El domingo pasado murió el filósofo libertario Gustavo Bueno. Conocí a fondo su obra durante mi etapa romana en los años setenta, lejos de la España que helaba el corazón, aprendiendo a formular teoría crítica marxista a través de su pensamiento, heterodoxo para muchos autores contemporáneos, discutido hasta la saciedad por sus escarceos con la mal llamada según él “televisión basura”, en los primeros años de este siglo. Asiduo tertuliano en aquellos platós, apabullaba a sus contertulios cuando les demostraba que no sabían lo que estaban diciendo, utilizando curiosamente la mayéutica socrática, tan marxista él, organizando unas trifulcas memorables de descalificación educada del adversario a través de la palabra. ¡Cómo le echo de menos en las tertulias políticas actuales, mediocres por antonomasia!
Si por algo lo recuerdo profundamente después de aquellos años italianos de encrucijada personal, siguiendo el modelo existencial de Ferrater Mora, es por un trabajo impecable publicado en las postrimerías del siglo veinte, bajo el título apasionante y en la línea de Ítalo Calvino, Diez propuestas, «desde la parte de España», para el próximo Milenio (1995), que tantas veces he citado en mis intervenciones públicas. He leído muchas veces este texto, excelente, provocador, como toda su obra, accesible para quienes aman de verdad este país, pero siempre me llamó poderosamente la atención la propuesta séptima sobre política orientada a conseguir, como mínimo, un uno por ciento de lectores de libros escritos en español, sobre temática científica o filosófica, en la que se resaltaba -entre otras- una verdaderamente urgente y asombrosa para este país trufado permanentemente de opiniones y de los “opinantes” mayores del reino, pero de escasa teoría crítica en casi todo lo que se dice: “Ahora bien, como canon del nivel óptimo que podrían alcanzar los juicios de los ciudadanos de una democracia real, ponemos la posesión de los conceptos indispensables para formar, no ya tanto opiniones, cuanto teorías críticas o, si se quiere «opiniones sistematizadas»”.
Vuelvo a leerla hoy, con el sentimiento de pérdida en este país de un referente sobre pensamiento crítico que tanta falta nos hace, que no volverá más, porque cuando mueren estas personas imprescindibles en el sentido que proclamó a los cuatro vientos Bertolt Brecht, se muere algo en el alma de este país que tanto necesitamos cuidar en el ámbito sobre todo de la teoría crítica en todo aquello que nos permitiría vivir de forma diferente, singular, en el sentido estricto del término.
Continuaba el profesor Bueno, como siempre lo he recordado, con su hilo conductor en defensa de la teoría crítica de la ciudadanía: “No existe, en el fin del Milenio, otro camino para aproximarse a este canon que el camino de la lectura de «prosa científica y filosófica» que suministre instrumentos al efecto. El límite canónico de la democracia real (que, en realidad, es el que está inspirando las leyes de educación media obligatoria) contiene también ese ideal de «consumo universal de prosa científica y filosófica». Pero este límite canónico es inalcanzable en muchos años (por no decir en siglos, o nunca jamás). Y esto es lo que aconseja, no tanto a prescindir del canon, cuanto de revertirlo al estado real, segregando las consecuencias posibles de esta reversión”.
Indudablemente, lo que pretendía explicar con gran sentido de crítica histórica y realista de este país, es que si hubiera auténtico interés político, para él fundamentalmente ciudadano, se podría formar un “tribunal popular disperso” que en torno a 250.000 personas, el 1% de la población según sus estimaciones, en condiciones reales de leer, que podría “resistir el oleaje caótico de las opiniones ignaras [que no tienen noticias de las cosas], y de formar el núcleo de una opinión pública responsable”. Memorable, ante tanta mediocridad política, famoseo televisivo, tertulias políticas y demás correlatos de medios de comunicación que cuidan mucho más el corazón que la mente.
Recomiendo la lectura completa de esta propuesta y, después, de las nueve restantes. Es quizá el mejor homenaje que podemos tributar hoy a la memoria del Maestro Bueno. Les dejo con el Final de estas propuestas, todo un símbolo de su “independencia” creativa y política en el sentido griego del término y para que no le olvidemos nunca:
Las diez propuestas ofrecidas no tienen una intención revolucionaria, en el sentido ordinario de este término. Sin embargo estas propuestas están formuladas en el ámbito de un sistema de ideas políticas que tampoco descarta la necesidad, supuestas dadas las condiciones adecuadas, de desencadenar un proceso revolucionario en el sentido más tradicional. En cualquier caso, las propuestas que hemos presentado y defendido han sido formuladas con la intención expresa de mantenerse en situación de relativa independencia respecto de los programas de los partidos políticos del arco parlamentario español, ya sean estos partidos de izquierda, ya sean de derecha o de centro.
La «independencia» que hemos procurado mantener no significa tampoco la defensa de la posibilidad de actuar al margen de todos los partidos políticos; se trata de una independencia sinecoide [1] que se establece ante la serie de propuestas y cada uno de los partidos políticos por separado, pero no del conjunto de todos ellos. Y esto es tanto como decir que los diferentes partidos políticos de izquierda, de derecha o de centro, podrían, en principio «traducir» nuestras propuestas a sus respectivos programas. Pero esta operación no ofrece la garantía de que las diversas traducciones sean concordantes entre sí, ni siquiera en el plano concreto de la práctica política real.
Sevilla, 9/VIII/2016
(1) Nota aclaratoria sobre el término “sinecoide” que aporto personalmente y que aparece en el texto citado: [De sineogmos,ou = juntura, costura.] Conexión característica de un término k con un conjunto de términos {a,b,c,d,…n} cuando k debe ir vinculada necesariamente, pero alternativamente, a alguno o a varios de los términos del conjunto, pero no a ninguno de sus términos en particular (por lo cual la conexión sinecoide del término k no lo hace dependiente, sino «libre» respecto de un término dado, aunque dependa del conjunto). Un reostato puede ser analizado como un dispositivo en conexión sinecoide; los vínculos del individuo con otros individuos de su grupo social (sobre todo en sociedades complejas, por oposición a las sociedades con formas elementales de parentesco) suelen ser de tipo sinecoide [63]. {TCC 1440}.
NOTA: la imagen ha sido recuperada hoy de http://www.lavozlibre.com/noticias/blog_opiniones/15/964322/gustavo-bueno-cumple-90-anos-en-plena-forma/1
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