener una relación sólida y privilegiada, es una realidad plana, sin fondo, carente de toda profundidad o densidad. Lo que nos permite señalar la segunda parte de su error, la inadecuada valoración que llevan a cabo de cuanto ignoran. Porque existe otra realidad o, mejor dicho, lo real es mucho más rico de lo que estos ignorantes alcanzan a vislumbrar. Pero para acceder a dicha riqueza se requieren determinadas herramientas y destrezas, que son las que, precisamente, proporciona ese tesoro heredado que denominamos cultura.
Las cosas son, pues, exactamente al revés de como las planteaba el tópico aludido en el párrafo anterior. No es cierto que la persona culta, en sus ensoñaciones espiritualistas, vea lo que no hay. Lo cierto es justo lo contrario: que la persona inculta, ignorante, no ve lo que hay. Así, por no abandonar los ejemplos citados, la belleza —la del mundo y la del alma— pasa por delante de sus ojos constantemente sin que sea capaz de percibirla. O si prefieren decirlo con diferentes palabras: la persona culta no solo dispone de un mundo interior más rico, sino que penetra en el interior del mundo. De la otra persona, hemos dicho antes que no sabe que no sabe, lo que significa, en resumidas cuentas y a la luz de todo lo que hemos planteado a continuación, que lo que de veras no sabe es lo que se pierde.
Manuel Cruz es catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona.
Los lectores de Cien Años de Soledad son hoy una comunidad que si viviera en un mismo pedazo de tierra, sería uno de los veinte países más poblados del mundo. No se trata de una afirmación jactanciosa. Al contrario, quiero apenas mostrar que ahí está una gigantesca cantidad de personas que han demostrado con su hábito de lectura que tienen un alma abierta para ser llenada con mensajes en castellano.
Han sido dos experiencias recientes que marcarán probablemente mi vida de aquí en adelante. La primera, recordar unas palabras de Gabriel García Márquez con motivo de la edición de un millón de ejemplares de Cien años de soledad, en su homenaje en Cartagena de Indias, durante la jornada inaugural del IV Congreso Internacional de la Lengua Española, el 26 de septiembre de 2007, donde recordaba cómo empezó su aventura de escribir: “No sé a qué horas sucedió todo. Sólo sé que desde que tenía 17 años y hasta la mañana de hoy, no he hecho cosa distinta que levantarme temprano todos los días, sentarme frente a un teclado, para llenar una página en blanco o una pantalla vacía del computador, con la única misión de escribir una historia aún no contada por nadie, que le haga más feliz la vida a un lector inexistente”.
La segunda experiencia ha sido en un encuentro fortuito con un artículo de Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura en 2006, Una mirada a mis fuentes de inspiración, en el que explica de forma minuciosa, cómo se fraguó una novela que ha tenido luego su proyección en un museo de Estambul que conserva su título: El museo de la inocencia: “Treinta y cinco años después, al terminar El museo de la inocencia, decidí que había llegado el momento. De todos los libros que había escrito, esta novela era la que más claramente suscitaba preguntas como: “¿Cuándo se le ocurrió esta idea?”, “¿Qué le inspiró para escribir esta novela?”, “¿De dónde se sacó esto?”, y así sucesivamente. Y escribe una lista de influencias, hasta trece, “sacadas de la vida, la literatura y el arte”, con una maestría proverbial, con alma.
Es verdad que desde hace muchos años me ha acompañado también Ítalo Calvino en mi viaje profesional, cuando en las intervenciones oficiales, tales como conferencias o clases, comenzaba siempre con un homenaje explícito a este escritor ante la maravillosa aventura de la página en blanco, incluso cuando comencé una travesía especial en este cuaderno de bitácora: “Inicio una etapa nueva en la búsqueda diaria de islas desconocidas. Internet es una oportunidad preciosa para localizar lugares que permitan ser sin necesidad de tener. La metáfora usada por Saramago será una realidad cuando ante el fenómeno de la hoja en blanco, teniendo la oportunidad de decir algo, esto sea diferente y sirva también para los demás. Puerta del Compromiso. Es lo que aprendí hace muchos años de Ítalo Calvino en su obra póstuma “Seis propuestas para el próximo milenio”: “…es un instante crucial, como cuando se empieza a escribir una novela… Es el instante de la elección: se nos ofrece la oportunidad de decirlo todo, de todos los modos posibles; y tenemos que llegar a decir algo, de una manera especial” (Ítalo Calvino, El arte de empezar y el arte de acabar)”.
Escribir todos los días con el espíritu de hacer felices a los demás, gracias al ejemplo de García Márquez, es un compromiso que asumo desde hace tiempo. Ahora tengo que tratar de responder a muchas preguntas del libro de mi vida, que algunos llaman biografía y que yo denomino “tiempo de secreto y de todos”. Probablemente tenga que leer o visitar de forma pausada El museo de la inocencia, para comprender bien por qué nos empeñamos en convertir los recuerdos que motivan nuestra escritura en oscuros o claros objetos de museos de la inocencia reales o virtuales cuando los lectores visitan nuestras palabras. Pero lo verdaderamente difícil es la soledad sonora ante la página en blanco, en cualquier soporte, porque podemos decirlo todo o nada, de todos los modos posibles, aunque lo verdaderamente fascinante es comprometerse todos los días en decir algo especial. Porque nos queda la palabra. Nunca inocente, por cierto, porque tiene alma.
Yo era la que más corría
y a todas partes llegaba
y de verde se vestía
lo que a mi paso quedaba;
todos me quieren tener
pero muy pocos me cuidan
y eso que soy el secreto,
el secreto de la vida.
Jorge Velosa, Las adivinanzas del jajajajay
Hoy se celebra el Día Mundial del Agua. Contribuyo en esta celebración, publicando un post que escribí en octubre de 2014, porque se debe prestar atención a un bien preciado y necesario sobre el que deberíamos hacernos la pregunta de los peces jóvenes en la parábola de Foster Wallace: «¿qué… es el agua?, más allá de lo que apenas percibimos todos los días sobre ella cuando la utilizamos casi sin darnos cuenta. Porque es el secreto de la vida.
Sevilla, 23/III/2015
¿De quién es el agua?
Deberíamos prestar más atención al agua y a sus dueños actuales. Quizá nos puede servir ahora una reflexión muy curiosa que utilizó David Foster Wallace al comenzar el discurso que dirigió a la promoción de graduados del Kenyon College en 2005, con una pequeña parábola: «Buenos días, chicos. ¿Qué tal está el agua?». Los dos peces jóvenes siguen nadando y al cabo de un rato uno de ellos mira al otro y le pregunta, «¿Qué demonios es el agua?».
