Cuando muere un niño subsahariano…

playa-el-roqueo

desgraciadamente ya no es noticia, porque llegó tarde y no permitió al mundo conocerla a tiempo de reflexionar en el acto, ni ocupar titulares de periódicos, muy enfrascados en Trump y en sus órdenes ejecutivas impresentables: “El cuerpo sin vida de un niño inmigrante de origen subsahariano de unos seis años ha sido hallado en una playa de Barbate (Cádiz) por miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado”. Parece como si tuviéramos integrada la muerte de los que siguen buscando un mundo diferente atravesando el mar que separa Marruecos de España. Todo parece…, que si procedía la embarcación del Cabo Espartel (Tánger), que si venían unos cinco ocupantes, que si el cadáver parece ser de un niño de cinco a siete años…, que probablemente se llamaba Samuel, hijo de Veronique, naturales de la República del Congo, que tampoco ha aparecido desde que naufragaron a mediados de este mes, muy cerca de la costa de Cádiz.

He recordado a través del nombre de este niño la historia bíblica de Samuel, como una lección en defensa de la mujer y, en el fondo, de su historia. Me refiero al relato de Elcaná y Ana, en el primer libro de Samuel, en el mal llamado Antiguo Testamento, porque podría ser actual si tuviéramos la oportunidad de leerlo con visión de género compartido. Hay un momento muy emocionante, cuando Elcaná ve a su otra mujer llorando por los rincones porque no puede tener hijos, es decir, porque no cumple su misión, lo que hoy justifica simbólicamente cualquier marginación, sin interferir la historia real de España. En un gesto sin precedentes, en el contexto social y religioso en el que vivían, dice: ¿Por qué lloras, Ana, no vale mucho más nuestro amor que muchos hijos? Y nació su hijo, Samu-el, “pedido a Dios”, en hebreo, a pesar de que un sacerdote cercano creía que estaba ebria “porque, habitualmente, no decía nada”. Elcaná fue un hombre colaborador, rompedor de barreras multiseculares, que enseña a los hombres de hoy que Ana es capaz de dejar de llorar si le damos su sitio, si saliendo de su tierra y de su parentela como Veronique puede alcanzar la ansiada felicidad humana. Sin ayuda de Dios. Con la nueva visión de los que permiten que la mujer se incorpore a la vida diaria y a un mundo mejor con igual derecho que cualquier hombre, a pesar de que algunas leyes, las costumbres, las creencias y determinados hombres se lo estén robando.

Todo parece…, pero la realidad es muy dura. Ocurrió el viernes pasado por la mañana y la Subdelegación del Gobierno lo comunicó ayer a la agencia Efe, es decir, dos días después del hallazgo. Parece incomprensible no haberlo difundido antes. Cuando muere un niño subsahariano o cualquier niño que huye del horror humano, muere parte de la sociedad insensible con esta dura realidad de desarraigo total, a la que hay que seguir prestando toda la atención posible.

No sabemos nada más de ese niño, ni de Veronique, su madre. Parece que venía con sus padres a buscar un mundo mejor que el que tenían de origen. Parece que buscaban cosas humanas y solo quedan preguntas por contestar. ¿Por qué ha muerto este niño y, posiblemente, su madre? Escribí sobre esta triste realidad en 2008, con motivo de la muerte en el mar de 15 sin papeles subsaharianos, entre ellos nueve niños de entre 12 meses y nueve años, cuando sus padres solo buscaban la felicidad humana, cosas humanas, en una patera [isla] desconocida, viajando hacia Andalucía…, porque probablemente en esta Comunidad está ya entreabierta alguna puerta para el compromiso de acogerlos con el calor humano que necesitan.

Todo parece…, pero lo que es cierto es que cualquier parecido con la realidad es una fatal coincidencia que nos debería obligar, desde la ética personal y colectiva, a no olvidarlo ni siquiera un momento. Cada uno, cada una, en lo que cualquier dios o lo aprendido en la vida le permita comprender y hacer para que lo que ha sucedido con Samuel no vuelva a ocurrir nunca más. Ni nada que se le parezca.

