Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles
Bertolt Brecht
Nos preparó para su ausencia a través de un artículo memorable, Habla la memoria, que cité en un artículo de este blog, en el mes de febrero pasado. Lo reproduzco a continuación porque sigo pensando que su aportación a la vida ha sido la de una persona imprescindible, tal y como lo definía Bertolt Brecht. Con mi agradecimiento desde la memoria de secreto y porque comprendí muy bien a través de su investigación, un día ya lejano, que la ausencia de color en la vida solo permitía ver la existencia desde un gris triste para el que no estamos precisamente concebidos en la evolución de las especies. Afortunadamente.
Sevilla, 30/VIII/2015
NOTA: la imagen de Oliver Sacks, se ha recuperado hoy de: (http://www.elblogdemontaner.com/la-ultima-leccion-de-oliver-sacks/ )
No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito. He tenido relación con el mundo, la especial relación de los escritores y los lectores.
Oliver Sacks, Mi propia vida
No todo depende del cristal por el que se contempla la vida. Somos deudores permanentes de la memoria, aunque Juan Ramón Jiménez recordara siempre el cristal amarillo de la casa de su infancia y escribiera un libro que incorpora este color en todas sus páginas, recordando la imagen de una cancela que dejaba pasar la luz por ese cristal pintando los objetos de su casa con ese color. Escribo estas palabras como un pequeño homenaje a Oliver Sacks, un neurólogo inglés del que he aprendido mucho a lo largo de mi vida. Ahora, nos entrega un mensaje sereno sobre su realidad vital, a los 81 años, cuando sabe que un cáncer le aproxima a una realidad insoslayable, porque todo tiene su tiempo, en un artículo sobrecogedor publicado en el New York Times con un título premonitorio: Mi propia vida (1).
He comentado el color porque la lectura de un libro suyo, La isla de los ciegos al color, me aproximó a su investigación de cómo los pacientes aprenden a vivir con su enfermedad, la acromatopsia, hasta alcanzar un mimetismo asombroso con ella, aunque sufren ceguera del color, porque no les permite agregar color a la óptica de sus vidas. Todo se ve siempre de color gris en dos islas de la Micronesia, Pingelap y Pohnpei, donde se concentra esta enfermedad, que permiten “experimentos de la naturaleza, lugares benditos y malditos por su singularidad geográfica, que albergan formas de vida únicas”, en frase del propio Sacks. Creo que comprendí bien el trasfondo de su libro, cuando contemplé en una ocasión una foto en blanco y negro del fotógrafo Erich Lessing en pleno rodaje de la película “Sonrisas y lágrimas”: “La vida de cada una, de cada uno, que es lo más parecido a una película en blanco y negro, con la acromatopsia ética que corresponda, permite descansos, para recuperar esos momentos que tanto nos reconfortan y que nos devuelven felicidad. Pero también sabemos que la dialéctica de las sonrisas y las lágrimas, permite apartarnos junto a una pared de la vida personal e intransferible, sentir el abrazo de los que nos quieren, aunque inmediatamente nos llamen mediante megafonía para seguir rodando, viviendo en definitiva, en la filmación jamás contada. Esa es la auténtica obra maestra, el extraordinario guion que está detrás, que nos entrega Lessing con la instantánea asociada de su cámara cerebral”.
Uno de sus últimos descubrimientos de senectud ha sido la memoria alojada en el cerebro de cada persona y sus manifestaciones a lo largo de la vida, que se enriquece con el paso de los años. Así lo ha dejado patente en un artículo extraordinario, Habla la memoria, que centra muy bien el poder real de la dialéctica permanente entre la memoria histórica y la narrativa. Más aún, si se deja hablar a la memoria, de su profundidad histórica, de lo que esconde (sin ser plenamente conscientes de ello) a través de la criptomnesia, que protege de forma sabia determinados olvidos: “Nosotros como seres humanos hemos desarrollado sistemas de memoria que tienen fallos, fragilidades e imperfecciones” […] “La indiferencia sobre las fuentes nos permite asimilar lo que leemos, lo que nos cuentan, lo que dicen otros y pensar, escribir y pintar, de una forma tan rica y tan intensa como si fuesen experiencias primarias. Nos permite ver y escuchar con los ojos y los oídos de otros, entrar en la mente de los demás, asimilar el arte y la ciencia y la religión de toda una cultura”. Cita a Holmes de forma muy gráfica para explicar el potencial de la memoria enriquecida con las experiencias de la vida, citando la cleptomanía literaria que sufría Coleridge: “sus autores alemanes le dieron apoyo y consuelo: en una metáfora que utiliza a menudo él mismo, [sus textos] se entrelazaron alrededor de ellos como la hiedra alrededor de un roble¨. Muchas veces, nos enredamos en personas y sucesos que encadenan historias que no nos pertenecen en realidad, pero que las llegamos a hacer nuestras.
Hay que dejar hablar a la memoria, que no es un ordenador al uso. Sus imperfecciones son nuestra seña de identidad humana, tal y como lo explicaba Oliver Sacks, porque la sana indiferencia a las fuentes “nos permite asimilar lo que leemos, lo que nos dicen, lo que otros dicen y piensan escribir y pintar, tan intensa y ricamente como si fueran experiencias primarias. Nos permite ver y escuchar con otros ojos y oídos, para entrar en otras mentes, para asimilar el arte, la ciencia y la religión de todas las culturas, para celebrar y contribuir a la mente común, la mancomunidad general del conocimiento. Este tipo de intercambio y participación, esta comunión, no sería posible si todos nuestros conocimientos, nuestros recuerdos, estuvieran perfectamente marcados e identificados como privados, exclusivamente nuestros. La memoria es dialógica y surge no sólo de la experiencia directa, sino de la relación de muchas mentes”.
Algo así como la experiencia actúalo de la Noosfera, al unirse en una gran malla humana los cerebros pensantes del mundo en el que vivimos, entrelazando las memorias históricas y las narrativas de los internautas como «la hiedra rodea a un roble». Es justo decir que gracias también a la memoria de Oliver Sacks, que tantas veces nos ha acompañado para comprender mejor la ceguera al color con el que solemos contemplar nuestras vidas cuando se instalan en un gris perpetuo. La vida es algo más que el blanco y negro, que los grises. Porque el cerebro está preparado para interpretar todos los matices cromáticos de la vida en libertad, sin dejar ninguno atrás.
Sevilla, 20/II/2015
(1) En el diario El País (2015, 20 de febrero), se puede leer la traducción del citado artículo original.
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