Álvaro Marcos, que reflexiona en un artículo reciente publicado en El estado mental, sobre atención y dignidad en un mundo complejo, sobre “peces”, me ha llevado de la mano a prestar atención hoy al agua, porque “aprender a pensar y a vivir una vida compasiva (y, por extensión, “digna”) conlleva preservar “el grado de (auto)consciencia suficiente para elegir a qué prestamos atención y decidir cómo construimos significado a partir de la experiencia”, instando a no perder nunca de vista todo aquello que, si bien esencial, de puro ubicuo se torna transparente hasta hacerse invisible, de modo que hace falta recordarse, una y otra vez: “esto es agua, esto es agua”. Porque “la verdadera libertad requiere atención, y consciencia, y disciplina, y ser capaz de preocuparse por otras personas, y de cuidarlas y sacrificarse por ellas de mil maneras casi imperceptibles y muy poco atractivas, cada día”. ¿La alternativa a este esfuerzo?: “la inconsciencia, la configuración por defecto, la ‘carrera de ratas’, la sensación continua y punzante de haber tenido y haber perdido algo infinito”.
Poniendo especial atención en relación con las cosas públicas de estos días, he conocido recientemente la situación que se ha creado en la provincia de Huelva con la gestión del agua. La noticia no podía ser más explícita: “Se acabó la tregua. Los más de 50 alcaldes integrados en Giahsa, la entidad de agua de la mancomunidad de municipios onubense Mas, han apercibido a Aqualia, la empresa adjudicataria de la mayoría de servicios privatizados en Huelva, de que han observado indicios “de conductas desleales que pudieran ser sancionables en vía administrativa o penal”. Es el paso previo a convertir el expediente en denuncia por incumplimiento de la Ley de Defensa de la Competencia y posibles “prácticas corruptas”.
Creo que estamos ante un modelo de privatización de la gestión del agua que sobrepasa muchas líneas rojas en relación con derechos de la ciudadanía en relación con recursos naturales de imprescindible uso por parte de las personas en su vida diaria. La jurisprudencia nacional e internacional defiende a todas luces el agua como derecho humano esencial: “La Asamblea General de Naciones Unidas, aprobó el 28 de julio de 2010, en su sexagésimo cuarto período de sesiones, una resolución que reconoce al agua potable y al saneamiento básico como derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos”. Al ser un recurso público que nos lo ofrece la naturaleza, su auténtica dueña, se debe garantizar su gestión pública, sin ninguna duda, debiéndose alejar de toda privatización pura y dura como está ocurriendo en la actualidad, trocándose un derecho vital en pura mercancía. Se debería abrir un debate al respecto en el marco de lo que denomino segunda transición para declarar de forma contundente y nítida el derecho constitucional de acceso al agua potable con garantías públicas de acuerdo con los protocolos aprobados por organismos internacionales en los que participa nuestro país.
He escrito en bastantes ocasiones sobre el agua en este blog, decantándome siempre por su declaración como derecho fundamental en el acceso a la misma: Agua y cerebro, Arqueología subacuática… del cerebro y El aquí y ahora del agua, como textos fundamentales. Destaco sobre todo el pronunciamiento de su vinculación con el cerebro y con las decisiones que puede tomar gracias al agua, que lo hace inteligente entre otras funciones. Fue una experiencia maravillosa el que incluyeran una en 2008 una referencia mía al respecto en la exposición de motivos que sustentaba el articulado reformatorio de la constitución nacional de Colombia a fin de consagrar el derecho al agua potable como fundamental y otras normas concordantes con tal declaración para ser sometido a la consideración del pueblo colombiano mediante referendo constitucional: “Esta mágica sustancia es vida, simboliza vida. Sin ella no existiríamos y no podríamos estar en comunicación. Podemos afirmar que somos la inteligencia del agua. Como lo expresa el profesor español, José Antonio Cobeña, autor del libro La Inteligencia Digital: “Existe una realidad irrefutable en el ser humano: su cuerpo está compuesto en un 60 por ciento de agua, el cerebro de un 70 por ciento, la sangre en un 80 por ciento y los pulmones en un 90 por ciento. Si se provocara un descenso de tan sólo un 2% de agua en el cuerpo se comenzaría a perder momentáneamente la memoria y de forma general se descompensaría el mecanismo de relojería corporal. Todo lleva a una reflexión muy importante: el agua nos permite ser inteligentes. Y la disponibilidad del líquido elemento en el planeta que habitamos es la siguiente: hay 1.400 millones de kilómetros cúbicos de agua, de los cuales el 97 por ciento es agua salada. Del 3 por ciento restante de agua dulce, tres cuartas partes corresponden a agua congelada en los Polos o a recursos inaccesibles que, por lo tanto, tampoco se pueden beber. Eso nos deja a los humanos cerca de un uno por ciento del total de agua en la Tierra para usar. Es decir, existe una descompensación en la situación y disponibilidad del uno por ciento mágico que permite desarrollar la inteligencia, todos los días”.
El texto para la reforma de la Constitución de Colombia fue avalado por 2.039.812 firmas, reconocidas oficialmente por la Registraduría Nacional del Estado Civil, aunque finalmente no prosperó, después de un debate parlamentario de 2010. Deberíamos aprender de todas formas de lo que otros países han reivindicado de forma excelente, porque el agua es un patrimonio público que no debería entregarse nunca al mercado. La necesaria revisión de la Constitución actual en España puede ser un momento crucial para incluir este derecho al acceso al agua, de forma explícita mediante un artículo concreto, como derecho humano esencial de los españoles y así se debería declarar para defender también su gestión pública en el denominado ciclo completo del agua.
También lo afirma Álvaro Marcos en su artículo: “Y es que preguntarse por la importancia de la atención viene a ser como preguntarse por la importancia de la importancia: algo que parece una perogrullada y, por eso mismo –como sucede con todas las aparentes perogrulladas-, un ejercicio extremadamente sano y revelador”. En este caso la atención sobre el agua, que además se convierte ahora en un asunto relevante, nadando -como estamos- en la mediocridad de los olvidos. Porque hay que recordar que el agua es el secreto de la vida. Porque la Verdad, según Foster Wallace, “Tiene que ver con el verdadero valor de la verdadera educación, que no va de notas ni de obtener títulos y sí simplemente de estar atento, atento a lo que de verdad es muy real y fundamental, a lo que está tan escondido, incluso a la vista de todos, que tenemos que seguir recordándonos una y otra vez:
«Esto es el agua.»
«Esto es el agua.»
Sevilla, 2/X/2014
NOTA: el video que figura al comienzo de este post es un video promocional del Referendo por el Agua en Colombia. Comité en Defensa del Agua y de la Vida, recuperado el 2 de octubre de 2014 de Ecofondo: http://www.ecofondo.org.co/videos.php?id=91
Propongo compartir lo que es mi empeño
Y el empeño de muchos que se afanan
Propongo, en fin tu entrega apasionada
Cual si fuera a cumplir mi último sueño
Pablo Milanés, Proposiciones
En el contexto temporal de las elecciones al Parlamento de Andalucía escribí estas palabras el 19 de febrero pasado. Vuelvo hoy a publicarlas en una jornada de reflexión ante nuevas proposiciones, la entrada de la primavera y porque deseo compartir lo que es mi empeño y el de muchos que se afanan.
Necesitamos declarar las proposiciones decentes para avanzar en una sociedad más justa para todos. Escuchamos todos los días noticias que reflejan un mundo hecho polvo en búsqueda permanente de paz política e interior. Faltan proposiciones compartidas para aunar esfuerzos y voluntades a través del amor y el sufrimiento, como aquellos habitantes ejemplares de Santa María de Iquique.