Sevilla, 30/I/2017

NOTA: la imagen de la playa El Roqueo, donde al parecer ha aparecido el cuerpo de este niño, se ha recuperado hoy paradójicamente de http://www.cadizturismo.com/playas/cadiz/el-roqueo/?set_language=en

Cerca de García Lorca…

Dedicado a María José y Marcos, a quienes tanto quiero

Tenía una deuda con García Lorca, porque nunca pude visitar la casa de verano, en Huerta de San Vicente, 6, en Granada. Estoy escribiendo estas palabras en su jardín, después de haber visitado las estancias (me encanta esta palabra) en las que García Lorca escribió, en el periodo 1926-1936, gran parte de su obra.

He visto sus pinturas, la que le regaló Alberti como recuerdo del inicio de su amistad y otras entrañables en representación breve pero con sentido histórico para quien las quiera recordar así en la memoria de todos y en la de secreto.

He estado cerca de su piano, que todos los lunes tocan para que no se apague el sonido de Federico. Me basta este detalle para recordar una visita breve, buena, que se ha convertido en dos veces buena.

Estoy recordando su preciosa mesa de escritorio, su «fábrica de versos» y he comprendido hoy mejor que nunca sus palabras de compañía eterna: «Quiero dormir un rato, un rato, un minuto, un siglo; pero que todos sepan que no he muerto» (1).

Huerta de San Vicente, 6 – Granada, 25/I/2017

(1) Gacela de la muerte oscura, en Diván del Tamarit, 1936

 

Hace un año…

Facebook me ha recordado hoy que hace un año escribí un post, La política elige a quien la ama, para que no lo olvide…, ni siquiera un momento. He vuelto a leerlo con la misma ilusión con la que lo publiqué hace un año y quiero compartirlo con las personas que hacen camino conmigo al andar. Vuelvo hoy la vista atrás, pero solo para recobrar fuerzas y seguir creyendo que el mundo solo tiene interés cuando va hacia adelante, sabiendo que la vida nos ofrece la oportunidad de creer en la política digna que elige a las personas que la aman, porque todos los políticos no son iguales. Ni los que creen o creemos en la verdadera política, tampoco.

Sevilla, 24/I/2017

La política elige al que la ama

El hombre es un animal político, en palabras de Aristóteles. Si esto es así, que lo es, representa la vida en todas y cada una de sus manifestaciones. Si esto es así, que también lo es, podemos deducir que la vida elige al que la ama. Esta frase tan maravillosa es la que pronunció de forma callada la Mamma ante una pregunta que le hace su hijo Antonio (Marcello Mastroianni), el protagonista de Maccheroni junto a Robert (Jack Lemmon), sobre el futuro de su amigo, en una película excelente de Ettore Scola, director recientemente fallecido que se comprometió precisamente con la vida neorrealista, no solo italiana, tal y como es y sin aderezo alguno.

Así lo cuenta el director español Fernando León de Aranoa, en un artículo publicado en el diario El País del pasado 22 de enero: “Su hijo [Antonio], con una manguera en la mano que mueve arriba y abajo empapándolo todo, y conjurando así de paso cualquier atisbo de solemnidad, traduce: “La muerte en sí no existe. ¿Acaso borra lo que un hombre ha hecho en vida? ¿Borra sus méritos, su legado? No. Así que… Muerte, ¿qué eres? No eres nada. Te gustaría ser tan importante como la Vida. Pero la Vida dura una vida, amiga mía. Y tú, Muerte, solo duras un instante, el instante en el que llegas”.

He pensado por un momento que la política también elige al que la ama, cuando la decencia es ideología estructural de la persona en su vertiente aristotélica en estado puro. En estos días, los líderes políticos de este país, que tienen la responsabilidad (conocimiento de la situación más libertad de decidir) de formar gobierno, deberían pensar que la política solo elige al que la ama y no se aprovecha de ella. Eso es lo que esperamos cariacontecidos las personas de buena fe política que hemos crecido con conciencia de clase más que con sentimiento de ella. La conciencia permanece, pero el sentimiento suele morir porque es pasajero.

Antonio lo tenía claro: si la vida elige al que la ama, la muerte no existe, es decir, si la política elige al que la ama, el fracaso político en sí mismo no existe. ¿Acaso borra lo que un hombre político puede hacer en vida, durante una legislatura? ¿Borra sus méritos, su legado, su trabajo bien hecho, que siempre merece la atención de los otros, como nos recordaba admirablemente Luis Cernuda cuando se dirigía con estas palabras a sus paisanos sevillanos? No. Así que… Fracaso político, ¿qué eres? No eres nada. Te gustaría ser tan importante como la Política o Vida de conciencia de clase. Pero la auténtica Política dura una Vida, amiga mía. Y tú, Muerte/Fracaso Político, solo duras un instante, el instante en el que llegas.

