La Navidad de los felices, según Juan Ramón Jiménez

JR JIMENEZ
Joaquín Sorolla, Retrato de Juan Ramón Jiménez, 1916

Sevilla, 19/XII/2019

No es la primera vez que me aproximo a Juan Ramón Jiménez en este cuaderno digital, que cada día sale hacia la alta mar de la vida para buscar islas desconocidas, ahora en una tarea de búsqueda de su dios deseado y deseante en la navidad laica. Escribo este post como regalo para todos los días, no sólo en Navidad, para los que desean ser felices con lo que tienen, día a día, pero sobre todo para que seamos mucho más felices todavía siendo y no solo teniendo. Por esta razón vuelvo a utilizar palabras sobre la Navidad de Juan Ramón Jiménez que siguen en mi conciencia de búsqueda, la que él expresaba maravillosamente en su poema «Conciencia plena» (en Animal de fondo, 1949), escuchando su voz y para que no se olvide:

El título de hoy no es mío, pertenece al niñodiós de nombre Juan Ramón Jiménez, aunque él se refería expresamente a la Nochebuena de Moguer, de Platero y yo, una elegía que sigue siendo un libro preferido por niños, niñas y adultos en general, una elegía andaluza a la que siempre quería agregar capítulos el poeta de Moguer, el gran embajador mundial de ese pueblo precioso, que me entregó su alma secreta durante años.

Moguer me ofreció siempre una acogida de día y noche que no puedo olvidar. Por las mañanas, porque preparaba mis clases en la casa de Juan Ramón, gracias a Pepito, su guardián celoso y servicial, muy atento a que mi estancia allí fuera tranquila y segura, alejándome a veces del clamor infantil en las visitas de la mañana a la sala-biblioteca que existía en la planta baja de aquella época. Además, en el arco de la escalera del patio principal, leía todos los días un mensaje alentador y programático: Amor y poesía, cada día… Por las noches, porque me ofrecía conocimiento y libertad para comprender en sus recónditos bares, uno de ellos muy querido, La Parrala, lo que significaba tomar algo a modo de cena, siempre acompañado por personas que conocí a pie de barra. Sobre todo, Mateo, un hombre tosco y aguerrido, que hablaba todos los días con su caballo, en conversaciones imposibles, probablemente porque Platero lo había marcado de por vida, haciéndome partícipe de sus ilusiones y frustraciones diarias. Después, en un paseo iluminado siempre por los mensajes de personas y paredes, me alojaba en el Hotel situado junto al Ayuntamiento, en una habitación que me asignaba el encargado, Pepe, que en su soledad sonora y amable, procuraba proteger mi estancia para que la vida me permitiera descansar como caminante que siempre pretendía hacer camino al andar.

Llega la Navidad, la Nochebuena, sobre todo para los felices. Y he vuelto a leer en Platero y yo el capítulo dedicado a la Navidad (CXVI), cuya lectura casi recuerdo de forma íntegra cuando llegan estos días de forzados recuerdos y que reproduzco completo como homenaje a Platero, para que siga trotando libremente en mi memoria de hipocampo, agregando años a su vida real en la mente sana de los que apreciamos conocerlo tal y como era, porque no nos importa seguir siendo niños sin Nacimiento, como los de Juan Ramón:

Navidad

¡La candela en el campo!… Es tarde de Nochebuena, y un sol opaco y débil clarea apenas en el cielo crudo, sin nubes, todo gris en vez de todo azul, con un indefinible amarillor en el horizonte de Poniente… De pronto, salta un estridente crujido de ramas verdes que empiezan a arder; luego, el humo apretado, blanco como armiño, y la llama, al fin, que limpia el humo y puebla el aire de puras lenguas momentáneas, que parecen lamerlo.

¡Oh la llama en el viento! Espíritus rosados, amarillos, malvas, azules, se pierden no sé donde, taladrando un secreto cielo bajo; ¡y dejan un olor de ascua en el frío! ¡Campo, tibio ahora, de diciembre! ¡Invierno con cariño! ¡Nochebuena de los felices!

Las jaras vecinas se derriten. El paisaje, a través del aire caliente, tiembla y se purifica como si fuese de cristal errante. Y los niños del casero, que no tienen Nacimiento, se vienen alrededor de la candela, pobres y tristes, a calentarse las manos arrecidas, y echan en las brasas bellotas y castañas, que revientan, en un tiro.

Y se alegran luego, y saltan sobre el fuego que ya la noche va enrojeciendo, y cantan:

…Camina, María,
camina José…

Yo les traigo a Platero, y se lo doy, para que jueguen con él.

Abro de nuevo el libro y sigo andando por la calle de la Ribera en Moguer, situada en mi conciencia plena de secreto, interpretando los sentimientos de Juan Ramón ante la casa que le vio nacer, invitando a Platero a que mirara por la cancela la verja de madera, negra por el tiempo…, intentando compartir con él, como solo él sabía hacerlo, una buena noche para ser feliz.

NOTA: Se puede hacer una audio-lectura de este capítulo de Platero y yo, accediendo a la siguiente URL: http://albalearning.com/. El archivo de audio se ha recuperado hoy de http://www.poesi.as/jrj44080foto.htm

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

El Niño Jesús proletario, según Saramago (II)

JOSE SARAMAGO

Es la segunda vez que escribo en este cuaderno sobre los recuerdos de Saramago de su navidad en el pueblo que lo vio nacer, Azinhaga. Al igual que hice en 2017, dedico especialmente estas palabras sentidas a los niños y a las niñas de los seis barrios más pobres de Sevilla (entre los 15 más pobres de España), por este orden: Polígono Sur, Pajaritos-Amate, Torreblanca, Cerro-Su Eminencia, La Oliva y Polígono Norte-Villegas, donde viven niños y niñas proletarios, como se demuestra en los estudios recientes a nivel europeo y de España, según datos estadísticos irrefutables que publico a continuación, actualizados de acuerdo con el último informe elaborado por la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN de Andalucía).

