
Sevilla, 6/IV/2021
Lo ha dicho Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología y representante canario en la elaboración de la estrategia nacional, en relación con el retraso en la vacunación de la población entre 65 y 79 años, rango en el que me encuentro: «Desde luego, hay que proteger en primer lugar a la población mayor», […] «Pero teníamos dosis de AstraZeneca que no se podían quedar en la nevera, había que avanzar en el proceso vacunal. El resultado es así, chocante», admite”. Es verdad que en la primera impresión resulta bastante sorpresivo y extraño, “chocante” en una palabra, que la vacunación nos adelante por la derecha y la izquierda, a pesar de las explicaciones que se dan desde fuentes oficiales y profesionales, pero parece bastante injusto que este rango de edad que siempre se ha calificado de riesgo, se haya quedado atrás por culpa de casi todos: laboratorios, estrategias improvisadas, disparidad de criterios epidemiológicos, etc.
María y Federico, ¿Quién tiene la culpa?
Esta situación me recuerda siempre el estribillo de una canción de mi juventud, ¿Quién tiene la culpa?, de María y Federico: Ni yo ni usted ni el vecino, ni siquiera sus parientes, la culpa de todo esto, la tiene la gente, porque al final las responsabilidades se diluyen mientras nuestra generación ve cómo se llenan los vacunódromos -¡vaya neologismo!- de personas más jóvenes y muchas también del rango superior que quedaron rezagadas. No es por ellos, no, que bienvenidos sean al formar parte del club de los vacunados, sino que algo no ha funcionado bien para esta discriminación que se tilda, de forma eufemística, de “chocante”, como se puede comprobar en el gráfico siguiente:

En esta ardiente impaciencia sigo repasando las estrofas de aquella hermosa canción, para ver si la culpa de este retraso es porque las palomas sueñan ser águilas, las flores se mueren de espaldas o por la indiferencia que cierra los ojos ante la decencia y los abre grandes ante las apariencias. Quizá, la pregunta se pueda hacer también a quienes son responsables de que muchas veces perdamos la fe y las creencias por los días sucios y mentiras, por los grandes silencios cómplices en el hecho de que todavía no estemos vacunados. El problema es que, de nuevo, la respuesta está en el viento, que diría Bob Dylan, porque lo que suele pasar casi siempre es que ni yo, ni usted ni el vecino, ni siquiera sus parientes, somos responsables de este retraso. Y como siempre, la culpa de todo esto, la tiene la gente.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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