Es curioso, pero ha sido la muerte paradójica de Ettore Scola la que me ha entregado estas palabras para seguir comprendiendo que quien ama la vida comprende por qué un día nacimos y fuimos lanzados al mundo, probablemente solos, para ser personas con vida política, la que nos enseñó Aristóteles, para amarla apasionadamente. Y exigirla en ocasiones especiales, como las que estamos viviendo en nuestro país, a quienes tienen la responsabilidad de ejercerla dignamente. Porque la política solo elige a quien la ama como la propia vida.

Sevilla, 24/I/2016

A la manera… de Trump

La pareja presidencial eligió el pasado viernes la canción My way, una versión adaptada de la canción Comme d´habitude, de Claude François, con letra de Paul Anka (no la original francesa) e interpretada de forma mítica por Frank Sinatra, en el primer baile de gala como broche final de la ceremonia oficial del juramento de Donald Trump como 45º presidente de los Estados Unidos de América. Es una premonición de lo que puede ser su estilo presidencial, su manera de gobernar, a tenor de la estela que ha dejado en la campaña electoral de infeliz recuerdo por su falta de respeto a las mujeres, las minorías, los inmigrantes y los derechos civiles.

Ayer supimos que la web de la Casa Blanca ya no ofrecerá su información oficial en español, como un paso más de integrismo nacionalista americano y desprecio a la comunidad hispanohablante que vive en Estados Unidos y fuera de su territorio. Es un ejemplo flagrante de cómo va a implantar desde el primer día de mandato presidencial su manera de integrar a quienes no piensan ni viven como él. Mal presagio, si atendemos sus exabruptos diarios, firmas de decretos para desmantelar proyectos tan emblemáticos como Obamacare y la amenaza constante hacia quienes ha señalado con el dedo del imperio que ahora está en sus manos, en su manera de hacer política. También, ha retirado el busto de Luther King en el despacho oval del sitio que ocupaba hasta ahora, incorporando uno de Winston Churchill. Siguiendo la tradición de cambios, también ha redecorado esa estancia para recuperar el color dorado de sus cortinas habituales en la Trump Tower. Todo un símbolo.

He repasado mentalmente dos estrofas de la canción My way, por si podía entrever algún significado al ser elegida en un momento tan especial. La primera, porque también es premonitoria, a su manera: El final, se acerca ya, / lo esperaré, serenamente, / ya ves, que yo he sido así, / te lo diré, sinceramente, / viví, la inmensidad, / sin conocer, jamás fronteras / y bien, sin descansar, y a mi manera. La segunda, porque sé que la llevará a rajatabla, también con sus maneras: Porque sabrás, que un hombre al fin, / lo conocerás por su vivir, / no hay por qué hablar, ni que decir, / ni que llorar ni que fingir, / puedo seguir, hasta el final, / a mi manera.

He buscado la canción original que inspiró la versión actual de Sinatra en la banda sonora de mi vida y recupero la letra que me ha sonado siempre en un francés parisino, con la traducción que a duras penas hice en mis años de Bachillerato, porque Claude François me susurraba el comportamiento ante la persona que amaba en la adolescencia castellana, como amor no correspondido o como sueños no alcanzados: Como siempre, / todo el día / trataré de disimular. / Como siempre, / sonreiré. / Como siempre, / incluso me reiré, / como siempre. / En fin, viviré el día, / como siempre.

Sinceramente, me sigue pareciendo mucho más interesante esta vivencia llena de contrapuntos humanos que contemplar un baile sobre una canción que deja bien claras, metafóricamente, las maneras de Trump. A pesar de Sinatra.

Sevilla, 23/I/2016

Palabras de Javier Marías

javier-marias

Mientras que ordenaba libros de lectura pendiente, he encontrado en mi biblioteca unas tarjetas postales en blanco y negro con frases entresacadas de libros de Javier Marías e imágenes sugerentes de sus portadas, llevándome a una lectura que deseo compartir con las personas que suelen abrir conmigo este cuaderno de inteligencia digital. Son islas desconocidas que tienen sentido cuando se descubren también por las personas que llegan a ellas de vez en cuando. Espero que estas tarjetas postales, con su palabra y tiempo dentro, nos faciliten durante el fin de semana encontrar algún sentido a la vida. Nada más.