Pablo Milanés lo sintetizó muy bien en una canción muy corta, porque lo bueno, si breve, dos veces bueno. No hacen falta ya muchas palabras para compartir este empeño de compartir ilusión por cambiar aquello que no nos hace felices, por mucho que el mercado se empeñe en convencernos que la felicidad es tener y no ser. Es más fácil estar atentos a disfrutar esta jornada, sin ir más lejos, inquietando el gusto de los demás a través de los sentidos, compartir mensajes que entusiasmen a los demás, sobre todo a los que están más cerca, lanzándonos por caminos y veredas anunciando que otro mundo es posible, porque la primavera llega siempre, de forma puntual, haciendo nuestro el crisol de esta morada.
Hoy se celebra el Día Internacional de la Felicidad. Faltan días ya en el calendario para recordarnos que tenemos que celebrar o ser algo en la vida, aunque la sociedad de consumo los aproveche para hacer su agosto o su marzo, como en esta ocasión. La felicidad sólo está en el cerebro de cada uno y en su entorno de cada día, por mucho que el poderoso caballero don dinero sea una meta final, para muchos, en la que creen alcanzar la felicidad suprema, con el sarcasmo de Woody Allen por medio: “El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia”. Además, un dato preocupante sobre la percepción del bienestar, de la felicidad, en España: según Eurostat, estamos ligeramente por debajo de la media de la UE (7,1 sobre 10), con una puntuación de 6,9, siendo Dinamarca el país que alcanza mayor satisfacción (8) y Bulgaria el que menos la siente (4,8).
Sigo trabajando en construir conocimiento positivo mediante el cerebro feliz, aunque hoy echo de menos la asignatura secuestrada de «Educación para la Ciudadanía», porque era un medio excelente para educar en felicidad. Por este motivo y contrarrestando la paradoja que celebra hoy la ONU, el Día Internacional de la Felicidad, vuelvo a publicar un post que publiqué en 2007 y que para mi sigue teniendo vigencia plena, justificando hoy más que nunca que la felicidad no debe ser flor de un día de mercadotecnia sino fruto de una inteligencia educada en procurar buscarla y vivirla todos los días.
Sevilla, 20/III/2015, Día Internacional de la Felicidad y del septuagésimo aniversario de la Organización de las Naciones Unidas
Escribo hoy este post como regalo de comienzo de Curso (?) (se les ha escapado a las nacionales y multinacionales del sector, ¡qué le vamos a hacer!…) para todas las adolescentes, para todos los adolescentes, que en un entorno diseñado por el enemigo, como diría mi amigo Juan Cobos Wilkins, comienzan en los días próximos a hojear, ojear, leer y asimilar los contenidos de la asignatura “Educación para la ciudadanía”, con la ilusión personal por compartir una meta real y alcanzable: que les sirva para ser felices. En esta tarea estoy desde que descubrí las posibilidades innatas y adquiridas que nos ofrece la inteligencia creadora de felicidad, de cada una, de cada uno, para lograr este fascinante cometido. Ahora, con la ayuda segura de estos contenidos, de estas variaciones sobre el mismo tema en los diferentes textos a cursar, sabiendo de forma responsable que la felicidad dejó de ser un proyecto inocente desde el momento que supimos, como personas, que teníamos que convivir en proyectos vitales diferentes. Ser ciudadanas ó ciudadanos, ó tener educación para ser ciudadanas ó ciudadanos, esa es la cuestión.
Constitución de 1812. Artículo 13 (Facsímil)
He dado muchas vueltas durante los últimos días en mi visita al “barrio de la ciudadanía”, como metáfora de mi aproximación al análisis del segundo texto de Educación para la ciudadanía, dirigido por José Antonio Marina y publicado por la editorial SM. Viendo la portada y contraportada, he paseado de forma imaginaria por la Avenida de la Solidaridad, saliendo por la calle de la Igualdad y contemplando a un grupo de personas desde mi particular atalaya de observador de la realidad cotidiana, para desembocar finalmente en la Avenida de la Justicia. Vengo siguiendo muy de cerca al autor desde que le conocí a través de su primer ensayo sobre la inteligencia, Elogio y refutación del ingenio, con el que obtuvo el premio Anagrama de Ensayo correspondiente a 1992 y tengo que confesar que probablemente no sea todo lo imparcial que necesitaría esta serie dedicada a “su” texto, porque le admiro y respeto en toda su obra, que he seguido como un fan –controlado- de su inteligencia creadora.
A diferencia del texto de Santillana, el planteamiento metodológico es más complejo, siguiendo la siguiente estructura metodológica y cromática en cada una de sus Unidades didácticas: Presentación, Desarrollo de contenidos, Educación emocional, Razonamiento práctico, A fondo, y Síntesis y Actividades finales. Asimismo, introduce la novedad de conectar mediante Internet para entrar en la extensión virtual del libro. Igualmente, el índice se desarrolla con una estructura diferente al texto anterior, distribuida en nueve Unidades didácticas: ¿qué es la ciudadanía?, la resolución inteligente de conflictos, la lucha por la felicidad, la dignidad y los derechos humanos, ¿cómo debe ser el ciudadano?, ¿quién soy yo?, la convivencia con los cercanos, la convivencia con los demás ciudadanos y la democracia.
Inmediatamente después, la gran sorpresa: un relato para comenzar, La isla, donde a lo largo de cuatro páginas se plantea una situación límite derivada de un avión caído al mar con alumnos de un Instituto, en un lugar remoto del Índico, que hay que resolver mediante principios de convivencia. Probablemente una lectura de eterno retorno durante esta experiencia didáctica porque hay que sobrevivir en un mundo a veces diseñado por el enemigo: “La historia cuenta los problemas que tuvieron que resolver para sobrevivir, muy parecidos a los que la humanidad ha tenido que solucionar a lo largo de la Historia”. Nada más y nada menos, porque la solución la encontraremos, “próximamente en este salón virtual”, tal y como aparecía en los títulos de crédito al finalizar los “tráiler” en mis cines paraíso de la infancia y adolescencia. Antes de pasar al ambigú donde podía encontrar la selecta bollería… de la vida.
Y comienza la primera Unidad, con la pregunta del millón de euros: ¿Qué es la ciudadanía?”, el oscuro objeto del deseo –para algunas, para algunos- de esta asignatura. Y el autor, desde el principio, hace un striptease ético, manifestando y declarando sin ambages el suelo firme sobre el que están construidas las nueve Unidades: la ciudadanía es la relación entre cada persona y la sociedad en la que vive. De esta forma, esta relación debe garantizarnos las condiciones necesarias para vivir felizmente. Y entra de lleno en el análisis de la pregunta crucial sobre la que girarán ya todos los contenidos de la asignatura: vivir en sociedad, de la convivencia a la política y ¿qué es la política?, utilizando encarte muy en la línea de las experiencias vitales de las adolescentes y de los adolescentes contemporáneos: mensajes SMS del tipo “pásalo”: necesitamos convivir para sobrevivir, recordatorios y actividades. Sigue abordando asuntos cruciales y de una rabiosa actualidad: ciudadanos de un Estado ciudadanos del mundo, haciendo un excursus sobre el origen etimológico de la mayor parte de las palabras que comprometen la ciudadanía: política, ciudad, foro, senado, pueblo, etc. y donde se demuestra que la originalidad en estas experiencias las debemos a nuestros antepasados. Siguen las actividades.
