Es la tercera vez que escribo en este blog sobre una realidad preocupante: cada día se cierran dos librerías en España. El lunes pasado cerró la librería Sintagma, en El Ejido (Almería). Decía ayer Winston Manrique Sabogal en el diario El País, haciéndose eco de esta triste noticia, que “En el Ejido hay un poco menos de vida. El lunes quedaban ya pocos libros en las estanterías de los 20 metros cuadrados de Sintagma, cuando, poco a poco, la gente empezó a llegar. Hacia la una de la tarde todo eran amigos, lectores, conocidos y clientes alrededor de Manuel García Iborra. Él no sabía nada de esa cascada de personas que lo saludaban, lo abrazaban, le daban las gracias, se lamentaban con él de la crisis, de la insensibilidad de las instituciones y de la sociedad. Todos compraban algún libro, otros varios libros, y unos cuantos le pedían que les firmara los ejemplares. Ese día lo trataban como a un gran autor. Y solo era el propietario de una librería”. Ese día cerró la única librería que quedaba en el mar de plásticos de esa zona almeriense, como una isla desconocida de Saramago.
Creo que es una triste noticia. El pasado mes de junio escribí sobre esta crónica anunciada de la muerte de las librerías, en un post muy explícito sobre esta realidad tan preocupante: “Esta mañana lo he comprobado de nuevo: Sevilla no es de librerías, sino de bares. Mi camino del amanecer tenía hoy un objetivo concreto: entrar en las benditas librerías de la ruta escogida que, al igual que las iglesias vacías del poema Entro Señor en tus iglesias, de Rafael Alberti, estaban llenas del arte de enhebrar palabras, pero a los presuntos compradores no se les veía por ningún sitio. Y mi corazón anonadado ha gemido durante unos minutos, en una auténtica soledad sonora».
Se acumula mi tristeza por estas realidades tan sonoras y que pasan tan desapercibidas para muchas personas. Cada vez que se cierra una librería se cierran muchas posibilidades de crecer en conocimiento y cultura por parte de la población que la rodea. Sé que hay alternativas, pero la esencia del profesional de los libros, como era en el caso de esta librería almeriense, no la sustituye Amazon ni las realidades virtuales más avanzadas. Cuentan que este espacio de inteligencia conectiva era una isla desconocida para el gran público pero muy querida para quien la descubría: “No solo era una librería esencial y emblemática, era muchííííísimo más. Hacía de agente cultural y cumplía una labor social; era un sembrador de ilusiones en un municipio desértico en cuanto a actividades culturales, de rápido enriquecimiento debido a la agricultura de invernadero, y con alto porcentaje de inmigrantes. El Ejido, el Mar de plástico, dice García [Manuel García Iborra, su dueño] “es una zona de trabajadores agrícolas, no universitarios y con bajo índice de lectura, pero donde los padres quieren que sus hijos lean”.
Retomando las palabras ya escritas en mayo, las traigo a colación pero pensando en Sintagma y en su desaparición por liquidación, porque en El Ejido, en su Plaza Mayor, 3, ya no podrán saludar a autores muy queridos por mí, Pasolini, Galeano, Enzensberger, Cobos Wilkins, García Márquez, Muñoz Molina, Pamuk, entre otros: “Allí estaban, en columnas de a diez, de a veinte, esperando ser elegidos por un lector de la verdad posible, mezclados en todas las especialidades que el mundo de la letra impresa permite manifestar la palabra escrita que todavía queda en soporte papel, el que tanto defiende Vargas Llosa, entre otros”.
Tampoco se podrán recorrer las estanterías y mesas de novedades de Sintagma, buscándolos desesperadamente, aunque me hubiera gustado acompañarles el lunes pasado para que no se sintieran tan solos, junto a Manuel, un librero con alma.
Sevilla, 3/IX/2015
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de http://www.portalejido.com/libreriasintagma/.
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