La casa de lecturas

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Cuando se cierran librerías “se pierden miles de posibilidades de encontrarse con la realidad de la página escrita, no en blanco, participar en miles de historias que enriquecen las propias, se desvanecen miles de posibilidades de decir “gracias, por encontrarte [al autor, al librero, a la librera]” y las miles de historias quedan en la memoria de secreto de cada lector, de cada lectora… lamiendo sus conciencias».

José A. Cobeña, Benditas librerías

Reconozco que siento una debilidad especial hacia las librerías, las casas de lecturas, aquél sueño que tantas veces cito de Guido Orefice (el protagonista de La vida es bella) al querer abrir una, en tiempos revueltos para su país, junto a otros dos: distinguir el norte del sur y leer a Schopenhauer por su canto a la voluntad como motor de la vida. Ayer me lo recordó la lectura de un artículo (1) sobre la librería Rafael Alberti, en Madrid, afortunadamente abierta, que conocí personalmente en tiempos también revueltos de este país recién iniciada la transición, cuando estaba al frente de ese gran proyecto Enrique Lagunero, gran amigo del poeta. Conservo todavía un cenicero que podías comprar en aquella época, diseñado por el propio Alberti.

Las librerías son casa de lectura, donde si encuentras una librera como Lola Larumbe, tienes garantizadas sus dos pasiones: compartir la lectura y el placer de la amistad. Es difícil encontrar ya libreros profesionales, porque lo que abunda y crecen como esporas son los vendedores de libros, que hoy atienden esta sección y mañana pueden pasar a otra sin que se sonroje nadie al respecto, salvando el principio mercantilista del todo vale si sabes vender. Pero vender libros es otra cosa. Así lo he entendido siempre y en el artículo que cito se transmite muy bien: “Si existiera una escuela para aprender a ser librero, Lola Larumbe debería ser su jefa de estudios. En ella se concentran todas aquellas virtudes que un buen librero debe conservar: disposición, amabilidad, conocimiento, sentido crítico, paciencia, inteligencia. Lola recomienda libros como el doctor receta medicamentos, con la exacta convicción de que lo que proponen a sus pacientes-clientes-lectores tiene la extraordinaria cualidad de salvar y animar vidas”.

Esta relación entre personas que se establece entre lector y librero o librera, necesitadas ambas de la pasión por la lectura, en una casa especial, no se puede dar en la relación digital entre lector y proveedor. Es la parte más humana de la lectura cuando se busca el placer de leer, compartir lo leído y la amistad de quien se llega a convertir en un gran amigo, en una gran amiga. Exactamente eso, que no pasa en la compra directa de libros digitales. En Internet no me conocen bien, solo analizan mis preferencias que ellos convierten en tendencias, mediante el análisis predictivo. Pero las personas necesitamos respuestas casi siempre a preguntas y situaciones personales que los sistemas informáticos ni sospechan y que solo las encontramos en libros excelentes a modo de islas desconocidas que profesionales como Lola Larumbe nos ayudan a encontrar.

Sevilla, 4/II/2017

(1) Espinosa de los Monteros, María Jesús (2017, 3 de febrero). “Los libros nos protegen de lo que pasa ahí fuera”. Babelia, El País.com.

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