Y algo tan querido para José Antonio Marina, como es la demostración de que la gran tarea de la inteligencia es desarrollar actos felices en la vida diaria y ordinaria, se deja entrever en otro capítulo de esta Unidad primera, al introducirse en los vericuetos de la sociedad justa y feliz: conocimiento de las utopías para mejorar el mundo, cómo se puede alcanzar la felicidad personal y política, poniendo ejemplos tan extraordinarios como la frase resumen de la Constitución de 1812, que decía: “El objeto del gobierno es la felicidad de la Nación”. Ser felices debe ser un proyecto común: construir una “Casa” común, asumir la compasión y la solidaridad como actitudes proactivas para sentirnos protagonistas de un gran proyecto humano que trascienda la catetez extrema de no ver más allá de nuestras “narices” personales, familiares y sociales. Ser muchas veces voces de los que no tienen voz.
No podían olvidarse los grandes protagonistas a nivel personal de este tipo de experiencias docentes en relación con la convivencia: los sentimientos y las emociones, como la eclosión auténtica de una correcta vida afectiva. Feliz, en la clave de esta Unidad didáctica. Aborda la educación emocional, una gran olvidada en el currículum escolar de nuestro país, los diferentes tipos de sentimientos, destacando la venganza como impulso donde la fuerza acaba venciendo a la razón. Y despide la Unidad con razonamientos prácticos: hay que pensar juntos en muchas ocasiones, construyendo la teoría y práctica de algo que va a ser consustancial con la vida misma: el debate. Y el ejemplo básico, como punto de partida, se fija en el problema del botellón, con la declaración explícita de las reglas de juego, con apoyo de recortes de periódico, datos sociológicos y sanitarios y con la proyección del problema a título individual: mucho hablar, mucho hablar, pero ¿qué puedo hacer yo?.
La Unidad se cierra, finalmente, con una síntesis dibujada en un esquema muy limpio de los contenidos tratados, con unas actividades resumen y, nunca mejor dicho, con un redireccionamiento a la página web que va a servir de base de datos del conocimiento para la convivencia, donde se puede profundizar todo lo tratado en la Unidad.
Me ha gustado mucho el planteamiento de la Unidad. Conociendo muy bien a José Antonio Marina, sé que ha dejado por unos meses su profesión “confesada y confesable” de detective al servicio de la inteligencia de los demás, para acotar la posibilidad de que en la etapa de la adolescencia, clarísima población objeto de esta asignatura, las jóvenes y los jóvenes que la cursen con su texto, puedan quitar a sus padres ó los que se responsabilizan de su educación personal e intransferible, la preocupación que puedan tener sobre “loqueestaránaprendiendoenestaasignaturaquehatenidotantosproblemasparaarrancarenesteCurso” [sic], diciéndoles, diciéndonos a todas y todos a los cuatro vientos, cuatro palabras muy sencillas: aprendo a ser feliz.
El ideal democrático es la fe, continuamente puesta a prueba, en que los hombres y mujeres corrientes puedan elegir adecuadamente a aquellos que van a gobernar en su nombre, y en que aquellos que elijan puedan gobernar con justicia y compasión.
Michael Ignatieff, Fuego y cenizas
Se acerca el día de las elecciones al Parlamento de Andalucía. En la situación actual, surgen muchas preguntas a la hora de preparar ese momento transcendental de depositar en la urna -que no echar- la papeleta verde con la lista de personas que representan al partido elegido. La mayoría son grandes desconocidas, salvándose solo las que identificamos a través de los medios de comunicación.
El dilema está servido. Es una dialéctica muy importante a dirimir porque el marco electoral actual de listas cerradas no permite elecciones directas mediante procesos de primarias u otros más representativos. Sólo se permite la confianza en los aparatos de los partidos y en su militancia de acuerdo con sus correspondientes estatutos.
El contexto político actual cuestiona mucho a las personas que ejercen la política y ostentan cargos orgánicos y representativos. El problema radica en que no se debe generalizar porque parto de la base de que todos los partidos políticos no son iguales, ni sus militantes y representantes tampoco. A la hora de decidir prefiero decantarme por el programa más acorde con mi ideología y, sobre todo, mis creencias, porque no son inocentes. Ahora está casi mal visto hablar de derechas o izquierdas e incluso algún dirigente muestra actitudes vergonzantes al respecto, pero en este país está muy clara esta división marcada por la historia. Otra cosa es que se generalice de forma extrema y se piense que uno u otro no pueden hacer nunca nada destacable. Craso error. Lo que sucede es que aquí sí entran en liza los programas, porque nunca son iguales. En ellos se muestran las ideologías y las opciones a favor de la igualdad y la solidaridad o los que priman de forma manifiesta a los que más tienen. También, suele ser un buen índice de opción política las posiciones en los programas respecto de educación, salud y bienestar social, así como en la recaudación de impuestos para blindar los pilares de la democracia garantista de derechos y deberes ciudadanos. Porque los programas políticos no son inocentes.
En esta tarea estoy. Vuelvo a publicar los programas de los siete partidos con opciones de obtener representación política en el Parlamento andaluz(por orden alfabético):
Voy a identificar la relación más acorde del programa que elija con mis principios, porque no tengo otros obviando la famosa recomendación de Groucho Marx (Éstos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros…). Persigo sobre todo que le guste a mi alma de secreto y la de todos. Los políticos que representen finalmente mi opción programática y de creencias, procuraré seguirlos de cerca para participar activamente en la consecución de sus objetivos. Si no los cumplen, entendidos como resultados pretendidos, ejerceré la denuncia pública por canales democráticos, porque pertenezco al Club de las Personas Dignas, que cada día necesita más miembros activos para denunciar, mediante la política participativa, los silencios cómplices que tanto daño hacen a la democracia.
Monumento dedicado a las víctimas del 11 de marzo de 2004. Madrid.
Hoy se cumple el 11º aniversario de la tragedia de Atocha. Reproduzco a continuación el post que escribí en 2007, recordando que la verdad de lo ocurrido sigue estando todavía allí y aquí, al dictarse la sentencia de aquél terrible atentado.
Dedicado hoy, una vez más, a los familiares de las víctimas y a las personas que confían siempre en la búsqueda de la verdad y la paz, en cualquier ámbito de la vida, siendo conscientes de que el yihadismo está todavía aquí.
Cuando me he despertado esta mañana, la verdad estaba todavía allí (y aquí: en una sentencia ejemplar, en un juicio modélico, en la muerte sin sentido, real, en quienes lucharon por devolver vida a quienes se les escapaba en segundos de terror, en las personas y organizaciones que quisieron saber siempre la verdad machadiana, es decir, aquella que se busca en común, guardándose cada una, cada uno, la propia; en el Estado de Derecho, en aquellas personas afectadas por el atentado, que todavía no comprenden nada del absurdo de las creencias en algunos responsables del más allá que –paradojas del destino- hacen la vida imposible a los del más acá; en los silencios de los dioses a favor de la inteligencia humana, y en la democracia que se construye con las pequeñas acciones y cosas del día a día).