Sevilla, 18/XII/2019

Cuando se acerca la Navidad recuerdo siempre lo que contaba Saramago sobre el Niño Jesús de su época (1): “En ese tiempo, los Reyes Magos todavía no existían (o soy yo quien no se acuerda de ellos), ni existía la costumbre de montar belenes con la vaca, el buey y el resto de la compañía. Por lo menos en nuestra casa. Se dejaba por la noche el zapato (“el zapatinho”) en la chimenea, al lado de los hornillos de petróleo, y a la mañana siguiente se iba a ver lo que el Niño Jesús habría dejado. Sí, en aquel tiempo era el Niño Jesús quien bajaba por la chimenea, no se quedaba acostado en la paja, con el ombligo al aire, a la espera de que los pastores le llevasen leche y queso, porque de esto, sí, iba a necesitar para vivir, no del-oro-incienso-y-mirra de los magos, que, como se sabe, solo le trajeron amargores para la boca. El Niño Jesús de aquella época era un niño Jesús que trabajaba, que se esforzaba por ser útil a la sociedad, en fin, un proletario como tantos otros”.

La imagen del niño Jesús proletario no la olvido. Me parece que coincide con la de miles de niños y niñas en Andalucía, que siguen viviendo en umbrales de pobreza, según los datos facilitados por la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN de Andalucía), en su Informe sobre pobreza en Andalucia (2019), con un título que sobrecoge: La pobreza olvidada.

EAPN 2019

Los datos más relevantes del estudio demuestran la gravedad de la situación en Andalucía: «El 38,2% de la población de Andalucía está en riesgo de pobreza y/o exclusión social en el año 2018. Esta cifra es casi un punto porcentual superior a la del año anterior, lo que supone una ruptura de la tendencia descendente de los últimos dos años, marcando una subida considerable en el número de ciudadanos andaluces que están en riesgo de pobreza y exclusión social».  Es decir, la tasa de pobreza marca en Andalucía una subida respecto a la tendencia descendente de los dos últimos años (2016-2017), alcanzando a más de 3,2 millones de andaluzas y andaluces, que equivale a un total de crecimiento en 2018 de unas 75.000 personas.

Es importante señalar también en relación con la media estatal que, la llamada tasa AROPE (2) de Andalucía «alcanza 12,1 puntos por encima de la media estatal, siendo la segunda Comunidad con mayor tasa en España, sólo inferior a la de Extremadura, situación que empeora respecto al año 2018, dónde era la tercera comunidad con mayor tasa». Otro dato de interés es que el incremento del AROPE «se debe exclusivamente al empeoramiento de la situación de las mujeres, cuya tasa crece casi dos puntos porcentuales mientras que la masculina se mantiene».

La conjunción de riesgo de pobreza y pobreza severa se distribuye de la siguiente forma: «En el año 2018 la Tasa de pobreza severa (medida con un umbral del 30% de la mediana) en Andalucía es del 9,9 %, cifra que es 4,2 puntos más elevada que la media nacional y la más alta de todas las comunidades autónomas. Además, la tasa es 3,7 puntos porcentuales superior a la que tenía en 2008, lo que hace un incremento del 61% en la totalidad del período. Este incremento es consistente con el aumento del número de personas de la región que están entre el 10% más pobre de la población nacional».

Según datos del citado informe, en relación con la pobreza infantil proletaria, «{…] es decir, aquella que se registra entre los chicos y chicas menores de 18 años, mantuvo hasta hace dos años los valores más elevados de todos los grupos de edad. En 2018, la tasa de pobreza infantil se ha reducido 1,5 puntos; sin embargo, alcanza todavía al 26,8% del grupo, cifra que es 5 puntos, es decir, un 23%, más elevada que la tasa del resto de población adulta (de 18 a 64 años). Todos los hogares con NNA (Niños, Niñas y Adolescentes) tienen tasas de pobreza notablemente más altas con respecto a las de aquellos compuestos sólo por personas adultas».

Recomiendo leer atentamente en esta navidad este informe para poder evaluar lo que está ocurriendo en Andalucía en este ámbito, porque para evaluar estas situaciones es necesario emitir juicios bien informados. Puede ser un buen ejercicio para tomar conciencia de lo que está pasando en esta tierra y para que se puedan elevar todas las consideraciones posibles mediante propuestas críticas a los responsables políticos que corresponda.

Todas las Navidades vuelvo a abrir el libro de las pequeñas memorias de Saramago por las páginas 107 y 108, buscando el final de esta microhistoria navideña del Nobel portugués, aplicado a nuestra navidad en Andalucía. Y no me sorprende su reflexión de cierre y recuerdo de aquellos días: la ansiada presencia de los ángeles, una recreación de sus mayores, a los que nunca divisó en su cocina real, aunque los adultos que le rodeaban en aquella Nochebuena se empeñaban en demostrar que “lo sobrenatural, además de existir de verdad, lo teníamos dentro de casa”. Y Saramago niño, incluso ya mayor, aun dejándose llevar por el niño que siempre fue, nunca los vio, “ni uno como muestra”, porque el Niño Jesús que llevaba dentro estaba en otras cosas más mundanas, yendo del corazón a sus asuntos proletarios… Los que un día, no muy lejano, atendería como compromisos sociales el Niño-Ciudadano Jesús, un Niño especial que deberíamos recordar siempre en la historia actual y real de Andalucía, la de los niños y niñas, proletarios, en situación de riesgo o viviendo en pobreza extrema. Están, en Sevilla, más cerca de lo que parece.

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de https://www.eldiario.es/cultura/libros/diario-oculto-Saramago_0_828017469.html

(1) Saramago, J. (2008). Las pequeñas memorias. Madrid: Punto de Lectura, p. 107.

