
Sevilla, 7 de junio de 2021
Juan Ramón Jiménez, el poeta con el que compartí su casa de juventud en Moguer durante algún tiempo, escribió unas palabras hace más de cien años que rescato hoy en la celebración de mi cumplevidas, concretamente en una bella introducción a su querido diario (1), recogidas del sánscrito -¡ay, la influencia de Zenobia!-, porque resumen perfectamente la atención que debemos prestar a cada día, espacio y tiempo en el que se desarrolla la vida personal e intransferible de cada uno :
¡Cuida bien de este día! Este día es la vida, la esencia misma de la vida. En su leve transcurso se encierran todas las realidades y todas las variedades de tu existencia: el goce de crecer, la gloria de la acción y el esplendor de la hermosura.
El día de ayer no es sino sueño y el de mañana es sólo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza. ¡Cuida bien, pues, este día!».
Hoy, me sentaré junto a él compartiendo mi cumplevidas con Mario Benedetti -¡ay, la influencia de Luz!-, recordándome también que ya he recorrido un camino vital de ochocientos ochenta y ocho meses en mi cumpledías vital, aplicando sus palabras del poema Como siempre en primera persona, porque así lo he leído una y otra vez en lo más íntimo de mi propia intimidad. Es verdad, porque esta matusalénica edad «no se me nota cuando en el instante en que vencen los crueles entro a diario a averiguar la alegría del mundo, volando gaviotamente sobre las fobias, desarbolando los nudosos rencores. He alcanzado una buena edad para cambiar estatutos y horóscopos, dejando que mi manantial mane amor sin miseria».
La realidad es que Juan Ramón Jiménez me plantea una cuestión no baladí, porque me lleva a transformar cada día en una vida personal e intransferible, que es también en clave agustiniana «lo más íntimo de mi propia intimidad». Cada día es, a veces, toda una vida, toda mi vida. Estoy encantado porque sea así en un día tan normal como hoy, en el que puedo experimentar el goce de crecer, la gloria de la acción y el esplendor de la hermosura. Sencillamente, porque se proyectan tres situaciones que me llenan de esperanza en momentos en los que necesito reforzar ilusiones y oportunidades: crecer caminando siempre hacia adelante, actuar de forma saludable, de tal forma que ennoblezca cada acto humano y descubrir la belleza de la hermosura de todo aquello que debo hacer bien respondiendo a mi ética personal y colectiva, atendiendo al suelo firme (la solería de nuestra vida) que justifica todos los actos humanos propios y asociados.
Gracias Juan Ramón Jiménez, gracias Mario Benedetti. También, a Luz y Zenobia. En mi humilde caso, a María José, Marcos, Vanessa y Adrián. A los otros miembros de la familia, amigos y amigas, así como a los pacientes lectores de este cuaderno digital, pero sobre todo vital. No os olvido en un día como hoy, mi cumplevidas y cumpledías, en el que el tiempo lleva siempre mi vida dentro.
(1) Jiménez, Juan Ramón, Diario de un poeta recién casado (1916-1917), 2011. Madrid: Visor Libros.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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