Cuando me he despertado esta mañana, la verdad estaba todavía allí (y aquí: he decidido cuidarla porque he crecido en las contradicciones de un país lleno de oportunidades en los últimos treinta años, que está más cerca de las culturas desconcertadas que de la educación para la ciudadanía).
Cierto.
Cuando me he despertado esta mañana, una verdad incómoda estaba todavía allí.
Pensar y votar de forma responsable es a veces un asunto de locos. Los inadaptados. Los rebeldes. Los problemáticos. Los que no encajan en ningún sitio. Aquellos que ven las cosas de otra manera. No siguen las reglas. Y no tienen ningún respeto por seguir pensando y haciendo solo lo establecido. Puedes citarlos, puedes no estar de acuerdo con ellos, puedes glorificarlos o vilipendiarlos pero la única cosa que no puedes hacer es ignorarlos. Porque ellos cambian las cosas. Ellos impulsan la humanidad hacia adelante, porque el mundo solo tiene interés cuando va así, hacia adelante. Y mientras algunos les ven como locos, nosotros vemos genios. Porque la gente que está lo suficientemente loca como para pensar que con su voto pueden cambiar el mundo, Andalucía, son los que logran hacerlo. Piensa… y vota de forma diferente.
Ha comenzado hoy la campaña de las elecciones al Parlamento de Andalucía. Recupero a continuación los artículos que a tal efecto he escrito recientemente mediante una serie, con objeto de tomar partido -nunca mejor dicho- participando activamente mediante el compromiso intelectual y de vida, que también existen, utilizando un medio tan maravilloso como es la palabra, que todavía nos queda, así como los hechos que son amores y no solo buenas razones.
Incluyo como novedad los programas políticos de los partidos con posible presencia en el nuevo Parlamento de Andalucía que salga de las urnas (por orden alfabético), con objeto de que se conozcan bien sus objetivos y la ideología implícita o explícita, porque partimos de la base de que ninguno es inocente, pero no todos transforman de la misma forma la sociedad, porque todos no son iguales:
El ideal democrático es la fe, continuamente puesta a prueba, en que los hombres y mujeres corrientes puedan elegir adecuadamente a aquellos que van a gobernar en su nombre, y en que aquellos que elijan puedan gobernar con justicia y compasión.
Michael Ignatieff, Fuego y cenizas
Lo escucho todos los días: ¿a quién voto o votamos? La pérdida de ideologías nos está llevando a una situación complicada, porque se están perdiendo los referentes políticos que hasta ahora marcaban el espectro de partidos en España. La situación social de corrupción política y descrédito de los partidos, el paro estructural o la irrupción de Podemos, con unos votos multitudinarios de castigo, que no de ideologías o creencias de base estructurada, de personas desencantadas con sus siglas de origen o por situaciones muy difíciles personales e intransferibles que nadie atiende, están poniendo las cosas muy difíciles para votar partidos que tengan la mayoría necesaria para desarrollar sus programas y avanzar en nuevos modelos sociales de convivencia humana, que de eso se trata. Es una realidad insoslayable la fragmentación social y, por tanto, de los votos.
Pero la política no es la tómbola del cubo, donde se juega a ganar o perder, casi da lo mismo. La política bien entendida es el arte de cambiar la sociedad para prosperar en derechos y deberes, sin convertirlos en mercancía; ir hacia adelante siempre, sin mirar hacia atrás y, si se hace, solo para no volver a pisar la senda de los fracasos. Por eso es importante prepararnos para depositar el voto en las próximas elecciones andaluzas, como primer test del estado del arte político en este país tan desdoblado en cuitas que no interesan a casi nadie.
Soy consciente de que no existe bálsamo de Fierabrás político, ahora que se cita tanto al desconocido Quijote, pero no sería malo reflexionar sobre determinados principios ideológicos para aclarar la situación actual, donde parto de la base de que los partidos no son todos iguales y, por extensión, los políticos tampoco.
En primer lugar, estoy convencido de que en democracia, la política es necesaria, es más, imprescindible. Un país tan visceral como España, necesita la armadura política para garantizar la democracia, a través de partidos políticos de diverso espectro, porque ahí está el secreto de las democracias que en el mundo han sido desde su nacimiento en Grecia, es decir, su pluralidad. Hay que avanzar urgentemente en cambios, sin lugar a dudas, pero no renunciar a principios democráticos que todavía están en partidos que hicieron posible la Transición y que por abandonar la formación permanente en su ideología, que está muy bien que no sea inocente, andan dando tumbos en busca de salvadores patrios. A diferencia de lo que dijo de forma sarcástica Groucho Marx, si se tienen principios y no gustan a los demás partidos, hay que luchar por ellos de forma convincente, porque no se tienen otros. Que quede claro: ideología, ideología e ideología.
En segundo lugar, la democracia necesita organizarse a través de referentes políticos a los que se han llamado “partidos”. No existe duda alguna de que actualmente están en crisis, pero no en sí mismo, sino en la forma de llevar a cabo su organización actual, donde el ideario deja mucho que desear, abandonado en los laureles de frases bien construidas pero con pérdida absoluta de la identidad de origen, que es el aspecto diferencial para defender a capa y espada que todos no son iguales, sin actitudes vergonzantes. Además, la incorporación a los mismos, ha olvidado el filtro de la ideología, porque se han abandonado las creencias. El todo vale o todos valen, es decir, lo cuantitativo frente a lo cualitativo, ha sido letal para todos los partidos, sin excepción.
También, hay que considerar la objetividad de los programas. Comprendo que Julio Anguita fue un martillo pilón con su famosa frase “programa, programa y programa”, pero llevaba razón. Estamos acostumbrados a votar sin conocer con detalle el contenido de los programas políticos y luego vienen los escándalos farisaicos cuando denunciamos que no se cumplen determinados aspectos de los mismos. Es imprescindible conocerlos al detalle con anterioridad al voto, para conocer su posibilidad real de cumplimiento, pero también acusan un desgaste en su formulación, porque la participación real e identitaria en la redacción de los mismos, casi siempre es delegada en las siglas y en representantes que desconocemos. Las nuevas tecnologías y las redes sociales tienen ahora un papel fundamental en estas formulaciones, es decir, en la participación real y efectiva de los militantes y de los llamados “simpatizantes” o personas en general con creencias.
Asimismo, es necesaria la democracia representativa que cuida hasta el extremo la participación de la ciudadanía. Para ello, es necesaria la educación en valores ciudadanos, que no se improvisan sino que son el resultado de una educación personal, familiar y social. Por extensión, educación política. El asamblearismo permanente, para pedir permiso y opinión para todo, es inviable en una democracia de praxis. La participación ciudadana, organizada, sí es la respuesta, pero dejando abierta la posibilidad de generar liderazgos que arrastren conciencias humanas bien informadas, a veces en minorías o mayorías silenciosas o ruidosas, que después se llamarán votos.
Creo que se entiende que la política no es una tómbola. No “echamos” un voto, sino que “depositamos” la confianza plena en la ideología, programa y personas que me representan políticamente a través de un papel que deja de ser un papel desde el momento que lo introduzco en la urna y se convierte en un refuerzo para que el programa del partido que voto se pueda llevar a cabo íntegramente, porque lo conozco, creo firmemente en él, lo defiendo públicamente y colaboro con mi ejemplo personal, familiar y social en su implantación diaria.