(2) El índice AROPE (At Risk Of Poverty and/or Exclusion) mide el porcentaje de la población que se encuentra incluida en al menos una de las tres categorías siguientes (riesgo de pobreza, carencia material severa y baja intensidad laboral).

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

Detalles en la navidad de Rafael Alberti

RAFAEL ALBERTI1

Sevilla, 15/XII/2019

No olvido un poema precioso de Rafael Alberti que me sobrecogió cuando lo leí siendo casi un niño. Se titula El platero, formando parte de un libro excelente, El alba del alhelí, que en cada navidad laica de mi vida resuena como si fuese la mejor lectura en un ayer cercano:

A la Virgen, un collar
y al niño Dios, un anillo,

Platerillo,
no te los podré pagar,

¡Si yo no quiero dinero!

¿Y entonces qué? di.
Besar al niño es lo que yo quiero.

Besa, sí

Todo un detalle por parte del platerillo, entendiendo el detalle como rasgo de cortesía, amabilidad y afecto en cualquier momento de nuestra existencia. José no puede pagar el collar de María y el anillo para el niño Jesús: yo no quiero dinero, besar al niño es lo que yo quiero. Porque José conocía muy bien a María y no confundió nunca, como todo necio, valor y precio. Le regalaba todos los días sus silencios, sus dudas, su honradez y su vida, sin saber a veces qué pensaba ella sobre su delicada y confusa historia. Comprendo mejor que nunca al leer a Alberti que José era una persona buena, en el buen sentido de la palabra “bueno”, amante de sus silencios y maestro en el arte de callar. También, que José estaba bien casado, título de un villancico del compositor francés Michel Corrette, en pleno siglo XVIII, que estoy ensayando en el clave en estos días de navidad laica de 2019.

Michel Corrette (1709-1795), José estaba bien casado (Seis sinfonías de Navidad, Sinfonía III, Allegro), interpretado por La Fantasía.

No olvido el detalle del platero, no confundiendo valor y precio en aquél pequeño gesto hacia la virgen y el niño. Cualquier detalle de nuestra vida es solo un pormenor, una parte o un fragmento pequeño de la verdad que buscamos todos los días en la trastienda de la vida. Esa es la razón para dejar la estela de cualquier regalo que buscamos para la persona que queremos o apreciamos, porque sabemos lo que se entrega, pero no lo que se recibe. Ese es su gran misterio. El gran detalle que nos contó hace años Rafael Alberti y que hoy sigue vigente en un mundo cada vez más vacío y descreído.

Esta noche vuelvo a leer en El alba del alhelí el poema 4, precioso, que me ayuda a comprender mejor el sentido de estos días próximos a la navidad, en unas palabras inolvidables de María a Jesús:

¡Sin dinero, Buen Amor!
¡Y tu padre carpintero!
¿Cómo vivir sin dinero?

¡Vendedor,
que se muere mi alba en flor!

¡Sin pañales mi lucero!
Y sin manta abrigadora,
temblando tú, Buen Amor!

¡Vendedora,
Que se muere mi alba en flor!

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de http://leedor.com/2018/12/16/rafael-alberti-entre-los-grandes-poetas-espanoles/

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La Navidad según Gabriel García Márquez

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Sevilla, 12/XII/2019

En los días previos de la Navidad de 2019 no he olvidado todavía el artículo que Gabriel García Márquez publicó en el diario El País, el 24 de diciembre de 1980, que llevaba un título harto preocupante: Estas navidades siniestras. Es verdad que hacía un retrato demoledor de la celebración de la navidad en los países latinoamericanos, pero salvando lo que haya que salvar, sigue teniendo vigencia absoluta en nuestro país.

Comenzaba de forma implacable: “Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tantos estruendos de cometas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de dinero para quedar bien por encima de nuestros recursos reales que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante despelote es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace 2.000 años en una caballeriza de miseria, a poca distancia de donde había nacido, unos mil años antes, el rey David. 954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran como si en realidad no lo creyeran”.

El artículo sigue describiendo una realidad irrefutable: la navidad ha perdido su relato histórico para dar paso a la interpretación de una historia brillante por parte del mercado americano. García Márquez reconoce que la navidad latinoamericana era de factura española, con su candidez sencilla y fea a veces: “Antes, cuando sólo teníamos costumbres heredadas de España, los pesebres domésticos eran prodigios de imaginación familiar. El niño Dios era más grande que el buey, las casitas encaramadas en las colinas eran más grandes que la virgen, y nadie se fijaba en anacronismos: el paisaje de Belén era completado con un tren de cuerda, con un pato de peluche más grande que un león que nadaba en el espejo de la sala, o con un agente de tránsito que dirigía un rebaño de corderos en una esquina de Jerusalén. Encima de todo se ponía una estrella de papel dorado con una bombilla en el centro, y un rayo de seda amarilla que había de indicar a los Reyes Magos el camino de la salvación. El resultado era más bien feo, pero se parecía a nosotros, y desde luego era mejor que tantos cuadros primitivos mal copiados del aduanero Rousseau”.

Después analiza el desplazamiento de los regalos del día de Reyes por los del día 25 de diciembre a través de Santa Claus, Papá Noel, San Nicolás y otras metamorfosis imposibles de impecable factura gringa, nórdica o inglesa: “Todo aquello cambió en los últimos treinta años, mediante una operación comercial de proporciones mundiales que es al mismo tiempo una devastadora agresión cultural. El niño Dios fue destronado por el Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el mismo Papa Noel de los franceses, y a quienes todos conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo tirado por un alce, y el abeto cargado de juguetes bajo una fantástica tempestad de nieve. En realidad, este usurpador con nariz de cervecero no es otro que el buen San Nicolás, un santo al que yo quiero mucho porque es el de mi abuelo el coronel, pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y mucho menos con la Nochebuena tropical de la América Latina”.

