En India se localizan las fábricas de sueños más importantes del mundo. Todas están vinculadas con el cine espectáculo y fantástico, que nada tiene que ver con su realidad más próxima. En este contexto tan paradójico, asistimos en nuestro aquí y ahora a la representación gráfica más dura que podamos imaginar, atados al realismo del sinsentido humano a través de las migraciones provenientes de países en guerra o instalados en la miseria más absoluta. Algunas veces deberíamos soñar despiertos para defender la dignidad humana que falta en nuestro mundo más próximo, que no está en India ni Siria, sino más cerca de lo que pensamos.
Me ha sorprendido leer en un boletín de la Fundación Vicente Ferrer (Junio 2015) un artículo sobre las fábricas de sueños en India, formando parte de su cultura desde hace más de cien años a través de la industria del cine. La pregunta del millón de dólares es obvia: ¿por qué?: “Al público indio le apasionan las películas espectaculares y fantásticas: películas que tienen poco en común con el día a día de la mayoría de la población. Lo cuenta Álvaro Enterría en el libro “La india por dentro”: “Una vez un amigo mío me dijo que no le gustaba el cine occidental: para ver un mundo realista ya tenía el mundo normal. El cine indio fabrica sueños”.
Lo entendí perfectamente. Ante el realismo español, como marca de las casas tristes y tibias, sin necesidad de importar el italiano o el genuino realismo mágico colombiano, se hace imprescindible descubrir esta experiencia india. Tenemos el ejemplo de la Fundación Vicente Ferrer, en su territorio querido de Anantapur, muy cerca de la industria cinematográfica de Tollywood. Sus cines se llenan a diario para soñar en otro mundo posible, pero las personas que asisten y conocen la Fundación ya conocen otra realidad bien distinta, sin necesidad de entrar en estas fábricas tan artificiales. Su realidad ha cambiado en términos de dignidad humana, porque quienes la viven son auténticos actores en sueños que se cumplen día a día gracias a la generosidad humana, defendiendo derechos y deberes, huyendo de la mercancía en la que a veces convertimos el plató de la vida.
Sevilla, 29/VIII/2015
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