Los andaluces, las andaluzas, tenemos ahora la palabra: ideología, ideología e ideología, quedando claro que nunca es inocente, ni debe serlo. Creo, sinceramente, que otra Andalucía es posible: ha llegado la hora.
Estamos viviendo momentos transcendentales para Andalucía. Las elecciones de Marzo suponen un test para medir la madurez democrática en nuestra Comunidad, en un año especialmente complejo por las citas electorales que ya están programadas. Va a ser una oportunidad para calibrar la oferta política actual ante el panorama preocupante que nos ofrecen las encuestas en relación con la fragmentación posible de los votos.
Nadie niega que el bipartidismo tiene sus horas contadas. La irrupción de nuevos partidos en el amplio espectro de izquierda y centro-derecha, supone una realidad insoslayable de ampliación del abanico de respuestas múltiples a los problemas actuales, aunque hay un denominador común de desconcierto ciudadano ante el desencanto por hechos irrefutables de corrupción y por el paro galopante que sufre esta Comunidad y que sobre todo afecta a los jóvenes.
Ante este panorama tan complejo y preocupante, es necesario reflexionar en voz alta sobre las actuaciones que pueden ayudar a despejar las incógnitas electorales que nos abruman en estos días que anteceden al 22 de marzo de 2015. Hay que considerar, en primer lugar, una base política, como ciudadanos de a pie, como punto de partida para preparar un voto razonable y que lo sustente. Se resume en una sola palabra, ideología, porque cuando existe la ideología, que forja siempre una creencia, la política se hace virtud ciudadana, porque es consecuente, porque somos ciudadanos políticos, en la clave que enseñó Aristóteles. Las ideologías no son inocentes, como tantas veces he explicado en este blog. Solo me refiero en la situación actual a las ideologías democráticas, las que pueden considerarse por su contenido de respeto a las personas y a la sociedad en general, en el largo camino que existe desde la izquierda a la derecha del arco político actual.
La ideología es una proyección fantástica de la inteligencia, entendida ésta como la capacidad que tiene todo ser humano para resolver problemas, gran objetivo de la política a través de programas electorales. La inteligencia que vehiculizamos a través de la ideología podemos llamarla inteligencia social o inteligencia política, porque es evidente que ésta no es ni puede ser algo que flota por encima del desarrollo social, algo neutral o imparcial, sino que refleja lo que está pasando en el mundo que nos rodea y cómo se reacciona ante estos momentos electorales donde se decide cómo se van a abordar los problemas reales y actuales en Andalucía, a través de los programas de los partidos que participen en esta primera etapa anual de participación ciudadana.
El cerebro necesita claridad conceptual, ideología, para comprender lo que ocurre y ahí está la clave de la no inocencia. Mientras unos o muchos entorpecen el conocimiento de la verdadera dimensión social de lo que ocurre, otros desean introducir cordura en la comprensión y vías de salida a la misma. Es decir, la ideología que está detrás de los partidos no es inocente y el cerebro necesita ordenar ideas fundamentales para llegar a caracterizar el pensamiento y proyectarlo en la realidad social económica, educativa, de salud y bienestar social que cada persona debe elegir para ser y existir todos los días, de acuerdo con el programa político que mejor responde a la ideología de cada persona, a su creencia. Así lo ha fijado, limpiado y dado esplendor a través del lema ideología, el Diccionario de la Lengua Española, en su segunda acepción (texto en cursiva). Por algo será. Y los Gobiernos, los partidos, los representantes políticos lo saben, es decir, tampoco son inocentes y no vale cualquier respuesta a las ideas fundamentales, mediante el voto, en unas elecciones, porque todos no son ni somos iguales en Andalucía. Afortunadamente.
Noray en Puerto Calero (Lanzarote). Foto del autor
“A veces, falta mar para recoger a todos los que se tiran del barco…
Después, suele faltar barco para recoger a todos los que se tiraron a ese mar…”
Es comprensible que exista un descrédito generalizado de la política y de los políticos que la llevan a cabo, pero los árboles impiden ver a veces el bosque y no es justo generalizar sin compasión sobre la llamada “clase” política. El hartazgo es evidente, pero es imprescindible separar la paja del heno como nos enseñaron hace ya muchos años, unos en el lenguaje del campo puro y duro, otros en la doctrina oficial de la Iglesia.
¿Por qué es necesario acabar con análisis totalitarios de los casos de corrupción? Porque por higiene mental es imprescindible diagnosticar bien la situación y colaborar en la reconstrucción de la democracia día a día, mucho más en un país tan cartesiano y dual para todo lo que se hace visible en el día a día.
Vivimos unos momentos que exigen mucho rigor en la toma de decisiones que facilita la democracia y no todos los programas políticos son iguales, ni los políticos que los ejecutan tampoco. Ser de derechas, centro o izquierda, también del arriba o abajo actual, en este país, parece que imprime carácter hasta que la muerte te separe y está mal visto socialmente que haya alternancia en la pertenencia a un determinado partido o a otro. Es verdad que aparentemente parece una gran contradicción estar defendiendo un día los valores de la socialdemocracia más exigente y al otro los del liberalismo más feroz. Normalmente pasa porque las ideologías son un flanco muy débil en nuestro país dado que los partidos no han estado muy finos a la hora de aceptar militantes en sus filas y la formación en sus idearios brilla muchas veces por su ausencia. Esta es una realidad que hay que aceptar pero lo que no es normal es que haya unos desplazamientos de pertenencia a partidos o de votos, tan agresivos, como a los que estamos asistiendo en la actualidad. El llamado voto de castigo existe, pero deja detrás una gran incógnita: ¿se conocían bien los programas de los partidos a los que se han votado?, ¿se puede cambiar tan fácilmente de chaqueta por los errores de determinados miembros de un partido?, ¿se conocía bien el ideario de un programa, más allá de acciones concretas de algunos representantes eximios del mismo?
Indiscutiblemente, todos los partidos no son iguales, ni las personas que los representan. Basta conocer la trayectoria histórica de los partidos que han existido en los últimos casi cuarenta años de democracia en este país, que ahora se quiere olvidar de un plumazo bajo la denominación de casta, para no dejar duda alguna que no es lo mismo la historia de la derecha o del centro que la de la izquierda, por mucho que se quiera generalizar sin compasión alguna en análisis que no resisten el más mínimo juicio de valor crítico. Todos no han sido iguales, luego todos no son iguales ahora si se respeta la historia y este aserto se debería defender por la militancia más activa de cada partido. Se ha tenido que hacer un camino político al andar que es de bien nacido reconocerlo y pregonarlo para que no haya duda alguna sobre su legitimidad.
Andalucía ha sido una experiencia especial a lo largo de esta etapa democrática. Se critica duramente que la izquierda haya estado gobernando durante más de treinta años y que lo siga haciendo en la actualidad, pero ha sido la decisión de los andaluces, sin más paliativos. En democracia éstas son las reglas del juego. Que esta situación haya permitido que la izquierda se haya dormido en los laureles no es discutible pero cada vez que se ha pulsado el voto andaluz la respuesta a favor de la izquierda ha sido mayoritaria, en algunos casos de forma abrumadora. Es de suponer que la decisión mayoritaria ha querido tener un gobierno que defienda valores sociales de forma contundente, donde la educación, la salud y los servicios sociales, incluyendo la atención más cercana a la dependencia, primen sobre otros.
