Sagrada Familia del pajarito (Ca. 1650). Bartolomé Esteban Murillo. Museo del Prado
“Sé lo que te he dado; no sé lo que has recibido”
Antonio Porchia (1885-1968), Voces
Cuando se aproximan días de santos tan populares en este país como José, sobre todo para los que nos hemos equivocado de siglo al nacer, tanto de texto como de contexto, no quiero olvidar algo que he aprendido a lo largo de la vida sobre el valor de las pequeñas cosas, del detalle que nos gusta entregar con motivo del santo a las personas que queremos, según la segunda acepción de este lema -detalle- en el Diccionario de la Lengua Española (RAE): “un pormenor, una parte o fragmento de algo”. Se asemeja a lo que llamamos verdad, que suele estar siempre atrás, en la trastienda de nuestra existencia, como me gusta recordar en este cuaderno digital por la experiencia contada por uno de mis maestros, el escritor portugués António Lobo Antúnes, sobre unas palabras preciosas aportadas por un enfermo esquizofrénico al que había atendido tiempo atrás: “Doctor, el mundo ha sido hecho por detrás”, como si detrás de todo estuviera el alma humana que fabrica el cerebro. Porque según Lobo Antúnes “ésta es la solución para escribir: se escribe hacia atrás, al buscar que las emociones y pulsiones encuentren palabras para explicar los detalles de la vida”.
La primera acepción de “detalle” en el citado Diccionario, como rasgo de cortesía, amabilidad y afecto en cualquier momento de nuestra existencia, se abre paso con la estela de la explicada anteriormente, que me parece más sugerente, fundamentalmente porque significa algo grandioso. El detalle de vivir es solo un pormenor, una parte o un fragmento pequeño de la verdad que buscamos todos los días en la trastienda de la vida. Esa es la razón para dejar la estela de cualquier regalo que buscamos para la persona que queremos o apreciamos, porque sabemos lo que se entrega, pero no lo que se recibe. Ese es su gran misterio. El gran detalle.
Más o menos lo que le ocurrió al “platerillo” de Alberti, recogido en un poema precioso de su libro El alba del alhelí, cuando deja estupefacto a su cliente, un tal José, que no puede pagar el collar de María y el anillo para el niño Jesús: «Yo dinero no quiero, besar al niño es lo que yo quiero». Porque José, mi “santo” el próximo domingo, que no lo podía pagar, conocía muy bien a María y no confundió nunca, como todo necio, valor y precio. Le regalaba todos los días sus silencios, sus dudas, su honradez y su vida, sin saber a veces qué pensaba ella sobre su delicada y confusa historia. Todo un detalle.
Sevilla, 16/III/2017
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de https://velazquezmurillosevilla.com/. Pude contemplar recientemente este cuadro excelente en la exposición que sobre Velázquez y Murillo se está celebrando en la actualidad en Sevilla, patrocinada por la Fundación Focus.
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