Elogio de lo peculiar

ELOGIO DE LO PECULIAR

Peculiar es una palabra preciosa del idioma español, cuyo significado se hace más pleno cuando recurrimos a él como adjetivo que define lo que es propio o privativo de cada persona o cosa. En mi etapa de administrador público me encantaba leer la palabra peculiaridad en la interpretación del alcance de las leyes, porque junto al carácter sustantivo que muchas encierran, otras hablan de las peculiaridades que se deben respetar, como puede ser el desarrollo de leyes de ámbito nacional pero con proyección en los diferentes territorios con sus correspondientes peculiaridades, señalándose artículos concretos que se pueden desarrollar específicamente y atendiendo a las características propias o privativas de una Comunidad Autónoma, por ejemplo. La peculiaridad es un bagaje extraordinario para las democracias actuales y de lo que no se habla habitualmente, porque lo que pretende es establecer la posibilidad de que se respete lo que hace diferente a un territorio y las personas que viven en él, sin que por ello se rompa el principio de unidad que debe regir todo orden democrático sustentado por la legislación en un Estado de derecho.

Esto quiere decir que la peculiaridad es un instrumento muy eficaz para tratar la mejor forma de interpretar el sentido de Estado cuando se defiende que no debe existir solamente el pensamiento único para todo lo que se mueve, a modo de bálsamo de Fierabrás porque es lo que da seguridad jurídica. La política única, la economía única, la educación única, la sanidad única y así sucesivamente en un marco autoritario y decimonónico. Debe haber una estructura común, sustantiva es la palabra, que fije las reglas del juego democrático que hay que conocer y respetar salvando los principios de equidad y accesibilidad al conocimiento y a la libertad de convivencia democrática sana en un Estado de Derecho, pero dejando un margen (todo lo amplio que sea posible) a la aplicación de las peculiaridades de cada territorio en un Estado, Comunidad o Municipio del país que corresponda y de las personas que lo integran, sin dejar a nadie atrás y menos a los que tienen más dificultad para vivir con dignidad personal.

Vivimos momentos muy especiales en este país tan dual, en el que recuperar el correcto sentido de lo peculiar es más urgente que nunca. Las leyes ya se encargan de resaltar lo sustantivo y las peculiaridades de este país caleidoscópico, dejando al poder ejecutivo que proponga formas nuevas de garantizar la seguridad jurídica para la salvaguarda de la convivencia democrática en todas y cada una de sus manifestaciones plurales, lejos del autoritarismo único. Lo que es privativo y propio de cada territorio debe ser respetado, eso sí en el marco común que ordena la Constitución. Lo que es privativo y propio de cada persona debe ser respetado igualmente, porque entre los cerebros dignos de las personas anda el juego, que encuentran su encuadre perfecto en la Constitución para poder vivir en cada territorio de forma ordenada, no única.

Por analogía y para que se comprenda bien la quintaesencia y no el fárrago de lo que significa lo peculiar y su derivada principal, las peculiaridades, recurro a D. Miguel de Unamuno cuando afirmó que a la hora de escribir bien el español había que respetar la peculiaridad de cada uno, acuñando una frase que ha pasado a la posteridad: cada uno con su cadaunada. Lo escribí en este cuaderno en 2009, fruto de una investigación personal: cadaunada expresa a la perfección la individualidad, la realidad personal e intransferible de cada cerebro humano en acción. Y en el esquema de las individualidades hay una que tiene carácter primigenio, la cerebral, tal como ha afirmado el doctor John Mazziotta, un experto en imágenes del cerebro humano de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), cuyo trabajo en el Instituto de Neuropsiquiatría le ha permitido desarrollar su investigación del cerebro de forma multidisciplinar y multimodal, utilizando mapas multidimensionales del cerebro humano y no humano que describen su estructura y función: “Ningún cerebro es igual. Ni en su forma, ni en su tamaño, ni en la forma como está organizado; (…) este es un proyecto [la elaboración de un Atlas cerebral] de la frustración básicamente. Por muchos años, todos lo que estudiamos la estructura y funciones del cerebro hemos tenido que lidiar con el hecho de que no hay dos cerebros iguales ni en forma o tamaño, como tampoco en función, pero cuán diferentes son y cómo debemos compararlos eran dos cosas que no se sabía” (1).

Ante la realidad inexorable de lo peculiar de cada uno, cada una, la propia o privativa de este país, de cada territorio que lo compone, debemos recurrir a Unamuno para comprenderlo en toda su extensión: ello dirá, y no nosotros, ni vosotros, ni los de más allá; ello y sólo ello dirá. Así lo recogía en Ensayos (edición de la Residencia de Estudiantes, III, p. 108): “Que cómo se hace eso? [escribir bien el español]. A la buena de Dios, cada cual como mejor se las componga, salga lo que saliere, cada uno con su cadaunada, y luego… ello dirá. Ello, ello es lo que ha de decir; hay que remachar en esto: ello dirá, y no nosotros, ni vosotros, ni los de más allá; ello y sólo ello dirá”.

Sevilla, 22/XII/2018

NOTA: la imagen corresponde a la ciudad de Peculiar, en el estado de Misuri (EEUU) y se ha recuperado hoy de https://i1.wp.com/lessbeatenpaths.hostguardian.com/wp-content/uploads/2012/02/DSC_5673.jpg

(1) Cobeña, J.A. (2007). Inteligencia digital. Introducción a la noosfera digital (Edición digital), 71-73.

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