1. “Nada tan tentador como entregarse a otro, aunque solo sea con la imaginación, y hacer nuestros sus problemas y sumergirnos en su existencia, que al no ser nuestra ya es más leve por eso”. En Los enamoramientos (2010).
2. “Qué desgracia saber tu nombre, aunque ya no conozca tu rostro mañana, los nombres no cambian y se quedan fijos en la memoria cuando se quedan, sin que nada ni nadie pueda arrancarlos”. En Mañana en la batalla piensa en mí (1994).
3. “Como si anunciara derretirse a la menor presión, al menor contacto, como si hasta una caricia o un beso suave se fueran a tornar violencia y ultraje”. En Mientras ellas duermen (1990).
4. “Todo en ella era expansivo, excesivo, un ser nervioso, uno de esos seres para los que no está hecho el tiempo, para los que la propia noción de tiempo y de paso es un agravio, necesitados como están de fragmentos de eternidad para cualquier cosa”. En Todas las almas (1989).
5. “Parece como si nuestro tiempo, en el que nada carece de su correspondiente imagen, se sintiera incómodo ante aquello cuya responsabilidad no puede atribuirse a un rostro”. Vidas escritas (1992).
6. “Y así en el territorio que no es verdad todo sigue pasando y pasando siempre y allí la luz no se apaga ahora, ni se apaga luego, ni quizá nunca se apague”. En Negra espalda del tiempo (1998).
7. “La lealtad ha sido por el oro ahuyentada; por oro la justicia se vende, al oro sigue la ley, y luego va la moral no escrita. Pero nada cambia”. En El siglo (1983).
8. “Pero mientras palpite la sangre en mi mano que escribe, tú y yo seremos parte de la bendita materia y aún podré hablarte”. En Faulkner y Nobokov: dos maestros (1997, 1999).
9. “Todo lo desinteresado y lo inútil, todo lo que no permite otra cosa que pasearlo y mirarlo, se mantiene vivo, a veces salvándose por milímetro de la ruina”. En Pasiones pasadas (1999).
10. “Eso es lo que fue de ella, a quien aún podía sucederle todo y le sucedió la nada en su tiempo. O quizá la espera sin esperanza”. En Donde todo ha sucedido (2005).

Espero también que consideren la decisión de llevarse alguno de estos libros a una isla desierta, aún por descubrir, si eso ocurriera alguna vez en sus vidas. Les aseguro que no es un juego de estrategia, sino mero amor a la lectura, que es bella, porque “Nada [es] tan tentador como entregarse a otro, aunque solo sea con la imaginación, y hacer nuestros sus problemas y sumergirnos en su existencia, que al no ser nuestra ya es más leve por eso”.

Sevilla, 21/I/2017

¡Preferiría no escucharle, Mr. Trump!

OFICINA EN UNA CIUDAD PEQUENA

Despacho en una ciudad pequeña. Edward Hopper, 1953.

Horas antes de la proclamación como presidente de los Estados Unidos de América, he recordarlo a Henry Melville en un relato, Bartleby, el escribiente, que me ha sonado cercano a la hora de leer las diez últimas perlas cultivadas de Donald Trump (entre otras muchas, durante la campaña lectoral), en la única rueda de prensa oficial que ha concedido desde que ganara las elecciones. Las enumero a continuación, para que se nos quiten las ganas de intentar comprender lo que no tiene por dónde cogerlo, leerlo, escucharlo, seguirlo y, lo que es peor, aplicarlo en un futuro próximo, también en nuestro país, porque todo lo americano llega finalmente, lo acogemos como hizo aquél alcalde bonachón de Bienvenido Mr. Marshall y además lo incorporamos a nuestro acervo cultural como si no pasara nada. ¡Es el dinero, idiota!, que diría un asesor presidencial avispado en otra campaña electoral americana de infeliz memoria.