Finaliza el artículo con palabras muy duras afirmando que la fiesta de la Navidad “[…] es la alegría por decreto, el cariño por lástima, el momento de regalar porque nos regalan, o para que nos regalen, y de llorar en público sin dar explicaciones”. Y continúa con una premonición a modo de profecía, dado que los niños del mundo pueden terminar “[…] por creer de verdad que el niño Jesús no nació en Belén, sino en Estados Unidos”.

En este contexto recuerdo siempre la película que marcó mi infancia en tierras de Castilla, Plácido (Siente un pobre en su mesa, su título original), dirigida por Luis G. Berlanga, porque me ayuda a comprender mejor los fastos navideños que nunca me supieron levantar, al igual que la música militar que cantaba Paco Ibáñez o la navidad contada por Gabriel García Márquez. En aquella película el guion no tenía desperdicio y Rafael Azcona lo sabía. Con motivo de la promoción de las ollas Cocinex, la burguesía -donde reside la clave del dinero y el buen hacer- se puede llevar a casa por una noche a grandes artistas, como el lote de “la más prometedora promesa de nuestro cine, Maruja Collado y el niño cantor Paquito Yepes”. Además, por la buena causa de “cene con un pobre”, la gente de clase media y alta puede elegir entre los ancianos del asilo o los pobres de la calle. Y se retransmite en directo una cena en la casa de la presidenta de la Comisión de Damas que es la que organiza esta campaña “de maravillosa hermandad, de magnífica caridad o de hondo significado, que une a pobres y a ricos en todos los hogares de la ciudad”. Inconmensurable. Tan real como la vida misma.

Aprovechando la dolorosa ausencia de un maestro del cine de autor, Azcona, comprometido con la vida y la muerte, con la auténtica Navidad de cualquier año, publiqué en 2008 que “hoy, pueden cambiar los actores, el decorado, incluso los pobres, y seguro que no habrá problema alguno de patrocinadores. Menos, probablemente, la nueva clase de nuevas ricas y de nuevos ricos que asola el país, en todas las proyecciones de supuesta riqueza posible, dispuestos a sentar a los nuevos pobres en sus mesas, como maravillosa y nueva hermandad, pero sin que cambie un ápice su patrimonio mental, personal, familiar y social, asentado todo en la falta de educación ciudadana y en la mayor de las pobrezas: la autosuficiencia basada en el des-conocimiento [sic]. Pero Rafael Azcona, desde donde quiera que esté, puede volver a escribir un guion utilizando el mismo discurso porque la doble moral sigue campando por sus respetos. Digo moral y no ética, porque esta última sigue, con perdón, sin saberse qué es, como gran desconocida que fundamenta todos los actos humanos, constituyéndose en el suelo firme de la vida, la solería de nuestra existencia. Berlanga y Azcona lo resumieron maravillosamente en la letra desgarradora y trucada (¿dónde estaba el censor de turno?) del villancico final de la película: en esta tierra nunca ha habido caridad, ni nunca la ha habido, ni nunca la habrá.

Canté este villancico en muchas navidades blancas y con noches de paz y de amor sin darme cuenta de lo que decía. García Márquez tenía razón.

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Realmente, mañana será otro día

Sevilla, 11/XII/2019

Se han cumplido en estos días 80 años del estreno en Estados Unidos de la película Lo que el viento se llevó, que llegó a España diez años más tarde por imperativo del Régimen, ante la lascivia pertinaz [sic] de la protagonista. A pesar de la férrea censura de la época, no hemos olvidado la frase final pronunciada por Scarlett O´Hara como un símbolo de lo que está ocurriendo estos días en este país, «realmente, mañana será otro día», porque estamos viviendo una película política que en términos de la época es para mayores (3R), con reparos y a un paso de declararse gravemente peligrosa (4) para la democracia constitucional. El viento se ha llevado ya muchas ilusiones y expectativas políticas si nos atenemos a los resultados electorales de los últimos años, pero mañana puede ser otro día muy importante para el país. Hoy termina la ronda que efectúa el Rey con los representantes políticos en el Congreso de los Diputados y de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 99.1 de la Constitución, propondrá un candidato o candidata para presidir el Gobierno: “Después de cada renovación del Congreso, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno”. Realmente, nunca mejor dicho, mañana puede ser otro día.

Este país necesita con urgencia absoluta estabilizar la legislatura con un Gobierno que responda a las expectativas legítimas de todos los ciudadanos que habitan en el Estado. Ya han corrido ríos de tinta sobre lo que se debe hacer con carácter inmediato en grandes áreas de responsabilidad política, que nunca es inocente y que obliga ahora a establecer un gobierno de coalición por razones obvias de segmentación política en el Congreso y en el Senado. ¿Podemos hacer algo los ciudadanos de a pie? No olvido lo que Scarlett O´Hara se preguntaba también en esos momentos finales de la película más famosa de todos los tiempos: ¿qué puedo hacer yo?

Ya lo he manifestado de forma alta y clara en este blog, en repetidas ocasiones: “¿tengo yo que hacer algo en esta situación o sigo confiando en que esta situación la resuelvan solo los políticos, los de arriba?, ¿no tendré yo alguna parte de esa responsabilidad en lo que está pasando por acción u omisión? ¿Qué hacer? Para empezar, exigir diálogo político sin descanso alguno, pero de forma celular, activa y ejemplar, con generosidad absoluta y amplitud de miras hacia los que tienen la mayor pobreza que existe: no ser dueños de su inteligencia para pedir, denunciar y obtener lo que es legítimo para ser personas, para exigir ese diálogo de nuestros mayores políticos a los que hemos confiado nuestro voto. Porque si hay dignidad personal y colectiva, pública y privada, habrá trabajo, control de la corrupción, programas políticos sensatos y que den respuesta a las problemáticas sociales actuales, dado que las ideologías y las economías no son inocentes y los Gobiernos tampoco. Hay que tener claro también y defenderlo a los cuatro vientos que no todos somos o son iguales en el Gobierno en la calle más próxima y que no se debe confundir valor y precio, como hace todo necio. Lo que hay que hacer con urgencia es desenmascarar a las personas indignas, cualquiera que sea el lugar que ocupen en la sociedad, arriba o abajo, en la derecha, en el centro o en la izquierda de cada persona”.

