Mis otros yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos

Sevilla, 16/III/2021

Este tiempo de coronavirus permite el análisis interior porque normalmente disponemos de un regalo llamado tiempo. En esta búsqueda de asuntos importantes para enriquecer mi persona de secreto, he conocido una curiosa e inquietante campaña publicitaria a la que me he acercado porque el protagonista de la misma, mediante un corto, es un actor argentino al que admiro y aprecio mucho, Ernesto Alterio, miembro de una saga cinematográfica inolvidable. Está centrada en algo importante en la vida, conocer las diversas identidades que desarrollamos desde que nacemos y que nos llevan a tomar decisiones importantes en la vida, de ahí su título, Mis otros yo, aunque una vez conocida la línea argumental desemboca en algo que me temía desde el principio: poderoso caballero es don dinero, incluso para desarrollarnos como personas y alcanzar éxito en la vida, porque si sabemos administrarlo bien garantizamos nuestro futuro.

El promotor de esta curiosa campaña es un banco, que explica de forma simple su objetivo: “¿Qué habría pasado si en vez de tomar una decisión concreta, hubieras tomado otra? Somos el resultado de las decisiones que tomamos en nuestra vida, pero en ocasiones se necesita apoyo para tomar buenas decisiones. Y es que a todos nos toca decidir a lo largo de nuestra vida, pero no siempre tenemos que hacerlo solos”. Juan, el protagonista, se presenta a través de cuatro identidades diferentes a modo de variaciones sobre la misma persona que, en un momento determinado de su vida, “tomaron” decisiones que al final se presentan como cuatro formas de ser de la misma persona según lo que decidió en un determinado momento: Juan surfista, Juan veterinario, Juan “el que se fue a Londres por amor” y, por último, el triunfador, Juan dueño de una clínica veterinaria gracias a que tuvo “el apoyo de una persona de confianza, que ha estado ahí y que me ha ayudado a tomar buenas decisiones: tan sencillo como eso”.

Esa persona creyó en los sueños de Juan, en su proyecto de vida, Así que “ahorró, planificó sus finanzas y se atrevió a abrir su primera clínica veterinaria”, Al final, el éxito del último Juan se debió a que no decidió solo, sino que encontró un “family banker” (ya estamos…). Los otros Juan, al escuchar el éxito de Juan, dueño de la primera clínica veterinaria, piensan que ya es tarde para ellos, aunque el triunfador les manifiesta que “nunca es tarde para empezar” porque “lo importante es dar el primer paso”.

Como amo el cine, aprecio la película y su trama, pero como persona me preocupan mucho estos mensajes publicitarios de captación financiera, porque no son inocentes, como casi nada en la vida, pero en este caso en un oscuro objeto de deseo, porque la película de la vida real no funciona así. Puede que el fracaso humano y profesional se deba en un momento determinado de la vida a una desafortunada decisión personal y transferible a más personas y a la sociedad, en definitiva. Pero en la mayor parte de las ocasiones, las decisiones están mediatizadas por el principio de realidad de millones de personas que no acceden a un trabajo digno que es el que verdaderamente condiciona nuestras vidas, conociendo como conocemos los datos de pobreza severa de nuestro país. O porque la personalidad de cada uno es un condicionante también para relacionarnos con los demás y vamos de fracaso en fracaso emocional o sentimental. O porque, sencillamente, nos equivocamos en muchas decisiones como resultado de la condición imperfecta de la condición humana, porque errar es humano.

Visto lo visto, sigo convencido de que las personas no vemos el dinero de la misma forma que los bancos. Así lo escribí en un artículo de este cuaderno digital el año pasado, ¿Cómo vemos el dinero?, comentando también una campaña publicitaria de un banco en la que utilizaba el siguiente eslogan: “La cuenta del banco que ve tu dinero como lo ves tú”. Junto a esta frase lapidaria figuraban diversas reproducciones de billetes con la pintora colombiana Débora Arango Pérez o de Comenio, con el símbolo quizás de la educación en la aproximación de las manos de un maestro y su alumno o alumna, como homenaje a la creación de la Didáctica, según figura en un grabado de su obra más importante, Orbis Sensualium Pictus (El mundo en imágenes), el primer libro ilustrado para niños y niñas de Occidente. Imágenes no inocentes, por supuesto. Hoy, prefiero quedarme a solas leyendo las obras preciosas de Comenius a lo largo de su vida junto a Orbis Pictus, por ejemplo “El Laberinto del Mundo y el Paraíso del Corazón”, en el que presenta el problema económico básico de las personas: la búsqueda del beneficio y de una vida feliz, que se resuelve siempre cuando se alcanza el paraíso del corazón. También, contemplando las de Débora Arango en su Antioquía natal, sin nada a cambio… o sí: obtener placer y utilidad en lo aparentemente inútil. No es lo mismo, ni todos somos iguales por mucho que a algunos guardianes del dinero les cueste creerlo, porque ellos creen que siempre lo ven igual que nosotros.

Somos muchas personas en una: la propia, el yo, pero también la que se refiere a mí cuando soy un tú, él, o participo de un nosotros, vosotros y de ellos, otros en definitiva, conviviendo en un mundo imperfecto. Es algo más que contestar a la pregunta bancaria: ¿cuál de tus “yo” quieres ser? Es verdad que en ser o no ser está la verdadera cuestión y no es sencillo resolverlo, pero no sólo por el dinero.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.