Pasen y lean (1):

1. «Podría ser presidente de Estados Unidos y manejar la Organización Trump al mismo tiempo. Pero no quiero hacer eso» [Todo el mundo piensa que son insuficientes las medidas que ha tomado al respecto, en relación con la transferencia de poderes a dos de sus hijos].
2. «Creo que el responsable del ‘hackeo’ [durante la campaña electoral] fue Rusia, pero creo también que otros países nos ‘hackean’. Formaremos una defensa con grandes mentes informáticas».
3. «Vamos a construir el muro y México nos reembolsará por ello».
4. «Tenemos una relación horrible con Rusia. Si le agrado a Putin, eso es una ventaja y no una carga. Ellos nos ayudarán a combatir a Estado Islámico».
5. «Se sentirán orgullosos de lo que vamos a hacer. El Obamacare es un total y absoluto desastre».
6. «Fue un grupo de gente enferma que juntó esa porquería»[Sobre montajes de vida íntima supuestamente controlados por la inteligencia rusa].
7. «Seré el mayor productor de empleos que Dios creó».
8. «No creo que a nadie le interese mis declaraciones de impuestos».
9. «Estás despedido» [Se suele despedir así en sus encuentros, aunque esta vez se refirió a sus hijos si no gestionaban bien sus empresas]. Todo un símbolo de amabilidad y acogida.
10. Su abogada: «Estamos construyendo un muro alrededor de Donald Trump» [para que no le afecten los negocios personales y familiares…].

Sinceramente, preferiría no leerlo. Ni escucharlo. Reconozco que la lectura del relato de Herman Melville, me marcó durante una etapa de mi vida. Recuerdo en bastantes ocasiones la frase preferida de Bartleby, ante cualquier petición de su patrón: “preferiría no hacerlo”. Es muy difícil en la vida ordinaria tomar este tipo de decisiones, sin llegar al absurdo del protagonista del relato citado, pero en muchas ocasiones habría que copiarle sin temor alguno.

Hoy, debería nacer un nuevo Bartleby, eso sí, lleno de esperanza, que nos ayudara a dar un giro copernicano sobre determinadas realidades hirientes en nuestras vidas y que nos permitiera gritar a los cuatro vientos: ¡preferiría no escucharlo! Y cambiar de canal de vida, si es posible.

Sinceramente, prefiero no comentar nada más y refugiarme junto a una de las ventanas de la vida, la de la lucha por la verdad buscada en común. En mi soledad sonora, porque escuchar y saber determinadas cosas no debería ocupar lugares dignos en el cerebro. Pero el problema radica en que cada vez me queda menos sitio…

Sevilla, 20/I/2017

(1) Es un extracto del reportaje publicado por: http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-38589166

La ciudad de las estrellas (La La Land desde España)

Los tímidos aplausos finales desde el patio de butacas rubricaban lo que habíamos visto y sentido el sábado pasado tras ver La La Land (titulada en España como La ciudad de las estrellas), una excelente película en un entorno musical adecuado y en un lugar que podría ser cualquier parte del mundo, sin tener que ocurrir exclusivamente en el Planetario de Los Ángeles. Lo sé porque conozco bien esta experiencia a nivel humano sin tener que recurrir a la magia de Hollywood, que indudablemente la tiene, porque lo que se narra en la película es tan real como la vida misma, en la dialéctica terrible de amor-desamor, triunfo-fracaso, que toda vida tiene cuando hacemos diariamente camino al andar.

La La Land es una forma de entender la vida en la ciudad de Los Ángeles. Será porque el nombre de la ciudad ya nos invita a volar, pero no: La La Land es un estado de ánimo caracterizado por expectativas poco realistas. Está aceptada esta expresión en el argot diario de esa ciudad, que ya conoce muy bien cómo se tratan los sueños en el cine. Pero cuando vemos la película dirigida por el jovencísimo Damien Chazelle, nos damos cuenta que en el cine todo se puede convertir en magia y que cuando lo unes a una banda sonora magnífica que acompaña en este caso dos vidas soñadoras, las expectativas vitales en la dialéctica amor-desamor, triunfo-fracaso, por poco reales que sean, las comprendemos perfectamente porque lo que viven es la vida misma. Así de trágico y así de sencillo.

El relato es un clásico del cine que cuenta la vida de los protagonistas de esta bella película, Mia y Sebastian, en definitiva, de cualquier persona que es singular a la hora de plantear sus proyectos de vida, tal como definía el lema singularidad el Diccionario de Autoridades en 1739, con la riqueza de nuestra forma de hablar hasta hoy: servir con el talento, no imitar otros, sino beneficiar el que ya dio el Cielo, o lo que recibimos de nuestros padres en la preciosa evolución de nuestra propia vida.. El derecho a soñar no se debe robar nunca y más cuando une a personas que son soñadoras de su propia felicidad, donde todo lo que tocan es arte…, arte de vivir. Si además le agregas una banda sonora con música que te conmueve, comprendes bien por qué se encuentran en el Cine Rialto para ver Rebeldes sin causa. Ellos ya la tenían muy clara y por ello apuestan, aunque el riesgo se traduce muchas veces en tomar decisiones que difícilmente tienen vuelta atrás. Esas decisiones que solo se pueden llevar al cine y que nos permite la ficción de vivir la vida otra vez como si nunca pasara nada, tal y como nos lo cuenta Chazelle en los últimos diez minutos de su gran película.

