En Política Digital hay que romper la cuarta pared de una vez por todas, porque existe a día de hoy en Gobiernos, Ministerios, Secretarías de Estado, Consejerías, Partidos políticos, Organizaciones y Empresas del sector TIC, etc., todos ellos con múltiples y difusas competencias políticas digitales en planes, programas y financiación pública y privada, sin mezcla a veces de integración o cohesión alguna. Siempre recuerdo una escena emocionante de una película excelente, El moderno Sherlock Holmes (1924), en la que el proyeccionista sale de su cabina y atravesando el patio de butacas se introduce en la escena que se está proyectando en ese momento, como un actor más, para comprender esta experiencia integradora, porque es un ejemplo clarificador de cómo la ciudadanía, profesionales del sector TIC y organizaciones que forman parte de los diferentes ecosistemas digitales, pueden romper esa cuarta pared digital de una vez por todas para levantarse, participar y sentarse en una simbólica mesa digital de diálogo político y técnico de amplio espectro que ponga muchas cosas digitales en su sitio. Es el elemento de cohesión por excelencia para un ejercicio práctico de política de transparencia, que no se quede solo en un portal web ad hoc, sino como actitud mantenida en el tiempo político del Gobierno Digital y Abierto correspondiente mediante planes y programas financiados y con evaluación continua.
No se comprende esta integración si no se dan elementos de cohesión en el Gobierno Digital tales como, empoderamiento, escucha activa, co-creación, transparencia en la ordenación (disposiciones) y organización administrativa digital (que no son lo mismo), mesas abiertas de diálogo sin exclusión de nadie a sabiendas de que las TIC no son inocentes e instauración de redes sociales de participación, de carácter público, que convivan con las privadas, aunque haya que declarar reglas de juego de democracia digital, que también existe. No digamos nada de la contratación de bienes y servicios digitales en el sector público, donde hay que dar una vuelta de tuerca completa a la legislación vigente para buscar fórmulas novedosas que permitan aplicar en la Administración Pública el auténtico sentido de la frase impertinente pronunciada por un pintor protegido por Alejandro Magno, Apeles de Cos que dejaba ver a través de sus pinceles su auténtica persona de secreto: Ne supra crepidam sutor judicaret: el zapatero no debe juzgar más arriba de las sandalias. ¡Valiente atrevimiento el del zapatero! Todo, porque contemplando un día una obra suya, ya había mostrado su insolencia al hacerle un comentario, a priori constructivo, sobre un fallo en el diseño de las sandalias del cuadro. Apeles, todo orgullo, corrigió el fallo. Y cuando pensó que el zapatero ya no hablaría más, ¡zas!, vuelta a empezar. Ya no solo estaba el fallo en las sandalias, dijo el humilde zapatero, sino también en la forma de las piernas pintadas en el cuadro. No sabemos si siguió opinando sobre otras zonas del cuerpo pintado por Apeles, ante su monumental enfado. Solo que le espetó la enigmática frase que después ha derivado en otra más popular y muy mal entendida: ¡Zapatero, a tus zapatos!
Él, este zapatero humilde, había roto la cuarta pared para acceder a la sabiduría infinita. La que se puede romper con un Gobierno Digital Abierto y Transparente, que permita la participación ciudadana para que quien ostenta el poder transferido por la ciudadanía y comprenda que estamos obligatoriamente obligados a entendernos en el mundo digital en el que vivimos, somos y estamos a diario.
Apeles digitales hay en todas partes, zapateros también, y es probable que debamos mirar antes nuestros pies para que no se descubra la debilidad de nuestro cerebro. Ya comprendo mejor la frase popular: ¡zapatero, a tus zapatos!, porque de piernas, brazos y cabezas mal pintados, en el ámbito político digital, andamos sobrados todos.
Sevilla, 4/IV/2016