Sinceramente, confío en que mañana, realmente, pueda ser otro día para este país.

 
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El síndrome Greta

GRETA THUNBERG

Sevilla, 8/XII/2019

Greta es un nombre que resuena en la filmoteca de mi vida. Cuando era pequeño y soñaba como pequeño, siempre se recordaba en casa a una excelente actriz sueca, Greta Garbo, de la que se contaban maravillas: que si era enigmática, que nunca reía, que interpretaba la mujer misteriosa tal y como se podrá contemplar próximamente en la Fundación Juan March por la reposición de una película interpretada por Greta Garbo (La Divina), Bajo la máscara del placer, estrenada en 1925, en una de sus primeras apariciones cinematográficas en plena euforia del cine mudo de contenido reivindicativo: “Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Viena se ha convertido en una ciudad que esconde, tras una fachada de lujo y elegancia, una realidad de barrios enteros sumidos en la miseria. Es en uno de estos barrios donde las jóvenes Greta y Maria tratan, cada una a su manera, de escapar del hambre y la pobreza”. Todo un símbolo de una joven de nombre Greta, nacida en Suecia.

Hoy está presente en nuestras vidas una nueva Greta, de apellido Thunberg, que también sale de su familia y de su parentela para transmitir al mundo que tenemos que buscar una nueva vida luchando contra el cambio climático, en una actitud ejemplar para todas las personas de buena voluntad que quieran comprenderla. Todo el mundo habla de ella y la mercadotecnia sobre el cambio climático no pierde el tren de la popularidad en esa mezcla de todo vale con tal de vender productos a cualquier precio. Siempre confundiendo valor y precio.

Intento comprender el mensaje alto y claro de Greta Thunberg, sin disimular nunca su síndrome de Asperger. El pasado viernes participó con otros jóvenes activistas en una rueda de prensa en Madrid con motivo de la celebración de la COP25, en la que resaltó la importancia en que todo el mundo se ponga a trabajar ya en luchar contra el cambio climático porque es una realidad inexorable: “Creo y espero de todo corazón que la COP25 lidere y llegue a algo concreto y que produzca más concienciación de la población en general, y que los responsables políticos se den cuenta de la crisis climática, porque actualmente creo que no son conscientes de la magnitud que tiene”.

Admiro a Greta por su valentía y arrojo, transmitiendo también un mensaje sobre su propio síndrome de Asperger, que científicamente está encuadrado dentro del trastorno del espectro autista, de acuerdo con la última clasificación internacional de enfermedades (DSM-V). En este sentido, hay un pronunciamiento científico y diferenciador entre Autismo y Asperger, en el sentido de que teniendo ambos síndromes denominadores comunes de alteración social y de lenguaje (que deben ser examinados siempre de forma individual), en el síndrome de Asperger existe en relación con la alteración social un interés social (que no existe en el autismo) pero con falta de habilidades sociales y con limitaciones en el lenguaje porque es directamente pragmático, no estructurales como ocurre con el Autismo. Greta ha desarrollado un lenguaje de comunicación en relación con el cambio climático excelente que se va enriqueciendo día a día y que defiende con el ardor guerrero que refleja en su expresión facial tan criticada por sus detractores que no entienden casi nada de lo que está pasando. Una gran lección que tampoco deberíamos olvidar.

Nos está permitido soñar, como tantas veces he manifestado en este blog. Hoy lo hago con Greta Garbo, Greta Thunberg, ambas suecas, ambas “divinas”, ambas soñadoras, ambas portadoras de un síndrome de mujeres valientes, enigmáticas, cargadas de palabras que denuncian el amargo silencio de ser diferentes a la hora de enfrentarse a la vida y para comprender un mundo diseñado a veces por el enemigo, aunque todavía su cambio (no climático), es posible.

NOTA: La imagen se ha recuperado hoy de https://www.teenvogue.com/story/attacks-greta-thunberg-climate-deniers

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Sigo queriendo a la Constitución como para leerla cada noche

FALTA MAR

Te quiero como para leerte cada noche, como mi libro favorito quiero leerte, línea tras línea, letra por letra, espacio por espacio…

Mario Benedetti, Te quiero sin mirar atrás

Sevilla, 6 de Diciembre de 2019, Día de la Constitución

La Constitución es como el noray para barcos que se amarran a él para asegurar su permanencia en el puerto con todas las garantías, sobre todo para protegerlos de oleajes procelosos como los de la vida misma. Es un símbolo que me emociona siempre y los observo en mis incursiones en puertos seguros cada vez que recalo en ellos con mi «Isla Desconocida» que, un día ya lejano, me regaló José Saramago en un cuento inolvidable.

Hoy, cuando se cumple el 41 aniversario de nuestra Constitución, vuelvo a utilizar las palabras que me quedan en mi persona de secreto y en la de todos, escritas el año pasado recordando este día tan especial para la convivencia de este país. La Constitución se aprobó por las Cortes en sesiones plenarias del Congreso de los Diputados y del Senado celebradas el 31 de octubre de 1978, ratificada por el pueblo español en referéndum de 6 de diciembre de 1978, y sancionada por S.M. el Rey ante las Cortes el 27 de diciembre de 1978.