Viví en 2012, en la etapa previa a las elecciones en Andalucía, una sensación de deserción casi colectiva que la he recordado ahora, cambiando lo que haya que cambiar, a través de un aforismo personal y transferible:
Falta mar para recoger a todos los que se tiran del barco…
Y hacía la siguiente reflexión aprovechando el texto dentro del contexto que se aconseja en todo aforismo: “Era objetivo, porque asistí a deserciones de todo tipo ante lo que podía pasar el 25 de marzo de 2012. Era inteligible, porque muchas personas que se mantenían en el puente de mando personal, político y profesional, sabían que era cierto solo con mirar a su alrededor. Y la dialéctica era obvia: barco y mar, porque en determinados momentos se controlan por la tensión económica, política o social, correspondiente. Era verdad, desgraciadamente, que cada uno estaba al final en su sitio, porque lo que defiendo desde hace años es que no todos decimos lo mismo, ni vamos en el mismo barco. Ni hacemos la misma singladura. Ni navegamos con la misma empresa armadora. Unos en cruceros, otros, en pateras, sin quilla, pero navegando siempre hacia alguna parte, buscando islas desconocidas, que se encuentran. Y pasadas esas fechas críticas, nació un nuevo aforismo, como corolario del anterior e indisolublemente unido a él:
Falta barco para recoger a todos los que se tiraron a ese mar…”
Se aproximan fechas críticas para nuestra Comunidad. Votar o no votar no debe ser la cuestión. Hay que votar, sin duda alguna y a quienes representen mejor los objetivos que tenemos como personas y como grupos insertos en una sociedad muy concreta. Todos los partidos no son iguales, ni las personas que los representan tampoco. Leamos los programas, asistamos a las presentaciones de los mismos, conozcamos a sus líderes, hablemos con la gente más próxima y tomemos nota. La lista de los proyectos políticos también la debemos hacer nuestra, no solo la que figura en unas siglas. Es probable que tomando conciencia de que tenemos que trabajar unidos para defender esa acción política diaria del partido al que voto, empecemos a ver las cosas de diferente forma, porque el empoderamiento, es decir, la capacidad para conocer lo que está sucediendo y participar posteriormente en las decisiones informadas para alcanzar los objetivos trazados, ya no es algo que corresponde solo a los demás sino a nosotros mismos.
Es obvio que todos no somos iguales ni vamos en el mismo barco a la hora de votar. Me asombra para bien, ver todos los días a muchas personas que viajamos en la vida en patera, mientras otros nos saludan desde su crucero de lujo, saludándonos desde la popa y diciéndonos incluso adiós. Es que no es lo mismo.
Evaluar es emitir juicios bien informados. Así aprendí de Carol Weiss (1) la importancia y transcendencia de la evaluación de los programas y las políticas públicas. No existe esta cultura en España y a nivel de ciudadanía somos muy tolerantes con este tipo de actividad que es fundamental para ponderar qué ha hecho el partido al que se ha votado y cómo ha desarrollado los compromisos adquiridos en relación con las elecciones de 2012 en Andalucía.
Muchas personas pensarán que ya no es el momento de volver a leer los programas para evaluarlos. Craso error en una democracia, ya que no se suele hacer balance final de Legislatura de forma didáctica por parte de cada partido, en plaza pública, para que se entienda perfectamente por cualquier persona interesada en el empoderamiento ciudadano, que permita tomar decisiones bien informadas de cara a las próximas elecciones.
He vuelto a leer por enésima vez los programas de los tres partidos representados de forma activa hasta Enero de 2015 en el Parlamento de Andalucía (IULV-CA, PP y PSOE), de los que facilito la descarga, con un problema claro: el Acuerdo por Andalucía firmado en abril de 2012 por el PSOE Andalucía e IULV-CA, fue una novedad programática sobrevenida no avalada directamente por la ciudadanía, que sí lo hizo en los programas de cada partido. Es importante esta matización porque el Acuerdo de la izquierda [sic, aunque ahora se quiera ignorar este término, en actitud vergonzante] supuso un mar de dudas para los votantes de ambos partidos y sería ahora una buena ocasión para evaluarlo con lupa y sacar conclusiones bien informadas.
La metodología es clara: transparencia al poder en las políticas y programas políticos a examen, tanto formativo (día a día), como sumativo (final), por ejemplo al finalizar esta Legislatura. Si nos atenemos al índice del Acuerdo de Gobierno, las once piedras angulares del mismo son las que se deberían evaluar oficialmente, enmarcadas en los que he llamado programas nativos electorales, con metodologías muy sencillas como las que ya expuse en el post otra Andalucía es posible: ha llegado la hora:
1. El empleo, prioridad de la política andaluza.
2. Renovación de nuestra economía: hacia un modelo de desarrollo más sostenible y solidario.
3. Avanzar en Democracia.
4. Sostenibilidad y cohesión territorial.
5. Educación pública, democrática y de calidad.
6. Defensa de nuestro sistema público de salud.
7. Andalucía diversa, inclusiva e integradora.
8. Andalucía para todas las personas en igualdad de oportunidades.
9. Andalucía diálogo corresponsable, serio y activo con el Gobierno de España desde la defensa del Estatuto de Autonomía para Andalucía.
10. Andalucía una región fuerte en Europa.
11. Compromisos Legislativos.
Si este análisis se contrasta posteriormente con los programas nativos de ambos partidos, saldría un puzle de interés relevante, para constatar si mi voto ha sido útil para llevar a cabo los compromisos de legislatura, cada uno en la posición de gobierno en que se encuentre. Esta evaluación nos permitiría emitir un voto bien informado en las próximas elecciones andaluzas, cuando conozcamos los nuevos programas y podamos contratarlos con los anteriores para asegurar la continuidad de la ideología implícita en los mismos. Todo lo demás es carne de tertulianos que tanto proliferan en los medios de comunicación de nuestro espectro televisivo y de radio, es decir, solo opinadores (perdón por el neologismo) mayores del reino sin mezcla a veces de teoría crítica alguna.
Sevilla, 11/II/2015
(1) Weiss, C.H. (1998). Evaluation. Methods for studying programs and policies. New Jersey: Prentice Hall.
Se acercan tiempos de campañas electorales. Si ya hemos reflexionado sobre ideologías, la no igualdad en las responsabilidades políticas y sobre la evaluación de los programas de acción política como marco de referencia para una legislatura, deseo abordar ahora el gasto de las campañas, que tienen un contexto público y privado de importancia extrema en tiempo de crisis, es más, ejemplarizante.
En primer lugar, por responsabilidad pública y privada. La política no gana siempre por tener un partido más dinero que otros, fundamentalmente por el respeto a las ideologías cuando son consecuentes y por la situación de contexto económico en el que se encuentra ahora la Comunidad. Sería irresponsable hacer una exhibición de medios en un tiempo revuelto por la traída y llevada crisis, por la corrupción y por el gasto público no controlado ni evaluado, cuando existen hoy alternativas de foros públicos y privados que con un gasto digno pueden albergar encuentros multitudinarios.
