
Cómo canta la zumaya,
¡ay cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Federico García Lorca, Romance de la luna, luna (dedicado a Conchita García Lorca, 1926)
Sevilla, 20/VI/2021
En el día con más luz del año, siempre se ilumina de forma especial lo que nos sigue ofreciendo a diario Federico García Lorca con su vida y obra, que ocupan también un sitio guardado en la amura de babor de mi “Isla Desconocida”, sobre todo cuando deseo navegar muy cerca de él buscando el sentido de la vida, es decir, la obstinación por vivir dignamente dándole acogida en mi pensamiento y obra, no olvidándolo jamás. Es una declaración de principios porque en la obra teatral Una noche sin luna, que se ha estrenado esta semana en Madrid, Juan Diego Botto da vida a Federico a través de momentos escogidos en los últimos cinco años de su vida, donde se produce una transustanciación (metempsicosis, se decía en mi juventud) del actor con el protagonista, llegando a decir Botto, en un momento sobrecogedor, unas palabras pronunciadas en boca de Federico García Lorca, al “salir” de la fosa, que no me han dejado indiferente: “me tenéis abandonado”.
El título de la representación obedece a una idea que ha dado vueltas en la cabeza de Botto durante muchos años porque pensaba que él, gran amante de la luna, no la pudo ver la noche en que fue fusilado. Juan Diego sabe bien lo que significa la persecución y la muerte en una dictadura porque la sufrió en la persona de su padre, uno de los miles de desaparecidos durante la dictadura de Videla en Argentina. Conoce bien qué significa la emigración hacia alguna parte y esta obra es un homenaje que hace a la figura de García Lorca pero también a todas aquellas personas que han sufrido y sufren en la actualidad el rigor de las dictaduras en cualquiera de sus múltiples manifestaciones.
La obra pasó por Andalucía meses antes de llegar a Madrid. He leído en su página oficial, las críticas y los comentarios de los asistentes a las representaciones en diversos lugares del país y todos expresan la emoción y el sentimiento de admiración ante el trabajo de Botto, “con amor hecho”, que diría Cernuda. En estos tiempos de coronavirus y sus consecuencias tan dramáticas para la cultura, resuenan con fuerza las palabras de presentación de la obra por parte del director de la misma, Sergio Peris-Mencheta en el programa oficial: “Hoy, en pleno 2020, hacer teatro es una proeza. Además de ser más necesario que nunca. No sólo para seguir entreteniendo, no sólo para seguir contando lo que pasa, sino porque ahora, dejar de hacer teatro, es arruinar la vida a todo un sector que lleva viviendo al día años, décadas, siglos. Teatrero ahorrador es un oxímoron. El 15 de julio de 2020 nos arremangamos para llevar a cabo la proeza de sacar adelante esta pieza de mi compañero de fatigas en la vida y en el arte Juan Diego Botto. Inexpugnablemente. Incuestionablemente. Inevitablemente. Quizá hablemos de un teatro herido, pero más vivo que nunca. Gracias por hacerlo posible”.
Y Juan Diego Botto, la presenta con palabras mágicas que dan sentido por sí mismas a su forma de aprehender la obra de García Lorca: “Cuando terminé de escribir “Una noche sin luna”, tuve la sensación de que por fin había salido de los temas que han centrado mi teatro. Dejaba atrás las tramas de memoria, dictaduras y desaparecidos para hablar de algo completamente distinto; Federico García Lorca. No fue hasta más de un año después de haber terminado la pieza que me di cuenta de que había escrito un texto sobre un hombre que fue detenido, torturado, asesinado y hecho desaparecer en el albur de una dictadura. Había escrito un texto sobre un desaparecido. Parece que al final uno siempre escribe sobre lo mismo con distintos colores, texturas y matices. Confío en que la pieza se explique por sí sola por eso quiero aprovechar estas líneas para agradecer a Sergio Peris-Mencheta que me prestara su mirada limpia para aclarar la dirección de texto, a Cristina Rota por su generosidad y el inmenso valor de sus aportes, a Olga Rodríguez por su insobornable honestidad, a Nur Levi por su infinito cuidado y a Luis García Montero, Ian Gibson y otros historiadores por dejar que me acercara a sus trabajos sobre el mejor dramaturgo y poeta de nuestro siglo XX”.
La obra no es inocente, como tantas veces he afirmado sobre la necesidad del compromiso activo a través de las ideologías. Así lo sintetiza Botto en una entrevista reciente en el diario El País: “Soy consciente de las intenciones que quiero transmitir. En la selección de textos ya hay una clara intención, que es la de señalar o subrayar aspectos de la sociedad en la que vivimos. El paralelismo que trazamos entre los años treinta y la actualidad es evidente. Vivimos en un país que todavía no sabe dónde está el cadáver de Lorca, que es posiblemente nuestro mejor poeta y dramaturgo del siglo XX. Él solo es el símbolo de las miles y miles de personas que siguen enterradas en las cunetas. La herida abierta que implica Lorca para nuestra sociedad es una metáfora de la herida abierta en una sociedad que tiene todavía irresuelto el problema de las víctimas del franquismo”.
“Pero de entre todas las noches del mundo decidieron matarme en una noche sin luna”. Esta frase encierra en sí misma el contenido de su obra, para un autor como García Lorca que tan admirablemente la había cantado. Una luna que seguimos necesitando hoy más que nunca para que ilumine la memoria histórica de este país en momentos en los que la extrema derecha sigue haciendo de las suyas, de forma sigilosa, casi sin darnos cuenta, algo que deberíamos atender con urgencia y alejarlo de nuestras vidas. Así lo afirma en las palabras finales del artículo citado: “Todo en la función es un espejo en el que un día se miró Federico y ahora lo hace el espectador. Hasta la música, compuesta por Alejandro Pelayo, se grabó en el mismo piano de la Residencia de Estudiantes, en Madrid, que tocaba el poeta. Y ese cuadrilátero rústico que conforma la base de la escenografía del espectáculo, realizado con tablas y maderas que se levantan y descubren bajo el suelo multitud de objetos y de historias, rememora no solo La Barraca de Lorca, sino también aquel teatro bajo la arena al que cantó en su obra El público. “Ese teatro bajo la arena del que hablaba Federico nos desvela que todos los días pisamos sobre cunetas que esconden una memoria enterrada que, sin duda, algún día aflorará. La verdad nunca se puede esconder”.
Hoy, el día con más luz del año, estoy seguro de que por el cielo va la luna, con Federico de la mano. Personalmente, quiero seguir su estela, aunque por un momento tenga ahora los ojos cerrados para seguir soñando.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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