La Constitución es la base de la identidad del Estado. Así lo vivo y así lo he expresado en varias ocasiones en este cuaderno digital. Es uno de mis principios políticos como ciudadano demócrata en tiempos muy modernos, de turbación, en los que siempre he creído que se pueden hacer mudanzas intelectuales. Además, si no gustan en la actualidad a muchos recién llegados a la política activa o a los pasados de rosca, que haberlos haylos, lo siento porque no tengo otros (a diferencia del gran aserto de Groucho Marx). Para ello, vuelvo a leer reflexiones mías elaboradas y dedicadas a Aristóteles en el rincón de pensar, que nos dejó un tratado de Política con mayúsculas, gran ausente en estos tiempos de cólera independentista y desconcierto andaluz. He vuelto a leer el libro tercero de esta magna obra, que se refiere a la relación del Estado con los ciudadanos y, más en concreto, a la teoría de los gobiernos y de la soberanía, porque recordaba que en ese texto se encontraba una frase que habría que grabar en el Congreso con letras de oro: a la constitución es a la que debe atenderse [siempre] para resolver sobre la identidad del Estado.

No hay que despreciar el contexto en la que lo escribe: “Pero admitamos que el mismo lugar continúa siendo habitado por los mismos individuos. Entonces ¿es posible sostener, en tanto que la raza de los habitantes sea la misma, que el Estado es idéntico, a pesar de la continua alternativa de muertes y de nacimientos, lo mismo que se reconoce la identidad de los ríos y de las fuentes por más que sus ondas se renueven y corran perpetuamente? ¿O más bien debe decirse que sólo los hombres subsisten y que el Estado cambia? Si el Estado es efectivamente una especie de asociación; si es una asociación de ciudadanos que obedecen a una misma constitución, mudando esta constitución y modificándose en su forma, se sigue necesariamente, al parecer, que el Estado no queda idéntico; es como el coro que, al tener lugar sucesivamente en la comedia y en la tragedia, cambia para nosotros, por más que se componga de los mismos cantores. Esta observación se aplica igualmente a toda asociación, a todo sistema que se supone cambiado cuando la especie de combinación cambia también; sucede lo que con la armonía, en la que los mismos sonidos pueden dar lugar, ya al tono dórico, ya al tono frigio. Si esto es cierto, a la constitución es a la que debe atenderse para resolver sobre la identidad del Estado. Puede suceder por otra parte, que reciba una denominación diferente, subsistiendo los mismos individuos que le componen, o que conserve su primera denominación a pesar del cambio radical de sus individuos” (1).

Salvando lo que haya que salvar, mutatis mutandis, es impecable el análisis. Todo cambia y nada permanece (panta rei), siguiendo el adagio de Heráclito de Éfeso. Es verdad. Quienes no se adaptan a los entornos cambiantes, sufren mucho porque pierden seguridad en el quehacer y quesentir (perdón por el neologismo) de todos los días. En España, ante la realidad de Cataluña, hemos reaccionado tarde y mal, agarrándonos a la Constitución como un clavo ardiendo, en lugar de entenderla como un noray al que se deben asegurar los cabos cuando llegamos de la alta mar de los conflictos o del que hay que quitarlos para poder navegar en mares abiertos de libertad. Y la historia demuestra que esta realidad viene de antiguo, desde la etapa presocrática, cuando Heráclito pretendió que las personas dignas nos acostumbráramos a pensar que todo fluye y que nada permanece, como actitud vital, incluso las Constituciones, porque solo hay que pensar en una imagen preciosa: nadie se baña dos veces en el mismo río o en el mismo mar. Porque no controlamos la perpetuidad de lo que hacemos, vivimos, somos, sentimos y conocemos. Es verdad, porque si comprendiéramos estas palabras excelentes de Aristóteles en su tratado más político, pueden cambiar las asociaciones de ciudadanos (el que quiera entender que entienda), las Comunidades, la Constitución, pero hay un magma que aglutina todo, la propia Constitución, que es a la que debe atenderse siempre para resolver sobre la identidad del Estado. Aunque haya un cambio, incluso radical, de los individuos y las organizaciones en las que se integran, que son los que componen el Estado.

Finalmente, vuelvo a analizar también unas palabras esclarecedoras de lo anteriormente expuesto, que se encuentran también en el referido capítulo IV del libro tercero de Política: “todas las constituciones hechas en vista del interés general, son puras, porque practican rigurosamente la justicia; y todas las que sólo tienen en cuenta el interés personal de los gobernantes, están viciadas en su base, y no son más que una corrupción de las buenas constituciones; ellas se aproximan al poder del señor sobre el esclavo, siendo así que la ciudad no es más que una asociación de hombres libres”. Dicho queda por Aristóteles hace muchos siglos y por Baltasar Gracián después: lo breve, si bueno, dos veces bueno.

Es verdad, quiero a la Constitución como para seguir leyéndola cada noche. No la olvido en el marcapáginas que utilizo en el libro de mi vida. El país, Cataluña, nuestra Comunidad, debe aspirar siempre a ser una asociación de personas libres articulada por la Constitución.

NOTA: la imagen que encabeza este post es mía, tomada en Punta Calero (Lanzarote) en agosto de 2010.

(1) Aristóteles. Política · libro tercero. Del Estado y del ciudadano. Teoría de los gobiernos y de la soberanía. Del reinado.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

José fue un buen compañero

EL RECIEN NACIDO-LA TOUR

Georges de La Tour, El recién nacido (1648, óleo sobre lienzo, 76 x 91 cm, Museo de Bellas Artes, Rennes)

Sevilla, 4/XII/2019

Se acerca la Navidad y el fasto asociado. En mi caso, cada año es una oportunidad para reflexionar sobre una historia, la de José, María y Jesús, que tiene más de dos mil años de antigüedad y que ha inspirado momentos transcendentales en la historia en general y de las artes en particular. Me refiero en esta ocasión a la música, que hoy quiero simbolizar a través de un compositor francés, Michel Corrette (1709-1795), un perfecto desconocido, pero que ha supuesto un descubrimiento extraordinario en mi aprendizaje diario para tocar el clave y el violín e interpretar dignamente sus partituras.