En segundo lugar, es el tiempo de utilizar de forma genérica las tecnologías de la información y comunicación, que supone un ahorro espectacular en el poder de convocatoria de las campañas de cada partido. Es una realidad social que el analfabetismo tecnológico se está alejando de Andalucía y solo un sector reducido de personas mayores que pertenecen a la generación atómica, no digital, podría verse más afectada, aunque siempre he pensado que todo abuelo o toda abuela siempre tiene nietos o nietas que les pueden explicar todo lo que ocurra en la etapa de campaña electoral en Andalucía, sin que se pierdan casi nada por carencia de medios.
En tercer lugar, porque la política tiene que recuperar espacios personales de encuentro, presenciales y virtuales, que se formen en la presentación en sociedad de la dignidad personal de los máximos representantes políticos que son candidatos a entrar en el gobierno de Andalucía, donde destaque sobre todo su ilusión por regenerar la vida política con efectos ejemplarizantes y escuchando a la ciudadanía, donde una vez más las tecnologías de la información y comunicación juegan un papel esencial y estelar en términos de transparencia cuando se presenten los programas. Si se hace así, el gasto en las campañas en estas elecciones que ya están detrás de la puerta, puede ser un revulsivo para los llamados a votar de forma responsable, porque se apreciará y mucho que el poderoso caballero don dinero, «que quebranta cualquier fuero», ya no es imprescindible para ganar votos. Fundamentalmente, porque la ciudadanía dejará de ser tratada como mercancía y porque la transparencia no es un portal web sino una actitud política que se mantiene en el tiempo y respeta a las personas en derechos y deberes políticos de participación ciudadana en el gobierno de la Comunidad. Ahora, en la presentación de los programas electorales.
Defiendo, sobre todo, la regeneración en los encuentros personales, en el boca a boca celular de la realidad social en la que se mueven las ideologías de las personas que van a ser candidatos y candidatas a presidir el gobierno andaluz, de sus programas, aunque todavía tengamos que contemplar listas cerradas por imperativo categórico legal. Una buena célula hace un tejido, un órgano y un sistema. Si se respeta esta cadena política digna y ética con ayuda de las TIC, estoy seguro que todo el mundo percibirá que la campaña electoral ha merecido la pena. Un político digno “es un ejemplo siempre de seriedad, gravedad y decoro en la manera de comportarse, es decir, manifiesta pureza, honestidad y recato; se aprecia y defiende su honra, estimación, modestia, mesura y circunspección, entendida ésta como atención, cordura y prudencia ante las circunstancias, para comportarse comedidamente”. Así lo he escrito en este cuaderno al referirme a las personas dignas, porque creo en ellas, en cualquier sitio que ocupen en la sociedad actual.
Lo más caro es la dignidad política, por mucho que a algunos la desprecien. Si se une a la austeridad, el triunfo ético de la campaña estará asegurado. Esa es la cuestión, porque las campañas electorales nunca son inocentes.
Propongo compartir lo que es mi empeño
Y el empeño de muchos que se afanan
Propongo, en fin tu entrega apasionada
Cual si fuera a cumplir mi último sueño
Pablo Milanés, Proposiciones
Necesitamos declarar las proposiciones decentes para avanzar en una sociedad más justa para todos. Escuchamos todos los días noticias que reflejan un mundo hecho polvo en búsqueda permanente de paz política e interior. Faltan proposiciones compartidas para aunar esfuerzos y voluntades a través del amor y el sufrimiento, como aquellos habitantes ejemplares de Santa María de Iquique.
Pablo Milanés lo sintetizó muy bien en una canción muy corta, porque lo bueno, si breve, dos veces bueno. No hacen falta ya muchas palabras para compartir este empeño de compartir ilusión por cambiar aquello que no nos hace felices, por mucho que el mercado se empeñe en convencernos que la felicidad es tener y no ser. Es más fácil estar atentos a disfrutar esta jornada, sin ir más lejos, inquietando el gusto de los demás a través de los sentidos, compartir mensajes que entusiasmen a los demás, sobre todo a los que están más cerca, lanzándonos por caminos y veredas anunciando que otro mundo es posible, porque la primavera llega siempre, de forma puntual, haciendo nuestro el crisol de esta morada.
Sobre una idea forjada en un anuncio inolvidable de Apple publicado en 1997, ante unas elecciones transcendentales en Andalucía, el próximo 22 de marzo.
Pensar y votar de forma responsable es a veces un asunto de locos. Los inadaptados. Los rebeldes. Los problemáticos. Los que no encajan en ningún sitio. Aquellos que ven las cosas de otra manera. No siguen las reglas. Y no tienen ningún respeto por seguir pensando y haciendo solo lo establecido. Puedes citarlos, puedes no estar de acuerdo con ellos, puedes glorificarlos o vilipendiarlos pero la única cosa que no puedes hacer es ignorarlos. Porque ellos cambian las cosas. Ellos impulsan la humanidad hacia adelante, porque el mundo solo tiene interés cuando va así, hacia adelante. Y mientras algunos les ven como locos, nosotros vemos genios. Porque la gente que está lo suficientemente loca como para pensar que con su voto pueden cambiar el mundo, Andalucía, son los que logran hacerlo. Piensa… y vota de forma diferente.
La política es la lucha por la felicidad de todos. José Mujica
Hay momentos en la vida en los que se agradece seguir aprendiendo de personas imprescindibles, que necesitamos conocer para seguir viviendo con su espíritu y entrega a los demás. Sobran palabras, porque las de José Mujica, en el discurso de despedida de su pueblo, el pasado 27 de febrero, son las que se deben escuchar atentamente en este momento tan importante para el país, para Andalucía, como ejemplo a seguir: suenan más fuerte que el viento, porque tienen sentimiento, como decía Rafael Alberti en su canción 8 del Paraná:
Sentimiento, pensamiento.
Que se escuche el corazón
Más fuertemente que el viento.
Libre y solo el corazón,
Más que el viento.
El verso sin él no es nada.
Sólo verso.
Sobre una idea forjada en un anuncio inolvidable de Apple publicado en 1997, ante unas elecciones transcendentales en Andalucía, el próximo 22 de marzo.
Pensar y votar de forma responsable es a veces un asunto de locos. Los inadaptados. Los rebeldes. Los problemáticos. Los que no encajan en ningún sitio. Aquellos que ven las cosas de otra manera. No siguen las reglas. Y no tienen ningún respeto por seguir pensando y haciendo solo lo establecido. Puedes citarlos, puedes no estar de acuerdo con ellos, puedes glorificarlos o vilipendiarlos pero la única cosa que no puedes hacer es ignorarlos. Porque ellos cambian las cosas. Ellos impulsan la humanidad hacia adelante, porque el mundo solo tiene interés cuando va así, hacia adelante. Y mientras algunos les ven como locos, nosotros vemos genios. Porque la gente que está lo suficientemente loca como para pensar que con su voto pueden cambiar el mundo, Andalucía, son los que logran hacerlo. Piensa… y vota de forma diferente.
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