Desde Japón, atravesando mares de nubes, han llegado a mi clave digital dos láminas preciosas para intercambiarlas en su tapa, aunque una de ellas, la que denominan “Latín”, era la más deseada después de haberla contemplado en el cuadro de Vermeer, La lección de música. El texto recoge la quintaesencia del periodo barroco: Musica laetitiae comes, medicina dolorum (La música es compañera en la alegría y medicina en el dolor). En un mundo digitalizado nos sigue asombrando la belleza atómica de estas muestras de arte que se pueden ver y tocar, nunca mejor dicho.
Pero la gran sorpresa ha sido la segunda lámina, Ángel, para cambiar el decorado de este clave todavía no muy bien temperado a pesar de los consejos de Bach. Es un fragmento superior de un cuadro que desconocía, El éxtasis de Santa María Magdalena, del pintor boloñés Marcantonio Franceschini (Bolonia 1648-1729), censurado en esta ocasión, porque solo aparecen los ángeles laicos, tocando instrumentos de época, pero no entendiendo nada de lo que le estaba pasando más abajo a María Magdalena, que todos los pintores han representado siempre como la mala de la historia más grande de Jesús peor contada.
Esta lámina sacra pertenece a la colección del director de orquesta italiano Francesco Molinari Pradelli, ya fallecido, que autorizó su reproducción a Roland, fabricante del clave digital citado para que figurase en esta serie instrumental. Es una pintura en cobre, realizada en torno a 1680 y que acabó siendo un regalo diplomático de la ciudad de Bolonia, al Papa Clemente X, en 1709.
Es maravilloso conocer esta sencilla historia gracias al mundo digital que la rodea. El clave lo es, con registros maravillosos de época que puedo reproducir hasta llegar al fortepiano, pasando por el órgano y los diversos temperamentos de un instrumento de sonido celeste. El cuadro de Vermeer donde aparece el texto en latín citado, porque se puede visitar virtualmente en el Museo donde está colgado. La pintura de Marcantonio Franceschini, que se puede conocer por diversas fuentes de Google y Wikipedia. También, la vida de mecenas de Francesco Molinari Pradelli, porque el cuadro sigue en su ciudad natal, Bolonia, aunque desde hoy lo pueda contemplar todos los días cuando abra el clave y aparezcan allí unos ángeles que seguirán siendo virtuales ante la realidad tan humana de una mujer, María Magdalena, que solo quiso comprender un día ya muy lejano qué le pasaba a un tal Jesús, de carne y hueso, que tan bien se había portado con ella. Para que no lo olvide nunca en el mundo digital, aunque allí no esté.
Sevilla, 3/IV/2016
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