Todo ha surgido al localizar en su ingente obra seis sinfonías dedicadas a la Navidad, preciosas, de las que quiero destacar hoy dos movimientos en concreto: Adán fue un pobre hombre (Sinfonía I, Allegro) y José es un buen compañero (Sinfonía III, Allegro), porque me permiten contextualizar una historia de hombres (en el genérico griego, hoy personas) que han supuesto mucho para el devenir de la humanidad, unas historias que hablan siempre de soledad y silencio ante la libre elección para la difícil tarea de vivir dignamente.

La historia de Adán, el pobre hombre de Corrette que lo lleva al cuarto y último movimiento de su primera Sinfonía, después de títulos sugerentes de los tres restantes movimientos, A la llegada de la Navidad (Moderato), El Rey de los Cielos acaba de nacer (Andante) y He aquí el día solemne (Moderato), por este orden, es una historia contradictoria que siempre me ha fascinado. Entre pobres hombres [sic] y buenos compañeros [sic] anda el juego. Veamos por qué.

Michel Corrette (1709-1795), Adán fue un pobre hombre (Seis sinfonías de Navidad, Sinfonía I, Allegro), interpretado por La Fantasía.

En relación con Adán, ¿un pobre hombre?, la historia nos lo ha recordado siempre como la causa de todos los males de la humanidad. Así lo he interpretado a lo largo de mi vida al analizar la reacción de Adán y Eva en el Paraíso: “Durante muchos siglos, la respuesta [ante la causa del Mal] solo la sabía Dios y cuando tuvimos la oportunidad de haberla conocido, eso sí, cuando Dios hubiera querido, a Adán y Eva no se les ocurrió mejor idea que mudarse de sitio, recordando unas palabras que escribí en este cuaderno de derrota (en argot marinero) en 2007: “Adán y Eva… no fueron expulsados. Se mudaron a otro Paraíso. Esta frase forma parte de una campaña publicitaria de una empresa que vende productos para exterior en el mundo. Rápidamente la he asociado a mi cultura clásica de creencias, en su primera fase de necesidad y no de azar (la persona necesita creer, de acuerdo con Ferrater Mora) y he imaginado -gracias a la inteligencia creadora- una vuelta atrás en la historia del ser humano donde las primeras narraciones bíblicas pudieran imputar la soberbia humana, el pecado, no a una manzana sino a una mudanza. Entonces entenderíamos bien por qué nuestros antepasados decidieron salir a pasear desde África, hace millones de años y darse una vuelta al mundo. Vamos, mudarse de sitio. Y al final de esta microhistoria, un representante de aquellos maravillosos viajeros decide escribir al revés, desde Sevilla, lo aprendido. Lo creído con tanto esfuerzo. Aunque siendo sincero, me entusiasma una parte del relato primero de la creación donde al crear Dios al hombre y a la mujer, la interpretación del traductor de la vida introdujo por primera vez un adverbio “muy” (meod, en hebreo) –no inocente- que marcó la diferencia con los demás seres vivos: y vio Dios que muy bueno. Seguro que ya se habían mudado de Paraíso”. Juzguemos todos lo ocurrido.

Hoy, nos agarramos como a un clavo ardiendo, a Dios, a la naturaleza, a la sociedad o a las personas (Ferrater Mora), en cualquiera de sus múltiples manifestaciones, para justificar nuestras acciones, olvidando que nuestra gran máquina de la verdad, nuestro cerebro, guarda el secreto ancestral de por qué existe el bien o el mal y de por qué actuamos de una forma u otra. Maravillosa aventura para dejar de lado, definitivamente, el drama (¡con perdón!) de la serpiente malvada, tal como se recogió en las famosas diez líneas del libro del Génesis, en la tríada serpiente/Adán/Eva, que son “la quintaesencia de una religión que ha dado vueltas al mundo y ha construido patrones de conducta personal y social. Y cuando crecemos en inteligencia y creencias, descubrimos que las serpientes no hablan, pero que su cerebro permanece en el ser humano como primer cerebro, “restos” de un ser anterior que conformó el cerebro actual. Convendría profundizar por qué nuestros antepasados utilizaron este relato “comprometiendo” al más astuto de los animales del campo [en un enfoque básicamente machista de la ética del cerebro humano]. Sabemos que el contexto en el que se escriben estos relatos era cananeo y que en esta cultura la serpiente reunía tres cualidades extraordinarias: “primero, la serpiente tenía fama de otorgar la inmortalidad, ya que el hecho de cambiar constantemente de piel parecía garantizarle el perpetuo rejuvenecimiento. Segundo, garantizaba la fecundidad, ya que vive arrastrándose sobre la tierra, que para los orientales representaba a la diosa Madre, fecunda y dadora de vida. Y tercero, transmitía sabiduría, pues la falta de párpados en sus ojos y su vista penetrante hacía de ella el prototipo de la sabiduría y las ciencias ocultas. (…) (1).

Michel Corrette (1709-1795), José es un buen compañero (Seis sinfonías de Navidad, Sinfonía III, Allegro), interpretado por La Fantasía.

El caso de José, un buen compañero, es también un hecho que nunca ha pasado desapercibido en nuestras vidas y en nuestras navidades blancas. José, el carpintero de Nazareth, siempre ocupó una segunda fila en la historia más maravillosa jamás contada bien. Era la pareja oficial de María, asunto que me ha emocionado en muchas ocasiones al describirlo así, a pesar de que la historia lo ha encumbrado siempre a los altares. Recuerdo en este momento el óleo de Georges de La Tour, El recién nacido, un pintor desconocido durante siglos para la historia del arte, donde no aparece José por ningún sitio porque realmente nunca fue protagonista de esta historia mágica. Sobrecoge el silencio y austeridad en este cuadro tan realista en los últimos años del pintor: “Sus célebres “noches”, de aparente simplicidad, silenciosas y conmovedoras, dan vida a personajes que surgen con magia en espacios sumidos en el silencio, de colorido casi monocromo y formas geometrizadas. La total inexistencia de halos u otros atributos sacros, así como los tipos populares empleados, justifican la lectura laica que a veces se ha hecho de sus nocturnos en obras como La Adoración de los pastores del Louvre o El recién nacido de Rennes. Sin medallas, sin atributos laicos ni sacros. Sin collares o anillos. Sin nada, solo con el regalo precioso del silencio sonoro de la noche y contemplando a su niño”.