Cuando finalizo este artículo, he tomado conciencia de que se me ha olvidado escribir un título de crédito al principio del mismo, a modo de aviso para navegantes en busca de islas desconocidas: cualquier parecido con la realidad que refleja La La Land les aseguro que no es pura coincidencia. Véanla y ya me dirán si estoy en lo cierto.

Sevilla, 17/I/2017

Optimismo y apatía

mario-benedetti

Un pesimista / Es sólo un optimista / Bien informado.
Mario Benedetti, Rincón de haikus

Cuando comienza el año, normalmente en la ceremonia de las uvas, hay una corriente de opinión extendida sobre listas de realidades y deseos personales, de naturaleza buena, que confeccionamos rápidamente en el fragor de las campanadas y que poco a poco se van confirmando o no en la medida que avanza el año y miramos con cierto desasosiego por el retrovisor de la vida los compromisos adquiridos. Por ejemplo, vemos que la dialéctica de la vida real se hace fuerte finalmente y en concreto, la del optimismo y la de la apatía. Estando de acuerdo con Benedetti en que ser optimista es la confirmación sublime de lo que significa ser un pesimista bien informado, se antoja ahora a pensadores de la escuela de Frankfort que serlo es una “obligación moral”, algo así como un imperativo categórico a la manera de Kant. Ser o no ser optimista, esa es la cuestión. No queda otra, porque sabemos que es lo que hay y ante eso la mayoría dice que no se puede hacer nada, siendo esta afirmación categórica un craso error. Queramos o no, hablamos también de sueños y ya sabemos que los sueños, sueños son.

Por otra parte, vemos cómo la apatía, es decir, la incapacidad de sentir algo hacia lo o los demás, inunda la sociedad de consumo, que es la única que garantiza llevarnos a casa la supuesta felicidad con cosas, los llamados productos de la mercadotecnia, porque la cansina apatía no nos mueve ideológicamente para hacer casi nada, confundiéndonos en la noche de la tibieza social: “a mí que no me llamen”. Además, las cosas importantes no son cosas y si el movimiento ante cualquier llamamiento social se plantea alguna vez hacia la participación política como ciudadanos ejemplares, ahí sí que muchos no irán nunca, porque la mayoría social piensa que la política ya no sirve para transformar nada -todos los políticos son iguales-, sino para que unos cuantos se forren cada día más a costa del presupuesto nacional al que aportamos todos. Mejor dicho, casi todos, porque otros muchos -que son legión- todavía piensan que la contribución social mediante impuestos es cosa de otros. Otra vez: “a mí que no me llamen”. Apatía total.

Axel Honneth, director de la Escuela de Frankfort, lo manifestó en 2015 en una entrevista que recuerdo perfectamente, al abordar la apatía política: “Significa que la gente no está lo suficientemente comprometida en las prácticas democráticas. Prefiere el consumismo, la evasión; el mundo privado frente al compromiso público. Se trata de explicar la tendencia y por qué hay periodos en los que la gente deja de ser apática y se compromete. Por ejemplo, el caso Dreyfuss: todo el mundo estaba comprometido públicamente. Hubo momentos en Alemania en los que no se podía evitar el compromiso, ¿por qué hoy hay tanta apatía? Creo que tiene que ver con una frustración derivada de la creencia de que la política no tiene capacidad de transformación social. Hay un conservadurismo que parece afirmar que la política es incapaz de romper el poder del capitalismo financiero, que no hay salida” (1).

¿Existe solución? Con el bálsamo de Fierabrás no, porque no existe, aunque algunos esperan que Amazon se lo lleve algún día no lejano a casa por un puñado de dólares/euros, pero sí cambiando el chip de la responsabilidad social, que es una mezcla de respuesta (respuestabilidad, si se pudiera admitir el lema por la RAE) movida por el conocimiento libre y la ética como suelo firme que debe justificar siempre en libertad todos los actos humanos. Hay que abandonar el sofá convertido en tribuna donde se solucionan sentados todos los problemas de la sociedad y bajar a la calle, como dicen los italianos: scendere in piazza, porque la cosa pública que se ventila es muy seria.