El silencio permanente de José es un secreto a voces de la asunción de su papel en la historia difícil de María. Me gusta recordarlo despojado de su santidad, “ocupando su sitio en la historia, básicamente como un hombre humilde, trabajador y bueno, con un profundo respeto a María, una persona que la historia ha colocado en un sitio muy especial difícilmente entendible si te falta la fe que nos enseñaron nuestros mayores, como le gustaba decir a Antonio Machado”. Creo que fue un buen compañero.

Escucho ahora a Corrette y comprendo mejor que nunca el difícil papel de Adán en la historia de la humanidad y la categoría humana de José, ignorado hasta por el evangelista Marcos: “Solo sabemos que en el capítulo 6, versículos 1 a 3 de su crónica de la muerte anunciada de Jesús (como buen periodista), dijo lo siguiente: “Se marchó [Jesús] de allí y vino a su tierra, y sus discípulos le acompañaban. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada; y decía: “¿De dónde le viene esto? y qué sabiduría es ésta que le ha sido dada ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, de Josét, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban a causa de él”. José solo ante el peligro.

Adán se mudó un buen día de Paraíso porque no entendió la pregunta del dios desconocido y José no aparecía por ningún sitio en la noticia contada por Marcos pero, dueño de su soledad y de sus silencios, siempre tuvo el sentido de la medida que tanto aprecio. En esta Navidad laica de 2019, me gusta pensar en estas personas, en su verdad verdadera, en su humanidad, porque me ayudan a comprender unas historias casi siempre muy mal contadas. Correttte sabía lo que componía.

(1) Cobeña Fernández, J.A. (2007). Estereotipo machista 4: “¡mujer tenías que ser!”

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

Valor y precio en el traductor ético de secreto

BLACK FRIDAY

Sevilla, 3/XII/2019

Hemos salido del Black Friday como cada cual ha podido, casi todos con daños colaterales de consumo; quizá hemos pasado de puntillas por el Cyber Monday, que este año ha atacado como si fuera la División Acorazada Guzmán el Bueno y, para agotar el presupuesto, tan mermado ya, hemos llegado hoy a una prolongación del Black Friday con aviso de cartelería en negro porque es uno de los últimos días de este festival de consumo, con un final críptico: hasta agotar existencias, quizá porque el Mercado se compadece de los pobres consumidores y les da una última oportunidad.

Este mes y el que viene nos queda cantar a coro Silent Night, quizá algún que otro Happy Birthday y, para finalizar el año, Happy New Year. Por no decir cómo nos inquietan las Last Minute Deals (ofertas de última hora) de cada día, de cada minuto, de cada segundo, que nos dejan inquieta el alma o la moral por el síndrome de la última versión o del último precio más barato, con el sentimiento de culpa porque no lo he sabido localizar a tiempo. Vamos, un no parar para el traductor virtual y ético que todos llevamos dentro.

Vivimos inmersos en la mercadotecnia pura y dura de factura americana casi siempre. Importamos usos y costumbre del otro lado del Atlántico con una facilidad pasmosa, sobre todo de América del Norte. La Real Academia Española no da abasto con la incorporación paulatina de los anglicismos (yo diría mejor, americanismos) que acaban imponiéndose poco a poco en nuestro cerebro y en el traductor ético que todos llevamos dentro, porque casi todo es consumo.

Ante esta situación de emergencia ética, no olvido una reflexión magistral de Antonio Machado, que deberíamos rescatar en silencio, ante el último segundo antes de comprar algo promovido por el mercado con un vocabulario imposible: Todo necio confunde valor y precio (Proverbios y cantares, LXVIII). Cuando volvamos a las prisas diarias, al estrés puro y duro, finalicen las compras de tantos días americanos y tomemos el control de nuestra vida, nos daremos cuenta de que nos pasa algo de lo que me ocurría a mi cuando era niño: los Reyes Magos de Oriente me traían el caballo de cartón y, pasados unos días, ya no tenía gracia montarme muchas veces en él. Me iba a la habitación a escribir de nuevo a un rey desconocido que me permitiera ser feliz todos los días, porque tenerlo (el juguete…) me permitía comprobar que ya se me había escapado la ilusión por la montura del equino. Y así desde entonces, buscando por todas partes la forma de disfrutar los placeres basados en bienes básicos, necesarios y en personas cercanas bajo la forma de familia, compañeras y compañeros de trabajo, amigos, proveedores conocidos y respetados (en clave de valor) o lo que algunos llaman placeres inútiles, frente a lo que me ofrecen los bienes de consumo (puro precio y mercado).

Tengo activada siempre la traductora ética ante el consumo, por mucho que se empeñen el Black Friday o el Cyber Monday y sus secuaces en hacerme feliz para siempre con la oferta de última hora. En este contexto, hago ahora una última reflexión, que no oferta, barata por cierto: es conveniente soñar junto a las personas que queremos, porque la felicidad es mayor, al trenzarse el amor como una cuerda de tres hilos, que difícilmente se puede romper. Y en este tiempo de campaña de lotería que anima a soñar en cosas caras, a tener y no a ser, quiero probar de nuevo las sensaciones que me proporciona estar atento ante la dialéctica valor/precio de las cosas pequeñas, las que tanto amaba Rabindranath Tagore para regalar a las personas mediante el símbolo de un pájaro perdido.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.