Los pesimistas bien informados, es decir, los optimistas, sabemos que lo único que nos queda es el compromiso ético de aplicar el principio de realidad, es decir, las cosas más importantes (que no son cosas…) no son solo como son y cómo las dibujan otros, que siempre son los mismos, los apáticos de cualquier signo o color, sino como queramos que sean. Si nos movemos y participamos socialmente en el cambio “político” al que aspiramos, de tal forma que llegue a ser transformación social, dejaremos de ser voces que claman en los desiertos de la apatía social que nos invade de forma galopante, silente y manifiesta, por todas partes.

Sevilla, 15/I/2017

(1) Arroyo, Francesc (2015, 22 de abril). Axel Honneth: “El optimismo es una obligación moral”. El País.com.

NOTA: la imagen se recuperó el 14 de septiembre de 2016 de: https://cronopiolandia.wordpress.com/category/mario-benedetti/

Las verdades de Trump

Pertenezco al Club de los Optimistas Bien Informados, es decir, a los que aplicamos el principio de realidad a lo que pasa a nuestro alrededor. Sin que nos escuche nadie, somos pesimistas redomados ante situaciones como la que acabo de conocer y he publicado inmediatamente en las redes sociales como una llamada de atención ante tanto desatino americano en ciernes y con la marca Trump, que ojalá no copiemos nunca en este país al que tanto gusta emular a Míster Marshall:

Lo escribí recientemente y vuelvo a leerlo: «El pesimismo lo aprendí del haiku 123, precioso, escrito por Benedetti (1) en 1999: Un pesimista / Es sólo un optimista / Bien informado. [Ante noticias como esta y otras más cercanas en nuestro país], estamos obligatoriamente obligados a informarnos bien de lo que sucede, caminando por las grandes alamedas de la transparencia que todos los días hay que buscar, no vaya a ser que nos ocurra lo mismo que a Diógenes de Sinope, prototipo de la escuela cínica, cuando “buscaba a un hombre”. Un día estaba en los baños al mismo tiempo que Aristipos de Cirene, el cirenaico. Éste, al salir, cambió su vestidura purpúrea por la túnica desgarrada de Diógenes. Y cuando Diógenes se dio cuenta, se puso rabioso y de ninguna manera quiso ponerse el vestido purpúreo. ¿Por qué? En definitiva, se podría observar la vanidad de Diógenes a través de los agujeros de su túnica, dejaba de ser él al vestirse de púrpura y esto constituía un grave problema de representación, cara a los espectadores. Pesimismo en estado puro.

Otra cosa es que, en plan pesimista total, sepamos detectar algo importante en política: localizar los elementos de verdad en todo lo que se mueve en este ámbito, informarnos bien como optimistas natos que somos, porque en ese mundillo político corre la voz de que si algunos dijeran alguna vez la verdad…, mentirían». Como ocurre con las «verdades» de Trump.

Sevilla, 12/I/2017

(1) Benedetti, Mario (2001). Rincón de haikus. Madrid: Visor Libros.

Obama dice adiós

discurso-despedida-obama

http://www.voanoticias.com/embed/player/0/3671560.html?type=video

El Presidente Obama pronunció anoche su discurso de despedida presidencial en Chicago, territorio donde comenzó su carrera hacia la Casa Blanca. Creo que en los tiempos mediocres que nos rodean, es importante escuchar a Obama para apreciar la importancia de la alta política y de la visión de Estado. Necesitamos rescatar también el papel transcendental de la ética política y de la oratoria didáctica para expresar ideas y programas políticos, de tal forma que todo el mundo lo pueda comprender y asumir, más allá de los intereses personales e individuales, que siempre deben dar paso a los generales en beneficio de todos.

No quiero interpretar a Obama, solo escucharlo. En este momento de la publicación de este post, no he encontrado una versión traducida escrita del discurso de su adiós, excepto la que acompaño a estas palabras. Aunque siguiendo el dicho de que se puede «traicionar» con la traducción alguna idea de fondo (traduttore/traditore), al menos nos permite acercarnos a sus palabras con carácter inmediato. Lo necesitamos.

Sevilla, 11/I/2017

A %d blogueros les gusta esto: